Claudio de la Torre, responsable de la producción en español de Paramount en Joinville-le-Pont entre 1931 y 1933, pasa la Guerra Civil entre la embajada de México, Francia, Lisboa y Las Palmas. Le acompañan su hermana —Josefina de la Torre— y su mujer —Mercedes Ballesteros, la “Baronesa Alberta” de La Codorniz—. Entre los tres y con seudónimos compartidos —Rocq Morris, Sylvia Visconti, Laura de Cominges— se dedican a escribir novelitas románticas situadas en lujosos ambientes internacionales que colmen los anhelos de amor y aventura de tanta mujer sola debido a la guerra y otras de intriga policiaca o levemente fantástica. Dos de las firmadas por Josefina como Laura de Cominges tienen como marco la Guerra Civil: una sobre madrinas de guerra y otra sobre los refugiados en las embajadas.
Al finalizar la contienda, Claudio de la Torre retoma una intensa actividad
cinematográfica que le lleva a concluir tres largometrajes en tres años,
además de participar en los guiones de Rápteme usted (Julio Flechner, 1940) —debut cinematográfico de Celia Gámez en España— y de la coproducción Dora, la espía / Dora o le spie
(Raffaello Matarazzo, 1943), en la que adapta un argumento
original de Victorien Sardou. Al mismo tiempo, se incorpora a los planes
de producción de Saturnino Ulargui, para el que dirigirá tres de los títulos
protagonizados por Miguel de Molina.
Como el resto de la serie, Chuflillas (Claudio de la Torre, 1941) cuenta con un libreto
basado en las letras de las coplas de Rafael de León que desarrolla una
historia de celos en veintiún minutos. Recuerda Miguel de Molina que
tuvo por compañeras de reparto a Lolita Benavente, Mary Cruz y a su
hermana Anita, “que me dio los acostumbrados dolores de cabeza”. [Miguel
de Molina: Botín de guerra. Autobiografía. Barcelona, Planeta, 1998, pág. 185.]
La cinta, con una realización meramente ilustrativa, se desarrolla entre
borracheras, patios, cantes, y el inevitable compromiso final. A Fernando (Miguel de Molina) le gusta la juerga y deja a su novia Ana María (Mary Cruz) plantada en la reja. El abuelo de Ana María (Fernando Fresno) sale a buscarlo, pero es un borrachín impenitente y no tarda en estar peor que Fernando. La invención de que su nieta va a casarse con un aviador malagueño tiene un efecto fulminante sobre Fernando.
Los diálogos están más próximos al gracejo andaluz —que su guionista, Francisco Ramos de Castro también prodiga en Pepe Conde (José López Rubio, 1941)— que al codornicismo de primera hora: “¿Qué va a ser, señorito Fernando?”, pregunta el camarero. “Un sarcófago para dos”, le responde Fernando (Miguel de Molina) mientras Puri La Risueña (Lolita Benavente) le pide diez duros para una corona fúnebre porque se le ha muerto el profesor de baile.
El argumento de Manolo Reyes (Claudio de la Torre, 1941) está libremente inspirado en los fandangos homónimos de Rafael de León:
Manoliyo Reyes, cañí y muy cabal, / en su vieja fragua feliz trabajaba / y, siempre cantando, fundía el metal / y de los quereles pá ná se acordaba. / Pero poco tiempo duró su alegría. / Una mala hembra por Graná pasó / y entre los hechizos de su brujería / a Manolo Reyes loquito vorvió. / Y Chorrohúmo, el calé, / el más viejo de toa Graná, / en cuestiones del querer / le quiso así aconsejar... / Manolo, Manolo Reyes, / a esa mujer pronto orvía. / Manolo, Manolo Reyes, / te s’acabó tu alegría, / que el querer no admite leyes / en las cosas de la vida, / Manolo, Manolo Reyes.
La historia comienza con la aproximación al escaparate de una platería.
Se trata del plano subjetivo de un ladrón que se ilumina con una
linterna y cuya mano entra en cuadro para robar una joya. El
delincuente, cuyo rostro se nos sigue ocultando, se pierde por un
callejón. Al día siguiente del robo, Manué está en la fragua. El padre
de Rosario, de la que Manué está enamorado aunque está comprometida con
Pedro, quiere saber de dónde ha sacado los sarsillos que le ha regalado. para cantar un martiente: “Toas las mares de los desgrasiaos / salieron ar tren. / Como yo no tengo ni bata ni a naide, / naide me ha salío a ver”. Pero
repentinamente aparece a buscarlo la Guardia Civil, que lo encarcela.
Sagrario se casará con Pedro, Manué le perdonará, y la novia regalará
los pendientes a Soleá. La moraleja final es muy propia del mundo de
Rafael de León: el querer no admite leyes.
