domingo, 21 de mayo de 2017

jerónimo mihura (3)


Cuando se produce la sublevación del ejército en África, el 17 de octubre de 1936, Jerónimo está trabajando en Cádiz como ayudante de dirección en Asilo naval (Tomás Cola, 1936). La película tiene por escenario en buque-escuela Juan Sebastián Elcano. Buena parte del equipo, entre ellos Jerónimo, se pone a las órdenes de las fuerzas sublevadas, que han tomado el Ayuntamiento y el Gobierno Civil. De hecho, trasladan el equipo eléctrico a Algeciras para apoyar el desembarco de las primeras tropas que desembarcan en la península procedentes de África. Jerónimo se reincorpora entonces a un puesto en una oficina de Correos de la zona controlada por los rebeldes, pero en breve se trasladará a París y, desde allí, a San Sebastián. Desde allí, intercede para que Miguel y su madre puedan reunirse con él.

A partir de principios de 1937, los hermanos Mihura se instalan con su madre en San Sebastián. Miguel dirige La Ametralladora, en la que Jerónimo se encarga de la página de pasatiempos. Tenemos el testimonio del entonces adolescente Álvaro de Laiglesia:  “llega a la Redacción muy temprano, se sienta ante una mesa, hace cuadritos con tinta china, piensa palabras complicadas, las dibuja meticulosamente, nos dice que no hablemos alto y luego se va (...). Cuando en cualquier sitio ve a un lector que se afana por descifrar sus crucigramas, él, que es muy bueno, siente el deseo de acercarse y prestarle ayuda. Nosotros le tenemos que contener”. (Álvaro de Laiglesia: “La Ametralladora vista por dentro”, en La Ametralladora, núm. 107, 12 de febrero de 1936.)

Al finalizar la guerra, realizan los mismos cometidos que habían tenido en CEA en los estudios Fono España. El gobierno franquista estaba a punto de imponer el doblaje obligatorio de los filmes extranjeros y los Mihura trabajan a buen ritmo en su nueva empresa; según las anotaciones de Jerónimo, sólo en 1940 realizan el doblaje de quince películas.

Mientras Miguel Mihura trabaja en sus dos películas con Antonio Román, Boda en el infierno (1942)  e Intriga (1942), Jerónimo debuta en la dirección de largometrajes con Aventura (1942).No es un encargo que le llegue rodado; a su inexperiencia en este cometido se une una falta de ambición que él mismo reconoce: “dirigir es tan difícil, cuando se tiene conciencia de su complejidad, que yo, que llevo tantos años metido en el cine, no me he atrevido a hacerlo. A ello aspiro; pero sin prisas” (Primer Plano, núm. 26, 13 de abril de 1941).

Cuando la productora Cepicsa, en la que figura como consejero el escritor falangista José María Alfaro, antiguo amigo y contertulio de Enrique Jardiel Poncela y Alfredo Marqueríe en el Café Europeo, acepta un guión de éste último, el escritor aprovecha la ocasión para enchufar a su amigo.

Aventura narra la historia de una actriz, Ana (Conchita Montenegro) que, llegada a un pueblo en una tournée, se enamora de un campesino que piensa fugarse con ella y abandonar de este modo a su familia, aunque finalmente ambos personajes comprenden que su historia es imposible y deciden seguir con sus vidas habituales. Y lo primero que salta a la vista en la película es su abierta voluntad de comedia sofisticada, aunque este punto de partida se vea inmediatamente desbaratado por un desarrollo argumental que, apenas llegada Conchita Montenegro al pueblo, deriva en melodrama rural con todos los ribetes cultistas y especulares anejos al hecho de que haya una compañía teatral en él.

La película se abre con una escena sorprendente. Un grupo de guerreros medievales emboscados arrojan sus lanzas... contra un automóvil. El conductor dispara al aire con una pistola y los guerreros se echan cuerpo a tierra. El malentendido se aclara con la aparición de Godofredo Rodríguez (José Isbert), el gerente de la compañía teatral. Los huidos han robado la recaudación mientras efectuaban el ensayo general.

A partir de ahí, Aventura flirtea puntualmente con el slapstick y muestra las imágenes más tópicas de cualquier cinta española de ambiente rural. Verbigracia: gallinas picoteando, mujeres bordando, viejos liando picadura de tabaco... Todo resulta tan déja-vú que Ana, al entrar en casa de Andrés (José Nieto), no puede evitar exclamar: “parece el tercer acto de La malquerida”. Pero ello no impide la súbita conversión de Ana a la vida campestre, igualmente plagada de escenas tan tópicas como la recogida conjunta de flores o el retoce en los almiares. Claro está que sumida en tan grato ruralismo, Ana no puede dejar de exclamar cómo en la ciudad “todo es mentira, se le ve la trampa. Aquí todo es verdad”. Mientras la mujer de Andrés, Flora (Maruja Asquerino), sigue cuidando de la casa y de su criatura. Toda una línea que nos llevaría desde Sunrise y su tipo inocente seducido por la mujer de ciudad, hasta la alabanza de aldea y el desprestigio de Corte del teatro del Siglo de Oro. No en vano, la obra que representan los cómicos es Peribáñez y el comendador de Ocaña.

Pese al aleccionador final, la historia de amor entre una cómica y un hombre casado y con zagal no podía dejar de crear problemas. Aventura no se estrena hasta el 10 de julio de 1944, dos años después de su inicio, fuera de temporada y absolutamente de tapadillo. ¿Las causas? Poco claras. Emilio Sanz de Soto indica que pudiera deberse a un problema jurídico que cuestionaba a Alfredo Marqueríe como autor del argumento.

No hay comentarios:

Publicar un comentario