domingo, 27 de noviembre de 2016

panorama del cine criminal barcelonés (8)


Aunque la personalidad de José Antonio de la Loma está ligada en la memoria colectiva al cine quinqui, merced al éxito instantáneo de Perros callejeros (José Antonio de la Loma, 1977) y sus múltiples secuelas, su filmografía como director hasta ese momento es bastante heterogénea. Sin embargo, su formación como guionista en la factoría de Iquino le ha hecho participar en un buen número de títulos de los que hemos ido comentando, sobre todo, en los dirigidos por Antonio Santillán. Más adelante revisaremos su particular visión de las andanzas de los grupos de acción anarquistas en la Barcelona de los años cincuenta, pero en este momento y atendiendo a un criterio industrial y cronológico, detengámonos en su deslumbrante debut como director.

La acción de Manos sucias (José Antonio de la Loma, 1957) arranca cuando Miguel (Amedeo Nazzari) decide provocar un accidente del camión refrigerado de la empresa rival para conseguir el dinero con el que comprar una gasolinera. El percance resulta más grave de lo previsto y el conductor muere y su compañero (Francisco Piquer) queda inválido. Mientras Miguel manipulaba la rueda sus ojos se han encontrado con los de Teresa (Katia Loritz en su incorporación a la pantalla española), la camarera de un bar de carretera. En la duda, le propone que se convierta en su mujer, de modo que no pueda declarar contra él. Ella acepta, pero al poco tiempo empieza a aburrirse de la vida solitaria en la estación de servicio. Un día se presenta allí un ingeniero (Carlos Lloret) con el que ella había mantenido una relación. Mientras tanto, Miguel ha ido a buscar al compañero lisiado y le propone que le eche una mano con el trabajo. 

Una gasolinera situada al borde de una carretera en medio de ninguna parte se convierte en escenario de un juego de pasiones despojadas de todo adorno, en las que la culpabilidad, la venganza, la soledad y el odio fermentan hasta la explosión final de violencia. Al contrario que en alguno de sus guiones anteriores, de la Loma prescinde aquí de los diálogos expositivos y de las moralejas aleccionadoras para dedicarse a narrar en imágenes. Cuenta para ello con la valiosa colaboración de Francisco Pérez-Dolz.

Ossessione (Luchino Visconti, 1943) es una referencia, en cuanto que deslocaliza la acción de The Postman Always Rings Twice aislando a los personajes para convertirlos al tiempo en abstracciones y en peones que juegan su función en la trama sin que sus actos parezcan dictados por la misma. La cinematografía estadounidense es ajena a esta clase de simbolismos. Sin embargo, la iconografía remite a la versión de Garnett —The Postman Always Rings Twice (El cartero siempre llama dos veces, Tay Garnett, 1946) y a They Drive by Night (La pasión ciega, Raoul Walsh, 1940), más que Fari nella nebbia (Gianni Franciolini, 1942) o a la misma Ossessione, más próximas a la sensibilidad mediterránea. De la Loma construye de este modo una trama que es al mismo tiempo internacional y profundamente local.

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