Doughboys (Edward Sedgwick, 1930) es una comedia cuartelera —tan habituales en el teatro francés— a costa de las penurias de los soldados rasos durante la Gran Guerra. El patrón lo había marcado marcado Chaplin en Shoulder Arms (Armas al hombro, 1918) cuando aún los hechos estaban recientes.
Keaton había bordado su retrato de un pazguato metido por amor en un lío colosal, en The General (El maquinista de la General, Buster Keaton y Clyde Bruckman, 1926). El argumento se combina en esta ocasión con la presentación del petimetre millonario que ya había sido en The Saphead (Ingenuo y afortunado, Herbert Blaché y Winchell Smith, 1920), The Navigator (El navegante, Donald Crisp y Buster Keaton, 1924) o en Battling Butler (El último round, Buster Keaton, 1926), el hombre menos indicado para salir adelante ante cualquier pequeño obstáculo, acostumbrado como está a toda clase de atenciones y a la satisfacción inmediata de cualquier capricho.
Todo arranca cuando Elmer se encuentra con que, en lugar de una oficina de contratación para conseguir un nuevo chófer, se ha alistado en el ejército. El sargento Brophy (Ed Brophy) —gritón, malhablado y cascarrabias, en la mejor tradición de los sargentos de hierro que en la pantalla han sido— es el encargado de domeñar a esta caterva de tipos patibularios en la que Elmer no encuentra su sitio. Su único amigo es un actor de variedades llamado Nescopeck (Cliff “Ukelele Ike” Edwards).
El único motivo de alegría es encontrarse a su adorada Mary (Sally Eilers) en el campamento de entrenamiento. Claro que el sargento también está interesado en ella. Una carrera en pelo de ida y vuelta es el gag típico de esta primera parte de la cinta en la que también destacan una salida de la enfermería con reingreso inmediato y la lipotimia de los novatos cuando el sargento les explica cómo utilizar la bayoneta para sacarle las tripas al enemigo. Es el prólogo al hilarante número de vodevil con el que los soldados pretenden entretener a las tropas. Keaton sale travestido y protagoniza un número de danza apache, que para eso estamos en Francia. Una vez más, demuestra cómo se ganó el apelativo de “la bayeta humana”. Queda, claro, la vida en las trincheras, el heroísmo inesperado y la conquista del corazón de Mary.
En la versión española, De frente, marchen (Edward Sedgwick y Salvador de Alberich, 1930), Elmer J. Stuyvesant se convierte en Canuto de la Montera. Algunos actores comparten también versión. En cambio, Mary está encarnada por la donostiarra Conchita Montenegro, el papel de sargento gritón de Ed Brophy recae en el motriquense Juan de Landa y el de Uklele Ike en el toledano Romualdo Tirado. Ambos son habituales en la docena de versiones españolas rodadas por la M-G-M entre 1930 y 1931.
A falta de copia de la versiones española, unas fotos de estudio atestiguan no sólo el trueque de actores sino que el baile apache y la canción de Ukelele Ike con Sally Eilers fueron sustituidos por una coreografía burlesca en que se recreaba una castiza corrida de toros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario