Cuando hace algún tiempo realizamos un recorrido por la producción de Ealing Studios hicimos una excepción expresa, la de las comedias canónicas. Había otra no formulada: la producción de cortometrajes de propaganda durante la primera etapa del periodo bélico. Sólo un corto cómico protagonizado por Will Hay se coló entonces en nuestro repaso. Lo rescatamos ahora para esta nueva entrada en la que nos acercamos a una selección de la veintena de títulos propagandísticos en formato corto que Michael Balcon produjo entre 1939 y 1944.
Happy Family (Walter Forde, 1939), 8 min., patrocinado por el Ministerio de Trabajo
Walter Forde rueda una escenita en la que se muestra el antes y el después de una familia modelo británica en los primeros compases del conflicto. Tres generaciones que discuten sobre la nueva situación hasta que se produce el primer bombardeo, resuelto mediante un rápido montaje documental. Es entonces cuando la feliz familia británica al completo toma conciencia de que debe contribuir a la guerra alistándose en el ejército o en los múltiples servicios civiles que acogen a las mujeres y a los jubilados. El mensaje se hace explícito cuando la abuela (Eva Moore) –veterana de la Gran Guerra y metáfora de Britannia- se dirige directamente a cámara y recuerda el espectador que es asunto de cada cual proteger al país del ataque extranjero.
All Hands (John Paddy Carstairs, 1940), 11 min., patrocinado por el Ministerio de Información
John Mills, que ya intervino en Happy Family como entusiasta voluntario del cuerpo de Antiaéreos, figura como protagonista de All Hands. El cortometraje se abre con un chiste típicamente británico: un pub ofrece servicio de comidas de 10 a.m. a 8 p.m., “siempre que Hitler lo permita”. Allí comparten unos pocos minutos Joan (Leueen MacGrath) y su novio Jack (Mills), a punto de embarcarse. El aparentemente intrascendente diálogo amoroso contiene información vital suficiente como para que el enemigo bombardee el barco de Jack cuando emprende la travesía del Canal de la Mancha. El vehículo inocente de la información es una romántica camarera metomentodo (Gertrude Musgrove) que transmite los datos sin querer a l dueña del local (Annie Esmond) que trabaja en connivencia con un espía alemán (Eliot Makeham). La información pasa de manos en un cine donde se proyectan noticiarios sobre la guerra y material propagandístico, aunque sólo escuchamos la encendida narración. Otro ciudadano aparentemente inofensivo, dedicado al coleccionismo de mariposas, pasa las señales a un barco que las transmite a un submarino. La brevísima escena de la despedida de los novios en Portsmouth es realmente emotiva puesto que conocemos el destino trágico que aguarda a Jack.
Salvage with a Smile (Adrian Bunel, 1940), 6 min., patrocinado por el Ministerio de Información
El veterano Adrian Brunel, socio de Leslie Howard en Minerva Films y
corresponsable de la producción de propaganda de Alexander Korda The Lion Has Wings
(1939), se ofreció al Ministerio de Información para escribir y
realizar la serie de "cortometrajes de 5 minutos" que pretendían
ilustrar a la población civil sobre la nueva situación en tiempos de
guerra. Brunel ya había hecho películas de propaganda durante la Gran
Guerra y, de este modo, recaló brevemente en Ealing Studios para dar sus
últimos coletazos
como director, con producción de Michael Balcon y supervisión de un
Alberto Cavalcanti recién desembarcado desde la GPO Film Unit. En esta
ocasión cuenta con cuatro populares actores que representan a otros
tantos grupos sociales para ilustrar al respetable sobre la necesidad de
reciclar huesos, papel y metales, materiales todos ellos
imprescindibles para la industria armamentísitica. Una única situación
dramatizada y varios insertos documentales ilustrativos cumplen su
función didáctica y poco más.
Food for Thought (Adrian Brunel, 1940), 5 min., patrocinado por el Ministerio de Información y el Ministerio de Alimentación
Food for Thought es
un apólogo de menos de cinco minutos en el que se deslizan algunas
nociones básicas sobre el valor nutritivo de determinados alimentos en
pleno racionamiento. Para ello se invita al espectador a asistir a una
“charla informal” en el apócrifo Hillside Road Food Club. Durante la
reunión –matronas, muchachas jóvenes, niños, ancianos… todo un
muestrario del elenco que conforma la retaguardia- lleva el papel
cantante Mabel Constanduros, una comedianta que se había hecho popular
en la radio. La realización de Brunel resulta tan anodina que ni
siquiera resulta funcional. Un plano de situación del saloncito donde se
celebra el encuentro y los planos medios largos de los asistentes con
panorámicas a las viandas que tienen ante sí sirven para dar unas
nociones básicas sobre los cuatro tipos básicos de alimentos, pero
crecen de entidad dramática e, incluso, didáctica.
