El hecho de que mi participación individual en Paul Naschy / Jacinto Molina: la dualidad de un mito sea mínima y, además, referida a un título escasamente significativo en su filmografía, me permite acercarme a este ensayo colectivo sin prejuicios. De ahí que esta reseña encuentre hueco entre los documentitos de un indocumentado alérgico al autobombo.
Lo primero que conviene señalar es la vocación totalizadora del volumen concebido y coordinado por José Luis Salvador Estébanez con las mismas premisas que guiaron el Dossier Naschy en La Abadía de Berzano en 2011: ofrecer una amplia perspectiva de la obra de Paul Naschy que rehúya tanto la hagiografía como la descalificación global. Para ello se ha rodeado de un extenso equipo de colaboradores que van de los especialistas locales en fantaterror a los estudiosos del cine de género en Europa y Japón, que aportan miradas más distanciadas a determinadas parcelas de su trabajo. Estos recorridos transversales se completan con otros interdisciplinares que intentan nuevas aproximaciones -desde la sociología o la filosofía, por ejemplo- a un corpus en absoluto refractario al análisis, como hasta ahora parecía. Menos sugestivo parece el apartado dedicado a las entrevistas con colaboradores de la última etapa, más interesados, algunos, en alimentar su propia leyenda que en adentrarse en zonas de la producción B -o directamente Z- que suelen permanecer en la sombra y cuyo testimonio deberían iluminar.
El bloque capital dedicado a la antología crítica abre el volumen y constituye un recorrido integral por la filmografía del cineasta madrileño, desde sus primeras colaboraciones como guionista y actor de reparto hasta las últimas intervenciones en documentales sobre su significación en la historia del cine español de género. La presencia del coordinador en este apartado, no invasiva pero sí regular, confiere cierto tono unitario al texto. Destacan por la potencia de su discurso varias reseñas firmadas por Adrián Sánchez Esbilla, en las que la información documentada e, incluso, la mirada incisiva de otras aportaciones, se desborda en una comprensión exacta de la adecuación de determinadas coordenadas genéricas internacionales -la revisión de los monstruos clásicos por la británica Hammer Productions o el éxito taquillero del giallo italiano- a la realidad de la España contemporánea y a la propia idiosincrasia de su creador.
Los títulos fundamentales de los ciclos del hombre-lobo Waldemar Daninsky y del caballero nigromante Alaric de Marnac reciben pareja consideración que las películas valoradas mayoritariamente como puntos álgidos de su obra como director -Inquisición (1977), El huerto del francés (1977) o El caminante (1977)- que, no serán clásicos incontestables de la historia de nuestro cine, pero resultan, al menos, indiscutibles como adaptaciones de productos populares a modelos culturales de indiscutible raigambre celtibérica.
"Naschy invisible", el apartado dedicado a su obra nonata, es una de las piezas fundamentales del volumen. A su valor arqueológico -se encuadran aquí cuantas sinopsis, tratamientos y guiones no realizados duermen en los estantes de la Biblioteca Nacional y Filmoteca Española- se suma un análisis de personajes, temas y situaciones que, si no llegaron a la pantalla en su formulación primigenia, encontraron acomodo de un modo u otro en siguientes entregas de su filmografía. La prolificidad de Naschy no excluía la fidelidad a una serie de motivos recurrentes -la soledad del diferente, el cultismo, los desdoblamientos propios y la duplicación de los personajes femeninos como representantes del bien y el mal, el romanticismo desaforado...- y a estructuras propias del serial cinematográfico y de la novela de a duro. Precisamente, a su faceta como autor de novelas del Oeste con el sobrenombre de Jack Mill o Mills dedica Carlos Díaz Maroto un texto de tono adecuadamente divulgativo, aunque podría haber incidido un poco más en el contexto de las series del Oeste en la editorial Rollán, conocida sobre todo por su célebre colección FBI.
Sus dos largometrajes documentales sobre el Museo del Prado y el Palacio Real, las colaboraciones con cortometrajistas, los especialistas en efectos especiales -sobre todo, de maquillaje- que le acompañaron a lo largo de su carrera son algunas de las facetas generalmente reducidas a una nota a pie de página, que en esta ocasión tienen un desarrollo acorde con el propósito de recorrer, de manera también transversal, la trayectoria profesional de Naschy. En cambio, artículos como el dedicado por David Pizarro a las influencias, homenajes y préstamos más o menos reconocidos en la filmografía naschyana precisará de un lector con un conocimiento extenso del cine fantástico clásico y contemporáneo, so riesgo de perderse en la fronda de títulos citados. Claro, que si un artículo como éste no encuentra acomodo aquí, ¿dónde iba a hacerlo?
Las relaciones de Naschy con el mercado francés y con la industria japonesa pueden leerse como cara y cruz de una misma moneda, la del profeta fuera de su tierra. Es éste un leitmotif que acompañó a Naschy en su dolorosa travesía del desierto y que Valentin Guermond se encarga de rastrear hasta la última edición en VHS en el primer caso y Daniel Aguilar de desmitificar en el segundo, en la que probablemente sea la pieza más polémica del estudio.
La reseña de las (auto)biografías de Paul Naschy y toda clase de apéndices filmográficos y bibliográficos completan un ensayo caleidoscópico, imprescindible para conocer no ya a Jacinto Molina -el hombre tras la máscara de Paul Naschy-, sino la evolución de una parte de la industria del entretenimiento en España y su proyección internacional en el último tercio del siglo XX.
José Luis Salvador Estébenez (ed.):
Paul Naschy / Jacinto Molina: La dualidad de un mito
Vial of Delicatessen, 2017.
ISBN: 978-84-947794-0-4
640 págs.
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