domingo, 15 de junio de 2025

un apunte sobre el don quintín de manuel noriega

Buñuel abordaría en dos ocasiones la adaptación del sainete de Arniches (y Estremera y Guerrero) Don Quintín el amargao o El que siembra vientos: en 1935 con mediación de Luis Marquina para Filmófono, y en 1951, en México. Había habido una anterior, dirigida en 1925 por Manuel Noriega.

En aquella ocasión primó la "fidelidad" al sainete, que se había estrenado con rotundo éxito en el Apolo en noviembre de 1924. Aunque la película no se estrena oficialmente hasta un año más tarde, en julio de 1925 ya hay un pase para la prensa y los profesionales de los que entonces se llamaban "de pruebas". O sea, que fue una adaptación relámpago de las muchas de zarzuelas y sainetes líricos que se produjeron en Madrid en esos años, aunque en este caso con una inmediatez que buscaba capitalizar el éxito teatral.

El regeneracionismo de Arniches raramente llega a constituir un discurso social. Es más su interés moralizador, aunque sus simpatías siempre estén con los más humildes. No obstante, aquí hay también la burla del cosmopolitismo, con ese segundo o tercer acto, en el Tabernillas Palace, antro del quiero y no puedo de los barrios bajos.

domingo, 8 de junio de 2025

tórtola

Aunque en su día la bailarina exótica Tórtola Valencia fue considerada una excéntrica, cuyas danzas eran apreciadas sobre todo por los intelectuales y no por el pueblo llano, hoy en día se ha convertido en un icono de la mujer libre —provocadora, performer avant la lettre, budista, viajera impenitente, bisexual, vegetariana, escandalosa para la sociedad biempensante...— que supo romper moldes a principios del siglo XX. "Son tiempos de nuevas tendencias en la danza, representados por Loïe Fuller e Isadora Duncan, que Tórtola asimila y mezcla con coreografías orentales y toques costumbristas hispanos". [Alfonso Domingo: Cabaret Iberia. Madrid: Libros del KO, 2025, pág. 181.]

Cuando estalla la Gran Guerra se encuentra en Alemania, donde ostenta la cátedra de Coreografía en la Universidad de Múnich. Su regreso a la neutral España propicia en 1915 su contratación por parte de una productora cinematográfica recién creada, la Condal Film, cuyo director artístico en Juan María Codina. De Pasionaria (Codina, 1915) se conservan tres fragmentos, uno de ellos muy deteriorado —que corresponde precisamente a la primera danza—, así que lo que podemos ver es aproximadamente media hora de la trágica historia de Adriana, violada por un aristócrata —en una escena escamoteada al faltar la segunda bobina— y expulsada de su casa por un padre calderoniano, lo que la conducirá a América, donde triunfa como bailarina con el sobrenombre de... “Tórtola Valencia”. De este modo, la trama melodramática busca entrelazarse con la escandalosa biografía de su protagonista y su imagen estelar. La redención de la “mujer caída” gracias a su éxito profesional y el perdón paterno conforman un happy end que aleja a Pasionaria de los melodramas italianos coetáneos.

El rotundo éxito de la cinta en su estreno barcelonés hace que una empresa británica contrate su distribución internacional y que la Condal Film se lance a rodar inmediatamente una segunda producción protagonizada por la bailarina, Pacto de lágrimas (Codina, 1915). De este cinedrama de intriga en cuatro partes se conserven unos trece minutos de la segunda etapa, que arrancan precisamente con un sinuoso baile de la cimbreante Berenice, el personaje que interpreta Tórtola Valencia.

Antes de que empiece el rodaje de la tercera cinta de Condal Film, El signo de la tribu (Juan María Codina, 1916), Tórtola Valencia decide retirarse definitivamente del cine y la empresa cede el protagonismo a una discípula suya: Vina de Velázquez. [Miquel Porter i Moix: Historia del Cinema a Catalunya 1895-1990. Barcelona: Generalitat de Catalunya, 1992, pág. 133.]

El Cine, núm. 227, 20 de mayo de 1916

domingo, 1 de junio de 2025

march, el contrabandista, y los primeros tanteos del cine mallorquín


La Réponse du destin / L'homme des Baléares (El jefe político, André Hugon, 1925) es una producción francesa rodada en Mallorca (y en Madrid) y perdida durante más de siete décadas. Se trataba de una adaptación de una novela de José María Carretero "El Caballero Audaz", que protestó vivamente de la visión negativa que la cinta daba de las cosas de España: corrupción política, hidroléctricas, una epidemia, vacunas providenciales, reforma laboral... Nada de lo que no se hable un siglo después a diario.

El director se alejó de los clichés para hacer de la localización isleña un paisaje duro, contrapuesto al imaginario turístico. Primero será el espacio de la enfermedad, y más delante el de la corrupción política, el descontento social y la revuelta violenta. El escenario que alumbra el inicio de la carrera del malvado Leopoldo Quintana y donde, según avanza el metraje, se materializan los sucios manejos económicos que urde en beneficio propio y de sus cómplices desde su posición de poder casi omnímodo en Madrid. [Daniel Sánchez Salas: "Anatomía (incompleta) de un arribista", en la hoja de sala del ciclo "Flores en la sombra". Filmoteca Española, 2020. https://www.cultura.gob.es/dam/jcr:57d125b6-9db1-4920-a63a-43ff3d848bb7/el-jefe-pol-tico--de-andr--hugon---flores-en-la-sombra.pdf]

En abierta contraposición a la anterior, ese mismo año podemos leer en la sección de espectáculos del periódico palmesano El Día:

Han constituido un éxito las dos exhibiciones que se han dado en el coliseo de la calle de Conquistador de la película Flor de espino. En los dos días el Lírico se ha visto muy animado, siendo celebrada la película que a su ambiente mallorquín y a su interesante argumento, une el mérito de reproducir hermosos paisajes e interiores mallorquines y ser representada por conocidas personas de nuestra distinguida sociedad. [El Día, 20 de noviembre de 1925.]

Unos meses después de estrena en Sóller, Manacor, Artá, Inca o Felanitx. Los ingresos de taquilla se destinan a establecimientos benéficos de dichas localidades. Pero no parece que tuviera circulación fuera de la isla hasta su recuperación a principios del nuevo siglo a partir de una copia en nitrato conservada en Filmoteca de Catalunya.

Lo que el odontólogo y cinéfilo mallorquín Jaime Ferrer nos ofrece en Flor de espino (1925) son cuatro películas en una. Las dos primeras son una única historia de amores interclasistas —comedia de enredo a raíz de que amo y criado intercambian sus identidades— que desarrollan en paralelo el relato visual y los intertítulos redactados por el poeta Guillermo Colón, como si no constituyeran un todo y cada plano que el espectador ve hubiera de ser justificado y glosado por un largo texto. La tercera película es un documental sobre la isla de Mallorca, sus bellos paisajes naturales, sus monumentos e, incluso, su industria; pero también, un reportaje sobre el modo de vida y el ocio de la alta sociedad local, que comparece en efigie como elenco de la cinta y exhibe sus residencias. Por último, habría una cuarta trama centrada en el folletín de la huerfanita —contado a modo de flashback— y en el viaje del criado a California para gestionar las propiedades que ella ha heredado, que remiten a la literatura popular. Con semejantes mimbres era prácticamente imposible articular una estructura dramática sólida, lo que se convierte en el principal problema de Flor de espino. En cambio, desde el punto de vista sociológico e histórico, es una cinta llena de alicientes.

Otra película mallorquina más o menos contemporánea, El secreto de la Pedriza (Francesc Aguilò Torrandel, 1925), se presenta como adaptación de la “novela costumbrista” homónima de Adolfo Vázquez Humasqué, publicada por la Tipografía Nueva Balear en 1920. La narración aludía a la figura de Juan March, el futuro banquero y filántropo mallorquín, que hizo su fortuna con el contrabando de tabaco desde Argel y la consolidó durante la guerra y la posguerra española gracias a su apoyo a las tropas sublevadas.

La peripecia novelada cuenta cómo Antonio Roca utiliza su empresa de exportación de productos agrícolas para encubrir el pingüe negocio del contrabando de tabaco desde Orán. Su ahijado Toni (Manuel Cortés) y Tomeu (Antonio Llompart), un amigo de este y novio de su hermana, se juegan la vida para transportar los alijos hasta las cuevas marinas de La Pedriza, en la abrupta costa septentrional de la isla. Margarita, la hija de Roca, siente atracción por Toni y curiosidad por el escondrijo. 

