domingo, 6 de julio de 2025

ozores censurado (por la iglesia)

El Independiente de Granada

Recordaba Mariano Ozores en sus memorias que A mí, las mujeres, ni fu ni fa (1971) fue una propuesta de Benito Perojo y José Antonio Cascales al servicio de Peret:

Tenía entonces —y aún conserva después de treinta años— una sonrisa contagiosa que le daba un aspecto de golfo que pensé que debería aprovechar. Con la idea como base de un tipo que, para conquistar a una mujer, finge sentirse indiferente ante el sexo, escribí A mí, las mujeres, ni fu ni fa. [Mariano Ozores: Respetable público. Barcelona: Planeta, 2002, pág. 168.]

O sea, una idea que ha servido de base a cien vodeviles y que Billy Wilder e I.A.L. Diamond habían explotado con inteligencia e ironía en Some Like It Hot (Con faldas y a lo loco, 1959).

Compliqué la historia —continúa Ozores— con un psiquiatra (López Vázquez) que se impone como reto profesional curar a un paciente (Peret), que es un cantante que dice haber perdido el interés por el sexo contrario cuando, en realidad, lo que pretende es conquistar a la mujer del psiquiatra (Patty Shepard) a la que ha conocido circunstancialmente y de la que se ha enamorado. La secretaria del médico (Conchita Bautista), que está loca por su jefe, le inculca la idea de que una mujer como su esposa podría despertar en el paciente los deseos perdidos. El psiquiatra, que tiene la idea de que se han dado muchos casos de heterosexuales que se han transformado en homosexuales, pero no es conocido el caso contrario, piensa que si cura a su paciente volviéndolo a su heterosexualidad puede llegar a ser premio Nobel, y accede a pedir a su esposa que, con mesura, ceda a las peticiones del cantante. Estábamos en 1970 y la censura no puso reparos al guión. [Ibidem.]

Como se puede comprobar en el certificado de censura religiosa de la provincia de Granada que encabeza estas líneas, el organismo administrativo central la dejó pasar pero los curas granadinos, no. Pusieron hasta cinco objeciones a la copia a proyectar. Alguna de ellas tan grave como eliminar el verso de la canción titular donde Peret dice que si su mal "no tiene cura, / la vida me he de quitar / o debo ordenarme cura". No digamos ya el aligeramiento severo de la escena con "La Chanel" (Gracita Morales), la prostituta contratada para desvirgarlo, que en "el momento culminante grita y suelta tacos", o la supresión total de la escena en que el cantante se mete en la cama del dueño de la sala de fiestas y se pone a hacerle carantoñas pensando que por fin ha conseguido encamarse con la novia del psiquiatra.

 
 
Como la copia que podemos ver hoy en día conserva todos estos fragmentos, no es difícil ver los puntos de convergencia y divergencia con la contemporánea No desearás al vecino del quinto / Due ragazzi da marciapiede (Ramón Fernández, 1971). En el mundo del teatro popular en el que se ha formado Mariano Ozores hijo, la asexualidad de Pedro es sinónimo de homosexualidad y, por tanto, es posible su reversión o "curación" a la "normalidad". La focalización del relato en los personajes masculinos —el interpretado por Antonio Ozores, saturado de sexo, o el pacato psiquiatra, insensible a las insinuaciones de su prometida—, otorga a las dos mujeres que se muestran como seres deseantes un papel perversamente cómico, pues sólo podrán acceder a su objeto de deseo tras el matrimonio, en una inesperada inversión de los roles tradicionales.
 
La reconfiguración de las parejas que encuentran su verdadera media naranja en el chalé de la sierra del propietario de la sala de fiestas, sólo queda levemente violentada por el gag final que supone la reaparición de "La Chanel" falsamente embarazadísima, algo a lo que al parecer la censura eclesiástica no puso objeción alguna.
 
Del último acto en el chalé nos interesa además su condición de avance del futuro pajerestesismo. Una década más tarde, las chicas de la gran escena de enredo en la que se reúnen todos los personajes de las farsas ozorianas se despelotarán sin pudor, en lugar de llevar los discretos bikinis y picardías que constituyen el vestuario de A mí, las mujeres, ni fu ni fa.

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