domingo, 19 de marzo de 2017

el 600, icono de la cultura popular (4)

Reportajes y documentales

Un apartado importante —y muy poco tratado— de la filmografía dedicada al 600 es el del documental industrial. Algunos remontan el origen de este género específico al mismísimo nacimiento del cinematógrafo puesto que la primera película rodada por los hermanos Lumière para publicitar su invento fue la salida de los obreros de su fábrica de productos fotográficos en Lyon. Muchas de aquellas primeras “vistas” cinematográficas estaban relacionadas con diversos aspectos de la producción industrial y los medios de transporte.

Los primitivos cinematografistas españoles —Fructuoso Gelabert, Antonio Tramullas...— retratan parecidos temas, unas veces por mimetismo y otras por afinidad geográfica. El caso es que en los veinte primeros años del cine —y del siglo XX— los espectadores pudieron contemplar cómo se trabajaba en los Altos Hornos de Vizcaya o el proceso de fabricación de las Galletas Patria. La misma tónica se sigue durante el periodo mudo en el que los reportajes taurinos y los documentales etnográficos componen el grueso del corpus del cine de “no ficción”. Sin embargo, la situación va a dar un giro radical con el fin de la Guerra Civil. Numerosas empresas privadas y públicas en expansión recurren entonces al cinematógrafo para publicitar sus logros... aunque en ocasiones fuesen más las aspiraciones que los frutos.

No es hasta 1963 que se convoca el primer certamen de cine industrial en España, a imitación de los que se celebraban en Venecia o Berlín. Este festival pionero desarrolla su actividad a lo largo de catorce convocatorias en las que se muestran las películas de Hidroeléctrica Española, Saltos del Sil, Iberduero, Astilleros de Cádiz o Minas de Río Tinto, que compiten con los departamentos especializados de algunos ministerios con departamentos especializados, como los de Industria, Obras Públicas, Trabajo, y Agricultura.

El medio evoluciona y hay cineastas que se convierten en auténticos especialistas en el género. Uno de ellos es Alberto Reig, exdivisionario adscrito al noticiario oficial No-Do con el cargo de jefe de redacción y subdirector del organismo, cuya dirección asume en 1953 por fallecimiento del anterior responsable. Reig ocupa el cargo hasta 1962, cesado por el recién llegado ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga. El No-Do, nacido como alternativa única de información —la otra fuente era el parte de Radio Nacional— ha llegado a alcanzar tres ediciones distintas semanales del noticiario, una revista semanal titulada Imágenes, con reportajes de mayor desarrollo, y una serie de documentales independientes.

En febrero de 1952, el gerente del INI, José Sirvent anuncia a su tocayo Ortiz Echagüe la visita de los operadores de No-Do, a los cuales debe atender con el mayor esmero por expreso deseo de Suanzes, a la sazón director del INI como ya hemos visto. Los progresos de la Seat se publicitan en un reportaje titulado Resurge la industria automovilística en España y los reporteros de No-Do también son testigos privilegiados de la inauguración de la factoría en 1955. En estas imágenes en blanco y negro aparece Franco, de paisano, saludando al obispo que bendice con el hisopo las instalaciones. Ocupan lugar destacado en el grupo que recorre la fábrica, Ortiz Echagüe, el almirante Luis Carrero Blanco y Carmen Polo, con un ramo de flores. El séquito recorre las diversas naves tanto las de motores como las de carrocería, atendiendo a las explicaciones sobre el funcionamiento de las mismas.

Sin embargo, el primer reportaje dedicado íntegramente al 600 no llegará hasta 1958. Lo firma el propio Reig, en su condición de director del organismo. Lleva por título Un coche para todos, en una referencia nada velada al eslogan con que Henry Ford lanzó al mercado su modelo T. También es expresivo el subtítulo, “Realizado enteramente en España”, porque da idea clara de dónde se querían marcar las diferencias.

El hilo conductor es un 600 de la primera serie, matricula B-155.388, conducido por una mujer que recorre las calles de Barcelona con escasísimo tráfico y en las que predominan las motocicletas y los coches de importación. A través del espejo retrovisor la mujer contempla el logotipo de Seat en la fachada del concesionario y esta imagen nos traslada a la entrada principal de la factoría en Zona Franca, con varios 600 aparcados en la puerta. Uno de ellos sirve de cortinilla para que accedamos al interior de la nave donde se fabrican los motores.

Cuando el coche llega a la sección de guarnecido suena una sirena y los trabajadores abandonan el puesto de trabajo para ir a comer. Se aprovecha entonces para mostrar los flamantes comedores y otro de los logros sociales de los que más orgullosa está la Seat, su Escuela de Aprendices. Asistimos a una clase de geometría entre los jovencísimos estudiantes. Luego, un operador carga la película en un proyector portátil y los alumnos asisten a la proyección... del documental que estamos viendo. El juego metacinematográfico se prolonga con diversos planos de reacción de los alumnos ante la pantalla antes de que volvamos a embarcarnos en la linealidad del relato con la puesta a punto del coche y su distribución por ferrocarril y carretera tanto a Barcelona como a Madrid, donde un modelo descapotable, conducido de nuevo por una mujer, enfila desde Cibeles hacia la confluencia de la calle de Alcalá, con la Gran Vía.

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