domingo, 29 de diciembre de 2024

rutas del yo: alberto carles blat

a Asier Aranzubia

Proyectando este Ministerio la realización de doce Documentales en color destinados a difundir en el extranjero aspectos relativos a las bellezas naturales, costumbres de España y glosa de los avances técnicos, culturales e industriales habido en nuestro país, ha resuelto convocar un concurso de guiones cinematográficos a fin de seleccionar entre los que se presenten aquellos que por sus valores garanticen la ejecución posterior de unas películas de calidad e interés a los fines propuestos. [“Orden de 7 de noviembre de 1955 por la que se convoca concurso de guiones cinematográficos para la realización de Documentales en color sobre motivos de España”, en BOE; núm. 317, 13 de noviembre de 1955, pág. 6874.]

“Este Ministerio” es el de Información y Turismo y los guiones elegidos iban a ser doce. Cada uno de ellos recibiría veinte mil pesetas para la realización del correspondiente cortometraje. Aunque el proyecto se demoró más de lo previsto, los títulos elegidos y entregados en 1957 fueron los siguientes: Jardines de España (1957) y Asturias monumental, de Christian Anwander, producidos por el propio No-Do; Truchas y salmones y Cómo se repite una ciudad: Salamanca, de Luis Torreblanca, y San Antonio de la Florida, de Santos Núñez, las tres para Hermic Films; Contrapunto de Madrid y Dos ciudades históricas y dos Sitios Reales, de José López Clemente para Studio Films; Paraíso Mediterráneo, de Luis Suárez de Lezo; Sucedió en San Fermín (1957), de Rafael García Serrano; Por el camino de la jota (1957), de Francisco Centol; y Alto Pirineo y La capra hispánica, de Alberto Carles Blat. Aunque la iniciativa despertó ciertos recelos en el seno de No-Do, José López Clemente asegura que fue el modo en el que se abriesen las puertas de la institución a los documentalistas independientes. [José López Clemente: “La otra cara de No-Do”, en Pedro Medina et al. (eds.): Historia del cortometraje en España. Madrid: Festival de Cine de Alcalá de Henares, 1996, págs. 153-154.] Uno de ellos era el susodicho Alberto Carles Blat.

Nacido en Valencia en 1916, teniente del arma de Caballería con destino en la Escuela de Estado Mayor durante la posguerra y cineasta amateur, ingresa en el Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas, en la especialidad de Cámaras, en 1947. O sea, en la primera convocatoria. Al finalizar el primer curso un grupo de alumnos de las diversas especializadas se pone a sus órdenes para rodar un cortometraje titulado Fecundidad (1948), que pasa censura con la cobertura administrativa de la Universitas Films de José María Elorrieta y que se programa en la sesión del 11 de abril de 1951 del cine-club del IEEC. [Fernando Ramos Arenas: Enfermos de cine. Una historia cultural de la cinefilia en España (1947-1967). Prensas de la Universidad de Zaragoza, 2024, pág. 68.]

A partir de 1950, Alberto Carles Blat entra a formar parte del cuerpo docente y, además, se encarga de la fotografía de varios de los documentales de la Sección de Experiencias del Instituto, que suministraba material audiovisual de carácter didáctico, técnico o industrial a instituciones como la Sección Femenina o la Facultad de Medicina. [Ferrán Alberich: “El Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas y la Escuela Oficial de Cinematografía en el cine español”, en 50 años de la escuela de cine, Cuadernos de la Filmoteca, núm. 4. Madrid: Filmoteca Española, 1999, pág. 16.] 

La actividad de Alberto Carles Blat en este campo destaca por su interés en el color, con emulsiones como el Kodachrome o el Ansco-Color, facilitado probablemente a la escuela para ver sus posibilidades de comercialización en 16mm y acaso para proporcionar material de trabajo a los estudiantes de Laboratorio. Ibiza, La Marina, Costa Brava y Los Pizarrales constan en el archivo de la Escuela de Cine como títulos completos, en tanto que sólo hay materiales de trabajo de Talla policromada.

Al mismo tiempo, Alberto Carles Blat firma sus primeros documentales en 35mm como realizador, guionista y operador: Aisladores de alta tensión (1950) para el Ministerio de Industria, Jerez (1952) para el Instituto Nacional de la Vivienda, y Feria Internacional del Campo (1953) para la Delegación Nacional de Sindicatos. Y en 1953 figura a efectos sindicales como codirector de la fotografía de Noches andaluzas / Nuits andalouses (Maurice Cloche, 1953), aunque el responsable pleno de este rubro sea el francés Nicolas Hayer.

