El seísmo provocado por el agente 007, con epicentro en Goldfinger (James Bond contra Goldfinger, Guy Hamilton, 1964), tercera entrega de la serie cinematográfica protagonizada por Sean Connery, tuvo réplicas en el cine europeo de las dos siguientes cosechas, antes de que la industria del cine bis se volcara en el mucho más lucrativo filón del spaghetti western. Llegaron así a la pantalla George Steele agente 003 (John Ericson), Charles Duff 070 (Dan Christian), George Collins X-17 y Mark Donen Z-7 (interpretados ambos por Lang Jeffries), Bond Callaghan y Walter Ross 3S3 (con George Ardisson también por partida doble) y, quien hoy nos ocupa, el agente secreto de la CIA Dick Malloy (un Ken Clark que ya había encarnado al agente francés Coplan FX-18). Algunos de estos superespías con licencia para matar (y amar) regresaron en secuelas de los títulos inaugurales y otros conocieron cierto éxito y tuvieron su propia serie.
Ken Clark fue Dick Malloy en tres coproducciones ítalo-hispano-francesas: La muerte espera en Atenas / Agente 077 missione Bloody Mary / Opération Lotus Bleu (Sergio Grieco, 1965), París-Estambul sin regreso / Agente 077 dall'Oriente con furore / Fureur sur le Bosphore (Sergio Grieco, 1965), Operación Lady Chaplin / Missione speciale Lady Chaplin / Mission spéciale Lady Chaplin (Alberto de Martino, 1966). Promueve la producción desde Italia Fida Cinematografica, la compañía de Edmondo Amati, distribuidor y productor de algunas de las obras maestras de la commedia all'italiana, pero que se ha establecido como productor gracias a las películas rodadas en plan relámpago y con cuatro perras de Franco Franchi y Ciccio Ingrasia. La participación francesa está cubierta por Les Productions Jacques Roitfeld, que acaban de facturar media docena de cintas protagonizadas por Eddie Constantine. Por la parte española, participa en las dos primeras entregas Época Films, de ahí que Leonardo Martín -compañero de Bardem y Berlanga en la primera promoción de Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas y socio de la firma- figure como coguionista en ambas. Dirige Sergio Grieco con el sobrenombre de Terence (por Young) Hathaway (por Henry). El pelotazo en la taquilla italiana de la primera propició que se rodara inmediatamente la segunda, de modo que en el país transalpino se estrenan con seis semanas de diferencia en el verano de 1965. En España vieron la primera más de un millón doscientos mil espectadores y la segunda casi un millón cuatrocientos mil, aunque se estrenaron en orden inverso: en enero de 1966 París-Estambul sin regreso y en marzo La muerte espera en Atenas. Los problemas financieros por los que atraviesa Época Films ocasionan que se ceda el 30% de participación española de La muerte espera en Atenas a Estela Films el 22 de marzo de 1965, apenas finalizado el rodaje en España y cuando aún quedan cuatro semanas de trabajo en Italia y dos días en Grecia, y se compartan con Benito Perojo al 50% -o sea, el 15% cada uno de un presupuesto total aproximado de veinte millones de pesetas- los costes pendientes y beneficios de París-Estambul sin regreso. [Expedientes de Censura en AGA: 36/04889 y 36/04292] Con tanto ir y venir administrativo, no es extraño que los estrenos en España se demoren. Por el camino, también cambiarán los títulos; los permisos de rodaje se solicitan con los de Agente 077, desde Oriente con amor y OSS 017, plenos poderes en Estambul. Sorprende esta segunda elección porque la serie del agente OSS 117 ha arrancado ya con Kerwin Mathews en el papel del agente creado por Jean Bruce y al que no se alude en ningún momento ni en el argumento ni en los títulos de crédito.
Hay otros agentes con
la misma clave, como Marc Mato, agente S-077 / S.077 spionaggio a Tangeri
(Gregg Tallas, 1965), una cinta protagonizada por los argentinos Luis Dávila, Alberto
Dalbés y Perla Cristal. Los dos primeros repetirán en la secuela apócrifa
S-077, Operación relámpago / Agente Logan: Missione Ypotron
(Giorgio Stegani, 1966).