Repiten en los papeles principales Miguel de Molina y la “bellísima Mary
Cruz, popular como Miss Kolynos, [...] que lo único que tenía que hacer
era sonreír y mirarme mimosa». [Miguel de Molina: Op. cit., pág.
185.] La verdad es que Mary Cruz había hecho previamente algo más que ser la imagen de un dentífrico. Esta orensana, alumna de Vicente Escudero en París y compañera de baile en la Scala berlinesa, había tenido varios papeles secundarios en el cine prebélico, tras su debut en El malvado Carabel (Edgar Neville, 1935). Durante la Guerra Civil recorre Europa, con escalas en Italia, Alemania y en la Francia ocupada, donde ha intervenido en Les femmes collantes (Pierre Caron, 1938) y L'or du Cristobal (Jacques Becker, Jean Stelli, 1940) con el nombre de “Marie Cruz”.
Mary Cruz es la figura más representativa de la modernidad en nuestra pantalla. Su belleza, su dinamismo y su inquietud artística, que la llevaron a través de los continentes para dejar jalones de su ritmo en todos los escenarios, hacen de esta figura la actualidad más palpitante. [...] Mary Cruz es políglota, habla tres idiomas y es una enamorada del deporte. Su suprema elegancia entona con el ambiente de modernidad de sus producciones. [Vicente Moro: “Mary Cruz en primer plano”, en La Prensa, 24 de septiembre de 1941, pág. 3.]
En 1947 centrada de nuevo en la danza y en los espectáculos de revista decide regresar al cine con un nuevo nombre: “Linda Tamoa”. [Córdoba: “Díganos la verdad”, en Pueblo, 24 de junio de 1947, pág. 2.] Sin embargo, con esta nueva identidad sólo intervendrá en Botón de ancla (Ramón Torrado, 1948).
Completa el elenco la bailarina catalana Brazalema, a la que ya hemos visto en Luna de sangre. Habitual de los espectáculos de variedades durante la República, los gacetilleros la calificaban de “genial artífice de la danza”, “belleza perfecta”, “subyugante” y demás ditirambos. [“Circo, music-hall, cabaret en Barcelona”, en ¡Tarari!, núm. 143, 11 de octubre de 1934.] Sigue actuando durante la contienda y debuta en la pantalla con el cortometraje El torero herido (Ricardo de Baños, 1938). Tras la entrada de las tropas del general Yagüe en la Ciudad Condal, reaparece en los escenarios secundando a Maruja Tomás en los espectáculos organizados por el maestro Demon, forma parte del reparto de La linda Beatriz (José María Castellví, 1939).
Miguel de Molina canta también Maldito sea el dinero y La rosa y
el viento, composiciones ambas de León y Quiroga, faltaría más.
Cuestiones musicales aparte, la primera de ellas es una reelaboración
temática de la celebérrima Bien pagá:
Por ti he conocío lo que era un presidio, / por ti yo he sabío lo que era sufrir. / ¡Qué caro he pagao aquellos zarcillos / que un día, serrana, robé yo pa ti! / Tú sigues, en cambio, viviendo tu vía / y sólo el dinero te calma la sed. / Mas nunca con oro tendrás alegría / y nadie de veras te podrá querer.
Los diálogos corren en esta ocasión a cargo de Antonio García Padilla y, pese a la pobreza de medios, la realización de Claudio de la Torre es mucho más elaborada que la de Chuflillas. Hay aquí un auténtico trabajo de planificación y a este resultado coadyuvan dos de los decorados —una fragua y la celda de una prisión—, mucho más sugerentes visualmente. Claudio de la Torre realiza con soltura su trabajo en este decorado carcelario, moviendo la cámara con ligereza e incluso realizando ocasionales juegos simbólicos en los encuadres, como cuando Manué compone una figura crística jugando con la sombra de las rejas.
Pregones de embrujo (Claudio de la Torre, 1941), es la última entrega de Canciones. Ambientada a finales del siglo XIX, acompaña en el reparto a Miguel de Molina —el pregonero del título— Amalia de Isaura, a la que ya hemos tenido oportunidad de ver estelar en Verbena, en el papel de una boticaria enamoradiza. Película perdida a día de hoy, debemos conformarnos con reproducir su sinopsis oficial:
Doña Malva, boticaria de un pequeño pueblo, ve pasar todos los días ante su casa a Manuel, un vendedor que con sus pregones trae locas a todas las mujeres, jóvenes y viejas, del pueblo. Doña Malva, que está perdidamente enamorada de él, sorprende una noche a su sobrina pelando la pava con el pregonero en el jardín junto a un columpio. Decide suplantarla y al día siguiente, vestida y peinada ridículamente, como si fuera una muchachita joven, espera, sentada en el columpio, la llegada de Manuel. Cuando llega el pregonero confunde, por culpa de la oscuridad, a la boticaria por su sobrina y comienza a hacerla el amor cantando una canción. Atraída por la voz de Manuel, baja al jardín la sobrina de doña Malva. Manuel, al darse cuenta del engaño, da un fuerte empujón al columpio lanzando a doña Malva sobre un grupo de curiosas vecinas, que estaban escuchando escondidas detrás de un macizo.
