domingo, 14 de mayo de 2017

jerónimo mihura (2)

 


Las intenciones de Don Viudo de Rodríguez (1935) quedan claras ya desde la elección de los protagonistas: José Álvarez “Lepe” y Carlos Saldaña “Alady”.

Alady asciende desde los cafés cantantes del barrio chino a los music-halls del Paralelo barcelonés. También consigue labrarse un nombre en Madrid. A mediados de los años veinte se convierte en punto fuerte del Teatro Romea, contratado por el empresario Juanito Carcellé. En Madrid hace amistad con los de la tertulia de La Granja del Henar, a la que acude gracias a su amistad con Enrique Jardiel Poncela, que había escrito varias letras para sus números musicales. Alady establece una sólida amistad con Miguel Mihura, quien comienza ese mismo año una relación laboral con la compañía que se abre con el encargo de escribir letras para alguno de sus números musicales y que le lleva a diseñar escenarios, escribir gags y piezas completas e incluso embarcarse en una breve tournée. En ella, Mihura quedará completamente fascinado por su alocado ambiente de viajes, pensiones baratas, músicos negros y chicas guapísimas, como “las seis princesas Rieddjiech” y especialmente una bailarina de Santander con la que tendrá un fugaz romance. Mucho de todo ello se encontraría en su Tres sombreros de copa.

Como reclamaba Jerónimo en sus escritos pioneros sobre la comedia cinematgráfica, la presentación de Alady en Don Viudo de Rodríguez descansa sobre el humor físico, impresión reforzada por una música que nos remite a la pianola que acompañaba las proyecciones de cine mudo. Los hermanos Mihura buscan en la comicidad de Alady el aliado perfecto para poner cara y gestos a este nuevo humor que intentan llevar a la pantalla.  

Don Viudo de Rodríguez cuenta además con la interpretación de “Lepe”, otro caricato emparejado con Alady en los escenarios en estos años. Los dos son cómicos con gran atractivo en el ambiente revisteril madrileño y barcelonés. Juntos han conocido ya el bautizo cinematográfico en una serie de producciones del empresario francés afincado en Cataluña Henri (Enrique) Huet.

Don Viudo de Rodríguez narra la historia de un hombre, Alady, que acude a la consulta de Lepe, un mago capaz de ver con la ayuda de un abanico quién será la mujer con la que se casará algún día. Poco importa, de todos modos, la historia: la película es la creación más libre y desconcertante de la carrera literaria y cinematográfica de Miguel Mihura, lleva al extremo los márgenes de su humor más absurdo, y muestra una feliz unión entre sus textos y viñetas de Gutiérrez y el tono más anarquista del cine cómico mudo. Una slapstick comedy en toda regla, remarcado por el uso de la banda sonora y la interpretación de Alady, basada en ese humor físico que reclamaba Jerónimo en su época de crítico.

Don Viudo de Rodríguez no excluye, al contrario que las películas de Maroto, dominadas por la farsa, apuntes de metáforas vanguardistas, patentes en numerosos gags visuales: un piano que tiene en sus cuerdas ropa tendida, el asesinato de un personaje pintado en un cuadro, la lluvia que cae sobre una cama cuando Alady se pone a cantar tumbado en ella… Elementos puramente surrealistas que muestran la seguridad de un Mihura que ya no se siente dependiente exclusivamente del ingenio de sus diálogos. En resumen, el humor de los Mihura al cien por cien, sólo que en bruto, sin desbastar ni pulir. ¿Es posible que esta fuera la puesta en escena que preveía Miguel para sus Tres sombreros de copa? ¿O hay que atribuir a la impericia del novel Jerónimo el estatismo de algunos momentos?

Guillermo Linnhoff, antiguo compañero de Jerónimo en tareas críticas, le dedica unas líneas elogiosas en La Nación, calificándola de “astracanada cien por cien” y señalando que “la película es de constante risa”.

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