Aparte de los estereotipos del filón, si algo tiene en común la primera con los 077 de Dick Malloy es que la versión internacional tiene algo más de metraje, pues los escarceos amorosos del agente S-077 fueron generosamente expurgados en las copias estrenadas en España.
Aparte de los estereotipos del filón, si algo tiene en común la primera con los 077 de Dick Malloy es que la versión internacional tiene algo más de metraje, pues los escarceos amorosos del agente S-077 fueron generosamente expurgados en las copias estrenadas en España.
El agente 077 original, al que sólo se menciona mediante su código en el tercer título de la serie, utiliza como cobertura la corresponsalía en París del diario New Star, conduce un Chevrolet con metralletas en las luces de posición posteriores y asiento eyectable por el maletero, se viste de Battistoni, tiene una pequeña cámara fotográfica con autorrevelado en la hebilla del cinturón y un emisor de Morse en los clips de los tirantes, prefiere el karate y los mamporros a la Beretta y besa a cuanta chica guapa se le pone a tiro... y son unas cuantas entre colaboradoras, agentes enemigas y colaboradoras que luego resultan ser agentes enemigas. Además de las localizaciones exóticas y la acción sostenida, el elenco femenino es sin duda parte esencial del atractivo del paquete. Helga Liné luce palmito en la primera y en la tercera entrega de la serie. La exótica Mitsouko -que terminaría incorporándose al elenco del Bond genuino en Thunderball (Operación Trueno, Terence Young, 1965)- realiza un estriptis en la primera sólo para que Malloy pueda quitarle el sostén donde está el mensaje secreto que debe pasarle. Daniela Bianchi, la Tatiana Romanova de From Russia with Love (Desde Rusia con amor, Terence Young, 1963), es la lady Chaplin titular del tercer y postrero 077.
La intriga de La muerte espera en Atenas va más o menos así: aparentemente, un avión estadounidense se ha estrellado durante un vuelo de pruebas en Europa. El problema para Heston (Philippe Hersent), de la CIA, es que el avión llevaba una nueva bomba, la B-32, bautizada como "Bloody Mary", y ésta ha desaparecido. Heston encarga su recuperación a su expeditivo agente Malloy, que pronto está la pista en la clínica de cirugía estética del doctor Betz (Umi Raho) en París. Su contacto allí es la doctora Freeman (Helga Liné) con la que Malloy acude a un local nocturno donde canta Nino Ferrer y hace estriptís la misteriosa Kuan (Mitsouko), que ha participado en el robo de la bomba. Kuan cita a Malloy mediante un mensaje escondido en su sostén, pero cuando el agente llega a su casa ha sido asesinada. La subsiguiente persecución por los tejados parisinos da lugar a una de las mejores escenas de acción de la cinta. La otra viene casi a continuación, en el tren en el que Malloy viaja de París a Barcelona y donde, de nuevo, los villanos pretenden liquidarlo. Vaya usted a saber por qué, en Barcelona se coloca una españolísima boina y se va a una taberna con espectáculo flamenco donde se monta una tangana monumental. De todos modos, consigue un pasaje en un carguero -el capitán y el contramaestre son Alfredo Mayo y Tomás Blanco- y tras múltiples peripecias llega Atenas, donde consigue por fin recuperar la bomba que iba a ser entregada a los chinos. El clímax tiene lugar en la Costa Azul, tras el paso de Malloy por los sótanos de la clínica Betz y con el desvelamiento de la imprevisible identidad de la doctora Freeman. Como el resto de la producción tripartita, la música de Angelo Lavagnino se ciñe al modelo Bond. Aún más la canción titular "Mission Bloody Mary", cantada por Maurizio Graf y con arreglos de Ennio Morricone.
