domingo, 27 de noviembre de 2022

metido a productor

Entre 1954 y 1956 Luis Marquina de dedica, sobre todo, a producir y escribir guiones para otros. En 1956 funda la marca Producciones DIA y con ella saca adelante proyectos dirigidos por Antonio Román, Jerónimo Mihura y, sobre todo, Luis César Amadori.

En buena lógica —escribía su hija en 1983—, parecía el momento idóneo para, por fin, dedicarse a dirigir a sus anchas, sin imposiciones ni ataduras, ¿no? [...] Pues resulta que no, que no sabe imponerse a sí mismo, o que no lo desea. Que, sabe Dios por qué recónditas razones, decide contratar a otros directores para sus películas. ¿Por qué? Claro está que la productora no le vino llovida del cielo, ni heredó el dinero de ningún tío de América, ni le tocó la lotería... Obtuvo simples préstamos, a costa de mucho batallar y gracias a esa estela de hombre formal, profesional y conocedor del medio, como garantía. [Teresa Marquina: “Una semblanza de Luis Marquina”, en Julio Pérez Perucha: El cinema de Luis Marquina. Valladolid: Semana Internacional de Cine, 1983, pág. 16.]

Congreso en Sevilla (Antonio Román, 1955) es un proyecto gemelo a Las últimas banderas (1954). Si en ésta Marquina había terminado sustituyendo a Román en la dirección, Congreso en Sevilla estaba destinada a ser una nueva película de Velázquez Producciones Cinematográficas —la productora de Román y Pedro de Juan— que el realizador llevó a Marquina en una suerte de quid pro quo financiero. La cinta es una comedia protagonizada por Carmen Sevilla, Fernando Fernán-Gómez y Manolo Morán, con algunos toques de humor excéntrico y algún apunte satírico sobre la “españolada”. La cinta tuvo buena acogida por parte del público y la crítica, y el director recibió varios reconocimientos. O sea, que supuso un paso en la dirección correcta por parte de Marquina como productor debutante. [Pepe Coira: Antonio Román, un cineasta de la posguerra. Madrid; Editorial Complutense, 2004, págs. 175-181.]

Los maridos no cenan en casa (Jerónimo Mihura, 1956) es una película protagonizada por Zori, Santos y Codeso de la que ya hablamos al abordar la carrera del mayor de los hermanos Mihura: https://documentitosdeunindocumentado.blogspot.com/2017/08/jeronimo-mihura-15.html. Como decíamos allí, Marquina habría preparado el guión para dirigirlo él mismo en 1951 en los estudios Roptence, para los que estaba haciendo entonces El capitán Veneno, pero la quiebra de estos dio al traste con el proyecto.

Historia de un joven pobre / Il romanzo di un giovane povero (Marino Girolami, 1958) es una coproducción de Marquina con la Theseus Cinematografica de Roma. Adaptación de una novela de Octave Feuillet que ya había sido llevada previamente a la pantalla media docena de veces, por la parte española protagonizan la cinta Susana Canales y Gustavo Rojo, y se hace cargo de la fotografía José F. Aguayo. En Italia obtiene el nihil obstat sin el más mínimo contratiempo el 25 de marzo de 1958. La inaccesibilidad de la película en ambas versiones me impide valorar adecuadamente sus méritos, si es que los tuvo.

Marquina debió programar El pasado te acusa (Lionello de Felice, 1958)—una intriga criminal protagonizada por Alberto Closas, Luis Peña, Luz Márquez y Gino Cervi— como una coproducción, según atestiguan el guión y la dirección de De Felice y el protagonismo de Cervi, pero por algún vericueto administrativo se perdió la operación internacional y la cinta quedó acreditada con nacionalidad exclusivamente española. Un asesinato y dos intentos más durante la luna de miel de los protagonistas en un castillo edificado en una isla sustentan una trama con un puñado de sospechosos, un policía cachazudo y unos recursos un tanto manidos. En Italia no se estrena hasta 1963 con el título de L’accusa del passato.