Vázquez Humasqué demostraba un conocimiento bastante afinado del modus operandi de los contrabandistas. De paso, la cinta ofrece innumerables vistas de Mallorca y sus paisajes naturales. Al contrario que otras producciones de menor empeño o acierto, El secreto de la Pedriza utiliza los abundantes exteriores como parte del drama de intriga, amor y crimen que constituye el meollo del relato. Como buena parte del mismo está dominado por la acción, la mayor o menor pericia de los intérpretes —debutantes todos o casi todos en la pantalla— resulta irrelevante.

Para llevar adelante el proyecto, los empresarios Sureda y Mas Quetglás, propietarios de Balear Films, construyen sus propios laboratorios en Mallorca, bajo la dirección de Ramón Úbeda, el director de fotografía de El secreto de la Pedriza. La cinta se presenta, en dos jornadas, durante la última semana de enero y la primera de febrero. Parece que en estas presentaciones el público aplaudió a rabiar a los delincuentes y abucheó a los carabineros, lo que provocó una fuerte polémica en la isla, que en lugar de mitigar el interés del público lo acrecentó. Inmediatamente, se procede al tiraje de dos copias nuevas en las que se efectúan cambios de montaje y un nuevo etalonaje. Tras su programación en las principales localidades insulares, estas copias saltan a la península. Los inquietos empresarios logran la exclusiva para Baleares de las producciones Paramount y dejan de lado la producción. 

Mientras tanto, los hermanos Vázquez Humasqué se alían con una nueva productora, denominada Edisson Films, para producir El tiro de gracia (1927). Sin embargo, poco después de su pase privado en Palma de Mallorca, el director general de Seguridad Civil prohíbe su proyección, aunque es posible que en algunos locales se proyectara bajo el título La bala siniestra, una vez suprimida "la escena del fusilamiento" y precisamente, el tiro de gracia. [María Magdalena Rubí Sastre: La construcció de la imatge turística de Mallorca a través del cinema (1920-1936). Una proposta d'analisi histórica i metodológica. Trabajo de fin de máster presentado en la Universitat de les Illes Balears, 2013.]

El jefe político, Flor de espino y El secreto de la Pedriza han sido recuperadas por el Arxiu del So y la Imatge de Mallorca (ASIM) y están accesibles en Platfo: https://filmo.platfo.es/content/filmoteca-mayorca.

domingo, 25 de mayo de 2025

fortuna e infortunio de juan fortuny

Echamos hace tiempo un vistazo a los policiales cincuenteros de Juan Fortuny por cuenta del ciclo criminal barcelonés. Se nos quedó entonces en el tintero Palmer ha muerto (1961) porque la acción tiene lugar en Puerto Rico y no en Cataluña. La carrera de Fortuny como director no es especialmente prolija y sus cortometrajes y tres de los largometraje que dirigió resultan inaccesibles, así que, si tienes un rato, podemos recorrer de una sola tirada toda su filmografía. Vamos a ello...

Juan Fortuny Mariné ingresa como meritorio en los recién creados estudios Orphea de Barcelona en 1932 y aparece acreditado por primera vez como ayudante de cámara en Se ha fugado un preso (Benito Perojo, 1934). Según sus declaraciones, en 1936 habría trabajado ya en doce películas. [S.F.C.: “Entrevista con el director Juan Fortuny”, en Espectáculo, núm. 111, noviembre de 1956.] El documentado catálogo de cine español de la década de los treinta [Juan B. Henink, Alfonso C. Vallejo. Madrid: Cátedra / Filmoteca Española, 2009] reduce la cifra radicalmente. Figura como ayudante de cámara en ¡¡¡Abajo los hombres!!! (José María Castellví, 1935) y Los héroes del barrio (Armando Vidal, 1936), y como director de fotografía en el cortometraje Artistas precoces (Julio Salvador, 1936). Ya en la posguerra vuelve a trabajar como ayudante de cámara en La tonta del bote (Gonzalo Delgrás, 1939) —donde comparte cometido con su primo, Juan Mariné— y Mari-Juana (Armando Vidal, 1940).

Sin embargo, desde 1935 ha comenzado una carrera como realizador de documentales junto al foto-fija Armando Seville, apoyados ambos por José María Castellví. El primer fruto de esta dedicación a la realización es Grumetes (Armando Seville y Juan Fortuny, 1935). Según la prensa de la época...

Tiene Grumetes una conjunción de escenas inéditas en films documentales y es una cinta que ha contado serias dificultades a sus realizadores para presentarnos una cinta de su categoría, toda ella llena de imágenes que son una maravilla, que desfilan ante nuestra vista mostrándonos la vida de los muchachos acogidos en nuestro Asilo Naval, su vida llena de nostalgias, de alegrías, de tristezas para algunos, de quimeras... La juventud llena de ilusiones de los moradores de ese barco decrépito que se llama “Tornado” y que a pesar de los anhelos de sus pequeños marinos estará anclado por siempre. [“Grumetes”, en El Diluvio, 22 de noviembre de 1935, pág. 15.]

Fortuny y Seville se han convertido en inseparables degustadores de la noche barcelonesa. Según alguna crónica del momento no es raro verlos recorriendo los nuevos bares americanos de las Ramblas en animada camaradería. Ésta no parece interrumpirse durante la Guerra Civil. Aunque Magí Crusells [Directores de cine en Cataluña: de la A a la Z. Barcelona: Universitat de Barcelona, 2008, pág. 110] menciona unos hipotéticos trabajos para el Departamento Nacional de Cinematografía, Esteve Riambau sitúa a Fortuny en Barcelona “como reportero cinematográfico del Ministerio de Instrucción Pública”. [José Luis Borau (ed.): Diccionario del cine español. Madrid: Alianza Editorial, 1997, pág. 372.] En cuanto a Seville, habría trabajado en la propaganda cinematográfica que el PNV realizaba desde Cataluña. [Santiago de Pablo: “Una guerra filmada: El cine en el País Vasco durante la Guerra Civil”, en Historia Contemporánea, núm. 35, 2007, pág. 627.]

Recuperando su experiencia documentalística prebélica, Fortuny y Seville correalizan al finalizar la contienda los cortometrajes Caballeros del mar (1940) y El valle blanco (1941). De esta última, localizamos la noticia de un pase privado en Barcelona:

La Jefatura Provincial de Propaganda presentó ayer, por la mañana, en el cine Kursaal, la película El valle blanco, realizada por Armando Seville y Juan Fortuny con la colaboración de las fuerzas de esquiadores de la IV Región Militar. Trátase de un breve pero magnífico documental donde se recoge la impresionante belleza de las altas cimas pirenaicas y sus bruscas y temibles tempestades, que resulta una prueba elocuente de los progresos realizados por las cámaras españolas. Antes de su proyección, dirigió un palabras alusivas el comandante don José Rodríguez, jefe del Grupo de Instrucción de Alta Montaña. A dicha sesión privada asistieron los excelentísimos señores generales Orgaz y Mújica, representaciones de nuestras primeras autoridades civiles y Jerarquías del Movimiento y un nutridísimo y distinguido público. [“Proyección privada de un documental”, en Hoja del Lunes (Barcelona), 19 de mayo de 1941, pág. 8.]

En 1941, se constituye Producciones Zenit. Después de la experiencia propagandística de sus dos cortometrajes anteriores, Fortuny y Seville no dudan en utilizar todo el arsenal retórico de los vencedores:

Con el nombre de Producciones Zenit, ha quedado constituida en Barcelona una nueva empresa productora, cuyos nobles propósitos son los de conseguir con sus modernas orientaciones y su espíritu patriótico, que el Cine Nacional sea un verdadero portavoz de España. La primera película que realice Producciones Zenit será llevada al celuloide por los jóvenes realizadores Armando Seville y Juan Fortuny, cuyo título, Legión de héroes, según la idea de Arturo Buendía, debe su argumento y diálogos a Mauricio Hernández. Se trata de una película intensamente dramática que ofrecerá al mundo un ejemplo de lo que siempre fue y, hoy más que nunca, es nuestro Ejército Nacional. [“Desde la cabina”, en La Prensa, 10 de septiembre de 1941, pág. 3.]