Now You’re Talking (John Paddy Carstairs, 1940), 11 min., patrocinado por el Ministerio de Información
La campaña en contra del cotilleo inane que pudiera servir al espionaje enemigo continúa con Now You’re Talking, de nuevo con dirección de Castairs y con la colaboración de Basil Dearden en el libreto. El esquema es el mismo sólo que en esta ocasión la acción se traslada a un laboratorio de explosivos. Uno de los empleados debe quedarse de guardia toda la noche y avisa a su novia Doris de que no podrá acudir a la cita que tenían concertada. A partir de ahí, un empleado charlatán y la red de informadores terminarán transmitiendo la información a los agentes enemigos, que colocan una bomba en el laboratorio. Los recursos son los habituales de la película de intriga: tipos torvos, claroscuros fotográficos y morales, disparos con silenciador en la oscuridad. Al limpiar unos libros, la chica derriba el retrato de su novio, cuyo cristal se rompe en transparente metáfora de las consecuencias de hablar demasiado, algo que el verdadero causante de la catástrofe todavía sigue reprochándoles a los demás mientras pide una nueva ronda en el pub.
Dangerous Comment (John Paddy Carstairs, 1940), 11 min., patrocinado por el Ministerio de Información
La última entrega de la serie contra el chismorreo sitúa la acción en un ambiente de alta sociedad, para que la culpa no recayera siempre sobre representantes de la clase trabajadora. Un oficial de aviación se despide de su novia antes de partir a una misión en Alemania y la compañera de piso de ésta se lo cuenta al hombre con el que ha quedado para divertirse. Él no es un espía, pero sí el camarero que comunica el lugar y la hora del bombardeo a su contacto en un local de tragaperras y éste, a su vez, lo retransmite por radio a Berlín. En tanto que los decorados ingleses pretenden ser más o menos realistas, el oficial alemán habla por teléfono ante una cruz gamada que se proyecta detrás de él. Pero los británicos interceptan el mensaje, suspenden el ataque y hacen detener al camarero. En esta ocasión, el asunto tiene, por tanto, final feliz.
A finales de 1940, Michael Balcon decide encomendar a Cavalcanti la coordinación de un departamento propio de cortometrajes de propaganda, independientemente de que buena parte de su producción de largometrajes de ficción se incardine también en el esfuerzo de guerra.
Mastery of the Sea (Alberto Cavalcanti, 1940), 19 min.
Realizado con la colaboración de la Marina Real y la marina mercante, con montaje de Robert Hamer y un comentario abiertamente propagandístico de Edward Chapman. Según éste, Gran Bretaña sigue dominando los océanos a pesar de los ataques alemanes a barcos de pasajeros que transportan mujeres y niños al otro lado del Atlántico. A este prólogo elegíaco, que muestra algún barco a medio irse a pique, le sigue un canto al poderío de la Armada Real —acorazados, lanchas torpederas, destructores, submarinos, portaaviones, defensas costeras…— y, por fin, al sistema de convoyes organizado para proteger el transporte marítimo de mercancías, pasajeros o combatientes. Este es el objetivo del cortometraje, proporcionar tranquilidad a los espectadores sobre la propia capacidad para neutralizar las amenazas enemigas, provengan éstas de minas, submarinos o aviones. Para ilustrar el ataque de estos últimos, se toman prestadas imágenes rodadas por el enemigo, en una táctica habitual de apropiación e inversión del mensaje original, se insertan maquetas y primeros planos de películas de ficción propias, y se dramatizan breves diálogos en off entre los pilotos de los cazas de la RAF encargados de neutralizar a los bombarderos alemanes y el puente de mando de los buques. En resumen, más que por sus logros concretos en materia cinematográfica, Mastery of the Sea destaca como un catálogo de recursos de montaje aplicados a la propaganda bélica.
Sea Fort (Ian Dalrymple, 1940), 6 min., patrocinado por el Ministerio de Información
Ian “Dal” Dalrymple ha colaborado con Balcon desde la época de British-Gaumont, primero como montador y luego como guionista. Sin embargo, durante la contienda suele aparecer como responsable de producción de los documentales de Humphrey Jennings para la Crown Film Unit, el departamento del Ministerio de Información que absorbe a la unidad de Grierson en la GPO. Su única incursión en la producción de Ealing Studios es un estudio sobre la vida cotidiana y el valor defensivo de una fortaleza marítima, una especie de isla artificial en algún punto de la costa. El documental hace hincapié en las actividades del personal militar más ordinarias, como el servicio de biblioteca, las comidas o las funciones teatrales de aficionados. Esta directriz llega al extremo de mostrar la labor de las baterías antiaéreas como el sueño de uno de los soldados mientras sus compañeros juegan a las cartas.
