domingo, 4 de noviembre de 2018

el cine agropecuario del marqués de villa-alcázar


El Ministerio de Medio Ambiente, dedicó en 2008 un homenaje a Francisco González de la Riva y Vidiella, Marqués de Villa-Alcázar, por su contribución a la consolidación del cine como medio de formación y divulgación para los agricultores y ganaderos españoles. Su filmografía conservada está constituida por unos setenta documentales que abarcan cronológicamente desde la República a las postrimerías del franquismo y que hablan bien a las claras no sólo de la labor de propaganda que el Estado realizaba en el medio rural, sino a la construcción mítica que supone el campo para el gobierno conservador de la etapa republicana, la relectura que se hace durante el periodo autárquico del primer franquismo de este mismo tema y la política desarrollista que sirvió al abandono del medio rural por parte de sus habitantes en busca de la promesa de un futuro mejor en la naciente industria y en la construcción, concentradas ambas actividades en el entorno de los grandes núcleos urbanos.

Villa-Alcázar viaja a Estados Unidos en 1915 al terminar sus estudios de Ingeniero Agrónomo en la Universidad Politécnica de Madrid. En California colaborará con la Embajada de España y se integrará en la Fundación del Amo, que promueve intercambios académicos entre España y Estados Unidos. Su experiencia de primera mano con las nuevas técnicas de cultivo y explotación forestal inspirarán una serie de artículos publicados en España y que tuvieron, al parecer, una gran influencia en medios especializados. Consciente también de que el cine era una herramienta de divulgación de primer orden —sobre todo para el en su mayor parte analfabeto público rural— al instalarse en España con su familia a principios de la década de los treinta entra en contacto con la administración republicana para realizar una serie de documentales divulgativos que él denomina “charlas cinematográficas”.


La primera de ellas es El barbecho (1934), en la que se analiza esta técnica del barbecho para evitar el esquilmo de la tierra en un documental absolutamente didáctico, construido a partir de metáforas sencillas, con el afán de que pueda ser comprendido por una población en la que, a pesar de los esfuerzos de la República en el campo de la educación, muchos campesinos siguen siendo analfabetos. Alterna así las secuencias de animación, con experimentos de física recreativa y con otras puramente sainetescas, que buscan despertar la simpatía y el interés del espectador. En este sentido, destaca el mozo holgazán que sirve de símil para las malas hierbas, que al menor descuido del ama de la casa […] se beben el vino de la mejor botella, se llevan las tajada que puedan meter en su faja y si no arramblan con a chica de la casa es porque ella no se deja”. La versión conservada es una reelaboración realizada para Cifesa en 1941 a partir del material rodado en 1934. Desconocemos si hay más cambios que el de la cabecera del Ministerio de Fomento republicano, sustituida por la de la Sección de Prensa y Propaganda del Ministerio de Agricultura controlado entonces por el sector falangista del franquismo. Al final de su filmografía volverá sobre este asunto en Barbechar y abonar (1961) aunque en esta ocasión se centra en el abonado, limitando el barbecho a una mera mención en el colofón.

Charla cinematográfica sobre la siembra (1935) es una exposición didáctica del proceso de la siembra, ilustrada de nuevo con metáforas sobre la infancia y con un intercambio de refranes alusivos entre dos viejos campesinos que representan la sabiduría popular. Aunque también presenta alguna secuencia de animación, en esta ocasión el recurso fundamental es el rodaje fotograma a fotograma, que permite ver en unos segundos el ciclo completo de germinación de las semillas. En esta ocasión sí que se conservan las dos versiones. Esta nueva lleva la cabecera del Ministerio de Agricultura, en lugar de la de la sección de Enseñanza y Divulgación del Instituto de Reforma Agraria y se ha censurado la imagen del pecho de una joven que llena sus pulmones de aire “porque sin respiración no hay vida” y se ha sustituido por el torso de un muchacho atlético. Como la de la siembra, la “charla cinematográfica” dedicada a explicar la necesidad de abonar la tierra y del modo de hacerlo para optimizar su utilización se conserva en su versión inicial (1935) en la Filmoteca de Valencia. Se trata de una parábola en la que se comparan los frutos de la tierra con una hacienda que termina dilapidada por un carpintero en francachelas. No obstante, no es este el fragmento censurado —a pesar de la condición evidente de meretriz de al menos una de las mujeres que le acompaña en el café de cante—, sino en el que se muestra el escaparate de unas mantequerías en las que, teniendo dinero, uno puede comprar los mejores manjares. Por lo que sea, en 1941 se diversifica la oferta añadiendo planos de otros establecimientos de alimentación.

