Publicado previamente como hoja de sala
de la programación Flores en la sombra de Filmoteca Española,
con la colaboración de Asier Aranzubia
Sirva la inversión del lema de No-Do con la que encabezamos estas líneas para encarar con cierta distancia irónica el modo en que el noticiario oficial se enfrentó al turismo de masas en la década de los sesenta.
El fenómeno fue el principal soporte de un ciclo de crecimiento para una España que llevaba diez años de retraso con respecto a otros países mediterráneos. La entrada de divisas que supuso este inesperado fenómeno llegó a compensar el total del desequilibrio de la balanza de pagos a principios de la década de los setenta. [Ana Moreno Garrido: Historia del turismo en España en el siglo XX. Madrid: Síntesis, 2007, pág. 240.] Por entonces, a los turistas foráneos se habían sumado ya las familias españolas recién motorizadas y dispuestas a invertir sus parvos ahorros en un apartamento en la costa. Es el pico máximo del modelo denominado de “sol y playa”, que tendrá su reflejo en ficciones audiovisuales como Días de viejo color (Pedro Olea, 1967), El Baldiri de la costa (José María Font-Espina, 1968), el tríptico de Mariano Ozores cuyo máximo exponente es Manolo la nuit (1973) o la tetralogía de Pedro Lazaga que arranca con la fundacional El turismo es un gran invento (1968). Los finales moralizantes o acomodaticios —ausentes apenas en La piel quemada (José María Forn, 1967) y ¡Vivan los novios! (Luis G. Berlanga, 1970)— no son óbice para que, frente a la impresión general de que se trata de un ciclo celebratorio de los logros del régimen, todas ellas presenten ciertos apuntes críticos del boom turístico, sobre todo en lo relativo a los desmanes urbanísticos que terminarán modificando irreversiblemente las costas de los dos archipiélagos y todo el litoral mediterráneo desde Málaga a la Costa Brava.
La propaganda oficial, reorientada a lo largo de casi una década en la que Manuel Fraga se encuentra al frente del Ministerio de Información y Turismo —nótese la doble adscripción—, tiene otros objetivos, claro.
Las noticias sobre el turismo menudean en el noticiario oficial, desde “Turistas en España” de 1951 (No-Do 452-B), en donde podemos ver a los franceses que cruzan la frontera por Irún para asistir a la Semana Grande donostiarra, hasta “A dos velocidades” de 1969 (No-Do 1394-A) en el que Lola Flores luce bikini en la Costa del Sol. Por su significación social cobra especial relevancia el reportajito dedicado a la Ciudad Residencial de la Obra Sindical de Educación y Descanso en Tarragona. El proyecto fue concebido por los arquitectos Antonio Pujol y José María Monravà en 1955. En julio de 1957 el noticiario 758-A de No-Do da amplia cuenta de su inauguración por parte de José Solís Ruiz, “la sonrisa del Régimen”. Para que no haya duda a propósito de la vigilancia que el Estado y la Iglesia ejercen sobre sus administrados, la noticia se abre con una imagen de la iglesia del complejo residencial y las autoridades civiles y militares están acompañadas en todo momento por un prelado que, a buen seguro, bendeciría las instalaciones aunque el montaje no recoja ese momento. Entre ellas, se concede especial relieve a las zonas comunes —comedor, zonas deportivas— con especial énfasis en la piscina y en una bolera con una marquesina curva de hormigón que recuerda, en miniatura, a la modernísima propuesta de Arniches, Martín Domínguez y el ingeniero Eduardo Torroja para el hipódromo madrileño. Totalmente ausente, en cambio, la playa, que sólo puede contemplarse al otro lado de la línea férrea.
Sin embargo, el fondo de No-Do va mucho más allá de las cuatro mil ediciones del noticiario producidas entre 1943 y 1981. [Rafael R. Tranche y Vicente Sánchez-Biosca: No-Do, el tiempo y la memoria. Madrid: Cátedra / Filmoteca Española, 2006 (octava edición), pág. 163.] La revista Imágenes será el primer y más importante empeño del organismo en el campo del reportaje de mayor extensión y no ligado necesariamente a la actualidad inmediata. Entre 1945 y 1968 se produjeron 1.228 números. Destacamos el que lleva el número 509, El encanto de Sitges (1954).