Tenemos constancia de otros trabajos más personales realizados por estas mismas fechas De la Liébana al Naranjo y Nieve en Gredos, amén de la elaboración de un guión de largometraje titulado Más arriba de las cumbres. Al igual que en alguno de sus cortos como aficionado en 9,5mm, la vocación por la montaña es evidente. El concurso del Ministerio de Información y Turismo le permite, pues, aunar su interés por la fotografía en color y los temas de montaña. A los dos documentales premiados, producidos por A. Carles Producciones Cinematográficas para el Ministerio, se sumarán en 1958 otros siete más, realizados para la colección Documentales Color del organismo oficial, continuación de aquella fase experimental del Nodocolor que ya reseñamos aquí.

Frente a los documentales de arte o los dedicados a tradiciones y folklore que constituyen el grueso de las otras propuestas, los de Alberto Carles Blat son producciones de promoción turística — montaña y costa— con un tratamiento coherente en el uso del color y novedoso en su concepción al integrar algunas estrategias de ficción con protagonismo de la mujer. Además, seis de ellos —no hemos podido ver Costa Brava, de Blanes a Palamós (1958)— se articulan como relatos en primera persona, algo absolutamente inédito en este tipo de trabajos, no digamos ya en el muy estandarizado formato adoptado por No-Do.

Comencemos con La capra hispánica ya que el “protagonista” es nada menos que Max Borrell, exgobernador civil de La Coruña, amigo personal de Franco y su introductor en los intríngulis de la caza y la pesca. Y a la aventura de la caza de un ejemplar macho de cabra montés está dedicado el documental. El punto de partida es el Parador Nacional de Gredos, con lo que uno de los objetivos turísticos se da ya por cubierto. No en vano, este emblemático establecimiento, construido en 1926, fue el primero de una red que pretendía proporcionar un servicio de calidad al turismo de élite, foráneo o nacional, que viajaba por la España interior. Junto con el guarda mayor del Coto, José Núñez, Borrell proyecta sobre el plano la aventura cinegética. Por la noche, junto a la chimenea, la tensión le impide dormir. La amenaza del frío y la nieve funcionan como detonantes de un suspense que se mantiene en tanto tenemos ocasión de admirar el paisaje y las cabras, en una suerte de visión presciente del cazador. Por ello, no hay durante este tramo locución alguna, sólo el acompañamiento musical de José Pagán y Antonio Ramírez Ángel. Al día siguiente, la aproximación al objetivo y los pormenores de la especie y la normativa para su caza alternan con los ejemplares en su entorno natural. Es el tiempo del paisaje grandioso, los animales en libertad, la caprichosa metamorfosis de las nubes... En una ocasión, a falta de un plano para el montaje paralelo, Alberto Carles Blat recurre a un fotograma congelado en truca en el que una cabra montés parece observar fijamente a los miembros de la expedición antes de salir huyendo. En cualquier caso, el happy end —para el cazador, no para la presa, claro— está cantado: “Un buen trofeo con el que rememorar en noches lejanas la vieja historia de una cacería en Gredos”.

Nuestra identificación con el fondón Max Borrell depende enteramente de esta articulación del relato. No obstante, si el asunto cinegético puede resultar polémico hoy en día, las sonrojantes relaciones del protagonista con los hosteleros, guardas y otros subalternos parecen más propias de Los santos inocentes que de un país en vías de desarrollo.

La capra hispánica es el único documental del lote rodado en Ferraniacolor y procesado en los laboratorios Fotofilm de Barcelona; el resto, fueron fotografiados en Agfacolor. Tal es el caso de Alto Pirineo, el otro documental ganador del premio del Ministerio de Información y Turismo. Los paisajes tienen aquí aún mayor espectacularidad, lo que ha llevado a alguno a invocar el cine alemán de montaña de los años veinte, el bergfilm, cuyo principal cultivador fue Arnold Fanck y en el que Leni Riefenstahl se formó como actriz. Es cierto que el espíritu romántico asociado al paisaje podría evocarlos, pero no hay en el documental de Alberto Carles Blat el intenso dramatismo de aquellas películas. Hay en cambio un sentido de camaradería en la marcha de un hombre —que asume el papel de narrador—, dos mujeres y un perro por el Pirineo, con ascensiones a Els Encantats, en Aigües Tortes, el Aneto, Monte Perdido y algunas espectaculares paredes en el Valle de Ordesa.

Como en el caso de José Núñez en el corto anterior, en esta ocasión comparece el legendario Abadías, primer guarda del refugio de la Renclusa, conocido como “el león del Aneto”. La única concesión al espíritu del tiempo es una eucaristía celebrada en plena montaña, a la que los protagonistas asisten desde lejos, sin unirse a ella. En cambio, en las tiendas de campaña no faltan el transistor, la armónica o la novela de Zane Grey, iconos de la cultura popular del momento.

