domingo, 16 de febrero de 2020

alviani, el gran mixtificador (y 3)


Alviani en Argentina, Bolivia, México, Colombia y Chile

Desde febrero de 1966, los Alviani desaparecen totalmente de la prensa brasileña. Recuperamos su rastro en Argentina a mediados de 1967 donde una vez más anuncia un ambicioso plan de producciones internacionales. El historiador Daniel López traza el retrato de Alviani al modo de Grosz, probablemente, a partir de algunas fotografías publicadas en el Heraldo del Cinematografista:
De cuerpo enorme, infinidad de dientes también enormes, sonrisa profesional, personalidad extrovertida y verso fácil, Alviani se presentaba como medio hermano de Yves Montand, como exesposo de Jayne Mansfield y —su anécdota favorita— como el hombre que descubrió a Sophia Loren: “Se la pasé a Ponti porque le debía algunos favores”. [Daniel López: “Dinero al servicio del arte y la industria”, en Claudio España (ed.): Cine argentino: modernidad y vanguardias, vol. II. Buenos Aires, Fondo Nacional de las Artes, 1983, pág. 431.]
Entonces escribe y dirige Mannequin, alta tensión (1968). Cuando por fin llega a las pantallas ¡en 1979! Jorge Abel Martin la califica de “ridícula e ininteligible historia policial”. [Jorge Abel Martin: Cine Argentino 79. Buenos Aires, Corregidor, 1980.] Bastante más tremebunda es la versión que de la preproducción ofrece López:
Mannequin, alta tensión fue producido por MGA International Pictures, sello de fantasía que encubría a los financistas reclutados por Alviani: Pino Farina, Marco Petrucci, Toto Rey y varios señores maduros y adinerados, de itálicos apellidos en su mayoría, que también gozaban de los favores de algunas figuras femeninas del elenco. [Daniel López: Op. cit., pág. 433.]
En 1984 la cinta conoció un nuevo reestreno con el llamativo título de Hembras diabólicas. La base de datos de cine argentino [cinenacional.com] da las otras dos producciones de Alviani en dicho país, Lucha de buitres (1968) y Moamba (Vidas vendidas) (1970), como inconclusas. La segunda habría comenzado a rodarse en color en el delta del río Paraná con Diana Ingro al frente del reparto. En busca del sol y Valle de pasiones podrían ser títulos alternativos de estas mismas películas. El último intento logrado habrían sido los veintipico minutos de Los ángeles también lloran, episodio piloto para una serie de televisión nunca completada.

Si seguimos el relato de Cine argentino: modernidad y vanguardias, vol. II resultaría que el intento de emprender el rodaje de Valle de pasiones en la provincia de Río Negro habría sido abortado por el gobernador cuando Alviani ya estaba allí con su equipo. El párrafo concluye con la noticia de un nuevo matrimonio, un segundo vástago y su marcha a Bolivia en 1972, para rehacer Choque de sentimentos con Diana Ingro y Carlos Vanoni. No es descabellado, puesto que, carente el país de laboratorios propios, las películas allí rodadas se procesan en los establecimientos Álex de Buenos Aires. Sin embargo, entre los apenas diez largometrajes rodados durante la dictadura de Hugo Banzer, las filmografías bolivianas sólo reflejan ese año la producción del documental folklórico Patria linda (Alfredo Estivariz, 1972).

Daniel López lo sitúa en el Chile pinochetista en 1975, “donde un juez ordenó su arresto por estafas reiteradas”. En la capital, Santiago, habría filmado unos meses más tarde “unos cincuenta minutos de material destinados a Caín y Abel, que era el mismo guión que en Argentina anunció como En busca del sol”. Otros proyectos anunciados en estos días son Cónclave en el Pacífico, Las hormigas y Vidas vendidas, lo que nos hace pensar en un intento de resucitar la también argentina Maomba. “Volvió a casarse con un a chilena antes de huir, dejando un tendal de personas arruinadas y deudas incobrables. [Daniel López: Op. cit., pág. 433.]

De modo que la última vez que su nombre aparece en la pantalla es como argumentista de Raza de víboras (René Cardona, 1975). El veterano y prolífico cubano-mexicano dirige, produce, escribe y se reserva un papel en esta coproducción rodada en Colombia con un reparto esencialmente mexicano, aunque los intérpretes locales Franky Linero o Guillermo Gálvez tienen papeles secundarios. La historia es una mezcla de folletín televisivo y melodrama rural en el que dos hermanos se enfrentan por la humilde Marisela (Rebeca Silva). El despótico y cruel Javier (Fabián Aranza) intenta violarla cuando la encuentra desnuda en el río lavando al caballo blanco que ha pertenecido a su mujer (Martha Estela Calle), postrada en una silla de ruedas desde la noche de bodas. Ha sido el afable y sentimental Andrés (Valentín Trujillo) quien le ha regalado el caballo a la joven, por la que alberga un sentimiento confuso, que el espectador comprende desde el momento en que, mediado el metraje, se entera antes que los protagonistas del drama de que Marisela es su hermanastra, ya que es hija natural del padre de ambos. La maldición de la estirpe abocará a culpables e inocentes a un final trágico.

Con un argumento tan tópico como confuso y una realización y unas interpretaciones que poco ayudan a llevarlo a ninguna parte, la despedida de Alviani del cine, después de más de veinte años dedicado a él, no puede ser más mortecina. Queda eso sí, la curiosidad de toparnos con una tal Gloria Alviani en los títulos de crédito, que a buen seguro será aquella chiquilla a la que conocieron Ferreri y Azcona en Tenerife al cuidado de un heredero milanés de ciento cincuenta kilos y que terminó de pizzaiolo en alguna ciudad del norte de África. No podemos atinar tanto con Massimo Alviani, cuyo destino a partir de este punto no hemos sabido desentrañar.

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