Inmediatamente comienza el goteo de noticias sobre el rodaje en Ifni y Río de Oro, en la zona sur del Protectorado. El 11 de octubre se anuncia la partida del grueso del equipo técnico-artístico para comenzar el rodaje en exteriores en Saguía el Hamra. Cuatro meses después el rodaje continua. Las actrices Matilde Nácher y Rosita Alba embarcan en el vapor “Villa de Madrid” para reincorporarse a la producción. [“Comunican de los estudios”, en La Prensa, 9 de febrero de 1942, pág. 3.] El regreso del equipo unas, semanas después, reviste carácter épico:

Armando Seville y Juan Fortuny, realizadores del film nacional ¡Legión de héroes!, acaban de anunciar su inminente llegada a Barcelona, con lo cual dan fin a su heroica expedición en África.
Estamos seguros de que la noticia producirá júbilo, en nuestra cinematografía por tratarse de algo singular y sensacional, aumentando la expectación ya existente por conocer los resultados de tan arriesgado como laborioso trabajo que se ha mantenido en la incógnita y en el silencio más absolutos.
Cortas referencias nos permiten creer que la película posee interesantísimos momentos y escenas tan maravillosas de espectáculo y realización que nadie puede tan siquiera soñar. Nos place felicitar desde estas columnas a los heroicos cinematografistas Seville y Fortuny y a sus equipos de producción, deseando una feliz y merecida terminación de su magna empresa. [“Una gran epopeya cinematográfica toca a su fin”, en La Prensa, 24 de febrero de 1942, pág. 3.]

Lo cierto es que esta última fase del rodaje ha tenido lugar en Gran Canaria. [“Se filman en Gran Canaria algunas escenas de Legión de héroes”, en Noticiero del Lunes, 23 de febrero de 1942.] Por fin, en septiembre de 1942 la película terminada llega a las pantallas. A pesar del ambiente colonial, ¡Legión de héroes! (Armando Seville y Juan Fortuny, 1942) arranca como una comedia romántica, con diálogos pretendidamente chispeantes y el amor como tema principal. Emma (Rosita Alba) se ha encaprichado del teniente Ricardo Sandoval (Emilio Sandoval). Sólo el secreto de lo que le ocurrió a Ricardo en el fortín del desierto y su inmediato regreso a aquel lugar ponen una nota de misterio en este primer acto, redondeado por el encuentro con la bella y discreta Irene (Matilde Nacher) y la compra de un loro para ella en el zoco, en una escena tan voluntariosamente cómica como ineficaz. El coronel Merino le encomienda entonces inflitrarse en las tribus rebeldes del sur, ganarse la confianza de sus jefes e incorporarlos a la causa española, que en el lenguaje colonial equivale a civilizadora y evangelizadora a partes iguales. Su contacto es Mohamed el Maimun, que resulta ser el padre de Irene. Ésta, que había aparecido en la escena anterior vestida de amazona a la europea, va ataviada ahora a la oriental, contraponiéndose su figura una vez más a la de Emma, que lleva un lujoso traje de noche de lentejuelas. También los discursos son opuestos. Emma quiere la felicidad que le brinda el momento; Irene está dispuesta a cualquier sacrificio por el hombre al que ama.

Como en ¡Harka! (Carlos Arévalo, 1941), ¡A mi la legión! (Juan de Orduña, 1942) y otras películas del ciclo colonial de la inmediata posguerra, se hace necesario conciliar la hermandad hispano-marroquí fraguada durante la Guerra Civil con el imperativo de contar con un enemigo que confiera entidad dramática al conflicto. Pero, salvo por una tribu de tuaregs con la que tienen una escaramuza, el principal enemigo de africanos y europeos es la enfermedad que sólo el suero puede sanar. Gracias a los medicamentos traídos de España se llega al acuerdo, aunque ello signifique el sacrificio del protagonista, cuyo heroísmo alcanza estatura mesiánica. La reconciliación de las dos mujeres en el homenaje al soldado caído sirve de metáfora al hermanamiento de ambos pueblos al amparo del cristianismo y bajo la tutela militar.

Tras este trabajo, hay varios sueltos en prensa que afirman que la dupla estaría trabajando para Zenit Films en dos proyectos titulados Leyes eternas y Esposa legal, a partir de argumentos de Manuel Saló. La protagonista habría de ser de nuevo Matilde Nácher, pero ni de la actriz ni de las películas volvemos a saber nada. Tampoco llega a puerto un guión sometido a la consideración de la censura previa en 1942 titulado Beso redondo o, alternativamente, Guante blanco. Iba a ser una convencional historia policiaca sobre un romántico ladrón de joyas.

De modo que, tras un prolongado silencio, Fortuny y Seville recuperan el contacto con el público con Unas páginas en negro (1950) y además, en las mismas localizaciones. El Protectorado marroquí sirve de escenario a las aventuras de un joven tarambana mezclado en actividades delictivas... aunque en realidad se trata de un agente español encubierto, dispuesto a jugarse la vida y el honor para descubrir los turbios manejos de los enemigos de España. El censor Luis García Velasco valoraba muy positivamente el libreto:

El argumento trazado con originalidad aunque los 200 primeros planos —casi la mitad del guión- nos hacen creer que estamos ante la archiconocida película norteamericana del café dirigido por la pareja de chantajistas —él y ella— con el consiguiente matón alquilado, etc. Pero a partir de aquí, la acción se complica y el espectador se sorprende al enterarse de que los que parecían “malos” no son sino un matrimonio honorable que trabaja al servicio de la Patria. La trama señala nuevos horizontes y el forzado cambio de posición en el espectador, que ha de tomar nuevo punto de vista, hace que el interés mantenido hasta entonces aumente y vaya creciendo, prendido en la agilidad de la acción. [...] El guión, que técnicamente nos parece muy aceptable, moralmente es constructivo lo cual es de tener muy en cuenta pensando que una vez realizada la película será posiblemente “de público” dada la “cantidad” de argumento que tiene. [Informe de censura previa, citado por Rosa Añover: La política administrativa en el cine español y su vertiente censora, Tesis defendida en 1991 en la Universidad Complutense de Madrid, págs. 251-252.]

Las críticas, sin embargo, no serán del todo positivas:

El desarrollo de esta anécdota aparece —siquiera tal como el film ha llegado hasta nosotros— expuesto con cierto confusionismo en su fragmentada narración, a la que, además, un diálogo profuso, aunque de indudable calidad literaria, resta dinamismo y movilidad en perjuicio del nervio dramático y fluidez episódica que convienen a la acción de esta clase de asuntos.
Por lo demás, la película posee una ponderada ambientación en sus distintos escenarios, así exteriores o interiores, y algunas escenas adquieren notable relieve visual, que acredita una estimable visión cinematográfica por parte de los citados directores. [Commentator: “Los estrenos: Montecarlo y Niza - Unas páginas en negro”, en El Noticiero Universal, 15 de diciembre de 1950, pág. 9.]

Tras Unas páginas en negro, a Seville se lo traga la tierra. Ha sido imposible encontrar referencia alguna a su trayectoria posterior o su hipotético fallecimiento. Fortuny continúa solo. Para recrear la ambientación sahariana de Huyendo de sí mismo (1953), su primera película en solitario y en la que también actúa como coproductor con la marca Helios Films, recurre de nuevo a los paisajes canarios. La prensa tinerfeña anuncia la llegada del equipo a Santa Cruz de Tenerife y su laboriosidad desde el primer momento:

El señor Fortuny nos expresó que en la mañana de hoy comenzarán sus trabajos, tomando algunas vistas de Las Cañadas del Teide, proponiéndose también llegar hasta el cráter. Por la noche seguirán viaje a Las Palmas para tomar también varias vistas, regresando después a Tenerife. El rodaje de la película en Canarias tendrá un mes de duración. [El Día, 20 de noviembre de 1952, pág. 6.]

“Un médico acusado de haber abreviado la vida de una paciente se refugia en una isla en la que únicamente habitan cuatro personas, siendo dos de ellas el marido y la hija de dicha paciente”. Tal sería la situación argumental de partida. En su tardío estreno —en septiembre de 1955, casi tres años después del inicio de la producción—, los reseñistas valoraron negativamente “un desarrollo que resulta gratuito, cuando no desprovisto de continuidad. Contra este fallo argumental lucha en vano el director Juan Fortuny, al que resultaría injusto juzgar por esta sola cinta, de la que por cierto también es coproductor”. [Guillermo Sánchez: Los estrenos cinematográficos de ayer: En el Astoria, Huyendo de sí mismo”, en El Noticiero Universal, 16 de septiembre de 1955, pág. 14.] Como no hemos podido ver ninguna de las dos películas, no nos atrevemos a contradecirle.