Situada a menos de cuarenta kilómetros al sur de Barcelona, la “blanca Subur” era una localidad eminentemente marinera y moderadamente industrial cuando, en la última década del siglo XIX, se instaló allí el pintor Santiago Rusiñol. Las actividades artísticas que promovieron Rusiñol y sus compañeros de generación —Ramón Casas, Utrillo...— y la creación del museo Cau Ferrat convirtieron a la localidad en un centro turístico de primer orden y en un lugar de veraneo para la burguesía local. Claro que, antes del boom del turismo de playa, se trataba de un centro de interés sobre todo cultural. Esto es lo que viene a promocionar El encanto de Sitges, a partir de material de archivo y alguna reconstrucción por cuenta de un viejo marinero que le cuenta a su nieto cómo era la localidad en sus tiempos mozos. El palacio de Maricel y el Cau Ferrat son las dos escalas más notables de la primera mitad. Llegado el ecuador del metraje, la voz de un locutor toma el relevo de la del abuelo y nos sitúa en el Sitges contemporáneo, con sus establecimientos hoteleros —docena y media y de escasa capacidad en 1954— y, sobre todo, sus lujosas villas modernistas. Una nueva dramatización nos permite acceder a una de ellas en compañía de una dama con su perrito. Somos testigos gracias a esta maniobra de una vida ociosa en la que, en torno a la piscina, “a la hora del baño sigue la del aperitivo, un pretexto para que el anfitrión reúna en torno de él a sus amistades en un ambiente simpático, alegre y señorial”. El documental se impregna aquí de mediterraneidad y remite, antes que al estilo un tanto engolado de la propaganda oficial, al de la selecta revista de decoración Arte-Hogar, en la que la buena sociedad de la época se miraba ensimismada al espejo.
Ahora bien, en el reglamento fundacional de No-Do quedaba establecido que la entidad produciría documentales de calidad en sus diferentes modalidades, amén de colaborar con otros organismos oficiales en el ámbito de sus competencias. Tal es el caso de Felices vacaciones (1968), producción de No-Do para la Delegación Nacional de Sindicatos. Lo firma el responsable de la sección de documentales de la casa y cartógrafo de la “no ficción” española José López Clemente. Poco hay de novedoso en este recorrido por las instalaciones vacacionales de la Obra Sindical de Educación y Descanso repartidas por toda la geografía española, de la montaña —Navacerrada, en Guadarrama— al mar —Gijón, en Asturias—, del norte —Nuria, en el Pirineo— al sur —Marbella, en la Costa del Sol—. Lo heterogéneo de las residencias y chalets queda homogeneizado por una voluntad de modernidad que ha presidido la labor constructiva de la Organización Sindical en estos años. La estructura de los cinco segmentos es más o menos parecida: presentación del entorno natural en el que están enclavadas las residencias o ciudades sindicales, la gran variedad de actividades que se pueden realizar en ellas, lo módico de su precio y lo completo de las instalaciones comunes, con redoblada insistencia en el papel central que la iglesia ocupa en las ciudades. La omnipresente locución asume el papel de guía de lectura, dotando de un sentido único a las imágenes: “Con estas ciudades y residencias sindicales se hace efectivo por primera vez el turismo social como una conquista del mundo del trabajo”.
En 1954 No-Do ha iniciado la producción de documentales en color. Costa Blanca (Alberto Carles Blat, 1958) resulta insólito por dar protagonismo a dos jóvenes europeas que viajan solas en automóvil por España. Más o menos coetáneo del anterior, Paraíso mediterráneo (1957) ofrece un rápido recorrido por las tres baleares mayores. Aunque la catedral de Palma sirve de recordatorio del catolicismo hispano, la lírica locución se desentiende pronto de estos asuntos para volcarse en el paganismo helénico del mar. Y así, en Mallorca, buena parte del metraje está dedicada a los baños en recónditas calas y a la pesca submarina, en tanto que en Menorca se pone el énfasis en los deportes náuticos y la navegación a vela. En Mahón, varios planos muestran la majestuosidad del Hotel Port-Mahón, balcón sobre el puerto natural más grande del Mediterráneo. De Ibiza se apunta su tipismo. El conjunto parece dirigido al turismo europeo de alto poder adquisitivo, muy lejos del turismo de masas para clases medias y proletarias que invadirá el litoral mallorquín —sobre todo, en torno a Calviá— a lo largo de la siguiente década.
