Antes de dirigir Los
atracadores (Francisco Rovira Beleta, 1961), Rovira Beleta se había
acercado al género en varias ocasiones: en Hay
un camino a la derecha (Francisco Rovira Beleta, 1953), producto de la
aclimatación del neorrealismo al suelo hispano; El expreso de Andalucía (Francisco
Rovira Beleta, 1956) —ambientada en un Madrid suburbial— recrea aquel famoso
suceso de la crónica negra española que culminó con varias ejecuciones
sumarísimas en tiempos de la dictadura de Primo de Rivera; Altas variedades / Cibles vivantes (Francisco
Rovira Beleta, 1960) es una película de ambiente circense, próxima en
inspiración a El diablo de las armas (Gun Crazy, Joseph H. Lewis,
1950).
Protagonizan Hay un camino a la derecha Miguel, un padre como a la medida de una
película de Pietro Germi (Paco Rabal), su sufrida mujer (una espléndida Julita
Martínez) y el hijo de ambos (Manolito García), cuyo único futuro es
convertirse en flecha naval. Ahogado
por la imposibilidad de sacar a su familia adelante, Miguel, subempleado como
vigilante, accede a las promesas de dinero fácil que le hace Goyo (Carlo Otero)
a cambio de que les facilite el robo de un cargamento de neumáticos. Aunque el
plan está cuidadosamente trazado y la inocencia de Miguel nunca será puesta en
cuestión, algo sale mal durante la ejecución del plan. El cuarto protagonista
es el puerto de Barcelona y las posibilidades que éste ofrece para la
delincuencia, lo que permite incluir este melodrama social, aunque sea un poco
de refilón, en el ciclo.
Lo que le otorga su nota característica a Altas variedades es la ambientación en
el mundo del circo y las variedades. Una tarde de 1960 Ilona (la francesa Agnès
Laurent) llega a la estación de Barcelona, envuelta en brumas del pasado y humo
de la locomotora. Busca en la ciudad condal a un amigo de su hermano, caído en
la lucha revolucionaria. Rudolf es un partisano anticomunista reciclado en
tirador de circo en España. Ahora se encuentra de gira, de modo que Ilona
conoce primero a otro compañero de profesión. Se llama Walter (Christian
Marquand), pero se anuncia como “El Mago del Revólver”. Actúa en el Palacio de
las Variedades, teatrito del Paralelo barcelonés donde ejecuta su número de
puntería con maquillaje de augusto y la colaboración de la casquivana Rita
(Marisa de Leza). En las proximidades del Palacio de las Variedades se
encuentra la Pensión Escudero, atendida por Carmina (Julia Martínez), que por
su cara de aburrimiento enseguida adivinamos que está al cabo de la calle de
los vaivenes económicos y amorosos de los artistas que allí se hospedan. El
verdadero punto de encuentro de todos ellos es el Café de Artistas, lonja de
contratación, mercado de sueños, centro de cotilleos y escenario de
desencuentros. Siempre que paran en Barcelona, los artistas recalan allí. Porque a veces andan de tournée. Actúan en
pueblos en fiestas, con la intervención de un combo
folklórico (Carmelita, Gracia y su cuadro andaluz) de cuyo nombre se ha tomado
el insulso título español de la película: “Altas variedades”.
En esta gira, entre playa y pensión, Ilona coge la pistola de Walter. No es la primera vez que empuña una. Entrena duro hasta convertirse en la partenaire del “Mago del Revólver” y debutar con él en el Palacio de las Variedades. El número mejora el que realizaba con Rita, que, simplemente, se ofrecía como blanco. Walter e Ilona disparan el uno contra el otro, y si él hace volar el cigarrillo de la boca de ella, ella destroza la pipa de él. El número de fuerza es el mismo. Walter siluetea a balazos a Ilona, inmóvil contra un panel negro. Y en esto regresa Rudolf (Ángel Aranda). Se encuentra su habitación ocupada por Ilona. Ya está el lío montado, porque entretanto, Walter se ha enamorado de ella e, incluso, se la ha presentado a su madre. Doña Mercedes (espléndida creación de María Fernanda Ladrón de Guevara) es una artista de circo alcohólica, con un matrimonio fracasado a sus espaldas, y, sin embargo, madre hasta las cachas, capaz de compartir la botella con su hijo en los momentos difíciles.
En esta gira, entre playa y pensión, Ilona coge la pistola de Walter. No es la primera vez que empuña una. Entrena duro hasta convertirse en la partenaire del “Mago del Revólver” y debutar con él en el Palacio de las Variedades. El número mejora el que realizaba con Rita, que, simplemente, se ofrecía como blanco. Walter e Ilona disparan el uno contra el otro, y si él hace volar el cigarrillo de la boca de ella, ella destroza la pipa de él. El número de fuerza es el mismo. Walter siluetea a balazos a Ilona, inmóvil contra un panel negro. Y en esto regresa Rudolf (Ángel Aranda). Se encuentra su habitación ocupada por Ilona. Ya está el lío montado, porque entretanto, Walter se ha enamorado de ella e, incluso, se la ha presentado a su madre. Doña Mercedes (espléndida creación de María Fernanda Ladrón de Guevara) es una artista de circo alcohólica, con un matrimonio fracasado a sus espaldas, y, sin embargo, madre hasta las cachas, capaz de compartir la botella con su hijo en los momentos difíciles.
El responsable del argumento es Manuel María
Saló Vilanova, un dibujante que participó como guionista en un buen número de
guiones de Rovira Beleta. Por suerte, deja únicamente esbozado el apunte
político y se vuelca en los cauces genéricos para desarrollar este melodrama de
pasiones desaforadas al que sirve de pórtico una cita del Éxodo: “vida por
vida, ojo por ojo, diente por diente”. En el Café de Artistas hay celos y
rumores. Rita está celosa de Ilona y ésta de Rosita (Vicky Lagos), antigua
amante de Rudolf. Walter, que ya sabe que Ilona y Rudolf se la pegan urde un
plan artero para ejecutar su venganza. Para empezar cuelga los revólveres —ha
herido a Ilona en el cuello durante una representación— y se compromete con
Valera (José María Caffarel) como agente de un nuevo número, llamado sin
demasiada imaginación “Los Magos del Revólver”. Los Magos son Rudolf e Ilona,
que disparan alternativamente contra las bombillas que circundan la estrella
giratoria a la que permanece atada Rosita. Luego, Ilona hace saltar las
cartucheras de Rudolf de dos certeros disparos y él corresponde arrancando los
botones de su atuendo vaquero, con lo que Ilona ejecuta la última parte del
número con un ceñido maillot. Se trata de un duelo sensacional en el que ambos
dibujan la silueta de su oponente. ¡Silencio! Peligra la vida de los artistas.
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