domingo, 18 de junio de 2023

la buena caligrafía de josé maría forqué (11)

Jaime de Armiñán, Enrique Llovet y Forqué escriben un guión y un puñado de canciones que sirvan de vehículo a Rocío Dúrcal, la estrella juvenil con la que Época Films pretende ganar por la mano a una Marisol de dieciséis años que los Goyanes no tienen más remedio ya que convertir en adolescente; es el año de Búsqueme a esa chica (Fernando Palacios, 1964), junto al Dúo Dinámico. Rocío no tenía ya diecisiete años, como aseguran el título y la canción —“No me entienden, / No me entienden/ Ni yo quiero que me quieran entender. / Tengo diecisiete años. / ¡Qué enfermedad! / Cuando tenga dieciocho / Se me curará”—, sino diecinueve, así que la pugna por el nicho de mercado sigue ahí. La cinta es un musical familiar que fagocita, con pretensión irónica, cuentos infantiles como Blancanieves y los siete enanitos —Rocío (Dúrcal) escapa de su madrastra (Luz Márquez) y se instala en una casita del bosque con siete alfareros (Roberto Font, Luis Peña et al.)—, Ricitos de oro y los tres ositos —por cuenta de la llegada de Rocío a la casa del bosque—, Caperucita Roja —con un prestamista disfrazado de chino (Ángel Ter) ejerciendo de lobo feroz—, o El sastrecillo valiente —con el aspirante (Pedro Osinaga) al amor de Rocío luchando contra el gigantesco panadero (Ricardo Palacios)—. No obstante, ante el temor de haber ido demasiado lejos en la deriva inverosímil, los guionistas se sacan al final de la manga que todo podría haber sido un sueño. ¿O no? Con este envoltorio van incluidos un montón de buenos sentimientos, la defensa de la familia numerosa y algún diálogo ocurrente. 

El exdirector de Cinematografía, Gabriel García Espina, reconvertido en crítico de ABC [5 de junio de 1964] se deshace en elogios almibarados cuando se estrena Tengo 17 años (1964):

Un precioso cuento de Navidad ha salido de las manos de José María Forqué para los diecisiete años floridos de Rocío Dúrcal. Un cuento reminiscente de viejas historias infantiles; un cuento poético, con hermosa gracia literaria y dialogal que refresca el blanco lienzo de la pantalla con el sol cantarino de la belleza y la inocencia.

Forqué recicla algunas localizaciones —la gasolinera de 091, policía al habla (1960)—...

 

... símbolos —la pecera como metáfora de la reclusión del protagonista de La noche y el alba (1958)—...


... y avanza motivos que tendrán mayor desarrollo en el segundo y último musical de su filmografía: la China de cartón-piedra de ¡Dame un poco de amooor...! (1968). 

La cinta es una suerte de segunda parte de Los chicos con las chicas, que dirigiera el año anterior Javier Aguirre al servicio de la banda y su “Black Is Black”. Para la ocasión un heterogéneo equipo de guionistas urde una trama con malvados discípulos de Fu-Manchú (Luis Peña), la bella hija oriental (Rosenda Monteros) de un científico que debe proporcionar al villano una fórmula con la que someter la voluntad de toda la Humanidad y, por supuesto, las canciones de Los Bravos, con los hits “Bring a Little Lovin” y “Make It Last”. Forqué no está del todo a gusto y tira por el lado tebeo, con onomatopeyas batmanianas, estupendas secuencias de animación psicodélica firmadas por Francisco Macián, y concediendo carta blanca a Luis Peña en la encarnación del delirante Fu-Manchú. Álvaro de Luna interpreta un papel que es todo un catálogo de sus habilidades como cascadeur, igual que el año anterior en Las que tienen que servir. También salen Tip y Coll pero no comparten escena pues era antes de su emparejamiento.

No hay comentarios:

Publicar un comentario