Sí que hemos visto en cambio El rey de la carretera (1954), un golpe de volante de ciento ochenta grados en la filmografía de Fortuny: adiós a los escenarios exóticos y a las tramas rocambolescas. ¡Viva Andalucía, viva el folklore y viva la simplicidad adánica! El rey de la carretera supone la imposible cuadratura del círculo de la motorización en la atrasada Andalucía de entonces. El popular cantante Juanito Valderrama debuta en funciones de actor cinematográfico en el papel de orgulloso propietario de una tartana que hace recados y lleva viajeros desde su pueblo hasta Córdoba. La competencia con el destartalado autobús conducido por Pedro (Xan das Bolas) le empuja a poner en marcha un vehículo de desguace y a ofrecer toda clase de regalos a sus clientes. Sin embargo, la aparición de un autocar moderno que hace la misma ruta y ofrece a los viajeros una visita a la casa-museo de Julio Romero de Torres, empuja a los otrora competidores a aliarse para batir al advenedizo. El conductor-cantante triunfa entre el público popular, pero para poder comprar el moderno vehículo en el que realizan la ruta ha tenido que vender la tartana y la mula y empeñarse con un usurero que pretende casarlo con su hija (María Isbert). Rocío (Gracia del Sacromonte), la mujer que le quería, lo desprecio. En cambio, la hija del usurero decide recuperar la tartana y olvidar la deuda. El recadero vuelve a su antigua vida, salvo que la mujer que le acompaña es otra: “Yo soy el amo del mundo / Yo no me cambio por nadie. / Yo mando en la carretera / Y además tengo a mi madre / Y una mujer que me quiera”.

El nómada Juan Fortuny, el amante de los escenarios exóticos, se enfrenta a un material que, a todas luces, no es el suyo. Sin embargo, desde el punto de vista profesional, va a marcar el principio de su colaboración con el productor navarro —fraguado en México, eso sí— Miguel Mezquíriz. Tanto es así que El pobrecito Draculín (1977), con la que Mezquíriz se retira del negocio, supondrá también el fin de la filmografía de Fortuny. Habrán de transcurrir antes dos décadas que lo llevan a Francia, Italia y Puerto Rico. En Francia, Fortuny y Mezquíriz establecen relación con Marius Lesoeur, propietario de Eurociné, lo que propicia por el momento dos coproducciones encubiertas con parte del elenco francés y dobles versiones. Hablamos de ellas en otra ocasión; ahora lo que importa es señalar que aquí nace la fama de Fortuny como director internacional, más apreciado al norte de los Pirineos que en su tierra:

Dicen que mis películas no parecen españolas, y lo más chocante es que también me lo dicen en España. Yo no pretendo darles otro sello que no sea el nuestro. Fuera de nuestra patria me dicen que mis películas tienen algo y también me elogian mucho la fotografía. [S.F.C.: “Entrevista con el director Juan Fortuny”, en Espectáculo, núm. 111, noviembre de 1956.]

Al finalizar el rodaje de La melodía misteriosa / Ce soir les souris dansent (Juan Fortuny, 1955), Miguel Mezquíriz y Fortuny ponen en marcha un nuevo proyecto titulado Los cactus tienen sed. La fórmula ya es familiar para el realizador: rodaje en Canarias, reparto internacional... En esta ocasión se barajan los nombres de los franceses Jean Gabin y Nicole Courcel, y del mexicano Pedro Armendáriz. La película debería rodarse en color y por el procedimiento francés de pantalla ancha Dyaliscope, que el periodista que toma la noticia al dictado transcribe erróneamente como “Vialis-cope”. [“Noticias comprimidas del cine nacional”, en El Noticiero Universal, 25 de abril de 1955, pág. 24.] Según la información presente en el expediente de rodaje, el proyecto se cancela al no cumplir el equipo artístico español con los mínimos necesarios para ser considerada una coproducción.

A continuación, se embarca en Delincuentes / Les Délinquants (Juan Fortuny, 1956), en la que también ejerce de director de fotografía.

Cuando llegué a dominar perfectamente mi profesión de operador, pensé en ser productor. Las circunstancias me obligaron a seguir otro camino, pero jamás he abandonado mi primera profesión y sigo siendo operador de todas mis películas, sin que ello represente un obstáculo en mi trabajo de dirigir. [S.F.C.: “Entrevista con el director Juan Fortuny”, en Espectáculo, núm. 111, noviembre de 1956.]

Fortuny realiza en el cambio de década dos películas con Ricardo Palmerola, el protagonista del serial radiofónico de Luis G. de Blain para Radio Barcelona, Taxi Key (1948-1962). La primera de ellas es Las aventuras de Taxi Key (1959), codirigida por Fortuny con Arturo Buendía y Alberto Gasset Nicolau. Se trata de tres episodios de media hora cuyo probable destino, tras su paso por los cines en formato largometraje, fuera la naciente televisión. La deslocalización de la acción y los nombres de los personajes obedecían al rígido sistema policial y judicial español, en el que no cabían estos ejercicios de mimetismo sajones -detectives aficionados, secretarias lanzadas, asesinatos sofisticados...- por mucho que al final el criminal siempre se llevara su merecido. La fórmula estaba archiprobada en la radio y, valiéndose de la popularidad de la voz de Palmerola, Miguel Mezquíriz, productor con múltiples conexiones en el continente americano, decidió financiar el proyecto, que se rueda en los estudios de Iquino y en los alrededores de la Ciudad Condal.

A Fortuny le cae en suerte el episodio titulado La casa del lago, en la que la acción arranca cuando una mujer llama al abogado Taxi Key para decirle que ha descubierto ahorcado en la leñera a un tal Alberto Arana. Taxi Key (Palmerola) acude inmediatamente a la casa en compañía de su secretaria Nora (Inés Alma). Allí son recibidos por el señor Visconti (Alfonso Santigosa), tío de Elena (María Matilde Armenteros), la mujer que llamó, y propietario de la casa. Taxi Key consigue su permiso para entrar en la propiedad mediante una añagaza y no encuentra el cuerpo, pero sí el gancho del que podría haber estado colgado y un martillo manchado de sangre. El detective y su secretaria son recibidos entonces por el señor Visconti, quien les presenta al doctor Bogart (Juan Monfort), que a su vez les explica que Elena padece una enfermedad mental y que todo ha sido una alucinación. Un viaje en coche con Elena y una pelea ante la caldera con el mayordomo (Carlos Ronda) sirven a Taxi Key para poner en claro el asunto, haciendo gala de unas dotes de observación y de unas facultades deductivas dignas de Sherlock Holmes. Un gancho del que ha desparecido el óxido, un martillo ensangrentado, unos zapatos arrojados a la caldera y la existencia de una alambrada de espino entre la propiedad y el estanque del que la casa toma el nombre son las pistas que conducen al asesino en una inesperada pirueta final. Como Taxi Key es abogado, además de detective, se ofrece como defensor del criminal, con el aval de que jamás ha perdido un caso.

El segundo episodio se titula Sombras de un sueño y está firmado por Arturo Buendía, que habitualmente ejerce de ayudante de dirección de Fortuny y ha intervenido en los guiones de ¡Legión de héroes! y La melodía misteriosa. La estructura es similar a la del anterior episodio: Taxi Key visita a un psiquiatra (Luis Padrós) al que un paciente, empresario teatral por más señas, ha revelado varios sueños en los que cometía un asesinato y que, finalmente, se han convertido en auténticos crímenes; ahora ha soñado que esa noche asesinará al psiquiatra. Pero como Taxi Key es abogado y no guardaespaldas rechaza el encargo y en cambio cobra su cheque por la asesoría legal e invita a la secretaria del doctor (María Jesús Lara) a cenar. Ya descubriremos que no es una muestra de cinismo à la Sam Spade, sino una añagaza para desentrañar tan misterioso caso. La cosa es que Taxi Key y Nora no pueden evitar el asesinato del psiquiatra ni la muerte del supuesto asesino. En una reunión convocada por el comisario de policía (Mariano Beut) Taxi Key revelará la intrincada trama de engaños y traiciones en los que tiene un papel fundamental la actriz casada con el empresario (Marta Flores) y un relato de misterio de Edgar Allan Poe. Bien sea porque el guion sea la adaptación de un libreto radiofónico previo, bien porque Luis G. de Blain tenga cogido el tranquillo al asunto, el caso es que en este segundo cortometraje el sonido y sus medios de reproducción tienen un lugar preponderante. La grabación que el psiquiatra hace escuchar a Taxi Key y las conversaciones telefónicas interrumpidas adquieren carácter principalísimo en la construcción del relato. Eso sí, las habilidades deductivas del abogado metido a detective amateur rozan en esta ocasión lo sobrehumano.