En el segundo, París-Estambul sin regreso, Dick Malloy -Steve Bright en el guión- debe localizar al profesor Kurtz (Ennio Balbo), secuestrado en una isla del Egeo por el malvadísimo Sarkis (Loris Barton) para que cree un fusil de rayos beta que piensa vender a los rusos o a los chinos. Malloy descubre a Simone Coblence (Fabienne Dali) en el Hotel Montalembert. Con gafas, era la secretaria del profesor Kurtz; sin ellas, es una sofisticada villana amante de las joyas... y de Sarkis, el cerebro de la operación. Simone olvida la pitillera en la recepción del hotel y Malloy sube a su habitación a devolvérsela. Es todo una añagaza para quitarlo de en medio. Una vez librado de la amenaza a base de puños, como suele, Malloy encuentra un mensaje cifrado del profesor que le conduce a Madrid, donde se encuentran los planos del fusil de rayos beta. Allí, huyendo una vez más de la omnipresente cuadrilla de sicarios, Malloy termina escondiendo los planos en un secreter que ha comprado en una subasta a la millonaria Dolores López (Mikaela). Así que se planta en su casa de la calle Almagro, donde ella da una fiesta. Consigue recuperar el sobre, pero los sicarios de Sarkis están sobre sus talones y ella le lleva a una villa que posee en la montaña. La cita final tiene lugar en Estambul, donde la CIA ha enviadoa la agente Evelyn Stone (Margaret Lee) para que eche una mano a Malloy en el último tramo de su misión: el asalto a la isla donde Sarkis ha logrado que el profesor Kurtz construya, con la ayuda de su hija (Evi Mirandi) el arma de rayos beta, capaz de fundir cualquier cosa en unos segundos.
De las cuatro mujeres implicadas en la aventura, tres fueron objeto de cortes por parte de la censura española. Además de algunos ajustes mínimos en un par de escenas de acción, la comparación de las copias italiana y española arroja un saldo negativo para la segunda por cuenta de las sugerencias eróticas y los centímetros de piel femenina exhibidos. Ya el permiso de rodaje especificaba que era necesario "cuidar la realización de las escenas de erotismo y violencia, la danza árabe y el vestuario". [Expediente de censura en AGA 36/04292.] Se aplica así lo expuesto en el sarcástico informe del lector del guión Marcelo Arroita-Jáuregui, que no me resisto a reproducir por extenso:
En vista de que James Bond descubrió las posibilidades de Estambul para las tramas de espionaje y tortas, los pergeñadores de temas similares han dado en localizar allí los escenarios de sus películas. Ahora le toca el turno al "sosias" de Bond, Steve Bright,, agente OSS-017 del FBI, a quien ya conocemos de otras películas, que naturalmente se ve metido en uno de estos típicos enredos de espías, secretos atómicos, agentes, bandidos, puñetazos y tiros, cuya acción se centra en la ciudad turca. Para justificar la coproducción, los personajes se dan una vuelta por Madrid, donde reside el depositario de un secreto, donde asisten a una subasta de pintura y donde el protagonista conoce a una venezolana que baila flamenco -único rasgo de originalidad del asunto- y tiene con ella la inevitable y breve "liaison". [Expediente de censura en AGA 36/04891.]Cuando Mercurio Films solicita la licencia de exhibición el 18 de abril de 1966, la Dirección General de Cine le pide que acredite que se han realizado las "adaptaciones" demandadas por la comisión de apreciación y que afectaban precisamente a estos puntos:
Rollo 3. Escena con Simone en que esta lleva un camisón transparente.La única observación no atendida es la de la danzarina en el club de Estambul, cuyos tres bloques tienen idéntica duración en las dos copias. La escrupulosa labor de expurgo corresponde a las siguientes secuencias...
Rollo 7. Fin de la escena en que abraza a Mikaela y desprende la toalla.
Suprimir las trasparencias del baño.
Acortar la salida del baño.
Plano en que se pone las medias.
Rollo 8. Suprimir primeros planos de la bailarina dejando sólo los generales. [Expediente de censura en AGA 36/04292.]