A diferencia de los otros cortometrajes de la etapa republicana, Los yunteros de Extremadura (1936)  elude la divulgación sobre técnicas agrícolas para mostrar, de modo casi antropológico, la miseria en la que viven los aparceros extremeños. Cierto es que no alude a las circunstancias históricas y políticas que han provocado la situación, pero la descripción minuciosa de la infravivienda en la que cohabitan varias familias, habla a las claras de la situación en el campo español.

En los primeros compases de la Guerra Civil en Madrid es detenido bajo la acusación de pertenecer a uno de los grupos de acción auspiciados por la CEDA de Gil Robles. Tras dos meses de encarcelamiento, sale absuelto y emprende un periplo por Francia, Reino Unido y Portugal hasta reunirse con su familia en Salamanca, donde manifiesta su adhesión al Caudillo y nombrado presidente de la Comisión de Agricultura del Servicio Provincial de Reforma Agraria de Salamanca. Al finalizar la guerra, propone la creación de la sección de Publicaciones, Prensa y Propaganda del Ministerio de Agricultura, de cuya dirección se hace cargo.

Seda en España (1941) es el primer corto rodado para dicho organismo y toda una proclamación de intenciones. España habría sido un importante productor y exportador de este tejido en el siglo XIX, pero una epidemia que atacó a los gusanos y la competencia acabaron casi por completo con la industria. Según el documental, Pasteur, “el más católico y el más sabio de los sabios de Francia”, habría erradicado la epidemia y la no menos sabia política de regulación del mercado interior “ha hecho imposible la ruinosa competencia extranjera”. De este modo, gracias al Régimen y a la Iglesia, ha llegado la hora de que España vuelva a ser un importante centro de producción de seda, para lo cual exhorta a los campesinos a que planten moreras.


La utilidad de la repoblación forestal planteada como factor de regeneración medioambiental, utilidad industrial, opción para inversores y legado a las generaciones futuras constituye el meollo argumental de Bosques amigos (1941). Destaca por su locución, que, aunque sigue utilizando algunos recursos típicos de los textos de Villa-Alcázar —como el diminutivo “arbolitos”— está enfocado a un público urbano de nivel económico más elevado que puede encontrar esparcimiento en un día de pesca o quiere invertir en la plantación de árboles que le reportaría pingües beneficios. No faltan ni la alusión a la obra del Creador ni algún excurso lírico. El corcho (1941) podría haber sido un mero apéndice del anterior y, sin embargo, resulta mucho más interesante por centrarse en la actividad cotidiana de los descorchadores. Sólo los últimos minutos están dedicados a los usos de este producto. La repoblación forestal como arma en la lucha contra la erosión vuelve a primer plano en Repoblación forestal (1942), primer cortometraje en el que figura como productora el Departamento de Cinematografía del Ministerio de Agricultura, fundado por el Marqués de Villa-Alcázar. El documental Maderas de España (1945), promovido por el Patrimonio Forestal del Estado reviste especial interés por el detalle con que muestra por el trabajo de los gancheros, aunque éste no sea su objetivo, que sería el de la explotación maderera y las tareas de repoblación forestal. La utilización generalizada de eucaliptos se nos antoja hoy en día un auténtico disparate, pero en su momento parecía una opción idónea por su rápido crecimiento.