Palmer ha muerto (1961) está ambientada en Puerto Rico, país coproductor, con España, de la cinta, a través de la marca Probo Films (Producciones Boricua Inc.). Antes de embarcarse en este proyecto, Fortuny se hace cargo de la fotografía de la segunda producción de la empresa: El otro camino (Óscar Orzábal Quintana, 1959), cinta de ambientación campesina y criolla, cuyo guión se debe al español radicado en Puerto Rico Manuel G. Piñera. [Luis Trelles Plazaola: Ante el lente extranjero: Puerto Rico visto por cineastas de afuera. Universidad de Puerto Rico, 2000, pág. 67.]

Palmer ha muerto vuelve a estar protagonizada por Ricardo Palmerola, que por aquél entonces vivía en el país caribeño donde tomó parte activa en la formación de dobladores de series norteamericanas. La película es un policiaco enmarañado con carreras entre bastidores, mujeres que se llevan constantemente las manos a la boca para reprimir gritos de angustia, cadáveres que desaparecen, trampillas que esconden cadáveres que resultan ser maniquíes, manos que empuñan revólveres tras las cortinas y larguísimas explicaciones en las que casi todo se cuenta y casi nada se ve. Algunas vistas nocturnas de las calles de San Juan de Puerto Rico son dignas de atención.

Durante esto años, Fortuny se establece en la isla, donde realiza el programa de variedades Show Musical Latinoamericano. [Esteve Riambau: Op. cit.] También tenía en proyecto rodar en coproducción con Puerto Rico y México una película titulada Cuando los hijos condenan, de la que nada se volvió a saber, a lo mejor porque Probo Films se disolvió tras la realización de Palmer ha muerto. [“Merecida distinción al director Juan Fortuny”, en El Noticiero Universal, 12 de febrero de 1962, pág. 17.]

Su regreso al cine europeo se produce de la mano de Marius Lesoeur en una película codirigida con Pierre Chevalier: Marchands de femmes. Oficialmente no consta como coproducción con España, pero algunas bases de datos galas acreditan la participación de Helios Films en el proyecto, lo que justificaría la presencia de un nutrido grupo de actores españoles en el reparto y, una vez más, la de Juan Mariné como responsable de la fotografía. Para colmo de confusión, dichas bases de datos atribuyen a la cinta el título Huyendo de sí mismo, el de la película de Fortuny de 1950. En el Centre National du Cinéma consta que una película exclusivamente española, dirigida en 1968 por Yves Marin obtuvo en Francia la calificación para mayores de 16 años. Aunque encontramos algunos carteles franceses, la película no figura en el catálogo de Eurociné, así que toda esta información debería ser puesta en cuarentena.

El clímax exploit de Orloff y el hombre invisible / La vie amoureuse de l'homme invisible (Pierre Chevalier, 1969) es la escena en la que el hombre invisible viola a una joven indefensa.Por supuesto, esto sólo ocurre en la doble versión para más allá de los Pirineos. Como todo se confía a la mímica de la actriz (Evane Hanska) y a un lazaroviano zoom que se supone corresponde con el punto de vista del invisible violador, Fortuny no debió de participar en esta escena. La nueva coproducción de Mezquíriz y Lesoeur está fotografiada por Raymond Heil, en tanto que Fortuny se responsabiliza de los efectos especiales fotográficos. Estos se realizan mediante el Procédé Kinotechnique que, hasta donde a uno se le alcanza, es un sistema de rodaje con un motor de velocidad variable que, probablemente, incluya también un “paso de manivela” controlado. De ser acertada esta hipótesis, se habría encargado de rodar las tomas en las que los objetos se animan sin que medien hilos, la aparición de las huellas del hombre invisible en el barro o en la harina esparcida en el suelo de la mansión y el develamiento del monstruo.

La violación ha tenido lugar hacia mitad del metraje, después de un prólogo tomado de Dracula (Drácula, Tod Browning, 1931) y de un largo flashback de ambiente gótico influido por los relatos de Poe. La estirpe franquiana del relato queda legitimada por la presencia de Howard Vernon como el doctor Orloff y la relación —entre necrófila e incestuosa— que mantiene con su hija (Brigitte Carva). Pero, como decía un poco más arriba, nada de esto tiene que ver con la intervención técnica de Fortuny en la película.

Las ratas no duermen de noche / L’Homme à la tête coupée (1973) es, sin duda, una de las joyas del cine psicotrónico hispano. Tampoco es que esto signifique mucho más que la constatación de unas cualidades, que no virtudes, que escapan a lo estrictamente cinematográfico. La mezcla de cine criminal y ciencia-ficción —el gore queda reducido a una decapitación— no termina de cuajar por culpa de un guión construido a partir de escenas de transición y una realización desaliñada. Bastaría como ejemplo el atraco a la joyería con el que se abre la película: en cualquier polar de medio pelo —no es necesario que invoquemos a Jean-Pierre Melville, ni siquiera a Jacques Deray— la escena habría dado lugar a un tour de force sin diálogo que hubiese arrastrado al espectador a sumergirse en el metraje. Fortuny hace una faena de alivio con media docena de encuadres que se repiten y que ni siquiera nos ayudan a identificar cuántos personajes intervienen en la escena, no digamos ya quiénes son. Como el jefe de la banda (Paul Naschy) sale gravísimamente herido en la cabeza, no hay modo de entender cuáles son los equilibrios de poder que se dirimen ante la incapacitación del especialista en cajas fuertes. La huida está rodada en pleno día, pero se pretende hacer pasar por noche oscureciendo unas tomas que no han sido concebidas con las mínimas condiciones para pasar por una “noche americana”, lo que pone en entredicho la habilidad como operador de Fortuny, aunque en esta ocasión la fotografía está firmada por lesoeurista Raymond Heil. A pesar de encabezar el cartel, Naschy aparece en sólo cuatro o cinco escenas —Víctor Israel tiene mucho más papel que él— y además no especialmente lucidas: los ataques a mujeres de los últimos vente minutos carecen del regusto pulp del ciclo Daninsky y se ciñen al más escueto vademécum del cine de explotación.

Estrenada como complemento de The Legend of the 7 Golden Vampires (Kung-fu contra los siete vampiros de oro, Roy Ward Baker, 1974) en el popularísimo cine Capitol de Barcelona en pleno mes de agosto, el reseñista de El Noticiero Universal escribe:

En más de una ocasión, se advierte en el film el propósito del director, que es al propio tiempo el autor del argumento y diálogos, de poner unas notas cómicas, propósito que conecta directamente con el público de “Can Pistoles” y que también puede ser interpretado no ya como clave humorística, sino como indicio de que Fortuny tampoco se toma la historia muy en serio. Es decir, que ha pretendido narrar una historia que entra de lleno en lo convencional, a partir de unos recursos discretos. De este modo, predomina la acción y los efectos del trasplante de cerebro adquieren un carácter totalmente secundario. También se adivina que, al tratarse de una coproducción, la cinta tendrá más metros de celuloide en su versión francesa que en la española... La presencia de una de las “especialistas” como Evelyne Scott es suficiente significativa. [ J.M.M.: “El el Capitol, Las ratas no duermen de noche / Kung-fu contra los siete vampiros de oro”, El Noticiero Universal, 9 de agosto de 1975, pág. 23.]

