La versión española, El sueño de Andalucía (Luis Lucia, 1951), sólo se conserva en blanco y negro:
Es la primera película con participación española rodada por este procedimiento belga, derivado del Agfacolor alemán y comercializado a partir de 1948. Aunque el esquema argumental es común Andalousie y El sueño de Andalucía son dos películas completamente diferentes, con distinto reparto, montaje, concatenación de escenas e, incluso, intenciones. Luis Mariano, Carmen Sevilla, José Nieto, Enrique Guitart y Arlette Poirier intervienen en ambos repartos, convenientemente doblados según proceda. Más curioso es el caso de Fernando Sancho, que en Andalousie tiene un papel episódico de guardia civil y en El sueño de Andalucía encarna al empresario de la cantante austriaca en un tipo de extranjero que cultivó con frecuencia antes de convertirse en el mexicano oficial del western mediterráneo. De la pareja cómica —interpretada en la versión francesa por Maurice Baquet y Perrette Souplex—, se hacen cargo en la española Antonio Casal y Marujita Díaz. Algunas escenas, como la de la prevención o la única canción que canta el personaje de Dolores (Carmen Sevilla), brillan por su ausencia en la película dirigida por Luis Lucia.
Todo resultaría más o menos anecdótico si no fuera por ese desplazamiento consciente del enunciado del título original francés al elegido para la versión que José María de Arozamena y Ricardo Blasco hacen de la opereta de Willemetz. Ya no es la región que actúa como crisol de lo más español sino una interpretación onírica en forma de película. Tal es la razón por la que El sueño de Andalucía tiene además un prólogo y un epílogo ausentes de la cinta gala. El montaje español se abre con un primer plano de la firma de Luis Mariano estampada en el contrato. Un productor con afectado acento francés (Félix Fernández) expresa su intención de ofrecer una imagen verdadera de Andalucía, con el toreador a hombros de los aficionados cantando una bella romanza. El cantante argumenta que su interés es regresar a “la patria” de la que falta desde que era apenas un muchacho. En efecto, al producirse el golpe militar de 1936 Luis Mariano parte hacia Francia. Tiene dieciséis años. Con diecinueve se matricula en Bellas Artes y continúa los estudios de canto que ya había iniciado en San Sebastián. Será en esta faceta en la que destaque, sobre todo a raíz de su asociación con Francis Lopez. La opereta La belle de Cadix, estrenada en el Casino Montparnasse el 22 de diciembre 1945 es un éxito colosal, supera la temporada navideña y se sigue programando durante casi dos años. Su siguiente colaboración, Andalousie, es mucho más ambiciosa. Se estrena en el Gaîté Lyrique el 25 de octubre de 1947. El tema no puede ser más adecuado para uno de los primeros intentos de coproducción entre Francia y España.
El epílogo muestra la trampa y el cartón del decorado de la plaza de toros. Una vez acabado el rodaje Luis Mariano quiere conocer Andalucía, pero la auténtica. Antonio Casal, el actor que ha interpretado a Pepe, se ofrece a hacer de cicerone y su voz se proyecta en el futuro inmediato cuando aparece un plano de la Giralda y él explica que “su principal utilidad es aparecer en casi todas las películas españolas... Ah, pero en colorines somos nosotros de los primeritos en retratarla”.
En las películas protagonizadas por Luis Mariano el sistema de rodaje mediante tomas alternas viene dictado por la posibilidad de que interprete su papel y sus canciones tanto en francés como en castellano. Aunque Fortunato Bernal, hombre de confianza de Juan de Orduña, figura como “director adjunto” de Violetas imperiales / Violettes impériales (Richard Pottier, 1952) la realización de las dos versiones es, sin duda, obra de Richard Pottier.
Apenas hay variaciones en la interpretación y en el montaje de ambos negativos. Los carteles con valor diegético, como la placa del taller de carruajes del maestro Balazuc se ruedan en los dos idiomas y en el encuentro entre Juan de Ayala y la Violeta que tiene lugar allí y en la que él canta “La violetera”, la versión española incluye un largo plano medio entre ambos en el que ella se pone en cañí y le espeta que se vaya “a conquistar una madama franchuta, que una gitana forrá de seda de arriba abajo es demasio pa” él, que si Eugenia es la emperatriz, ella es “la emperaora”. Jesús María de Arozamena escribe este diálogo española que sirve para reforzar el personaje de la única intérprete española con peso en la trama y que, lógicamente, sólo tiene sentido en esta versión.
Ambas están igualmente degradadas. Los cielos tiene un color pardo y los blancos tiran a verduzco.
En la reciente edición española en vídeo doméstico se ha procedido a forzar el contraste y a saturar azules y rojos, de modo que se ha conseguido un extraño efecto de procedimiento bicromático.
Como El sueño de Andalucía, Noches andaluzas / Nuits andalouses (Maurice Cloche, 1953) ironiza sobre su condición de españolada desde los mismos títulos de crédito, recitados por una voz estridente –al menos en la versión española- que califica a la película de “fantasía andaluza”. Un segundo locutor dialoga con los espectadores: “Ya sé que ustedes pensarán… ¡Españolada a la vista! No sean malquistos. Es la Andalucía brillante vista por unos franceses, una aventura tan verídica como puedan serlo los cuentos de Calleja. Y para que ustedes puedan seguir el cuento, todos hablarán en español”. Todavía quedan algunas otras precisiones antes de que entable diálogo con el automóvil destartalado que se erige en protagonista de la historia, tras reprocharle que haya olvidado decir que la película es en Gevacolor.