Tres lustros después, Impromptu balear (Francisco Rovira-Beleta, 1972), otro documental de la serie Documentales Color ya en Eastmancolor, hace un recorrido por los lugares y actividades más emblemáticos del archipiélago de la mano de personajes ilustres —los escritores Robert Graves y Camilo José Cela (doblado), el actor Christopher Plummer o la princesa de Borbón-Parma— que residen en las Baleares habitualmente y ofrecen al espectador angloparlante argumentos para visitar el archipiélago: el paisaje, la cultura o la gastronomía.
Pero el mayor esfuerzo hecho por el organismo oficial para promocionar las islas es A propósito de Baleares (José Luis Font, 1969). Estudiante del Centro Sperimentale di Cinematografia, Font debuta en la dirección a finales de la década de los cincuenta con algunos documentales de corto metraje y colabora en el guión de Plácido (Luis G. Berlanga, 1961). Los malos resultados críticos y económicos del único largometraje que dirigió, Vida de familia (1963), frustraron su carrera en el cine de ficción y le empujaron a volver al documental para TVE y para No-Do. A partir de 1967 y durante un lustro Font escribe y dirige docena y media de documentales en el seno de este último organismo por encargo de la Dirección General de Promoción del Turismo. Se convierte así, en el principal realizador de este tipo de productos.
A propósito de Baleares se articula en torno a una triple mirada. La institucional recurre a los monumentos megalíticos, a los versos de Rubén Darío —“¡Oh, cómo gustaría sal de mar, miel de aurora, / al sentir como en un caracol en mi cráneo / el divino y eterno rumor mediterráneo!”—... y a las estadísticas de clima, vuelos internacionales y plazas hoteleras. Las otras dos están representadas por sendos veraneantes (Víctor Petit y Belinda Barr) a los que las islas ofrecen planes complementarios. Ella es una sofisticada turista neoyorquina, armada de toda clase de guías, que no está dispuesta a perderse un solo monumento o acto cultural; él, una suerte de playboy español que recala todos los veranos en Mallorca con su velero en busca de diversión. Aunque la información que se ofrece es análoga, el desdoblamiento del recorrido por tierra y por la costa consigue obviar el turismo masivo de sol y playa que constituye la principal fuente de ingresos de la isla. Las trayectorias, a ratos entrecruzadas, de los dos protagonistas proporcionan al relato una suerte de suspense que se resuelve en la última escena, cuando ambos se encuentran finalmente en el hotel Formentor. El happy end sutura los tres discursos, cuadrando el círculo de sol y playa gracias al turismo de lujo, reformulación del viejo turismo de élites de los años pre-boom.
Con el material descartado en el montaje de A propósito de Baleares, Font todavía hilvana para No-Do dos piezas exentas más de unos diez minutos: Saludo a Menorca (1970) e Ibiza (1970).
Otros realizadores veteranos y algunos egresados de la Escuela Oficial de Cinematografía aportaron nuevas perspectivas al documental turístico en No-Do. Hemos dejado de lado a propósito el turismo cultural y de interior, dos vertientes en las que la entidad llevaba ya un par de décadas trabajando y que se vieron desbordadas por los visitantes volcados en el litoral mediterráneo y Canarias.
En un plazo de pocos años, la utopía económica del crecimiento exponencial y perpetuo con inversiones mínimas, el modelo turístico del “Spain is Different” fraguista, se viene abajo por la crisis económica de 1973. En la ficción, El puente (Juan Antonio Bardem, 1977) supone el puntillazo ideológico al ciclo playero. Ese mismo año No-Do deja de producir documentales; Televisión Española y la iniciativa privada han tomado el relevo.
Todos los documentales están disponibles en el repositorio de No-Do que mantienen Filmoteca Española y RTVE.
No hay comentarios:
Publicar un comentario