No perderé tiempo en reproducir la certera y completa reseña de la película firmada por Javier G. Romero en Paul Naschy / Jacinto Molina: La dualidad de un mito. [José Luis Salvador Estébenez (ed.). Vial of Delicatessen, 2017, págs. 85-89.] En ella se citan un par de frankensteins de la Hammer y la producción de Universal Pictures Black Friday (Arthur Lubin, 1940) como más que probables fuentes de inspiración. Interesa aquí marcar la complicidad de Fortuny con Ricardo Palmerola, que hace el papel del cirujano con las manos inutilizadas, el regreso del realizador al territorio del polar anómalo que frecuentara dos décadas atrás y la fidelidad a Mezquíriz, que le llevará a asumir también un último encargo absolutamente ajeno a cualquiera de sus registros habituales: El pobrecito Draculín (Juan Fortuny, 1977).

El título remite inequívocamente a Young Frankenstein (El jovencito Frankenstein, Mel Brooks, 1974), pero no toma de la cinta estadounidense su medida del gag ni la parodia de las obras canónicas del género, sino que se pone al servicio del caricato argentino Joe Rígoli. Éste ha llegado a Barcelona a finales de 1971 para trabajar en una compañía de revista con Alfonso Lussón, e inmediatamente pasa a la televisión donde se hace popularísimo gracias a su personaje Felipito Tacatún, sus muecas y la muletilla “Yo sigo”. Rígoli ya había protagonizado algunas parodias cinematográficas en Argentina, como El novicio rebelde (Julio Saraceni, 1968). En España retoma el asunto con la sátira futbolísitica Bienvenido, míster Krif (Tulio Demicheli, 1975), antes de ponerse a las órdenes de Fortuny en esta comedia carente de gracia. El armazón argumental, urdido por Luis G. de Blain, Fortuny y su vástago, Juan Fortuny Jr., presenta al hijo del conde Drácula (Rígoli) en la Transilvania contemporánea. Su criado (Víctor Israel) se dedica también a la crianza de palomas mensajeras en el castillo que la familia posee cerca de la frontera. Una banda de ineptos contrabandistas de joyas (Ricardo Palmerola, Joan Borràs, Fernando Rubio y Josele Román) pretenden utilizar las palomas para pasar de matute unas valiosas joyas. Así, es imposible que Draculín pueda pegar una cabezadita o chupar alguna yugular... Precisamente, esta frustración en lo que a su relación con las mujeres se refiere es la principal fuente de situaciones supuestamente cómicas que se acumulan una tras otra sin que nunca se produzca la más mínima progresión. La hipotética gracia de la parodia reside entonces en su marco referencial y ahí, El pobrecito Draculín no duda en invocar algunos títulos emblemáticos del fantaterror, como La noche de Walpurgis / Nacht der Vampire (León Klimovsky, 1971) e, incluso, el tebeo Vampus. Pedro Porcel establece el paralelismo entre esta publicación —que llega a España en 1971— y el cine de terror de la Universal y la Hammer...

ese entrar a saco en la mitología del género dando por supuesto que el público ya conoce sus reglas, tomando tipos y motivos para jugar con ellos alegremente. Además, claro, de aprovechar su condición de revista para adultos y salpicar erotismo más o menos explícito, igual que lleva años haciendo el cine británico de miedo. [Pedro Porcel: Viñetas infernales. Valencia: Desfiladero Ediciones, 2023, pág. 239.]

En este terreno, la escena más perdurable está protagonizada por Lita Claver “La Maña” y el actor de carácter y luchador Fernando Rubio. Se trata de una secuencia-gag absolutamente superflua desde el punto de vista dramático en la que la mujer, apenas cubierta por unas braguitas y un sujetador negro, se enfrenta al fornido malhechor en una coreografía en la que comparecen todas las llaves y presas de los espectáculos de lucha libre. Fortuny no necesita hacer grandes alardes de planificación gracias a la convicción con la que afrontan su trabajo los dos comediantes.

La presencia de La Maña y de Conrado Tortosa “Pipper” en papeles relevantes nos pone sobre la pista de ese humor hecho de frases de doble sentido y situaciones picantes que procede del Molino y de la revista al modo del Paralelo barcelonés.

Un final paradójicamente doméstico para la filmografía nómada de Juan Fortuny. Barcelona, el Sahara, Canarias, Andalucía, Francia, Italia y Puerto Rico fueron algunas de las estaciones de una carrera que se rigió por los supuestos gustos de la administración o del público.

Filmografía:

Se ha fugado un preso (Benito Perojo, 1934), ayudante de cámara
¡¡¡Abajo los hombres!!! (José María Castellví, 1935), ayudante de cámara
Grumetes (Juan Fortuny y Armando Seville, CM, 1935)
Los héroes del barrio (Armando Vidal, 1936), ayudante de cámara
Artistas precoces (Julio Salvador, CM, 1936), director de fotografía
La tonta del bote (Gonzalo Delgrás, 1939), ayudante de cámara
Mari-Juana (Armando Vidal, 1940), ayudante de cámara
Caballeros del mar (Juan Fortuny y Armando Seville, CM, 1940)
El valle blanco (Juan Fortuny y Armando Seville, CM, 1941)
Legión de héroes (Juan Fortuny y Armando Seville, 1942)
Unas páginas en negro (Juan Fortuny y Armando Seville, 1950), también coguionista y director de fotografía
Huyendo de sí mismo (Juan Fortuny, 1953), también argumento
El rey de la carretera (Juan Fortuny, 1954), también coguionista
La melodía misteriosa / Ce soir les souris dansent (Juan Fortuny, 1955), también director de fotografía
Delincuentes / Les Délinquants (Juan Fortuny, 1956), también director de fotografía
Te doy mi vida / L'ultima canzone (Pino Mercanti, 1958), director de fotografía
Las aventuras de Taxi Key (Juan Fortuny, Arturo Buendía y Alberto G. Nicolau, 1959), también director de fotografía
El otro camino (Óscar Orzábal Quintana, 1959), director de fotografía
Palmer ha muerto (Juan Fortuny, 1961), también director de fotografía
Marchands de femmes (Pierre Chevalier y Juan Fortuny, 1968)
Orloff y el hombre invisible / La vie amoureuse de l'homme invisible (Pierre Chevalier, 1969), efectos especiales fotográficos
Las ratas no duermen de noche / L’Homme à la tête coupée (Juan Fortuny, 1973) , también coguionista
El pobrecito Draculín (Juan Fortuny, 1977), también coguionista, director de fotografía y cámara

domingo, 18 de mayo de 2025

lucecita transmedial

Lucecita es una obra transmedial. Nacida como novela del magín de la cubana Delia Fiallo, se había convertido en un fenómeno en la televisión venezolana en 1967 gracias a la adaptación de la cadena Venevisión. El éxito invita a sus creadores a ofrecer el argumento a TVE a principios de los años setenta, pero la cosa no cuaja. En cambio, la cadena SER, en plena fiebre de las radionovelas sentimentales de largo recorrido gracias a Simplemente María, se lanza a la producción del serial radiofónico que paraliza España todos los días de cuatro a cuatro y media de la tarde. Emilio el Moro ironiza sobre la situación con todo el machismo del que era capaz: “Lucecita, Lucecita, / Lucecita la tontuela, / que tiene a media España / sin fregar una cazuela”. Armand Balsebre sitúa ambos seriales radiofónicos en el momento de degradación de la fórmula. El maestro de la fórmula, Enrique Sautier Casaseca, despotricaba contra los nuevos folletines que prolongaban durante más de trescientas entregas lo que a finales de los años cuarenta se contaba en treinta o cuarenta. [Armand Balsebre: Historia de la radio en España, vol. II (1939-1985). Madrid: Cátedra, 2002, pág. 446.]


Como ya había ocurrido con Simplemente María, una fotonovela de publicación quincenal apoya en los quioscos el recorrido hertziano de Lucecita. AQ Ediciones se encarga de publicarla y Charo Sánchez del Arco figura como adaptadora directa del argumento de Delia Fiallo y no de la versión radiofónica de Quico Hernández. También nos encontramos con dos repartos diferentes: Mari Carmen Hernández es invariablemente Lucecita en ambos medios, pero su amado Gustavo será interpretado en la radio por Manolo Otero y en la fotonovela por Rafael Fernández. No se agotan aquí los trasvases entre medios: apenas están echando el cierre las emisiones radiofónicas, Mari Carmen Hernández se incorpora también como protagonista al elenco que representará una reducción teatral que debería de girar por toda España.

