Las aventuras del teniente Harry Sennett y la capitán Pat Flanagan (Anthony Esley y Diana Lorys) en Operación Goldman / Operazione Goldman (Antonio Margheriti, 1966) suponen una entrada extravagante en el corpus del euroespionaje cinematográfico. La participación de Balcázar en la coproducción con Italia incluye la participación en el reparto de Diana Lorys, José María Caffarel, Paco Sanz y Tito García, y la construcción de los sofisticados decorados de Antonio Visone a cargo de Juan Alberto Soler. O, al menos, esto es lo que atestiguan los créditos españoles. Se lleva la parte del león en la colaboración, el argumento del propio Alfonso Balcázar y el guión elaborado a cuatro manos con el ubicuo José Antonio de la Loma. Dadas sus características, parece lógico que la realización terminara en manos de Antonio Margheriti, alias Anthony M. Dawson, especialista en el trabajo con maquetas y en producciones de género fantacientífico.
Porque lo que empieza como la investigación sobre una serie de sabotajes en la base de lanzamiento de cohetes de la NASA en Cabo Cañaveral y la desaparición del doctor Rooney (Sanz), que estaba investigando qué ha podido fallar, termina convirtiéndose en una incusión en una ciudad submarina donde los más eminentes científicos mundiales han sido sometidos a un proceso de animación suspendida mediante congelación que permitirá al megalómano Rehte (Folco Lulli) echar mano de ellos cuando le venga en gana. Y a fe que su proyecto lo requiere: situar en la luna un cañón láser que pueda destruir cualquier parte del mundo con sólo apretar un botón. Por eso no está dispuesto a que la NASA llegue antes que él al satélite. Entre las excentricidades de la película no es la menor que el villano haya hecho su fortuna gracias a la cerveza y que el camuflaje de sus operaciones se realice mediante camionetas de reparto o que el agente Sennett prefiera convencer a sus enemigos mediante cheques de un millón de dólares con cargo al departamento del Tesoro de Estados Unidos, antes que desollarse los nudillos pegándoles mamporros.
Sin embargo, queda totalmente desaprovechado el protagonismo inicial de la capitán Flanagan, que parecía que iba a conducir la película por derroteros menos previsibles, pero que queda fuera de juego a partir del momento en que Sennett decide obrar por su cuenta y pasar a la acción, apenas cumplido el primer tercio del metraje. En el doblaje sajón se refieren a ella como la agente 36-22-36, por sus medidas en pulgadas, un chascarrillo ausente de los diálogos españoles e italianos.
Tras reclutar a tres especialistas en robos a cámaras acorazadas, Warren consigue la fórmula, que pretende vender directamente a Míster X por cuatro millones de dólares —uno para cada uno— en vez de la mísera pensión y los honores que le ofrece el gobierno de Su Graciosa Majestad. El trato le hará recorrer medio mundo, de Londres a Zúrich, de Cortina d’Ampezzo a Palma de Mallorca —adonde se traslada por arte de birlibirloque el parque de atracciones del Tibidabo—, en una sucesión de encuentros con personajes excéntricos y hallazgos insólitos. En la ciudad de los canales Warren escapa de los agentes enemigos en un submarino de bolsillo mientras ellos le persiguen en un coche anfibio. La fórmula es confiada a la memoria de un loro llamado Sócrates. Un cartel taurino sirve para situar la acción en Palma de Mallorca, pero va a acompañado por el recitado burlesco del “Llanto por Ignacio Sánchez Mejías”, de Lorca. Cierto es que en la catarata de ocurrencias humorísticas, algunas pueden resultar pueriles, también que Tessari busca siempre un fantasioso correlato de imagen y sonido para todas ellas. Se lleva la palma la persecución por el parque de atracciones, por lo que de metáfora tiene de toda la película en su conjunto: la pelea en la galería de espejos deformantes constituye la guinda del pastel, pero la atracción denominada El Avión en raccord con el anuncio en el aeropuerto de la salida de un vuelo de Iberia o el jardín laberíntico son otras tantas localizaciones que remiten al juego con el espectador popular —experto en convenciones genéricas parodiadas— que constituye toda la película.
Kiss Kiss... Bang Bang era una sátira de las películas tipo James Bond cuando James Bond funcionaba y tenía un éxito increíble. En la nuestra nos burlábamos de ellas. En resumen, era una película inteligente, puede que demasiado para el gran público. [Giuliano Gemma, citado por Marco Giusti: 007 all’italiana. Milán, ISBN Edizioni, 2010, pág, 153.]Cuando llega a España en 1970, el reseñista de El Mundo Deportivo muestra bastante más simpatía por la cinta que sus colegas italianos cuatro años atrás:
Caricatura inteligente y llena de gracia de las películas de espías y agentes secretos. Parodia desenfada e hilarante de James Bond y todos sus compañeros de fatigas, que el director italiano Duccio Tessari ha sabido desarrollar de forma tan acertada como brillante, burlándose de las películas del género y de los héroes de pacotilla, cuyas hazañas estamos ya cansados de ver repetidas una y otra vez. [El Mundo Deportivo, 17 de mayo de 1970.]
No llega entonces al medio millón de espectadores que solían alcanzar de media las películas del filón producidas por Balcázar en España, pero tampoco es el nadir que suponen las parodias estrictas como Totò de Arabia / Totò d’Arabia (José Antonio de la Loma, 1964) o Una ladrona para un espía / Spia spione (Bruno Corbucci, 1966), que sólo vendieron en torno a doscientas cincuenta mil entradas.
El gag de apertura de Totò de Arabia , remedo del plano cenital de una moto sobre el que aparecían los títulos de Lawrence of Arabia (Lawrence de Arabia, David Lean, 1962) y en el que irrumpe Totò para inflar la rueda, es magnífico de concepción y ejecución. Por desgracia, no será ésta la tónica general. Totò queda como desplazado del corazón de la trama. Los personajes secundarios a los que se encomiendan rutinas cómicas periféricas se multiplican, dando ocasión a la intervención de Luis Cuenca, José Luis López Vázquez o Antonio Iranzo en papeles más o menos breves. Fernando Sancho, que había interpretado al sargento turco que viola a Lawrence en la película de David Lean, es ahora el jeque de Shamara Alí el Buzur. El elegante Jorge Rigaud ejerce del jefe del Servicio Secreto británico.
En Una ladrona para un espía Carlo Barazzetti (Lando Buzzanca) es un camarero que tiene la mala suerte de ir a vivir justo encima de un banco cuya cámara acorazada encierra un montón de dólares y una sortija en el que se esconde una muestra de un poderoso elemento destructor. Su torpeza hace que le despidan de su trabajo y la banda del Profesor (Guy Deghy) , que contaba con su ausencia para practicar un butrón desde su apartamento, se ve obligada a utilizar los encantos de la bella Ursula (Teresa Gimpera) para seducirlo y poder trabajar tranquilos. Los intentos por deshacerse de él una vez ha descubierto las intenciones de la banda resultan impracticables y El Profesor decide utilizarlo como señuelo cuando, una vez en la costa española, su archienemigo El Colombiano (Tito García) intente hacerse con la sortija. La presencia en el reparto de estos y otros actores españoles y el rodaje en la Costa Brava suponen la aportación de los hermanos Balcázar a esta producción en la que también están implicadas Italia y Francia y que intenta conciliar la parodia de dos géneros en boga a mediados de los sesenta: el de espías y el de atracos perfectos.
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