Jerez - Xérès - Sherry (1943) es una nueva parábola cinematográfica, destinada esta vez a glosar la excelencia de los vinos de Jerez. Las metáforas son continuas: el vino joven es como los párvulos que acuden a clase “bajo los ideales de la patria, mientras aprenden disciplina y a amara a Dios”, los distintos tipos de vino son como las razas humanas, tres mujeres con mantillas resaltan las características del amontillado, el fino y la manzanilla. Una vez más asistimos al rechazo de la fórmula foránea —el “cocktail”— frente a las bondades del producto propio y se valora positivamente el trabajo manual de etiquetado de las botellas, porque es realizado por viudas de trabajadores fallecidos que así no quedan desamparadas. Es éste uno de los cortometrajes en los el subtexto ideológico resulta más transparente. Villa-Alcázar volverá sobre el asunto en El Jerez (1959), donde documenta, ya en color, la lucha contra el mildiu mediante sulfatadoras manuales, la vendimia y su correspondiente fiesta, la pisa y la fermentación: todo el proceso completo.
Lana de España (1943) es el primer documental de la colección dedicado a la ganadería y describe el proceso de explotación de la lana a partir de la cabaña de oveja merina, raza autóctona de España. Los cuidados del rebaño o la operación de esquileo, preparación de los vellones, selección… En los títulos de cabecera se destaca por primera vez a los responsables del acompañamiento musical: el sexteto del maestro Leoz.

Durante la II Guerra Mundial España —que, por supuesto, no se menciona en Trigo en España (1943)— España debe garantizarse el suministro de trigo a partir de su propia producción. Según este documental bastaría un 5% más pata abastecer el mercado interno. Tras mostrar el proceso de fabricación del pan, se habla sobre las cualidades de los distintos tipos de trigo y el trabajo de hibridación que se realiza en el Instituto de Investigaciones Agronómicas. Por último, se detallan las labores de la cosecha con el fondo de una canción de siega tradicional. Cielos nubosos, campos cuajados de espigas y la consagración de las hostias, dan el clima lírico, religioso y patriótico que persigue promocionar entre los agricultores el prosaico Servicio Nacional del Trigo. Otro cultivo que contribuye a la autarquía, ideal económico del franquismo durante la posguerra, es el del algodón y a este producto va dedicado Algodón en España (1944). Habrán de pasar casi dos décadas para que pueda realizar Producimos nuestro algodón (1962), donde se acredita el aumento de producción de dicho producto hasta satisfacer toda la demanda del mercado interno.

El escarabajo de la patata
(1945) recupera la voluntad didáctica de la producción republicana de Villa-Alcázar, quien se aleja así un poco de los contenidos institucionales de sus primeros documentales de la posguerra. Éste refleja la lucha contra la plaga del escarabajo de la patata gracias a la pulverización de veneno que acaba con larvas e individuos adultos. Entre las estrategias para atraer la atención del espectador Villa-Alcázar recurre a una viñeta humorística en la que el escarabajo de la patata se lanza en paracaídas sobre los sembrados. Se lleva la palma el macabro ballet de la muerte del escarabajo, en el que los vemos agonizar al compás de “La cucaracha” y la “Danza macabra” de Saint-Saëns.



Antes que en el cultivo de agrios, Naranjas, limones y pomelos (1945) se centra en la labor de terraceado, la creación de sistemas de regadío necesarios para mantenerlos, el empaquetado y distribución. El cierre está constituido por la labor social que realiza el Sindicato Vertical de Productos Hortofrutícolas en las colonias de veraneo para las hijas de los productores de agrios.
Después de poner de manifiesto la tradición olivarera española, en Olivos de España (1945) se muestran los cuidados de los olivos, la recolección y el trabajo de envasado de la aceituna. Las animaciones de F. Sancho Favraud suponen un extraño excurso poético en el que se buscan interpretaciones antropomórficas a los troncos y tocones retorcidos de olivos centenarios. Durante la primera parte de Aceite de oliva (1950) se reciclan materiales del anterior, pero entra inmediatamente en la faena de la molienda y en los inconvenientes de acumular aceituna en el troje a la espera de entrar en el molino. Una vez más, la tecnología viene en nuestro auxilio y en los modernos molinos donde se prensa la aceituna ya no es necesaria la espera. Sigue el proceso de obtención del aceite de oliva, sus usos y la utilidad que se da a los residuos, como el alpechín.