Reportaje en Ansó (1958) resulta insólito por dar protagonismo a dos mujeres profesionales: una fotógrafa y una periodista que acuden hasta esta localidad del Pirineo aragonés para realizar un reportaje. El mecanismo de la locución se complejiza al tener ambas voz propia, lo que sirve para poner en marcha conflictos dramáticos de baja intensidad.

—Aquellos rincones aguardaban sin duda el lienzo de un pintor —perora la escritora—. La construcción de las casas es muy particular: la irregularidad, la falta de simetría, parecen buscar un acorde estético con que formar Ansó.
—¡Por favor, ya estás haciendo literatura! —corta la fotógrafa.


Tras una escena de fuerte sabor costumbrista en la casa de la anciana que las hospeda y un somero recorrido por el pueblo, se inserta el bloque central, dedicado a la descripción de una boda tradicional ansotana: el vestuario, la ceremonia, el baile... El paisaje deja paso al reportaje antropológico. Es solo un interludio porque al día siguiente se reúnen con tres montañeros que han conocido en el pueblo para ir hasta Zuriza e internarse en la sierra de los Alanos. No obstante, la última excursión por el monte la hacen de nuevo las dos solas.

Aires de mi tierra (1958) supone un cambio de tercio radical. No se trata de una zona natural más o menos restringida que recorrer a pie, sino de toda una región. También cambia el protagonismo. Ya no volveremos a encontrarnos con la juventud sana y moderna de otros documentales. Nuestro mediador en esta ocasión es un emigrante gallego que regresa desde América para pasar unos días en su tierra natal. Llega en avión con su mujer e inmediatamente se suben a un coche alquilado para recorrer el territorio de su infancia. Beatriz Busto, que realiza un análisis foucaultiano del documental, concluye:

Aires de mi tierra presenta un uso colonial y violento de la emigración gallega en el cine español. Alimenta estereotipos folcloristas de Galicia, elaborando una subjetividad despolitizada y mostrando un territorio devenido a paisaje desactivado de conflicto social, con el único objetivo de vender características patrimoniales y afectivas en un ejercicio violento de turistificación que sigue vivo en la actualidad y que objetualiza el drama y el dolor de la ausencia. [Beatriz Busto Miramontes: “La (des)politización de la emigración y de su retorno en el cine de No-Do”, en L’Atalante, núm. 34, julio-diciembre de 2022, pág. 65.]

Los estereotipos folklóricos alcanzan su cénit con la irrupción de un grupo de Coros y Danzas en un momento en el que el matrimonio está haciendo pícnic en la costa, convirtiendo a los viajeros en espectadores privilegiados de una representación que se pretende casual. Por otra parte, éste es el único documental del lote en el que la subjetividad —por muy ficticia que sea— se pliega al discurso oficial sobre un desarrollo económico compatible con la tradición y con el nacionalcatolicismo.

Costa Blanca (1958) está protagonizado dos jóvenes europeas que viajan solas en automóvil por la costa levantina. El relato que hace una de ellas sobre las distintas escalas de su viaje entre Oliva (Valencia) y Elche (Alicante) sirve de leve hilo argumental a un repertorio de coloridas estampas playeras en Agfacolor, casi diríamos que a modo de postales; una de ellas es la del inusitado perfil del Benidorm previo al boom turístico, donde se divierten en una playa casi desierta con un grupo de muchachos que más adelante las invitarán a su velero. Frente a esta camaradería juvenil, los apuntes de relaciones con las gentes locales resultan muy distintos. Apenas inician su recorrido, el propietario de un naranjal les regala fruta como para llenar el maletero del coche y en los astilleros de Calpe se enfrentan a lo que intuimos “homenaje de admiración” de los trabajadores; es un momento privilegiado en el que el encuentro de la España tradicional con la modernidad se adivina plagado de contradicciones. Probablemente, es lo más lejos que puede llegar Alberto Carles Blat en su imprevista —y, a buen seguro, impremeditada— disidencia.

Vigías del mar (1958) abandona la locución en primera persona y adopta una voz en off literaria y oficialista, más próxima a la de otras piezas del No-Do. Y es una pena porque, si prescindimos del audio, la viñeta de un farero y su familia está trazada con esmero y el suspense creado en torno a una lámpara fundida en una noche de tormenta perfectamente construido gracias a la planificación y el montaje, sin ayuda de muletas locucionales.

El artificio del diario de viaje y el triángulo protagonista vuelve a figurar en De Yuste a Guadalupe: Cuna de conquistadores (1959). Un estudiante recién diplomado, propietario de un flamante Seat 600, se dispone a pasar unos días de edificantes vacaciones en compañía de dos becarias, hemos de suponer que latinoamericanas, del Instituto de Cultura Hispánica. Como en caso anteriores, el interés del viaje es puramente cultural y ni se insinúa el más leve apunte de interés romántico —no digamos ya sexual— en el trío protagonista. El protofeminismo presente en Costa Blanca o Reportaje en Ansó reparase cuando una de las muchachas se coloca al volante del 600, que ya no soltará hasta el final del viaje. Por desgracia, éste se resuelve en un recorrido monumental por Yuste, Plasencia, Cáceres, Mérida, la vega del Guadiana, Badajoz, Medellín, Trujillo y monasterio de Guadalupe.