Malloy descubre a Simone Coblence (la bahameña Fabienne Dali) en el Hotel Montalembert. Con gafas, era la secretaria del profesor Kurtz; sin ellas, es una sofisticada villana amante de las joyas... y de Sarkis. Simone olvida la pitillera en la recepción del hotel y Malloy sube a su habitación a devolvérsela. Ella le recibe con un salto de cama semitransparente que en la versión española no se ve porque abre la puerta en primer plano. Cuando él se sienta en la cama, ella va a la mesa a coger el encendedor y él la besa, hay un corte de unos veinte segundos.
Todavía, al finalizar la secuencia, cuando Malloy empuja a Simone y sale en pos de los sicarios escondidos tras las cortinas, hay un nuevo corte de tres o cuatro segundos.
Otro par de segundos se liman del beso que Sarkis le da a Simone tras regalarle un espléndido collar. Están en la Torre de Madrid y al fondo podemos ver el Edificio España, pero parece que los censores ya han tenido suficiente con que él le descubra los hombros para colocarle el collar y el beso en la versión española apenas queda apuntado.
Malloy ha conocido en una subasta a la millonaria Dolores López (la sevillana Mikaela). Ella ha comprado un secreter del siglo XVI en el que él ha escondido los planos del arma secreta. Así que se planta en su casa de la calle Almagro, donde ella da una fiesta. Consigue recuperar el sobre, pero los sicarios de Sarkis están sobre sus talones y ella le lleva a una villa que posee en la montaña. Les ha caído un chaparrón y no tienen más remedio que despojarse de sus ropas mojadas. Él se pone un albornoz amarillo -luciendo se torso velludo- y ella sale del cuarto de baño envuelta en una toalla, consciente de que no la va a llevarla encima durante mucho tiempo. En la versión española, la escena queda rematada en el momento del abrazo; la italiana se prolonga en una panorámica vertical que muestra como Malloy desprende la toalla y termina en la tópica metáfora del fuego de la chimenea. Total: ocho segundos.
El siguiente corte es el más largo. La CIA ha enviado a Estambul a la agente Evelyn Stone (la británica Margaret Lee) para que eche una mano a Malloy en el último tramo de su misión. Éste llega al Stamboul Hilton y se encuentra con que ella se ha registrado como la señora Nolan. Cuando él entra en la habitación ella se está duchando ante una mampara traslúcida. La copia española corta abruptamente desde este primer plano de situación al momento en que ella se presenta con un salto de cama azul celeste. El corte, que alcanza casi el minuto de duración, afecta a nuevos contraplanos de Evelyn tras la mampara mientras le pide que le traiga algo que ponerse, la ojeada que él echa al interior de la ducha cuando le lleva el salto de cama, su mirada aprobatoria ante una combinación roja y la aparición de cuerpo completo de Evelyn.
Como había ocurrido en el hotel con Simone, el final de la secuencia también sufre una amputación al final, al sentarse Evelyn en la cama para ponerse las medias y las ligas, reprocharle Malloy que no sigan con la comedia del matrimonio bien avenido y recordarle ella que tienen el tiempo justo para llegar al club. "Qué asco de matrimonio", concluye Dick. El corte ha durado veinte segundos.
La cinta así expurgada solivianta el ánimo del recensionista de ABC cuando se estrena en el cine Capitol:
La película de Terence Hataway [sic.] es otro disparate levantado sobre la nada, con riqueza, agitación y buen color. Quedan el boato escenográfico, el ruido, las flechas envenenadas, los tiros y los golpes como único vestido para cubrir el vacío de un guión que apenas se tiene en pie, por muy buena voluntad que le echemos a los enloquecidos calzos arguméntales que intentan sostenerle. París-Estambul, sin regreso es una máquina en desorden, un ir y venir sin medida, una sucesión de imágenes muy lucidas pero sin carne ni talento, en las que se mueve como puede, y no puede mucho, la imagen destartalada de Ken Klark [sic.]. La escopeta mortífera que todo lo disuelve con sus rayos hubiera podido, mejor apuntada, volatilizar buena parte de esta fantasiosa nadería. [G. E., en ABC, 3 de febrero de 1966.]