Yellow Caesar (Alberto Cavalcanti, 1941)
A finales de 1940, después de varios desencuentros por la falta de apoyo que el Ministerio de Información ha demostrado hacia los largometrajes de propaganda bélica de Ealing Studios, Michael Balcon decide reclutar a Alberto Cavalcanti, responsable artístico de la producción de la unidad cinematográfica de la General Post Office (GPO), baluarte del documentalismo británico. Sus primeros frutos son Young Veterans (1940) y Mastery of the Sea (1940), pero la pieza que marca auténticamente la diferencia es Yellow Caesar, una sátira despiadada del fascismo y de su líder, Benito Mussolini. Cavalcanti recurre al material de archivo y se dedica a manipularlo, a hacerlo dialogar con películas de ficción y con sketches brutales que intentan desvelar la auténtica naturaleza del fascismo. Desde su poca aptitud para los estudios hasta la Marcha hacia Roma, pasando por las etapas de desertor del ejército y agitador político en Suiza, el corto traza un retrato inmisericorde del ascenso al poder del Duce. Su personalismo, su grandilocuencia, su populismo… Todo queda ridiculizado por el comentario irónico, la introducción de música ad hoc, la inversión de la marcha de la película… En el segundo tramo, las sucesivas campañas militares en las que se embarca Italia contra países de casi inexistente fuerzas de combate, como Etiopia, Albania o Grecia o su intervención en la Guerra Civil Española –de la que se destaca el vergonzoso episodio de la batalla de Guadalajara- queda puntuado por una locutora de radio, quien, en tono triunfalista, proclama que se trata del día más grande en la historia del imperio, que el supuesto enemigo ha mancillado la bandera italiana y que las madres pueden estar orgullosas de enviar a sus hijos al combate. Esta auténtica pieza de cine de combate no fue demasiado bien entendida por Balcon –que abortó esta vía inmediatamente- y recibió un trato tibio por parte de una prensa que veía con prevención tal exaltación latina en abierta contradicción con la tradicional flema británica. Sería por eso que The Times lo acusó de "falta de sutileza". Adrian Brunel figura como responsable de algunas escenas adicionales, el comentario corre a cargo del periodista Michael Frank y el creativo montaje va firmado por Charles Crichton.
Find, Fix and Strike (Compton Bennett, 1942), 20 min.
Find, Fix and Strike se presenta como una producción de los Ealing Studios de Michael Balcon, producida por Cavalcanti con la asistencia de Charles Crichton y dirigida por Compton Bennett. El título reproduce una consigna del almirante Horatio Nelson -"busca, localiza y ataca"- que, al parecer, sigue siendo vigente para los aviadores de la Marina británica. Dos tercios del metraje están dedicados a mostrar el entrenamiento de los pilotos: los ejercicios en tierra, el primer vuelo en solitario, el entrenamiento para aterrizar en el portaaviones. Sólo entonces, una vez localizado el enemigo, todo el proceso parece tener un sentido, el que le proporciona el montaje sincopado que traduce en "puesta en forma cinematográfica" la destreza de todos los implicados en las operaciones. A pesar de que canten un poco al estar rodados en situación más favorable, la película no renuncia nunca a los primeros planos de los pilotos: no se trata de una operación espectacular, destinada a destacar la gallardía de tal o cual joven, sino que trata de mostrar que a los mandos de cada avión hay un ser humano realizando una tarea precisa. Una locución un tanto apabullante y un acompañamiento musical demasiado manido afean lo que, de otro modo, hubiera sido un magnífico ejemplo de propaganda bélica.
Go To Blazes (Walter Forde, 1942), 9 min., patrocinado por el Ministerio de Información
La incorporación al equipo de Alberto Cavalcanti y Harry Watt supuso el definitivo impulso a este tipo de producciones. Sin embargo, Go To Blazes sigue otro camino. Michael Balcon pone al servicio del Ministerio de Información a uno de sus cómicos más populares, Will Hay, para que imparta un breve curso sobre el protocolo a seguir en el caso de que una bomba incendiaria alemana caiga en tu domicilio. Hay encarna al pomposo patán de siempre, que debe impartir una conferencia con el asunto pero que resulta un perfecto inútil. De las viñetas que ocupan la primera parte del metraje, la mejor es aquélla en la que el artefacto cae en el techo y va cayendo de piso en piso hasta que Hay consigue –por casualidad, claro- neutralizarla en el sótano. Durante la segunda parte, serán su mujer y su hija quienes le demuestren cómo actuar en un caso real sin dejarse llevar por el pánico. Aunque en los títulos de crédito la cinta aparece atribuida a Walter Forde, éste no recordaba haber intervenido en ella, y los historiadores se decantan por la autoría del propio Hay con el apoyo, en todo caso, de Dearden.