Y como no hay dos sin tres, inmediatamente se anuncia también la realización de una versión cinematográfica. No es la primera vez que un serial pasa a la pantalla. Por aquí hemos hablado de las adaptaciones de Lo que no muere y Ama Rosa. De la producción se encarga KFilms, compañía de vida efímera promovida por José Luis Madrid, que firma como director y guionista los cuatro títulos que componen el acervo de la productora: Siete chacales (1974), Último tango en Madrid (1975), Strip-tease a la inglesa (1975) y esta Lucecita que nos ocupa. En esta ocasión, colabora con Quico Hernández, el adaptador de la versión radiofónica de la SER.

El elenco cuenta con nombres de relumbrón. Analía Gadé es Graciela, la madre de Angelina, la falsa inválida interpretada por Yolanda Ríos. La enfermera que aparentemente la cuida y en realidad la chantajea, Mirta, es nada menos que Susana Estrada. El marido de Angelina y objeto de deseo de todas las mujeres jóvenes del reparto recae en Juan Luis Galiardo. Narciso Ibáñez Menta y Eduardo Fajardo encarnan a los dos hombres en la vida de Graciela. El papel titular queda encomendado a la jovencísima y cuasidebutante actriz gallega Beatriz Rossat.

La parte del león de un presupuesto declarado de algo más de veinte millones de pesetas, se la llevan los dos millones y medio pagados a Delia Fiallo en concepto de adaptación, las ochocientas mil que cobra Analía Gadé a tanto alzado y las quinientas mil de Galiardo. Hemos de suponer que el presupuesto estaba convenientemente "hinchado" a fin de obtener el máximo de la subvención oficial; al menos, eso se deduce de los veinte mil metros de negativo declarados (novecientas mil pesetas) cuando la cinta se rueda en Techniscope, con lo que KFilms se ahorra la mitad del material.

Hay tres aspectos particularmente relevantes en lo relativo a la comercialización de la película.
El primero son los reiterativos y sonrojantes casos de “emplazamiento de producto” o product placement. La cinta casi se abre con sendos bodegones de productos de Centrales Lecheras Españolas S.A. (Clesa), que a lo largo del metraje se olvidan por la omnipresencia del brandy Terry que ya ha comparecido en el mueble-bar del chalé y en la reunión de facinerosos en la pista de hielo del Real Madrid, pero que en el tercer acto comparece en forma de valla publicitaria “Centenario Terry” en todas y cada una de las pasadas de coche que van a dar al traste con la boda de conveniencia de Lucecita.

El segundo es la publicitada demanda de Quico Hernández, el libretista del serial, al considerar que la película ha “desvirtuado psicológicamente” los personajes tal como él los ha creado y solicitando la paralización del estreno y una indemnización de veinticinco millones de pesetas. No parece que el pleito llegara mucho más allá. José Luis Madrid declaraba a los medios que nunca puede ser igual el desarrollo para un serial de doscientos capítulos que para una película de hora y media. Ha habido que prescindir de situaciones, personajes y vicisitudes varias.

Él piensa —declara el realizador— que hemos erotizado su personaje y no se da cuenta de que el personaje en sí es fuerte y que no es lo mismo escuchar un guión por radio que verlo reflejado en la pantalla. [...] Por mucho que lo pienso, no me explico la postura de este hombre, ya que la película se está exhibiendo de acuerdo con la censura. [Luisa María: “Polémica con Lucecita”, en Pueblo, 22 de abril de 1976, pág. 41.]

A censura se ha presentado precisamente con el título de Sola ante la vida, aunque todos los reportajes sobre el rodaje mencionan como título provisional Desnuda ante la vida. Porque ésta resulta ser la tercera gran baza promocional: el despelote generalizado contemporáneo a la agonía de Franco. Éste había sido el caballo de batalla de la censura desde el primer momento. Cuando se presenta el guión a censura previa, en enero de 1976, las llamadas de atención sobre los desnudos, escenas de amor y violaciones se multiplican. Hay advertencias sobre ello en las páginas: 2, 17, 49, 50, 64, 69-70, 75 y 81. [Archivo General de la Administración, caja 36/05204.]

José Luis Madrid rueda desnudos integrales generosos de Susana Estrada y Beatriz Rossat, alguno más discreto de Yolanda Ríos y uno de Galiardo de espaldas. De modo que, a película terminada, se demandan los siguientes cortes:

Rollo 1. Acortar la secuencia de ella desnuda de cintura para arriba cuando va a bañarse y cuando luego se oculta, huyendo de él, suprimiendo los planos en que se perciben los pechos desnudos, dejando solo aquellos en que está de espaldas o, a lo más, en esguince.
Rollo 5. Suprimir plano en que la enfermera aparece con el pecho desnudo, al salir de su cama. 
Suprimir plano frontal, cercano, de la enfermera enseñando los pechos, cuando se quita la bata en la habitación de él.
Rollo 7. Acortar la escena de cama entro Myrta y Gustavo, suprimiendo los planos en los que ella aparece con los pechos desnudos, así como los jadeos que se oyen en la banda sonora.
Rollo 11. La rememoración de la secuencia del rollo 1, debe acortarse suprimiendo los planos en que más se perciben los pechos de ella de costado. [Ibidem]

José Luis Madrid dice aceptarlos, pero argumenta el distinto tratamiento que se da a esta producción en comparación con otras análogas:

Con esta fecha depositamos en la cabina de proyecci6n de esa Dirección General, los rollos 1, 5, 7, y 11 de nuestra película titulada Lucecita, en los cuales se han efectuado las adaptaciones dictadas por la Junta de Censura, con la excepci6n de la del rollo 11, por entender esta sociedad que, dicha adaptación debe ser un error, ya que a nuestro juicio en ningún caso dicha escena puede entenderse ni si quiera como erótica, toda vez que, el hecho de una muchacha corriendo de espaldas a la cámara, no pasa de ser una estampa bucólica.
Con referencia al resto de los cortes, que esta sociedad acepta, nos permitimos manifestar ante esa Junta de Censura que, dado el nivel medio de lo que hasta ahora viene aprobando ese organismo, hemos sido tratados, a nuestro juicio con excesiva dureza, ya que en todo momento todas y cada una de las escenas censuradas obedecen a una ineludible necesidad argumental y las mismas están tratadas sin rebasar lo que a nuestro juicio debe ser una correcta conducta de contención ética, con la cual estamos plenamente identificados y en la medida de nuestras posibilidades, trataremos de mantener en ayuda de la línea general de conducta de esa Dirección General.
Dada la urgentísima necesidad que tenemos de que nos sea concedido el preceptivo cartón de exhibición, ya que el estreno de la misma será el día 18 de los corrientes en la ciudad de Huelva, rogamos de esa Junta tenga a bien, en base a esta urgencia, extendernos dicho cartón, previo los tramites legales pertinentes, por lo cual les quedaremos muy agradecidos. [Ibidem]
El “nivel medio de lo que hasta ahora viene aprobando ese organismo” es una alusión trasparente a la lucha que José Frade y Jorge Grau han mantenido con la Junta para que admita el breve plano del pubis de María José Cantudo en La trastienda (1976), que se estrena en Madrid el 23 de febrero de 1976. Lucecita —con su título original como primer reclamo comercial— llega apenas cinco o seis semanas más tarde a las pantallas de Huelva, Sevilla, San Sebastián, Palma de Mallorca, Vigo, Zaragoza, Bilbao... Las críticas de los diarios de estas ciudades le sirven para el lanzamiento publicitario. El crítico de la edición para Andalucía de ABC afirma que “para estar más al día, José Luis Madrid le ha añadido, por si fuera poco la comercialidad del producto, unos destapes que no figuraban en el texto original”, en tanto que el del vallisoletano Norte de Castilla le regala la mejor promoción que podría hacérsele: “Lucecita se ha convertido en la pseudo-pornografía permitida por la censura”. La productora se suma a la ola y proclama: “Lucecita no es lo que usted piensa. [...] Es la película de la superapertura”. [Pueblo, 19 de mayo de 1976.]

En una situación harto infrecuente, hasta el tráiler resulta censurado, dado que exhibe “los senos de Susana Estrada y la protagonista en escena de amor”. El padre Eugenio Benito, vocal religioso de la Junta de Censura, había sentenciado: “Folletín estúpido y deshorejado [sic] y además tomado y hecho en serio. Es un film-serial propio para porteras”. [Archivo General de la Administración, caja 36/05204.]

