domingo, 1 de septiembre de 2024

miguel iglesias en el cinematic club amateur

La celebración del centenario del Cinema Amateur por parte de Filmoteca de Catalunya nos ha permitido acceder a la mayor parte de las películas que Miguel Iglesias rodó en 9,5mm. Todas fueron realizadas en el marco de la actividad de Producciones Independientes del Cinematic Club Amateur (PICCA), una entidad que él mismo crea a los dieciocho años en su propio domicilio:

Ahorrando, se compró un proyector y junto con unos compañeros de trabajo, tan locos por el cine como él (especialmente Joan Casals), compraron una cámara Pathé-Baby y crearon en 1933 el Cinematic Club Amateur, una insólita productora de films de aficionados estructurada como las productoras profesionales con guionista, operador, maquillador, técnicos, actores... los cuales formaban una especie de consejo de producción, aunque Iglesias aparece prácticamente como su único director. [Àngel Comas: Miguel Iglesias Bonns: Cult movies y cine de género. Valls; Cossetània, 2003, pág. 18.]

En el club impera el trabajo colectivo; de este modo, marcan las diferencias —que las hubo, y muchas— con la sección de cine del Centre Excursionista de Catalunya. ¿Será por eso que el documentadísimo El cinema amateur a Catalunya [Jordi Tomàs i Freixa y Albert Beorlegui y Tous. Barcelona: Institut Català de les Indústries Culturals, 2009, págs-193-194.] apenas dedica una página a sus actividades? A saber.

T.S.F. (1934) es un drama de montaña en toda regla. Las dificultades meteorológicas en el Turó de l’Home, en el macizo del Montseny, obligan al equipo a posponer el rodaje iniciado a principios de 1933 hasta el invierno siguiente. La producción, cuya fotografía firman Galo Felgueras y Joan Casals, se da por finalizada en enero de 1934. [Boletín del Cinemátic Club Amateur, núm. 13, febrero de 1934.] Como corresponde a un primer intento, algunas de estas dificultades no quedan convenientemente registradas en la cinta, pero Iglesias suple estas carencias y las del tópico argumento, con un excelente trabajo de planificación y montaje a fin de crear la buscada atmósfera de suspense. Seguramente contribuiría a ello el montaje musical a base de discos que se realizaba en directo durante cada pase.

Probablemente las dificultades que hubo que encarar en su producción anterior, Miguel Iglesias se decide en su siguiente cinta de ficción por un tema más ligero. Un pantalón para dos (1935) es una comedia sobre dos bohemios cuya miseria les ha empujado a empeñar uno de sus pantalones, de modo que cuando han de salir a la calle lo hacen por turnos. Pero hete aquí que les llega una invitación a una fiesta donde van a estar sus amadas y ninguno está dispuesto a renunciar a la cita. Uno de ellos se anuda un mantelillo de cuadros a la cintura e intenta hacerse pasar por escocés hasta llegar a la casa de campo donde se celebra la fiesta. Intentarán ver a las chicas turnándose de nuevo con el pantalón, pero los enredos se suceden a ritmo sostenido de vodevil. Seguramente esto sea lo mejor de la película, que sólo decae puntualmente en su casi media hora de duración. Otra cosa son los gags, que Iglesias no siempre logra plenamente, recurriendo en ocasiones a la comicidad en primer grado.

Una fotografía del rodaje muestra un interior iluminado con tres aparatos, lo que da idea del nivel de profesionalidad con el que se tomaban sus producciones los del Cinematic Club Amateur.

En esta ocasión, Iglesias dirige por primera vez a Pilar Gallemí y al orondo Enric Aycart que se van a convertir en puntos fijos de sus repartos. La otra protagonista es Carme Fábregas, que aún debe tener dieciséis o diecisiete años. Porque, aparte de Joan Casals, Josep Coll y otros miembros bastante activos, en la asociación se ha integrado también como actriz aficionada Carme Fábregas, con la que Iglesias contraerá matrimonio en 1936 y que a partir de la década de los cincuenta emprenderá su propia carrera como montadora. [Jordi Torras: “Carmen Fábregas”, en Cuadernos de la Academia, núm. 3: Memoria viva del cine español. Madrid: Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España, 1998, págs. 95-99.]

