domingo, 11 de junio de 2017

jerónimo mihura (6)

Cuando llegue la noche (1946) está basada en la obra teatral homónima que Joaquín Calvo Sotelo ha estrenado, con buena acogida crítica, en enero de 1943. Su adaptación a la pantalla lleva rumiándose ya desde finales de ese mismo año: se habla de Juan de Orduña como posible director, pero parece que no es más que un rumor lanzado por los estudios Roptence para crear expectación dado el éxito que está alcanzando el realizador con sus cintas para Cifesa. Al no llegar la idea a buen puerto, Joaquín Calvo Sotelo, que ya ha colaborado con Miguel Mihura en ¡Viva lo imposible! o el contable de estrellas, decide ofrecérselo a Jerónimo, que no puede acometer el rodaje hasta salir del purgatorio de sus cortometrajes de tema religioso. En esta ocasión Carlos Blanco firma el guión definitivo en solitario, en tanto que Jerónimo se hace cargo del guión técnico, función encomendada al director en estos años y que tiene bien aprendida por sus años como ayudante. De la producción se hace cargo Marta Films, la productora de Norberto Soliño, exresponsable de Cifesa en La Habana y artífice de la Hispano Film Produktion en Berlín.

El melodramático argumento sigue a Magda (Irasema Dilian) mientras huye de su padrastro, que alberga contra ella las peores —o las mejores, según él— intenciones. Magda parte en tren con la intención de llegar a un puerto de mar y embarcarse hacia algún lugar remoto, pero el ferrocarril queda bloqueado por el mal tiempo, así que, ni corta ni perezosa, contrata a Guillermo (Julio Peña), un piloto que debe sacarla del refugio en el que ha quedado bloqueada. Por supuesto, Guillermo se ve también obligado a pernoctar allí. Y descubrimos el intríngulis: Magda era ciega hasta hace poco y si ha recuperado la vista ha sido gracias a una operación realizada por su padrastro. A pesar de las amenazas de éste de que la ceguera —“la noche” del título— puede volver en cualquier momento, Magda renuncia a regresar con él y se casa con Guillermo. Pero estalla la Guerra Civil y a Guillermo le requiere el servicio. Ella se despide aparentando entereza pero intuye que aquello es una adiós definitivo. La película finaliza “implorando Magda a Dios que a su hijo que ha de nacer, le dé un corazón más fuerte que el de su padre y la luz en los ojos que ella está perdiendo” (Sinopsis AGA). Todo un derroche de excesos al que el programa de mano intenta quitar hierro, mostrando una simpática imagen de Irasema Dilian y Julio Peña comiendo y bromeando y una frase publicitaria que reza: “ellos sabían su tragedia, pero supieron caminar con humor hacia su destino”. Y, precisamente, en este aspecto incidía Jerónimo Mihura durante el rodaje:

Se pueden hacer comedias, biografías, drama, historia, etc., siempre que respondan a una manera de ser de los españoles. Y Cuando llegue la noche tiene esa virtud. A mí no me parece bien para nuestras películas la frivolidad que no sentimos, las costumbres que no aceptamos, pero de esto a que no se hagan comedias alegres y divertidas hay mucha diferencia. La vida española no es sólo drama ni historia; también tiene humor -un humor exquisito- y frivolidad bien entendida, es decir, desenvoltura y alegría. Y esto lo podemos hacer perfectamente los españoles sin alterar nuestra manera de ser. [Pío García: “En el rodaje de Cuando llegue la noche”, en Primer Plano, núm, 296, 16 de junio de 1946.] 

El reportaje también dedica espacio al trabajo con maquetas desarrollados en los estudios de la CEA y al posible romance entre los protagonistas. Con todo, no parece una película destinada a perdurar en la memoria del espectador. Ni tan siquiera en la de su director, que al cabo de los años sólo recordaba la belleza de las dos protagonistas femeninas, Irasema Dilian y Guillermina Grin, y que el rodaje tuvo lugar en la sierra, “en medio de la nieve, y con mucho frío. Los decorados eran muy grandotes, muy destartalados, muy malos para mi gusto”.

Entrevistado en Chicote en julio de 1946, Jerónimo asegura que su propósito es descansar durante el verano y ponerse luego con dos adaptaciones. La primera sería Time and the Conways, del dramaturgo británico J. B. Priestley, adaptada por Luis Escobar como La herida del tiempo y estrenada con éxito resonante en 1942 en el teatro María Guerrero, que él mismo dirigía. La otra, “una película cómica, basada en una conocida obra teatral... No puedo decirte el título porque están en el aire las negociaciones. Tan sólo te diré que si cuaja se rodará en Barcelona”. [Francisco Narbona: “Jerónimo Mihura proyecta llevar a la pantalla una novela inglesa”, en Cinema, núm. 7, julio de 1946.]

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