Save Your Shillings and Smile (Harry Watt, 1943), 6 min., patrocinado por el Comité Nacional de Ahorro
Protagonizado por Tommy Trinder, entonces en el ápice de su fama en el Palladium londinense, Save Your Shillings and Smile lleva a primer término su origen teatral al mostrar tanto el vestuario de las chicas del coro como un decorado pintado para que sirva de fondo a la canción en la que se invita a ahorrar a los ciudadanos. Con una prepotencia muy propia de la época a, la estrella masculina del espectáculo elige a la chica que le acompañará esa noche después de la función a la venta de bonos de guerra. Todas lucen sus mejores galas a fin de atraer al protagonista, pero la elegida será la más ahorrativa que, de todos modos, no tenía más remedio que ir porque es la secretaria del Comité de Ahorro para la Guerra.
Did You Ever See a Dream Talking? (Basil Dearden, 1943), 6 min., patrocinado por el Comité Nacional de Ahorro
La propaganda bélica está tan integrada en la producción de largometrajes de ficción de Ealing Studios a finales de 1942 que resulta ocioso seguir con esta línea. No obstante, Balcon aprovecha la popularidad de algunos de los comediantes de la casa para producir cortometrajes como los ya mencionados Go To Blazes y Save Your Shillings and Smile o este Did You Ever See a Dream Talking? en el que Dearden dirige a Claude Hulbert y Enid Trevor. La peliculita presenta el sueño etílico del soldado Claud, quien apenas dormido, recibe la visita de un ángel y un diablo (también Hulbert). El primero hace el elogio del ahorro y el segundo del manirrotismo. Aparte de este aspecto fantástico-cotidiano, resulta destacable una secuencia con maquetas de aviones que deben volar sin colas o con una sola ala por culpa del despilfarro del protagonista. Como el previo The Sky’s the Limit (Alberto Cavalcanti, 1943), el objetivo era promocionar la recaudación de fondos mediante bonos de guerra para financiar a la RAF.
La mayoría de los cortos aquí reseñados están disponibles de forma gratuita en el portal BFIPlayer https://player.bfi.org.uk/free y en la sala de visionado de los Imperial War Museums https://film.iwmcollections.org.uk/. No he encontrado rastro de los últimos títulos producidos por la unidad de Cavalcanti: Greek Testament (Charles Haase, 1943), The Return of the Vikings (Charles Frend, 1944) y The Sky's the Limit (Alberto Cavalcanti, 1943).
Addenda del 30/08/2018
Falklands: The Story (1948) 9 min., patrocinado por la Colonial Office y la Central Office of Information
Aunque en los títulos de crédito figura como una producción de Editorial Film Productions, este cortometraje de propaganda fue el resultado de los trabajos preparatorios de Ealing Studios para el rodaje de Scott of the Antarctic (Charles Frend, 1948), puesto que en los archivos de Ealing se conserva correspondencia con la Colonial Office sobre este proyecto desde 1945 y el director de fotografía de la gran apuesta épica de Michael Balcon es Osmond Borrodaile, que comparte crédito aquí con el montador Jim Mellor, responsable de la compaginación de otras producciones de la Central Office of Information. Las entidades oficiales se habrían encargado del transporte y los permisos en tanto que los Ealing Studios habrían corrido con los gastos de equipo y material cinematográfico. El resultado fueron un número indeterminado de metros impresionados con los que se realizó este montaje de poco más de nueve minutos en el que se reivindica la labor de la corona británica en las Islas Malvinas y se justifica su presencia en el Antártico en detrimento de las reclamaciones de Chile y Argentina. El momento no puede ser más oportuno porque en 1948 crece la tensión militar en la zona al tiempo que las tres naciones reclaman el dominio de las islas. Además de los espectaculares paisajes polares y la fauna local, como siempre en las películas de Ealing Studios se hace especial hincapié en la vida cotidiana de los hombres que allí viven: voluntarios que pasan entre dieciocho y treinta meses en las bases allí establecidas, dedicadas a la investigación geológica y meteorológica.
La película se puede ver gratuitamente en el portal Colonial Film: www.colonialfilm.org.uk/
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