Hay que matar a B / B. Must Die (1973) es la tercera película de José Luis Borau y primera que dirige para su propia productora, El Imán, con la que ha financiado Un, dos, tres... al escondite inglés (Iván Zulueta, 1969) y Mi querida señorita (Jaime de Armiñán, 1972). Borau lleva casi una década dedicado a la televisión y la publicidad. La frustrante doble experiencia de Brandy / Cavalca e uccidi (1963) y Crimen de doble filo (1965) le ha decidido a autoproducirse, así que ésta es la primera cinta en la que tiene un control completo.
Se trata de un thriller político ambientado en una república latinoamericana que podría ser la misma que la de El perro (Antonio Isasi-Isasmendi, 1976). El protagonista, un expatriado individualista (Darren McGavin) que ejerce de esquirol cuando otros transportistas están en huelga y que, por eso mismo, será presa fácil para los servicios secretos... sobre todo si utilizan un cebo como Stephane Audran. Como la censura previa dijo que nanay a que el personaje fuera vasco, terminó convertido en húngaro.
El preámbulo muestra una solidez narrativa de regusto clásico. En el resto del desarrollo hay alguna cosa que chirría un poco, como la ambientación, conseguida, pero desconcertante para alguien que conozca el Madrid de aquellos años: una de las cafeterías que salen es la misma de Los pájaros de Baden-Baden (Mario Camus, 1975) y de ¿Qué hace una chica como tú en un sitio como éste? (Fernando Colomo, 1980), la sede del sindicato es la Facultad de Biológicas, el local donde se encuentran los amantes durante una manifestación, el Café Viena, al que solía acudir Buñuel cuando paraba en un apartamento de la madrileña Plaza de España... En el otro platillo de la balanza, unas interpretaciones sólidas, la factura internacional del producto y un excelente trabajo de planificación y montaje, como el momento en que Burgess Meredith se materializa en la ventana de la cafetería como todopoderoso demiurgo.
Fue una coproducción con Suiza y se rodó en inglés, aunque, como era preceptivo, en España sólo se exhibió la versión doblada. La distribuida internacionalmente por Lorimar tiene su aquél. Pensaba uno que la española habría sufrido algunos cortes debido a su contenido político que se recuperaran en la copia en inglés, pero no... Es esta versión —al menos la distribuida en vídeo doméstico— la que muestra cinco cortes que suman en total unos siete minutos. Se ve que la distribuidora pensó que el primer acto se dilataba en demasía y fue amputando algunos fragmentos.
El primero, incomprensible, es el de la muerte del lince, que deja asentada la condición de tirador de élite del protagonista, con lo que la circularidad del relato queda desbaratada. Hay luego dos cortes en el motel-prostíbulo que dejan casi sin contenido al personaje interpretado por José Nieto. Todavía hay dos amputaciones más: durante el viaje en camión que terminará con el incendio del mismo y en la secuencia en la que el protagonista llega a la ciudad.
Irving Lerner, que hizo funciones de coproductor, aparece sin embargo acreditado en esta copia como intérprete por un breve cameo como propietario del almacén de frutas. Lerner había formado parte de Frontier Films, una cooperativa que apoyó a la República durante la Guerra Civil, amén de haber realizado diversas funciones, de montador a director en películas de propaganda o serie B, antes de viajar a España y participar en algunos proyectos en la órbita de Samuel Bronston. Lerner es uno de los principales promotores de que Borau realice su propia versión de Mi querida señorita en Estados Unidos [Carlos F. Heredero: Iceberg Borau. Madrid: ECAM / DAMA, 2024, págs. 235-241.], cosa que nunca ocurrirá, pero la copia americana de la película de Armiñán es precisamente la que se proyecta en el cine en el que el protagonista debe seducir a Stephane Audran.
La errática carrera comercial de Hay que matar a B en España y su pésima acogida crítica empujó a Borau a asociarse literariamente con Manuel Gutiérrez Aragón para concebir juntos y rodar con toda urgencia una película "española hasta las cachas". El resultado será Furtivos (1975). [Carlos F. Heredero: Furtivos, 20 años. Madrid: Festival de Málaga / Filmoteca Española / ECAM, 2025.]
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