Esparto de España (1946) documenta la recolección de esparto como un trabajo manual realizado por temporeros en unas condiciones de miseria más que patentes. Trabajo también casi exclusivamente manual el de la preparación del esparto, el de los cordeleros, el de las tejedoras de lías e, incluso, la fabricación de estropajo. Una imagen de una España anclada en el siglo XIX a la que, sin embargo, se pretende poner en vanguardia de la creación de alfombras de esparto, ideales para residencias de verano de las clases pudientes. Podemos establecer cierta continuidad de este documental con respecto a Tabaco en España (1944), cuya incorrección política de para los estándares actuales resulta delicioso: fomento del tabaquismo, machismo, trabajo infantil… Parece imposible juntar más temas sensibles en apenas dos minutos de prólogo. Documental de propaganda de la labor del Servicio Nacional del Tabaco. El asunto será abordado desde una nueva perspectiva a mediados de la siguiente década en El tabaco en el campo (1956), Obtención de nuevas variedades de tabaco (1956) y Curado y fermentación del tabaco (1956) en el que se proponen buenas prácticas en la construcción de naves de secado de tabaco y descripción de proceso de selección y empaquetado de hojas antes de someterlas al proceso de fermentación.

Finalizada la II Guerra Mundial y a pesar del boicot internacional al régimen franquista, Villa-Alcázar logra rodar Caricias a las naranjas (1947) en Estados Unidos, gracias a la colaboración de los naranjeros californianos. El documental es un catálogo de buenas prácticas, maquinismo y multiplicación de las cosechas, que debería de servir para mejorar la producción española. Por una vez, no todo lo malo llega del exterior. También Dátiles y palmas (1947) está realizado con la colaboración del Ministerio de Agricultura de Estados Unidos. En este caso el modelo sería al contrario. Después de analizar durante dos terceras partes de su metraje el funcionamiento de la industria datilera en California, Villa-Alcázar propone la explotación de las palmeras datileras españolas, para lo cual sólo haría falta una industria que recogiera, desecara y distribuyera estos frutos. Parece que aquí la única utilidad que tengan sean la de ser utilizadas en las procesiones del Domingo de Ramos. El tercer documental realizado en Estados Unidos, en esta ocasión con la colaboración de la Universidad de California, es Pinos de encargo (1948) donde se realizan hibridaciones en los pinos para conseguir maderas de rápido crecimiento y madera sin nudos.


En 1954 Villa-Alcázar visita de nuevo California, y en la región de Salinas donde se cultiva lechuga de modo extensivo, rueda el admirativo Agricultura y refrigeración (1954). Otros documentales de esta etapa servirán de inspiración para elaborar propuestas de cultivos intensivos en España. Bosques maderables (1956), Truchas y salmones (1957) y Apuntes agrícolas de California (1957) plantean una vez más la superioridad de la tecnología californiana sobre la realidad española. La mecanización del campo y los bosques o el trabajo en las piscifactorías tiene su punto álgido en el primero de ellos.

Tras su segunda visita posbélica a Estados Unidos, Villa-Alcázar realiza en España un documental de iniciación a las técnicas de la apicultura: Abejas y colmenas (1948). Las símiles entre plantas y mujeres jóvenes son un recurso habitual en su cine, pero en esta ocasión la utilización de maquillajes, perfumes y sombreros como armas de seducción le sirve para ilustrar los métodos que utilizan las flores para atraer a las abejas. Se realiza una comparación entre los viejos panales de corcho y los modernos, además de mostrar en detalle una buena parte de la actividad de las abejas en sus colmenas, su mantenimiento y la extracción de la miel. Valga la moraleja de este documental como ejemplo de la de muchos otros de su producción: “España es país de frutales y entre ellos debiera haber muchas más colmenas de las que hay actualmente. Hoy son un buen negocio y la miel endulza la vida”.

