domingo, 8 de abril de 2018

ramón torrado (1)


La filmografía de Ramón Torrado corre paralela al decurso del franquismo. Los dos principales filones de su veta creativa fueron las películas folklóricas -su nombre está indisolublemente asociado al de Paquita Rico- y el de las escuelas militares, con esa mixtura de alegría juvenil y dramático heroísmo puntuada por los retruécanos de Xan das Bolas. El productor Cesáreo González, el guionista Heriberto Sánchez Valdés y la montadora Gaby Peñalva le acompañan a lo largo de estos treinta y cinco años de historia del cine popular español.

Ramón es el hermano menor del dramaturgo Adolfo Torrado, cuyo apellido llegó a ser sinónimo de un modo de entender el teatro: el "torradismo". En 1941 Isabelita Garcés presenta Chiruca en el  Infanta Isabel, del que es empresario su marido, Arturo Serrano. Adolfo Torrado, prolífico como pocos, proporciona varios éxitos de ambiente galaico a la peculiar intérprete, pero sobre todo populariza los logros de Pedro Muñoz Seca anteriores a la guerra. Si el autor andaluz ya había sido tachado repetidamente de fácil y populista, Adolfo Torrado se hace acreedor de las agravantes de premeditación y alevosía. Suyo es el argumento de ¡¡Campeones!! (1943), la película con la que Ramón debuta en la dirección. Antes ha hecho sus pinitos en el mundo cinematográfico, según confiesa en la revista Primer Plano:
Yo escribí en colaboracion con Valdés el argumento de la primera película que se hizo en España después de la guerra [Manolenka]; la protagonizaron Lina Yegros y Pepe Nieto, y la dirigió Pedro Puche. [...] Después... Actué como asesor técnico en El famoso Carballeira, cuya adaptación cinematográfica había hecho yo mismo con Mignoni, el director; fuí también —a raíz de fundar Cesáreo González Suevia  Films— jefe de producción de Polizón a bordo y de Unos pasos de mujer; escribí con Valdés el argumento de La rueda de la vida... [Primer Plano, núm. 177, 5 de marzo de 1944.]
Inmediatamente realiza un cortometraje titulado Tres maletas y un lío (1942) y con este bagaje, se lanza a la dirección de ¡¡Campeones!! Aviación y balompié se dan la mano en la trama. Los equipos de fútbol de una empresa de construcciones aeronáuticas y otra de locomotoras -El Volador y El Locomotor- viven en perpetua rivalidad deportiva. A la primera se incorpora Eduardo (Carlos Muñoz), al que su padre quiere meter en vereda debido a que su afición a actuar como guardameta en un equipo de barrio proporciona continuos disgustos a la familia. Cuando Eduardo decide sustituir a Julio (José María Seoane), el portero titular con un grave problema con la bebida, empieza a recibir las atenciones de Charito (Mary Cruz Fuentes), sobrina de la propietaria de El Locomotor. Por ella deja de lado el cariño sincero de Paulita (Luchy Soto).

Al margen de la excusa argumental, el principal aliciente de la película de debut de Ramón Torrado es ver en pantalla a la plana mayor de los jugadores de la época -Zamora, Quincoces, Gorostiza...- en papeles de cierta envergadura. Bobby Deglané presenta en una sala de fiestas a otros actores y directores de cine, a algunos futbolistas y a varios directivos, entre ellos Cesáreo González, uno de los primeros productores españoles en sacar partido a sus contactos políticos, conciliando sus actividades como empresario cinematográfico y deportivo.

El resultado no debió ser malo porque Torrado se embarcó de inmediato en la realización de otros dos largomentrajes. El rey de las finanzas (1944) es un nuevo argumento de Adolfo y guión de Ramón con la colaboración de Heriberto Sánchez Valdés al servicio de la comicidad de Miguel Ligero. Éste es el motivo central de la película y productor y director no escatiman recursos para darle lustre. En el caso de Cesáreo González, recurriendo a una historia que bien podrían haber dirigido Juan de Orduña para Cifesa o Ignacio F. Iquino para Aureliano Campa, la de un pobre pícaro (Ligero) que se hace pasar por millonario por cuenta de unos hombres de negocios que se han inventado a un financiero excéntrico para correrse sus juergas nocturnas y que ahora debe seducir a una millonaria cubana (Mercedes Vecino) para que invierta sus caudales en la fabricación de carbón sintético. Pero el pobre tunante se enamora veras de la cubana y eso hace aflorar en él la honestidad de la que carecen los financieros. Un giro del destino propiciará el final feliz.

El trabajo de Ramón Torrado es plenamente funcional, sin alardes innecesarios. En ocasiones, se luce en escenas de comedia bufa, como la de la carrera pedestre en la que se cuela Ligero cuando se encuentra una mañana sin más atavío que un calzón y una camiseta. El juego con la hoja de calendario que utiliza como dorsal está resuelto con gran eficacia cómica y, salvo por las prestaciones físicas del intérprete, no desmerecería en una comedia de Keaton. A ratos se recurre al humor verbal; valga como ejemplo el galimatías cantinflesco con el que el personaje explica a las señoras los intríngulis de "la especulación de valores de la deuda exterior".

Sólo he visto parcialmente su tercer largometraje: Castañuela (1945). Aquí, Torrado captura las bulerías y soleares de la cantaora Gracia de Triana en planos medios e insertando contraplanos exentos de los protagonistas masculinos, con especial atención a la comicidad expresiva de Fernando Freyre de Andrade. La malagueña “Desde que te conocí”, cantada junto a la reja, a la luz de la luna, prefigura lo que se convertirá casi en un leitmotiv en sus películas en Cinefotocolor con Paquita Rico y Lola Flores.

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