Operación Lady Chaplin se estrena en España un año más tarde, en febrero de 1967. Desmantelada Época Films, es el estudio de sonido Sincronía el que asume la coproducción con Fida Cinematografica y Les Productions Jacques Roitfeld. Lady Arabelle Chaplin (Daniela Bianchi) es al tiempo exquisita creadora de alta costura, maestra del disfraz -monjita, viejecita en silla de ruedas, la mismísima Helga Liné...-, asesina sin escrúpulos y villana imaginativa... Baste decir que el combustible de los dieciséis misiles nucleares que ha recuperado de un submarino hundido en colaboración con el magnate Zoltan (Jacques Bergerac) cruza fronteras sin problemas convertido en el tejido de uno de los más espectaculares modelos de su colección. Si bien es cierto que esta cinta tiene alguna de las ideas más espectaculares de la serie del agente 077 -la monja que dispara con una metralleta contra dos frailes para abrir boca, la muerte de la chica que roba el traje explosivo, el vestido que se transforma en paracaídas...- el doble protagonismo del agente Dick Malloy con la lady Chaplin interpretada por Daniela Bianchi y algunas idas y venidas sin demasiada justificación -una modesta jornada de rodaje en Nueva York se reparte a lo largo de dos secuencias en las que se ha aprovechado hasta el último metro de película rodado- terminan afectando al conjunto. No obstante, debido a esta ostentación de medios de producción algunos consideran esta película la mejor de la serie. La realidad es que cuanto más pretende acercarse el sucedáneo a su modelo, más patentes resultan sus carencias. La estrecha bodega donde se apelotonan los dieciséis misiles nucleares nunca podrá competir con el deslumbrante decorado levantado en Pinewood por Ken Adams para You Only Live Twice (Sólo se vive dos veces, Lewis Gilbert, 1967) ni el humilde batiscafo en el que Malloy viaja a buscar el submarino nuclear con las complicadas secuencias de acción submarina de Thunderball (Operación Trueno, Terence Young, 1965). Eso sí, la relación directa entre los incidentes argumentales localizados en la Costa del Sol y el accidente nuclear de Palomares (Almería), ocurrido en febrero de 1966, no debieron pasar inadvertidos a los espectadores de la época.
A fin de promover la preservación del cine español, la Dirección General de Cine hace efectiva en 1964 una norma que obliga a entregar una copia en perfecto estado de la película en cuestión en la Filmoteca Nacional, organismo encargado de certificar su cumplimiento. Pues bien, París-Estambul sin regreso se filma en Techniscope y Technicolor, que se procesa en laboratorios italianos. Fida Cinematografica se compromete a ceder durante sesenta días a la productora española y a la francesa un internegativo de imagen con el montaje definitivo y el soundtrack internacional, esto es, las pistas de música y efectos ya mezcladas, a falta del doblaje en el idioma correspondiente... pero en el presupuesto español hay una partida de dieciséis mil quinientas pesetas para el tiraje en laboratorios españoles de la copia de conservación ¡en blanco y negro!
París-Estambul sin regreso no es una película excepcional ni la acción de la censura está destinada a borrar apuntes críticos, pero resulta ejemplar en lo que supone la rutina administrativa para con el cine popular a mediados de los sesenta, cuando García Escudero estaba abriendo la mano para otro tipo de contenidos. También de los distintos baremos a los que debían enfrentarse las coproducciones hispano-italianas para estrenar las películas en sus respectivos territorios. La copia italiana obtiene el "nihil obstat" el 22 de septiembre de 1965 para su proyección en Italia sin limitación de edad y para la exportación. La calificación por edades original en España vedaba su visión a los menores de dieciocho años, y si la explotación en VHS en 1982 rebajaba la recomendación a mayores de trece años, otra más reciente, de 1990, recuperaba la etiqueta de "no recomendada para menores de dieciocho". A buen seguro pesaron entonces más los muertos que los besos.
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