domingo, 22 de diciembre de 2019

lazaga 101 (29)


En un cine tan apegado a lo cotidiano como el de Lazaga resulta extraño encontrar obras que se inscriban en el fantástico. Largo retorno (1975) lo hace sin tapujos. Con Love Story (Arthur Hiller, 1970), la adaptación de la novela de Erich Segal, arrasando en las taquillas de todo el mundo y el creciente interés del público español por los asuntos esotéricos, paranormales y fantacientíficos, no es de extrañar que la industria cinematográfica española decidiera apostar por la primera novela de Germán Ubillos, publicada en 1974 por Prensa Española después de que su autor hubiera recibido, a pesar de su extremada juventud, dos prestigiosos premios teatrales. Más allá de la tibieza en el tratamiento de la posible vertiente fantástica de la historia, Largo retorno está teñida de un sentimentalismo que no se atreve a explorar hasta sus últimas consecuencias el romanticismo de la historia que plantea. Las dos caras del amor más allá de la muerte que se atisban en el argumento se obvian por exceso de cautela, en tanto que un maquillaje lamentable se encarga de torpedear la credibilidad del relato en su último tramo.

La primera vez que comen juntos David (Mark Burns) y Anna (Lynne Frederick), él le espeta: "Hoy es el primer día del resto de tu vida". Y ella musita la frase buscándole un significado transcendente que sellará el destino de su amor.  David es un arquitecto comprometido con la calidad y la habitabilidad de los edificios que construye. Anna, la hija de unos padres riquísimos, está dispuesta a vivir la vida a tope. Se enamoran, se casan, pasan su luna de miel en Venecia, siguen siendo felices... pero ella empieza a tener extrañas ausencias. Poco después se descubre que padece una extraña enfermedad incurable y que la única solución es la crionización hasta que se encuentre una cura para su mal. Entre recuerdos de la luna de miel en Venecia y la veneración de la ausente pasan cuarenta años en los que David se convierte en un anciano, hasta que un buen día el doctor Aguirre (Juan Diego) le anuncia que ya hay curación y que se puede despertar a Anna. Queda entonces el choque con la realidad de un mundo que ha cambiado radicalmente -entre otras cosas porque todo el mundo viste con jersey de cuello cisne y chaleco- y de la vejez de David. El reencuentro requiere de cierta preparación para ambos...

Con Terapia al desnudo (1976) vuelve Lazaga a adentrarse en los dominios del fatástico, pero ahora desde la perspectiva de la comedia sexy. Va la cosa de que un hombre (Íñigo) sufre un accidente en un taxi cuando se dirige al aeropuerto de Barajas con un maletín lleno de dinero. La proximidad de la clínica del doctor López Armayor (Alfredo Mayo) hace que sea conducido allí, donde se manifestarán unos inesperados efectos secundarios. Le atiende la doctora Esteve (Carmen Sevilla) cuyo marido (Juan Luis Galiardo) se encuentra en Canadá en viaje de estudios. El hombre viajaba sin documentación y el maletín despierta las sospechas de la policía, aunque el inspector Sánchez (Manolo Zarzo) no consigue sacar nada en claro pues el paciente iba indocumentado, se ha quemado las manos -por lo que no se le pueden tomar las huellas dactilares- y dice sufrir una amnesia absoluta. Sin embargo, parece haber adquirido un poder hipnótico especial mediante el que cualquier mujer que cae bajo el influjo de su mirada siente la necesidad perentoria de desnudarse. Tanto va el cántaro a la fuente, que la doctora Esteve termina en la cama de su paciente y su marido... la alienta a que le cuente la experiencia para presentarla en un simposio internacional. En el sanatorio, el doctor Ríos (Ramiro Oliveros) contempla las idas y venidas a la habitación del convaleciente con profundo interés clínico. Además, la llegada de un nuevo médico al sanatorio (Fernando Hilbeck) aumenta las opciones de la combinatoria amatoria. Después de una apasionada cópula con una enfermera (María Salerno), al intentar escapar del hospital, el amnésico es atropellado por un taxi. la consiguiente conmoción cerebral le hace recuperar la memoria... pero a costa de recuperar la memoria y tener que enfrentarse a la realidad.

Lazaga aborda tardíamente la comedia sexy al modo italiano. Los planos en topless de María Salerno suponen un paso adelante en lo que se ha visto hasta este momento en las pantallas españolas, pero Carmen Sevilla, que sirve de reclamo para el público, aparece en todas las escenas púdicamente tapada con una sábana o en combinación. Los chascarrillos -"Acaban de operarlo". "¡Pobrecito mío, qué le habrán cortado!"- o las dudas del personaje interpretado por Fernando Hilbeck tras despertar en la cama del paciente, preludian los caminos por los que transitará la comedia "de destape". A todo esto, Lazaga apenas se prodiga como realizador imaginativo, como no sea en las escenas de las sesiones de hipnosis a las que el doctor Ríos somete a la doctora Esteve. El resto está rodado con la urgencia y desaliño ya, por desgracia, demasido habituales.

No hay comentarios:

Publicar un comentario