Los títulos y la locución de Jardines (1950) —como siempre de Villa-Alcázar— están en francés, lo que implica que también algunos de estos documentales tenían distribución internacional. Cierra el documental el habitual símil entre mujeres y flores en un montaje musical.

El trabajo de movimiento de tierras —muchas veces a base de barreno— para convertir en tierras cultivables grandes extensiones montañosas de las Islas Canarias centra la atención de ¡Sí, tenemos bananas! (1951), donde se documenta la utilización de estos terrenos para el cultivo plataneras: “Labor de titanes y de hombres de fe”. Diques de contención, embalses, cortavientos… Más parece una labor de ingeniería que el cultivo del plátano, al que se dedica sólo una parte del documental, pues también se analiza su embalaje y transporte fuera de las islas e, incluso, los modos en que se puede comer tan delicioso manjar.

Flores (1959) es el primer documental en color —mediante el procedimiento Eastmancolor— de Villa-Alcázar. El tema no puede ser más adecuado: las flores. No acaban ahí las novedades. A pesar de que se sigue presentando como una “realización total” del Marqués de Villa-Alcázar, también es el primero en que no es él mismo quien locuta su propio texto, sino que cede el atril a una mujer. Ésta pone de manifiesto la idoneidad del suelo español para la floricultura, toda vez que la gama de rojos y amarillos recuerda a los colores de la bandera. A partir de tan peregrina premisa se muestran varias instalaciones de producción de flores, en su mayoría para la exportación. Y es aquí donde surgen los inconvenientes y se hace una vez más patente el atraso de España: ni existe transporte refrigerado que permita llevar todas las variedades de rosas al mercado internacional, ni las camelias gallegas se recogen siquiera por las malas comunicaciones entre la región noroccidental y el resto de España. Todo queda preterido  a un futuro en el que se confía en que estas deficiencias serán subsanadas.


Nuestras naranjas (1959) revisita, también en color, un tema ya tratado con anterioridad. La metáfora de apertura vuelve a remitirnos a la idea de progreso y modernidad que recorre toda la filmografía del Marqués de Villa-Alcázar. La primera imagen es la de un castillo, del que el realizador dice que “ya está pasado de moda”. En consonancia con el Plan de Estabilización y la progresiva incorporación de la economía española al modelo desarrollista internacional, el pasado imperial, tan presente en el periodo autárquico, queda relegado frente “al dinero y la audacia” necesarios para la explotación de la naranja. El documental muestra entonces el funcionamiento del Tribunal de las Aguas, como una institución democrática de carácter tradicional y autóctono. Recogida, selección, empaquetado e, incluso, el consumo de naranjas constituyen buena parte del metraje.

A partir de 1961 las charlas cinematográficas cuentan con un locutor profesional, con lo que ganan en claridad, lo pierden en frescura e intención. Las sonorizaciones se realizan en Exa. El sexteto de Antonio Valero hace tiempo que se hace cargo de las sonorizaciones a partir del repertorio de música clásica. Concepción Celaya suele compartir cartela con el “realizador total” como ayudante de fotografía y responsable del montaje y los gráficos. El negativo y las copias en Eastmancolor se procesan en los laboratorios Fotofilm de Barcelona.  Los cambios no son únicamente formales. La labor tutelar del Estado, sufre un quiebro con el incipiente desarrollismo. Ejemplar en este sentido resulta Pedrisco (1961). El documental queda personalizado en Juan, un agricultor preocupado por su seguridad y la de su casa, pero negligente con la amenaza del pedrisco sobre su cosecha. Trigo, uva, peras, algodón… Cualquier cultivo es susceptible de sufrir las inclemencias meteorológicas… “Remedio… ¿Pedir auxilio al Estado como suele hacerse? ¿Es justo y es digno? ¿Es que el Estado, que ofrece al agricultor la protección del seguro, debe fomentar la negligencia de los agricultores?”, se pregunta retóricamente el locutor.