En un rasgo de la ambición que caracteriza a PICCA, Un as per amor (1935) se presenta como la “primera película amateur de argumento sobre el tema de la aviación”. [Boletín del Cinemátic Club Amateur, núm. 23, diciembre de 1934.] Pili (Pilar Gallemí) tiene que decidirse entre el amor del botarate (Fermí Esteve), por el que aboga su tío y tutor (Enrice Aycart) y el de un intrépido aviador (Tomás Moliné). La elección es evidente, pero por supuesto no se producirá hasta el último minuto, merced a una serie de obstáculos que tienen que ver con la afición del tío a la butifarra y con los malentendidos que siempre se dan entre enamorados, con las escenas de comedia y drama convenientemente dosificadas. En cualquier caso, el ingrediente novedoso son las secuencias que tienen lugar en el aeródromo y en vuelo.

El homenaje al aviador y a su flamante esposa tras su raid de España a Sudáfrica se logra mediante una operación de montaje en el que un raccord no del todo bien resuelto permite mostrar a la multitud reunida en torno a los coches de los recién casados y del tío y el pretendiente chasqueado. Este reciclaje del material de archivo, al que se otorga un nuevo sentido mediante el montaje, va a ser el quid de Per terres de l’Àfrica (1936). En esta ocasión Enric Aycart y Josep Coll encarnan a un explorador del África salvaje y al operador —del Cinemátic Club Amateur, claro— que la acompaña en su peligrosa expedición. Sigue así la senda marcada por Eduardo García Maroto y Miguel Mihura en Una de fieras (1934), en su parodia de la moda de los documentales exóticos de Soedshack y Cooper, las cintas de Johnny Weissmuller en el papel de Tarzán o la por entonces celebérrima Trader Horn (Trader Horn, W.S. Van Dyke, 1931).

La mayoría de los gags se resuelven mediante un hábil uso de la edición que permite la convivencia virtual de los prosaicos exploradores con los habitantes de los lugares más remotos de la Tierra y con las fieras más terribles, procedentes todas ellas del catálogo de cintas de viajes de Pathé-Baby. La parodia alcanza también a los títulos de crédito, donde el director se presenta como "M. Churches" y se asegura que sus asistentes han sido Cecil B. De Mille, King Vidor y René Clair.

El humor se convierte así en la principal baza de Miguel Iglesias como cineísta, apoyado por los intertítulos, unas veces expositivos, otras resueltamente cómicos, que redacta invariablemente Josep Coll.

Tras los premios obtenidos por Per terres de l’Àfrica, Miguel Iglesias asegura que piensa tomarse unos meses para redactar el guión de su siguiente película, que está dispuesto a rodar en 16mm. "Ya estoy un poco escamado con el 9,5, porque después de pasar dos veces por el proyector se queda que no tiene ni cara ni ojos, además de la poca seguridad del revelado". [Boletín del Cinemátic Club Amateur, núm. 32, abril de 1936.] El golpe militar del 17 de julio de 1936 dará al traste con todos sus planes y pondrá fin a su carrera en el campo amateur. El Boletín [núm. 36] de abril de 1937 da la noticia de su reclutamiento. 

Àngel Comas amplía las vicisitudes por las que pasó el cineísta durante el trienio bélico:

El 3 de abril de 1937 fue movilizado y destinado a Andalucía. Estuvo un año en el frente pero no entró en combate, haciendo sólo cinco disparos de prácticas. Su joven esposa, Carme, realizó un viaje erizado de dificultades para pasar dieciocho días a su lado. El 6 de julio de 1938, el mismo día de su nacimiento, volvió a nacer salvándose de milagro de una bomba que cayó a su lado y de la que Iglesias todavía conserva un trozo de metralla. Destinado al frente del Ebro, allí se planteó la inutilidad de su sacrificio en una guerra que no entendía y junto con algunos compañeros se metió en un camión militar con el que regresó a Barcelona. Ya en la ciudad, se camufló en el domicilio de sus suegros, en la barriada de Sants, hasta el fin de la guerra. [Àngel Comas: Op. cit., pág. 20.]

 

Caricatura anónima de Miguel Iglesias
en el Boletín del Cinemátic Club Amateur, núm. 32, abril de 1936.

Filmografía amateur de Miguel Iglesias:

Falsedad (1934)
T.S.F. (1934)
Un pantalón para dos (1935)
Marinada (1935)
Cadaqués (1935)¸ codirigido con Joan Casals y Josep Coll
Un as per amor (1935)
Dintre el bosc (1935)
Retalls barcelonins (1935)
Per terres de l’Àfrica (1936)

 

El Boletín del Cinemátic Club Amateur se puede consultar en el Repositori Digital de Filmoteca de Catalunya: https://repositori.filmoteca.cat/

Las películas se pueden ver en: https://vimeo.com/filmotecacat

No hay comentarios:

Publicar un comentario