Closas había estrenado la comedia Una muchachita de Valladolid de Joaquín Calvo Sotelo en el teatro de la Comedia el 10 de abril de 1957. El éxito propició su versión cinematográfica, promovida por  Marquina para su propia marca. Tras el estreno de La violetera (1958), Una muchachita de Valladolid (1958) y ¿Dónde vas Alfonso XII? (1959), el argentino Luis César Amadori parece asentado definitivamente en el cine español y capaz de llevar adelante proyectos suntuosos, con despliegue de medios y repartos de prestigio. Una gran señora (1959) continúa la línea de Una muchachita de Valladolid, que quedará rematada con Un trono para Cristy / Ein Thron für Christine (1960). Las tres son adaptaciones de altas comedias teatrales y en la confección de sus guiones figura Marquina en lugar preeminente.

Cuando se organiza la adaptación cinematográfica de la comedia de Enrique Suárez de Deza Una gran señora la argentina Zully Moreno, la mujer de Amadori, será la encargada de asumir el personaje titular, una modelo de una casa de alta costura llamada Charo a la que por su apariencia señorial todos llaman “la condesa”. La da la réplica femenina Isabel Garcés, primera actriz del teatro Infanta Isabel durante décadas y debutante en la pantalla, en el papel de lady Chrysler, una excéntrica millonaria. Ésta confunde a Charo con una auténtica aristócrata y la invita a su residencia de Estoril, pero como la casa de modas de madame Rasy (Yvette Lebon) está al borde de la bancarrota, ésta decide apoyar la superchería con toda su colección a fin de que lady Chrysler invierta en la empresa unos cuantos millones que le sobran. En una doble pirueta de falsas identidades, Charo ha sido cortejada en su condición de trabajadora por el misterioso Adolfo (Alberto Closas), con el que se encuentra en casa de lady Chrysler convertido en un petimetre y con el nombre de Willy. Además, parece no reconocerla. El enredo se prolonga a lo largo de todo el segundo acto y culmina de nuevo en Madrid cuando Charo descubra que Adolfo y Willy son gemelos, que el primero había renunciado a su título para ganarse la vida tocando el violín y que el segundo no está dispuesto a renunciar a su amor. Es en este último acto cuando el insostenible (y sostenido) embrollo que alimenta los sueños de Charo desemboca en un auténtico final de screwball comedy, que hubiera precisado de un ritmo más rápido y con la habilidad de un Lubitsch, un Leisen o un La Cava. 

Un trono para Cristy, de nuevo dirigida por Amadori y protagonizada por Zully Moreno, debió ser un proyecto de Marquina que encontró algunas dificultades porque al final la participación española en la producción fue asumida por Procusa. Otro tanto ha ocurrido con Madrugada (Antonio Román, 1957), una adaptación de un drama de Antonio Buero Vallejo que Marquina le ha propuesto a Román, pero que oficialmente está producida por Máximo Gómez Martín:

Que la película no tuviese éxito no debió de sorprender ni a Antonio Román ni a Marquina, que jugaban con un bajo presupuesto para limitar el riesgo de la producción. Ésta había sido asumida por Máximo Gómez Martín, en su primera y última aventura conocida como productor, asociado hacia el final del proyecto con Marciano de la Fuente, Posteriormente, Luis Marquina obtendría los derechos de aquel film que él había propiciado. [Pepe Coira: Op. cit., pág. 200.]

La relación con Amadori propicia que se incorpore al equipo de guionistas de ¿Dónde vas, Alfonso XII? y su secuela ¿Dónde va triste de ti? (Alfonso Balcázar, 1960).

La actividad de Marquina en Producciones DIA cesa con el fin de la década. En 1966 cede los derechos de sus películas al jefe de producción Miguel Tudela, que dedicará la marca al pujante mercado de las coproducciones de cine de género. [Esteve Riambau y Casimiro Torreiro: Productores en el cine español: Estado, dependencias y mercado. Madrid: Cátedra / Filmoteca Española, 2008, pág. 654.]

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