La concentración de pequeñas explotaciones agrícolas por parte de la administración se traduce en un curioso proceso de mediación en el que los técnicos del Ministerio de Agricultura proponen las permutas de terrenos a los propietarios. La alegoría didáctica y la animación siguen siendo elementos fundamentales en la construcción de las charlas audiovisuales del Marqués de Villa-Alcázar: en el caso de Concentración parcelaria (1955), las pequeñas propiedades serían como el queso que se corta en trocitos y se reseca, convirtiéndose casi toda su superficie en material de desecho. Antes y después (1963) presenta la concentración parcelaria como un logro, con el consiguiente incremento de la productividad de la tierra gracias al riego y la mecanización que lleva a aparejada. En un pueblo de Navarra, la concentración culmina con la constitución de una cooperativa.

Una de las series más consistentes de la producción de Villa-Alcázar en el último tramo de su filmografía es la dedicada a glosar la labor del Instituto Nacional de Colonización. España se prepara (1949) es la primera película en la que se argumenta la necesidad de llevar agua a los páramos yermos para repoblarlos y convertirlos en tierras productivas. Donde no alcanza la iniciativa privada, interviene el Estado con la construcción de embalses, que proporcionan energía eléctrica y agua. Se sigue así el modelo que Mussolini había promovido en la Italia fascista, con especial insistencia en la creación de una iglesia y una escuela de todos estos nuevos pueblos nacidos de la nada. España se prepara ofrece la peculiaridad de que, durante su tramos central, fía su fuerza comunicadora a la imagen y a la música del Sexteto Leoz, obviando por unos instantes el constante acompañamiento de la locución de Villa-Alcázar.

Se vence al desierto (1954) trata de la repoblación forestal de la zona de Almonte para domeñar el avance de las dunas. La proximidad de Palos de Moguer y La Rábida da ocasión al apunte imperial con el que se abre el documental. Pero estos cultivos significan una nueva definición del paisaje: establecimiento de nuevos pueblos donde viven los trabajadores recién llegados, construcción de carreteras y naves industriales para la comercialización de los nuevos productos. El sexteto ya no es el de Leoz, sino el de A. Valero.

El campo de Badajoz se transforma (1961) es un documental institucional sobre el “Plan Badajoz” cuyos primeros pasos habrían sido la construcción de la presa de Cijara en el Guadiana y la presa y el canal de Montijo. Además de los clásicos gráficos, Villa Alcázar recurre por primera vez a la fotografía aérea. El plan de colonización incluye la creación de nuevos pueblos para colonos, dotados —como no podía ser de otro modo— de su iglesia. Hay también escuelas para niñas y niños —por separado— en la que los segundos reciben sus primeras nociones agrícolas. Las nuevas poblaciones cuentan con pequeñas viviendas, en las que una panorámica vertical parece resumir todo un sentido de la vida: la lámina de la última cena, la radio y una máquina de coser. La instalación in situ de industrias de procesado —lácteas, conserveras…— pinta un panorama de progreso idílico en tierras que antes eran dehesas improductivas y despobladas.

Realidades colonizadoras en la zona del Guadalcacín (1961) presenta un sangrante caso de subdesarrollo muy cerca de Jerez de la Frontera, con familias enteras viviendo en chozos sin agua ni luz para el mantenimiento de unos palmitales que sólo resultan rentables en esta economía de supervivencia. Más que la ausencia de escuela, parece el Marqués de Villa Alcázar preocupado por la carencia de formación religiosa de las numerosas proles de estas familias. “Del palmito a la remolacha y del chozo triste al hogar alegre: España progresa”.


