domingo, 28 de enero de 2024

angelino fons, triple salto mortal del nce al ozorismo (4)

En 1940 Benito Perojo había adaptado Marianela, una novela de su tocayo Pérez Galdós que obtuvo un sonoro éxito en la Mostra de Venecia mussoliniana. La Marianela de Fons (1972) —adaptada por el dramaturgo Alfredo Mañas, como Fortunata y Jacinta (1969)— es indisociable del giro que pretendía dar a su carrera Rocío Dúrcal a principios de los años setenta de la mano de su representante y productor, Luis Sanz. Todos los demás aspectos de la producción y la realización quedan supeditados a esta servidumbre, lo que hoy en día lastra su resultado irremediablemente. El único otro elemento destacable es la fotografía en 70mm de bellos paisajes de montaña asturianos.

Fons entra así en contacto con el productor Luis Sanz, para el que realizará sus siguientes proyectos. El guión de Separación matrimonial (1973) es obra de Sanz —con su seudónimo habitual de Lázaro Irazábal—, Juan José Daza, Carlos Pumares y el propio Fons, aborda un tema candente en la sociedad española: el de la diferencia entre hombres y mujeres a la hora de afrontar el adulterio y la separación matrimonial en una sociedad oficialmente católica y que niega la posibilidad del divorcio. Pero la película lo hace desde una óptica vergonzante. Juan (Simón Andreu) pierde después del matrimonio el interés por su mujer, Clara (Jacqueline Ardere). Primero se trata únicamente de escapadas episódicas, pero cuando conoce a Isabel (Ana Belén), una chica joven, se enamora de ella. La madre de la chica (Mary Carrillo), dando muestras de pragmatismo, le exige un piso, a lo que Juan accede. Clara está dispuesta a separarse, pero tanto su madre (Aurora Redondo) como su confesor (José María Caffarel) la aconsejan apechugar con la situación y reconquistar a su marido. Una noche en la que Juan pone una excusa para no regresar a casa, Clara intenta suicidarse. La inmediata muerte accidental de Miguel (Eusebio Poncela), supuesto novio de Isabel, aboca el relato de lleno al folletín fotonovelístico. De cara al desenlace, puede que los guionistas tuvieran en mente La peau douce (La piel suave, François Truffaut, 1964), con la que la cinta de Angelino Fons guarda alguna similitud argumental, que no moral. 

Con la película terminada, la censura condicionó el permiso de exhibición a la supresión del plano “en que Ana Belén se saca sus prendas íntimas, ya acostada. Empalmar desde que él está en la ventana a plano de ella bajo la sábana cubriéndola el rostro hasta los ojos”. [Expediente de censura citado por Teodoro González Ballesteros: Aspectos jurídicos de la censura cinematográfica en España. Con especial referencia al período 1936-1977. Madrid: Editorial de la Universidad Complutense, 1981, pág. 330.] En algún momento debió reponerse porque este fragmento figura en la copia que circula actualmente.

De Mi hijo no es lo que parece (Acelgas con champán... y mucha música) (1974) ya hablamos algo por aquí. Luis Sanz convierte esta comedia, que Roberto Romero había estrenado unos años antes, en un musical con números que permiten el lucimiento de dos generaciones de vedetes, representadas por Celia Gámez y Esperanza Roy, y del bailarín cubano Jorge Lago. Saza, Milagros Leal y un estrambótico Manolo Summers, proporcionan cierto empaque cómico a las situaciones que soportan una trama adelgazada al mínimo para la puesta al día de la revista. Con el tema Me voy o no me voy intenta reverdecer laureles Celia Gámez, al autocitarse en sus grandes creaciones de la vendedora de nardos de Por la calle de Alcalá o el Pichi de Las leandras, Esperanza Roy recibe el testigo en Las viudas. Angelino Fons parece querer echar el resto en los números musicales y aprovecha el prólogo para lanzarse a una parodia sangrante del cine histórico de Cifesa.

Emilia... parada y fonda (1976) es la última película que Angelino Fons rueda para Luis Sanz. Colabora con Juan Tébar en un guión, sugerido por un cuento de Carmen Martín Gaite, armado a base de flashbacks encadenados, como muñecas rusas, y que pone en juego recursos de la educación sentimental de toda una generación: los consultorios radiofónicos, el lenguaje de las fotonovelas, las excursiones para ver cine erótico en Perpiñán... Emilia (Ana Belén) y Patri (María Luisa San José) se encuentran en una estación después de cuatro años sin verse. La menor viaja a Barcelona con Joaquín (Paco Rabal), un hombre mayor que ella, con un hijo. Patri ha decidido vivir su vida. A partir de esta situacióndesarrolla Emilia... parada y fonda la historia de estas dos hermanas con distinto carácter. Patri escapa pronto a la tutela de la tía achacosa y frustrada (Pilar Muñoz) utilizando a cuanto hombre se le pone a tiro para lograr su objetivo. Emilia no tiene más remedio que malcasarse con un viudo celoso y machista que mantiene una relación desde hace años con una modista (Lina Canalejas). Emilia busca entonces a Jaime (Juan Diego), un antiguo novio que también escapó del pueblo. Pero tampoco este intento de recuperar el tiempo perdido funciona. Hasta que en el viaje a Francia con el que arrancaba la película encuentra a un joven francés (Georges Mansart)...

La música de Luis Eduardo Aute sirve para redondear la propuesta. Los diálogos, que confieren al conjunto un tono literario, corren a cargo de la propia Carmen Martín Gaite.

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