Manuel, en vista del incidente, se va del pueblo, dejando inconsolables a todas las mujeres.
Días después, llega Manuel a la botica haciendo las paces con doña Malva. Ésta le pide que haga caso a su sobrina, pues la joven está inconsolable desde que no le ve. Manuel contesta a doña Malva que no puede permanecer en el pueblo. Está seguro de que la joven le olvidará pronto y él, como pregonero, tiene que seguir solo su camino. Luego, lanzando al aire uno de sus pregones, se aleja despacio por la calle. [AGA, caja, 36/03622.]
Dado el reparto, la sobrina de doña Malva no puede ser otra que la bailarina Pilar Blanco, que por esas fechas forma junto a Brazalema en los espectáculos del maestro Demon.
Un puñado de fotografías nos permiten ver unos decorados teatrales y un Miguel de Molina que pregona su
mercancía acompañado por su burro. Según éste, “no fue la más acertada,
a pesar de la gracia de la Isaura”. [Miguel de Molina: Op. cit., pág. 185.]
Tampoco los temas que interpreta han pasado a las antologías. En El avellanero pregona:
¡Niñas, salir al balcón, / que traigo los altramuces, / parmitos frescos y durses, / y pepitas de melón! / Yo traigo de todo un poco / en este barco encantao... / Media docena de cocos y corrucos bien tostaos. / Pa’ las mocitas enamorás / yo traigo lazos de to’s colores. / Pa las que viven desengañás / traigo promesas que dan amores. Y pa’ las pobres desesperás / que ya han paso de los cuarenta / traigo un secreto de los doctores / y caramelos que son... de menta.
En fin, un anuncio de lo que Miguel de Molina convertirá en 1951 en uno de sus éxitos más estrepitosos: Don Triquitraque.
Ufisa organiza un estreno de gala en el cine Avenida de la Gran Vía para el 10 de noviembre. Pero antes, el viernes 7, ofrece “síntesis o abreviaturas” de la serie y “para mayor atracción, los mismos actores de estos films se presentarán en el escenario en un fin de fiesta que dará mayor realce a este programa”. [“Una fiesta cinematográfica de Ufilms”, en Pueblo, 7 de noviembre de 1941, pág. 2.]
Recuerda Miguel de Molina:
Con el frente del Avenida iluminado por los focos de colores y el público de gala bajando de los coches ante el cine, cuando ya se había dado la entrada y los periodistas y fotógrafos iban de un lado para otro haciendo notas, tres policías se presentaron directamente en la cabina de proyección y, mostrando un documento que los habilitaba, secuestraron las copias de la película. Un empleado de la productora tuvo que salir al escenario y pedir disculpas al público, informándole de lo sucedido, y la gente se retiró entre una tormenta de comentarios, sorprendidos por este nuevo escándalo. [Miguel de Molina: Op. cit., pág. 186.]
Sin embargo, la Hoja del Lunes no solo habla de un estreno sin mayores contratiempos, sino que menciona el fin de fiesta protagonizado por Maruja Tomás, Miguel Ligero y Blanquita Pozas y del agasajo postinero servido por Perico Chicote [“En el cine Avenida: Triunfo de una nueva modalidad de películas”, en Hoja del Lunes (Madrid), 10 de noviembre de 1941, pag. 2.] ¿Se trata de una gacetilla elaborada en la redacción sin contrastar que la sesión de gala se ha suspendido o de un recuerdo vago del intérprete de la Bien pagá amplificado por el exilio? Lo cierto es que el estreno no se suspendió, pero de la programación desaparecieron los cuatro títulos protagonizados por Miguel de Molina, porque la proscripción que pesa sobre el cancionista hace que el estreno de estas películas se retrase hasta 1944.
En su biografía de Claudio de la Torre, Juan Manuel Reverón [Vida y obra de Claudio de la Torre. Santa Cruz de Tenerife: Ediciones Idea, 2007, pág. 224.] señala un cuarto título coescrito con López Rubio y realizado por De la Torre, Volver a soñar. Lo cierto es que es un proyecto totalmente ajeno al ciclo ularguiano, una adaptación de la novela Mi marido es usted de Silvia Visconti; o sea Josefina de la Torre, la hermana del realizador. [AGA, caja 36/04555.]
También Chuflillas y Manolo Reyes serán recuperados por José Miguel Ullán en el programa Tatuaje (TVE, 1985) dedicado a Miguel de Molina: https://www.rtve.es/play/videos/tatuaje/miguel-molina/16511176/.