Las nuevas localidades de Guadalema de los Quinteros o Esquivel protagonizan Una colonización en marcha: El Viar y el Bajo Guadalquivir (1961). La construcción de diques en la desembocadura del Guadalquivir para desalinizar la tierra y convertir “la marisma estéril en útil tierra de labor”, proporcionando bienestar a las modestas familias que tienen así ocasión de progresar.  Cierra la serie dedicada a la colonización en campos de secano y dehesas Vida nueva en campos viejos (1965).
Villa-Alcázar había abordado por primera vez la producción de leche en Industrias lácteas (1945), que quedaba acreditada como una producción de Cifesa, aunque los beneficios estuvieran destinados a la Mutualidad de funcionarios del Ministerio de Agricultura. Se advertía en este documental el cambio en el montaje sincopado que contraponía el bucolismo de los lugares donde se producía la leche y el ajetreo ciudadano, que era, al parecer, el entorno en que se consumía principalmente. El grueso del metraje tiene lugar en una planta de productos lácteos donde no sólo se embotella leche, sino que se elaboran quesos, leche condensada y leche en polvo, destacando la automatización de la mayoría de los procesos. En 1961 el Estado favorece la creación de centrales lecheras, que garanticen la pureza de la leche que se consume en España. Su funcionamiento desde la recepción de la leche, pasando por los controles sanitarios, el proceso de pasteurizado hasta su distribución en forma de leche embotelladla o derivados. Centrales lecheras (1961) publicita este asunto.

También se centra en el progreso de los cuidados del ganado bovino Bonita y Pintada (1961). Son éstas dos terneras. La primera va a una estabulación modelo en tanto que la segunda está en condiciones higiénicas pobres. La primera está sana, pero la segunda contrae tuberculosis y hay que sacrificarla, como a la quinta parte de la cabaña española de vacuno, con la consiguiente pérdida económica y el riesgo de contagio para el ser humano.

Cómo evitar la erosión (1962) supone la puesta al día de otra de las preocupaciones habituales del Marqués de Villa Alcázar: la erosión de las tierras de cultivo. Ahora se trata de estaciones de estudio y de la vieja solución del aterrazamiento, que lleva propugnando desde hace años y para cuya creación el Servicio de Conservación del Suelo proporciona consejo a los agricultores.
Nociones elementales sobre el motor de explosión (1962) y Cómo se cuida el motor de explosión (1962) constituyen un díptico de divulgación mecánica. Gráficos, maquetas, esquemas y experimentos de laboratorio sirven para explicar el funcionamiento del motor de explosión. Sólo el último minuto de película aprovecha fragmentos de otros documentales para explicar sus aplicaciones a la maquinaria agrícola. El segundo está dedicado al mantenimiento de los motores: engrase, ventilación, limpieza. Productos fitosanitarios (1966) y Con las máquinas… ¡precaución! (1966), dos de sus ultimísimos documentales siguen esta misma línea. Parece claro que a estas alturas el Marqués de Villa-Alcázar ya había dicho cinematográficamente todo lo que quería decir, de modo que Huellas de España en California (1961) se puede considerar su obra testamentaria. Aquí regresa a una de sus obsesiones, la californiana, en una película financiada por la Fundación del Amo. Una panorámica histórica habla de la labor evangelizadora de los misioneros franciscanos en la costa del Pacífico. La fiebre del oro agosta tierras y trae el vicio a aquellas tierras y la colonización rusa se propone como antesala de la penetración del comunismo en Norteamérica. De este modo, divididos los estados que terminarían conformando Estados Unidos por su política pro o antiesclavista y geográficamente por las tribus indígenas, la labor evangelizadora de España en California habría contribuido a fijar las fronteras de la civilización occidental, frente al actual enemigo común en plena guerra fría. Este es el delirante mensaje con el que concluye el documental en el que adivinamos la mejor intención por parte del Marqués.


Por desgracia, no se conservan materiales de Creer y saber (1963), que al parecer constituía un epílogo en clave personal a su carrera como cineasta, constituyendo en cierta medida un díptico con el anterior.

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