domingo, 23 de septiembre de 2018

franco en el no-do

 

Existen varios estudios sobre el noticiario español No-Do (1943-1981). Todos inciden y alguno se centra exclusivamente, en la construcción de la imagen de Franco como Caudillo de España a través del único informativo que se pudo -y se debió, pues era de proyección obigada- ver en los cines españoles entre 1943 y 1976. El más destacado es, sin duda, el de Vicente Sánchez-Biosca y Rafael R. Tranche: No-Do: El tiempo y la memoria [Madrid, Cátedra / Filmoteca Española, 2006].

El análisis textual y la revisión historiográfica son las perspectivas más habituales desde las que enfrentarse a esta construcción idealizada del rector del destino de los españoles. Por eso sorprende encontrarse con impresiones a pie de obra, suscritas en su momento por gentes ajenas al mundo cinematográfico. Tal es el caso del periodista Gaziel y de sus acotaciones íntimas sobre el propio exilio interior: Meditaciones en el desierto (1946-1953) [Barcelona, Ediciones Destino, 2005]. La entrada del 24 de noviembre hace referencia a la edición del noticiario oficial que se proyecta esos días en las salas madrileñas y, en concreto, a la noticia sobre el doctorado honoris causa en Derecho  ofrecido a Franco por la Universidad de Coimbra. El hecho forma parte de una política ibérica que pretendía paliar el aislamiento internacional al que estaba sometida España desde la retirada de embajadores propuesta por la ONU en 1946. Sólo Portugal, Argentina, la Santa Sede y algún otro país desoyeron la recomendación. Claro, que no bastaba con esto. La visita de Evita Perón a España en junio de 1947 tuvo también una amplia cobertura por parte de No-Do -noticiarios 232-A, 233-A, 234-A y 235-B-, por no hablar del despliegue mediático y propagandístico que supuso la celebración en Barcelona en 1952 del Congreso Eucarístico como prólogo a la firma del Concordato con la Santa Sede, cubierto por los noticiarios 488-A, 490-A, 491-B, 492-A, 492-B y 493-A, amén de por los documentales XXXV Congreso Eucarístico Internacional (1952) y, más tangencialmente, A la paz de Dios (1952).

La ceremonia de doctorado resulta totalmente ajena a cualquier valor académico y se plantea como un paso más en el Acuerdo de Amistad revalidado por los gobiernos de Salazar y Franco un año antes y basado en un férreo anticomunismo y en una no menos férrea concepción integrista del catolicismo. De ahí que actúe como padrino del nuevo doctor el cardenal patriarca de Lisboa. En su largo discurso de agradecimiento afirma Franco:
Cuando contemplamos el panorama universal, que se esfuerza en dar solución a estos problemas mediante fórmulas capitalistas o por la vía materialista de los marxismos fracasados, se siente todo el vacío de la filosofía social en que se pretende asentar el nuevo Derecho, que, para nosotros, no puede ser otro que el que desde hace siglos viene proclamando la Iglesia Apostólica Romana.
El acto, recogido en los últimos minutos del noticiario 357-A, carece de brillantez debido a lo reducido del espacio en que tiene lugar -o al reducido tiro del que disponen las cámaras- y a la escesez de iluminación. Más vuelo tienen los actos celebrados en el Palacio de Queluz y la visita a Fátima, en un bloque del informativo titulado "Fraternidad peninsular" y en el que Franco viste de paisano, de militar y con la capa académica. Es precisamente este atuendo el que llama la atención de Gaziel y le decide a subrayar el aspecto grotesco de la ceremonia:
imaginaos su figura en pantalla, vestida con una toga doctoral que le llegaba hasta los puies, y de holgada valona, que le convertía literalmente en una peonza; y llevando en la cabeza un birrete rodeado de flecos y coronado por una punta coronada con una pieza de ajedrez, un alfil. Era como una especie de salero andante monumental -un salero como los de las antiguas casas burguesas, con faldillas bordadas. Era inmenso. Y toda la sala -el día que lo vi yo en el cine, en Madrid- reía a carcajadas. Pero no en tono de mofa ni de irreverencia, sino por la irresistible fuerza cómica de aquel gran egoísta disfrazado.
Para conocer físicamente a Franco -ese hombre que, como muy bien dice François Mauriac, no tiene cara sino sólo mascara- es un documento entre tantos otros. Pero para verle tal como él mismo se debe de ver por dentro, desde el momento en que le parece bien que le vean así desde fuera, esa serie de fotogramas merecen pasar a la historia.
 Lo han hecho, aquí están: http://www.rtve.es/filmoteca/no-do/not-357/1468655/

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