Caravana de esclavos / Die Sklavenkarawane (Ramón Torrado / Georg Marischka, 1958) es la primera de las cuatro aventuras cinematográficas protagonizadas por Kara Ben Nemsi, un personaje creado por el escritor pulp alemán Karl May. El Kara Ben Nemsi literario había figurado al frente de una veintena de entregas de aventuras orientales entre 1892 y 1909.
Las dos primeras cintas del ciclo están financiadas por la Dokumentar und Colorfilm germana y Torrado figura en las copias españolas como director único de las mismas. Pero como el Sindicato Nacional del Espectáculo exigía una cuota de españoles en puestos claves para acceder a los beneficios de la coproducción, no sería el primero que ostenta este crédito sin haber hecho otra cosa que asistir al rodaje como invitado. De hecho, la única escena que lleva su sello es un ballet en el cuartel de Bimbashi (Ángel Álvarez), una breve y modesta fantasía oriental con preponderancia de reparto español, país en el que tuvo lugar el rodaje.
En esta ocasión Kara Ben Nemsi (Victor Skaal) y su ayudante Hadchi (Georg Thomalla) deben luchar contra el traficante de esclavos Abu el Mot (José Guardiola). Si Hadchi debía de servir como contrapunto cómico a las acciones heroicas de su patrón, en esta aventura los papeles bufos se multiplican al encontrase el escritor en un oasis con el arqueólogo inglés sir David Lindsay (Theo Lingen) y el ornitólogo muniqués Pfotenhauer (Fernando Sancho). Ambos caen en manos de Murad Ibrahim (Rafael Luis Calvo), que espera recibir un rescate de sus respectivos países para liberarlos. Pero antes de liberar a sus amigos, Kara Ben Nemsi hará lo propio con la bella Senitza (Mara Cruz).
Con abundancia de movimiento y acción, la trama avanza con paso firme por caminos sabidos en los que el héroe lo es de una pieza y los villanos árabes resultan sádicos hasta la caricatura. La fotografía en Eastmancolor de Alfredo Fraile funciona convincentemente salvo en las escenas rodadas mediante el procedimiento denominado “noche americana”. El otro fallo imperdonable es el abuso de material de archivo de hipopótamos, cocodrilos, rinocerontes y elefantes, indigno hasta de los cines de programa doble a los que la cinta estaba dirigida y en los que, seguro, satisfizo con creces las expectativas del público popular.
Planteada como una secuela de la anterior –o como dos rodajes consecutivos- en En las ruinas de Babilonia / Der Löwe von Babylon (Ramón Torrado / Johannes Kai, 1959) no repiten ni el director alemán ni el protagonista, sustituidos por el hasta entonces guionista Johannes Kai y Helmut Schneider en el papel de Kara Ben Nemsi. Hadji (Georg Thomalla) se une de nuevo a él para ir a Babilonia, donde sir David Lindsay (Theo Lingen) está realizando unas excavaciones.
Pero, por el camino, se encuentra con los miembros de una banda de contrabandistas de armas que pretenden asesinar al capitán polaco Dosorza (Antonio Casas). Éste piensa que el villano El Sefir (Rafael Luis Calvo) asesinó a sus hijos veinte años atrás, pero lo cierto es que los hijos están vivos. Kara Ben Nemsi le promete liberarlos y acude a su residencia donde conoce a la hermosa Safa (Mara Cruz). Mientras, la acaudalada Irida (Pilar Cansino) viaja en una caravana hacia Babilonia en compañía del profesor Pfotenhauer (Fernando Sancho) y escoltada por Ikbal (Pedro Giménez), el otro hijo de El Sefir. La anagnórisis del relato tradicional propicia que Safa e Ikbal sean, en realidad, los hijos de Dosorza y que Kara Ben Nemsi los rescate en el último instante de una muerte terrible.
Encuentros, desencuentros, engaños y traiciones se suceden sin descanso, sin que, a pesar de todo, la película consiga levantar el vuelo. El buen ritmo de Caravana de esclavos se ha esfumado. ¿Será la ausencia de Georg Marischka en la dirección? ¿Un exceso de acciones paralelas que dificultan la comprensión de la línea principal de acción? Salvo la sala del tesoro de Nabucodonosor, que conserva el auténtico sabor del serial, el resto de la trama se le deshace a uno entre los dedos.
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