domingo, 12 de agosto de 2018

curarse en salud contra la censura


La acción de la censura cinematogáfica en España ha sido estudiada con diferentes enfoques y en varias ocasiones, de las que uno se limita a señalar, por su carácter pionero, el libro de Román Gubern y Domenec Font Un cine para el cadalso (Barcelona, Euros, 1975), y por su naturaleza divulgativa, la serie de TVE Imágenes prohibidas (1993-94): http://www.rtve.es/television/imagenes-prohibidas/

Los casos célebres de películas que nunca habían existido al quedar excluidas de la legalidad administrativa, los ardides del doblaje y la existencia de dobles versiones para España y el extranjero son el pan nuestro de cada día de todos estos estudios. La familia, la Iglesia, el Estado y el Ejército eran asuntos con los que no convenía tontear. El adulterio, el suicidio y otras conductas contrarias a la moral católica, materias prohibidas. Cualquier grado de desnudo -incluso su sugerencia- resultaba severamente reprimido y probablemente fuera en este campo donde más beligerantes se mostraran la mayoría de productores y distribuidores, conscientes de que se trataba de un notable reclamo para el público. Según avanzan los años, el cine "sexy" copa los primeros puestos de recaudación con sucedáneos vergonzantes de lo que se hace fuera. El término "landismo" sirve para identificar buena parte de este filón del cine español, aunque nunca hemos oído hablar del "nadiuskismo", que serviría de etiqueta para la etapa de transición al "destape". Sabemos por declaraciones de directores y productores que una de las estrategias fundamentales en estos años para burlar a la censura y hacer pasar planos que, en principio, sólo se concebían para las dobles versiones, pasaba por el oscurecimiento de los planos en el laboratorio. Al menos, en la copia que debía juzgar la Junta de Censura. Con el cine importado -y doblado- se establece así una relación de sometimiento, si no de complicidad, entre el distribuidor y la administración, a cuyos organismos censores la película llega ya previamente manipulada en muchas ocasiones.

Todo ello es, como veíamos, materia habitual de cualquier estudio sobre el cine español entre los años cincuenta y setenta. Lo que uno no se había encontrado hasta ahora es el extraño caso de la censura en España del episodio de Alessandro Blasetti de Las cuatro verdades (1963), coproducción montada a base de sketches, como tantas otras que menudearon en el cine europeo de principios de los sesenta. La excusa argumental son las fábulas de La Fontaine: "La muerte y el leñador" (Berlanga / Azcona), "Los dos pichones" (Clair), "El cuervo y el zorro" (Bromberger / Grendel) y "La liebre y la tortuga" (Blasetti / Cecchi D'Amico). El orden de los episodios varía de un país a otro e, incluso, en la versión anglófona se prescinde del episodio de Berlanga desde el mismísimo título: Three Fables of Love. Por desgracia, los dos franceses se decantan por tramas vodevilescas, que René Clair salva con pundonor en el suyo gracias a la brillantez del dispositivo del relato... y en España, merced a la manipulación mediante el doblaje de los diálogos más picantes de Leslie Caron y Charles Aznavour: una dama ociosa y un pobre mecánico que se quedan encerrados en el apartamento de ella durante un largo puente festivo.

Berlanga ha contado en numerosas ocasiones los mil y un problemas que su episodio tuvo con el propio gobierno, donde se llegó a insinuar que el burro que orinaba en la piscina del Parque Sindical representaba al Caudillo meando sobre los trabajadores españoles. Lo cierto es que, salvo la desacertada elección del protagonista -el alemán Hardy Kruger sustituyó a López Vázquez por exigencias de la coproducción-, se trata de una de las grandes piezas breves del cine español en la que Azcona incluye algunas perlas de diálogo que delatan que por entonces trabajaba con Ferreri en la adaptación de El castillo, de Franz Kafka. Vaya como ejemplo el rapapolvo que el funcionario interpretado por Agustín González le echa al adánico organillero: "¿Usted qué es lo que quiere? ¿Vivir sin leyes? ¿Vivir sin ordenanzas? ¿Sin una tutela? Vamos a ver: ¿qué haría usted sin una tutela?". Pues eso, que cincuenta años después parece que en España aún no se puede vivir sin tutela. Este mismo personaje sirve para realizar una burla contra la censura cuando le pincha dos globos a una globera, con la severa admonición de que debe extremar el cuidado "con las formas de los globos. Ya sabe que no quiero obscenidades en la calle". Berlanga y Azcona arremeten contra el poder instituido en todas sus formas, pero sobre todo contra sus representantes más directos: guardias de tráfico, funcionarios, monjitas y hasta el bañero de la piscina pública… Lo verbaliza uno (Jesús Guzmán) al que mandan a ver si está ya el manubrio: "¡Aquí, en cuanto a uno le dan un uniforme…!"

El episodio de Blasetti fue censurado en España no sólo acortando su metraje, sino introduciendo un zoom en la imagen mediante truca para evitar los planos medios en los que Sylva Koscina lucía escotes demasiado provocativos, como en las escenas del vestíbulo del hotel, de la playa, o de la sala de fiestas...


O sea, que no sólo se produce un corte -unos cuatro minutos en la escena en la que Monica Vitti y Sylva Koscina están en la habitación de Rossano Brazzi y dos de menor entidad mientras esta última baila el twist-, sino también en el encuadre. Es un alarde de imaginación censora que, a falta de datos constatados en los archivos de la administración, deberemos atribuir a la distribuidora.

addenda 16/04/2019...


Bueno, pues al parecer era una artimaña bastante frecuente para sortear la censura. José Antonio Nieves Conde relataba [Francisco Llinás: José Antonio Nieves Conde: El oficio de cineasta. Valladolid. Semana Internacional de Cine, 1995, p. 196.] que la utilización de material en blanco y negro como copión de montaje no le permitió darse cuenta de que a Marisa Mell "se le transparentaban muy tímidamente los senos bajo el tenue camisón" en una escena de Marta / Dopo di che, uccide il maschio e lo divora (1971) y que también recurrieron a la truca para resolver el problema, aunque en la copia comercializada en VHS no se aprecia dicha intervención. En cambio, sí que se produce en la misma secuencia un corte brusco, después de un inserto brusquísimo de los ojos de  Stephen Boyd, inmediatamente después de la cual el camisón ha desaparecido, aunque lo cerrado del encuadre impida ver nada más que los hombros.


Todavía en 1975 José Luis Borau habrá de recurrir al mismo procedimiento para que Furtivo sortee la censura. Es en la escena en el que las chicas están en las duchas del reformatorio y a fin de evitar que el vello púbico de una de ellas entrara en el encuadre:


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