Un breve inciso en un moderno hotel rinde tributo a la modernización de España, pero la ya inevitable actuación del grupo de Coros y Danzas y, sobre todo, la misa en Guadalupe con la invocación de pasadas glorias imperiales concitan lo más rancio del hispanismo y el nacionalcatolicismo. Después del prólogo, la voz en off se convierte en una ilustración de las maravillas históricas y monumentales que no desentonaría en aquellas guías turísticas de la editorial Everest que proponían un recorrido por todas las provincias de la geografía española.

Los altos lagos. A través del Pirineo (1962) recupera el protagonismo del grupo mixto de montañeros, pero elude el relato en primera persona, que ha retomado, en cambio, en Volando sobre el Ebro (1961), pero para cederle la voz al piloto del helicóptero del Ejército del Aire que va a facilitar el rodaje: un militar que cumple órdenes, según asegura él mismo en el prólogo, sin la más mínima implicación emocional en el viaje. A estas alturas, el recurso se ha ido quedando desprovisto de contenido real: el “yo” narrador, que compartía con el espectador la experiencia íntima del viaje, se ha convertido en un “yo” institucional, mero reproductor del discurso oficial y sus consignas.

Filmografía de Alberto Carles Blat como director:

Fecundidad (1948) Universitas Films
Aisladores de Alta Tensión (1950) Ministerio de Industria
Jerez (1952) Instituto Nacional de la Vivienda (Ministerio de la Vivienda)
Feria Internacional del Campo (1953) Delegación Nacional de Sindicatos
La capra hispánica (1957) No-Do
Alto Pirineo (1957) No-Do
Aires de mi tierra (1958) No-Do
Costa Blanca (1958) No-Do
Costa Brava: De Blanes a Palamós (1958) No-Do
Vigías del mar (1958) No-Do
El Turia (1958) No-Do
Reportaje en Ansó (1958) No-Do
Cuiden los detalles (1958) Ministerio de Industria
Seguridad en la industria textil (1959) Ministerio de Industria
Medias sin costura (1959) Ministerio de Industria
El poema de Córdoba (1959) No-Do
De Yuste a Guadalupe (Cuna de conquistadores) (1959) No-Do
Produzca más con menos esfuerzo (1960) Ministerio de Industria
El trabajo es labor de equipo (1960) Ministerio de Industria
Música y danza (1960) Alberto Carles P.C.
El Tribunal de las aguas (1960) No-Do
Volando sobre el Ebro (1961) No-Do
Vacaciones en el mar (1962) Delegación Nacional de Sindicatos
Los altos lagos. A través del Pirineo (1962) No-Do
La feria en un día (1962) Alberto Carles P.C.
Organice su oficina (1963) Ministerio de Industria
Seguridad en la industria eléctrica (1964) Comisión Nacional de Productividad Industrial
25 años de Paz: Agricultura, revista Imágenes núm. 1022 (1964) No-Do
VI Feria Internacional del Campo (1965) Alberto Carles P.C.
Obra sindical del hogar N. 1 (1965) Alberto Carles P.C.
Picos de Europa (1967) Alberto Carles P.C.
Regadíos del sur, revista Imágenes núm. 1173 (1967) No-Do
Artesanía española I: oficios nobles (1967) Alberto Carles P.C.
Artesanía española II: oficios toledanos (1967) Alberto Carles P.C.
Artesanía española III: oficios andaluces (1967) Alberto Carles P.C.
Fundaciones y talleres artesanos (1967) Alberto Carles P.C.
Maestros artesanos (1967) Alberto Carles P.C.
Herencia artesana (1967) Alberto Carles P.C.
Machu-Picchu, la ciudad perdida de los Incas (1968) No-Do
Lima, ciudad de ayer y de hoy (1968) No-Do
Cuzco, ciudad dos veces imperial (1968) No-Do
Chinchero, un pueblo de los Andes (1968) No-Do
Imágenes del Deporte, núm. 20 (1970) No-Do
Imágenes del Deporte, núm. 38 (1971) No-Do
Almería (1971) No-Do
Cáceres monumental (1971) No-Do
La ruta de los conquistadores (1971) No-Do
León (1973) No-Do
La caza en España (1975) No-Do
Expresionismo rupestre en el Levante español (1975) No-Do

Todos los documentales comentados están disponibles en el repositorio de No-Do que mantienen Filmoteca Española y RTVE. De ahí proceden las capturas que ilustran este texto.

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