domingo, 9 de abril de 2017

el 600, icono de la cultura popular (7)


Ya tenemos coche

La película fundacional de la automoción patria es Ya tenemos coche, dirigida por Julio Salvador en fecha tan temprana como 1958. No en balde el guión es de Pedro Masó, siempre atento a las preocupaciones de la naciente clase media y a los pequeños cambios que se operan en estos años en la sociedad española.

Ya tenemos coche muestra a una de estas familias en la que el padre, don José (el italiano Umberto Spadaro) es un modesto empleado que sufre todos los días los empujones del autobús para poder desplazarse a la oficina. Todo en su entorno le empuja a hacerse con un coche como sea. Su amigo, don Baldomero (Félix Fernández) tiene una carraca, pero es un hombre motorizado. El novio de la niña (Juanjo Menéndez) tiene que conformarse con una modesta Vespa; en cambio, el director de Larramendi, S.A. posee un haiga importado.

La alianza familiar, con la suegra como socio capitalista, se confabulan para comprarlo y don José se deja liar, porque como dice Larramendi: “un hombre con coche da sensación de prosperidad”. Don José y su futuro yerno viajan desde Madrid hasta la ciudad condal, lo que nos permite ver la fachada de la factoría a todo color. A pesar de que la familia se había decidido por un coche color verde oscuro, el 600 de la primera serie que le entregan, con matricula provisional M-1876, es de color crema. Las llantas son en blanco y, según aparece en la película, pareciera que sale de serie con baca, cosa totalmente inexacta. Por el contrario sí que tiene que ver con la experiencia de muchos conductores el que al poco de haber salido de Barcelona el coche se detenga. Finalmente el problema se resolvera con un poco de gasolina. Cuando llegan a Madrid con el utilitario, la familia se escandaliza:
—¿Y esto?
—Que nos llovió en Guadalajara.
—Y ha encogido, ¿no?

Don José, que quería ahorrarse los madrugones para llegar a trabajar y los achuchones en el autobús, debe ahora levantarse con las gallinas para dejar al niño en el colegio, a su hija en la facultad, llevar a la suegra al cementerio, a su señora a la peluquería y los domingos al campo, con el radiador echando humo. Al final llegará a la conclusión a la que llegan tarde o temprano todos los motorizados: es un esclavo de su coche.

En la escena final, Don José y don Baldomero coinciden en la cola del autobús. Ambos se han deshecho de sus vehículos que sólo les han traído disgustos. Desde la ventanilla, al pasar por la plaza del Callao, contemplan como su hija y el novio han estampado el seiscientos contra otro coche y se ha montado una monumental broca callejera. En el Palacio de la Prensa proyectan la anodina película alemana de 1956, Rivales por amor. Hemos de suponer que “por amor” al 600.

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