Once títulos más de producción española hemos censado con este procedimiento y aquejados de diversos problemas de degradación. Al igual que la película inaugural de Lucia, Aventuras del barbero de Sevilla / L'aventurier de Séville (Ladislao Vajda, 1954) y la última escena de La chica del barrio (Ricardo Núñez, 1955) se comercializan o pasan por televisión habitualmente en blanco y negro.
Después de intentar practicar un género de aventuras esencialmente autóctono y despojado de buena parte del tipicismo que caracterizan a la españolada en Carne de horca (1953), Ladislao Vajda se lanza de cabeza a la piscina del tópico y rueda una farsa al servicio de las habilidades canoras del hispano-francés Luis Mariano. Cuenta para ello con un guión de José María de Arozamena sugerido por los personajes creados por Beaumarchais. Fígaro, Rosina y el conde de Almaviva, son apenas unos nombres que resultan conocidos para los espectadores y evocan una época de bandoleros, casacas, pelucas blancas y duelos a espada.
Vajda desarrolla los cuatro tiempos de la acción (Sevilla - Puerto Rico - Madrid - Sevilla) como bloques autónomos. A cada uno corresponde un tratamiento distinto con mayor protagonismo de las canciones de Luis Mariano -en el primer segmento- o de Lolita Sevilla -en el último-. Las aventuras bélicas y galantes centran la acción del segundo y tercero, respectivamente. La intención de acercarse a la commedia dell'arte es evidente, pero la cosa no termina de cuajar y la hibridación genérica se transmite también al tono que transita por la opereta y la farsa y no desdeña, incluso, guiños a la contemporaneidad, como el sketch autónomo en el que Gila explica a Fígaro el modo de cargar el mosquetón.
Otras dos coproducciones de Benito Perojo -La fierecilla domada / La mégère apprivoisée (Antonio Román, 1955) y La pícara molinera / Le moulin des amours (León Klimovsky, 1955)- parecen mejor conservadas al haberse procesado con negativo Gevacolor pero haber procedido al tiraje de copias en Agfacolor. En cualquier caso, mejor la primera que la segunda.
A principios de la década de los cincuenta, Perojo ha abandonado su carrera como realizador y se centra en el negocio de la producción, involucrándose ocasionalmente en el floreciente mercado de las coproducciones con Francia. Esta circunstancia facilita el que varias de estas películas puedan realizarse en color. Paradójicamente, se trata en buena medida de remakes de éxitos del cine de la República. Tal es el caso de La pícara molinera, revisitación del romance de la molinera de Arcos y de El sombrero de tres picos, de Pedro Antonio de Alarcón, filtrado por Manuel de Falla, que había adaptado en versión trilingüe Harry d'Abbadie d'Arrast con la ayuda de Edgar Neville. Como La traviesa molinera (1934) está desaparecida, es imposible establecer comparaciones con esta versión realizada por León Klimovsky en Gevacolor, aunque sí entre ésta y la que realiza Mario Camerini con los hermanos De Filippo en 1935 trasladando la acción a Nápoles y su autoremake en color de 1955, con Sophia Loren y Marcello Mastroianni en los papeles que aquí encarnan Carmen Sevilla y Paco Rabal. Ahora bien, los títulos de crédito atribuyen a Jesús María de Arozamena la ideación de “un argumento original” a partir de “romances populares”, lo que le permite tomar la idea original de la burla del corregidor e introducir algunos cambios en el que la mofa de la autoridad, con estar presente, queda un poco diluida en el juego burlesco de la trama.
A pesar de que Antonio L. Ballesteros fue un temprano especialista en fotografía en color, la degradación del Gevacolor impide hoy apreciar la calidad de su trabajo, toda vez que la paleta ha quedado reducida una gama de violetas, verdes oliva y pardos y dorados.
Al resto de musicales coproducidos con Francia se suman las siguientes producciones autóctonas: Morena Clara (Luis Lucia, 1954), con distintos niveles de degradación del color según las bobinas...
Cierra el ciclo de coproducciones en Gevacolor en España Los amantes del desierto / Gli amanti del deserto (Alessandrini, Cerchio, Vernuccio y Klimovsky, 1957), coproducción hispano-italiana de larguísima gestación rodada mediante casi tantos sistemas de color como directores tuvo. Como la película inaugural, ésta está protagonizada por Carmen Sevilla, a quien, con siete ocho títulos rodados mediante este procedimiento, podemos coronar como reina del Gevacolor.
addenda del 24 de agosto de 2022:
La publicación de esta última cinta en la plataforma FlixOlé nos permite calibrar mejor cómo se han conservado con el paso de los años los tres procedimientos utilizados durante su accidentado rodaje. Por supuesto, el más perjudicado es el Gevacolor. El Ferraniacolor conserva un tanto su paleta de álbum de cromos, en tanto que el Eastmancolor ostenta la colorimetría más afín a la sensibilidad contemporánea...
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