Desaparecida la productora tras esta aventura, trasnochada en los meses que median entre su estreno y la normativa sobre películas calificadas S —Emmanuelle (Emmanuelle, Just Jaeckin, 1973), Emmanuelle 2 (Emmanuelle, la antivirgen, Just Jaeckin, 1975) y Emanuelle nera n. 2 (Emanuelle negra número 2 Bitto Albertini, 1976) se estrenan con esta etiqueta a principios de 1978—, Lucecita ha quedado para los restos como una película fracasada. Artísticamente lo es sin paliativos: los altisonantes diálogos mueven a risa, los personajes se quedan vendidos en la mayoría de las situaciones y el espectador se pregunta cuántos más vuelcos melodramáticos se le pueden dar a un argumento cuajado de ellos. Sin embargo, la jugada estaba perfectamente estudiada. El presupuesto se intuye mínimo, apenas hay unos meses entre su estreno y el fin del serial, y el público, lejos de estar saturado de productos derivados, sintió curiosidad por el tratamiento acorde con la fiebre del destape con el que se había adobado el archiconocido argumento, de modo que más de un millón de espectadores pasaron por taquilla.

domingo, 11 de mayo de 2025

una fotonovela cinematográfica

 

La popularidad de la fotonovela en España desde mediados de la década de los sesenta propicia la realización de algunas películas que desarrollan su estética en la pantalla. No hay que darles demasiadas vueltas a los argumentos porque tiran sistemáticamente de una plantilla en la que las distintas declinaciones del amor romántico se ven trufadas de obstáculos familiares, morales o de clase que dificultan su consumación hasta la escena final. En alguna ocasión, se trató de adaptaciones directas, como en el caso de Tengo que abandonarte (Antonio del Amo, 1969), aunque Carlos F. Heredero y Antonio Santamarina no pudieron dar con cuál. [Biblioteca del cine español. Madrid: Cátedra / Filmoteca Española, 2010, pág. 484.] Esther Riera y Jaime Toja, sus protagonistas, eran dos de los modelos más célebres de las fotonovelas de la colección Corín Tellado.

Formalmente, uno de los ejemplos más preclaros de esta microcorriente es Pasión / Delirio d'amore (Tonio Ricci, 1977), basada en un argumento original de José Miguel Hernán, uno de los colaboradores en la adaptación de La tía Tula (Miguel Picazo, 1964).

Esta coproducción hispano-italiana hace suyos los códigos narrativos y visuales de la fotonovela desde el mismo diseño de la cartela del título -con esa O en forma de corazón- hasta la ambientación y las localizaciones, pasando por una fotografía en la que priman los desenfoques, los motivos florales en primer término, el efecto flou y la cámara lenta asociada al romanticismo desde el éxito de Un homme et une femme (Un hombre y una mujer, Claude Lelouch, 1966).


Pero si algo identificaba la película en el momento de su realización con su modelo intermedial es el protagonismo de Máximo Valverde y una María José Cantudo post-trastienda que habían empezado sus carreras precisamente como actores de fotonovelas de la editorial Rollán. Selene, Katy y Corín Tellado, cómo no, fueron algunas de las colecciones frecuentadas por la Cantudo.

Incluso en La trastienda (Jorge Grau, 1975) hay un plano evocador de este inmediato pasado fotonovelístico. Tiene lugar cuando la enfermera a la que interpreta la actriz se pasea por el ferial de los sanfermines. Su voz en off ilustra el curso de sus pensamientos: "¿Dónde estarás ahora? ¿Si tú supieras que no puedo dejar de pensar en ti... ni un solo momento?". Tanto el estilo del diálogo como la voz con eco remiten indefectiblemente los "bocadillos" de la narración fotográfica secuencial, que nos proporcionan acceso al mundo interior y a los sentimientos de sus protagonistas.

Ítem más... La confesión de su amor por el doctor Navarro (Frederick Stafford) en la que la interpretación de ambos se ciñe al estilo melodramático del género, acompañado por un diálogo al que no le haría ascos la mismísima Corín: "Es que no me resigno a perderte. No quiero separarme de ti. No sé qué me pasa, Jaime. Sólo estoy bien cuando estoy contigo. Todo lo demás me parece vacío".

domingo, 4 de mayo de 2025

b. must die


Hay que matar a B / B. Must Die (1973) es la tercera película de José Luis Borau y primera que dirige para su propia productora, El Imán, con la que ha financiado Un, dos, tres... al escondite inglés (Iván Zulueta, 1969) y Mi querida señorita (Jaime de Armiñán, 1972). Borau lleva casi una década dedicado a la televisión y la publicidad. La frustrante doble experiencia de Brandy / Cavalca e uccidi (1963) y Crimen de doble filo (1965) le ha decidido a autoproducirse, así que ésta es la primera cinta en la que tiene un control completo.

Se trata de un thriller político ambientado en una república latinoamericana que podría ser la misma que la de El perro (Antonio Isasi-Isasmendi, 1976). El protagonista, un expatriado individualista (Darren McGavin) que ejerce de esquirol cuando otros transportistas están en huelga y que, por eso mismo, será presa fácil para los servicios secretos... sobre todo si utilizan un cebo como Stephane Audran. Como la censura previa dijo que nanay a que el personaje fuera vasco, terminó convertido en húngaro.

El preámbulo muestra una solidez narrativa de regusto clásico. En el resto del desarrollo hay alguna cosa que chirría un poco, como la ambientación, conseguida, pero desconcertante para alguien que conozca el Madrid de aquellos años: una de las cafeterías que salen es la misma de Los pájaros de Baden-Baden (Mario Camus, 1975) y de ¿Qué hace una chica como tú en un sitio como éste? (Fernando Colomo, 1980), la sede del sindicato es la Facultad de Biológicas, el local donde se encuentran los amantes durante una manifestación, el Café Viena, al que solía acudir Buñuel cuando paraba en un apartamento de la madrileña Plaza de España... En el otro platillo de la balanza, unas interpretaciones sólidas, la factura internacional del producto y un excelente trabajo de planificación y montaje, como el momento en que Burgess Meredith se materializa en la ventana de la cafetería como todopoderoso demiurgo.


Fue una coproducción con Suiza y se rodó en inglés, aunque, como era preceptivo, en España sólo se exhibió la versión doblada. La distribuida internacionalmente por Lorimar tiene su aquél. Pensaba uno que la española habría sufrido algunos cortes debido a su contenido político que se recuperaran en la copia en inglés, pero no... Es esta versión —al menos la distribuida en vídeo doméstico— la que muestra cinco cortes que suman en total unos siete minutos. Se ve que la distribuidora pensó que el primer acto se dilataba en demasía y fue amputando algunos fragmentos.

El primero, incomprensible, es el de la muerte del lince, que deja asentada la condición de tirador de élite del protagonista, con lo que la circularidad del relato queda desbaratada. Hay luego dos cortes en el motel-prostíbulo que dejan casi sin contenido al personaje interpretado por José Nieto. Todavía hay dos amputaciones más: durante el viaje en camión que terminará con el incendio del mismo y en la secuencia en la que el protagonista llega a la ciudad.


Irving Lerner, que hizo funciones de coproductor, aparece sin embargo acreditado en esta copia como intérprete por un breve cameo como propietario del almacén de frutas. Lerner había formado parte de Frontier Films, una cooperativa que apoyó a la República durante la Guerra Civil, amén de haber realizado diversas funciones, de montador a director en películas de propaganda o serie B, antes de viajar a España y participar en algunos proyectos en la órbita de Samuel Bronston. Lerner es uno de los principales promotores de que Borau realice su propia versión de Mi querida señorita en Estados Unidos [Carlos F. Heredero: Iceberg Borau. Madrid: ECAM / DAMA, 2024, págs. 235-241.], cosa que nunca ocurrirá, pero la copia americana de la película de Armiñán es precisamente la que se proyecta en el cine en el que el protagonista debe seducir a Stephane Audran.

La errática carrera comercial de Hay que matar a B en España y su pésima acogida crítica empujó a Borau a asociarse literariamente con Manuel Gutiérrez Aragón para concebir juntos y rodar con toda urgencia una película "española hasta las cachas". El resultado será Furtivos (1975). [Carlos F. Heredero: Furtivos, 20 años. Madrid: Festival de Málaga / Filmoteca Española / ECAM, 2025.]