sábado, 23 de julio de 2016

las quota quickies de michael powell

Última actualización en www.srfeliu.es el 22/06/2024
 

Un trabajo en curso, como he ido haciendo con la producción excéntrica de los Ealing Studios centrado en las realizaciones de Michael Powell previas a su asociación con Emeric Pressburger...
 
Para revitalizar la languideciente industria doméstica frente a la invasión hollywoodense del mercado británico, el gobierno promulga en 1927 la Cinematograph Films Act, que establece una cuota mínima de cine propio que distribuidores y exhibidores debían tener en cartera para poder estrenar las cintas procedentes de Estados Unidos. Bien sea a través de filiales, bien sea mediante empresas interpuestas, las majors conciben inmediatamente un sistema de producción de serie B, rodada en Gran Bretaña. Aparecen así las películas denominadas quota quickies –“rápidas de cuota”- con las que realizaron su aprendizaje algunos directores en el incipiente cine sonoro, entre ellos, Michael Powell. En el mejor de los casos son películas rodadas en diez o doce días a un coste de una libra por pie de película terminada. Como las cintas suelen rondar la hora de duración, el coste total estará en torno a las 5.500 libras. El guionista recibe 150 por el material de partida. Un actor jamás cobra por encima de las 250. A lo mejor es por eso, precisamente, que se abordan temas y se ofrecen tratamientos que nunca llegarían a una producción de prestigio.

Powell se especializa en thrillers cómicos, siempre con un punto de autoironía, pero no le hace ascos a la comedia romántica, al suspense con ribetes terrorificos o, incluso, al musical. Two Crowded Hours (1931), hoy perdida, incorporaba según confesión propia "angulaciones de cámara insólitas" y "un montaje caleidoscópico de imágenes inspirado por el cine soviético". De todos modos, su escaso metraje revalida su condición de quota quickie.

En 1932 entra en contacto con el productor Jerome "Jerry" Jackson y junto a él desarrolla una carrera ascendente que por momentos parece convertirse en un callejón sin salida. En un lustro rueda más de veinte títulos, de los cuales se conservan una docena. No todos son de cuota, pero la etiqueta nos vale para englobar su producción menos conocida.

En 1938 el acta se modifica para introducir un mecanismo corrector que exige un presupuesto mínimo. Para entonces Arthur Rank y Alexander Korda han asentado bases más sólidas de producción y distribución en el cine británico. Otra de las productoras que despegará con el cambio de década y las tensiones provocadas en el mercado cinematográfico por el conflicto bélico serán los Ealing Studios regidos por Michael Balcon tras haber estado al frente de Gaumont-British.
 
Rynox (1932)
Producción: Film Engineering Company
Guión: Jerome Jackson, Michael Powell y Philip MacDonald, de una novela de éste último.
Fotografía: Geoffrey Faithfull, Arthur Grant.
Intérpretes: Stewart Rome, Dorothy Boyd, John Longden, Edmund Willard, Sybil Grove.
Estreno: 7 de mayo de 1932. 48 min.
Powell deja sentado en sus memorias que ésta, su segunda película, no es una quota quickie en sentido estricto, puesto que no estaba hecha a tanto el metro de negativo para que alguna major pudiera estrenar sus producciones en las pantallas británicas. También que, a pesar de su modestia, contaba con un buen guión que había sido escrito a conciencia. A pesar de ello estamos hablando de 4.500 libras de presupuesto para una película de 48 minutos. El resultado fue un razonable éxito de público y, sobre todo, de crítica. Los recensionistas valoraron el esfuerzo de hacer cine parlante autóctono y fueron indulgentes con unas producciones realizadas bajo mínimos.
F.X. Benedik (Stewart Rome) dirige con mano de hierro una empresa denominada Rynox cuyas oficinas están en un moderno rascacielos. la compañía tiene problemas económicos. Un tipo misterioso y violento apellidado Marsh amenaza a Benedik y se presenta en una armería para comprar un colt al mismo tiempo que la prometida del hijo de Benedik (Dorothy Byrd) ha acudido allí a comprar una escopeta de caza para su futuro suegro. Cuando Benedik aparece muerto en su casa todas las sospechas recaen sobre Marsh.
Toda la película se articula sobre la elipsis del momento del asesinato, cuya resolución se produce mediante un flashback en el penúltimo rollo. La trama policial tiene un interés razonable que Powell se encarga de subrayar visualmente siempre que puede. La moderna arquitectura de las oficinas de Rynox le proporciona buenas oportunidades para lucirse, pero brilla, sobre todo, en la utilización de los espejos como correlato de la suplantación que constituye el meollo de la historia.

C.O.D. (1932)
[desaparecida]

Hotel Splendide (1932)
Producción: Film Engineering Company.
Guión: Philip MacDonald y Ralph Smart.
Fotografía: Geoffrey Faithfull y Arthur Grant.
Intérpretes: Jerry Verno, Anthony Holles, Edgar Norfolk, Philip Morant, Sybil Grove, Vera Sherbourne, Paddy Browne.
Estreno: 18 de julio de 1932. 53 min.
Gentleman Charlie (Edgar Norfolk) acaba de cumplir su condena y está dispuesto a recuperar el collar de perlas que la policía nunca consiguió encontrar en su poder. El asunto es que han construído el Hotel Splendide en el terreno en que lo enterró. Además, el hotelero acaba de fallecer y el pusilánime Jerry Mason (Jerry Verno) acaba de recibir el establecimiento en herencia. A pesar de su prometedora denominación, el hotel es un negocio ruinoso. Con la ayuda de la señorita Harkness (Sybil Grove) intentará convertirlo en un próspero establecimiento, al tiempo que bregan con una caterva de excéntricos inquilinos, entre la que se encuentra Gentleman Charlie y su compinche.
La exposición es vertiginosa y proporciona a Verno algunas oportunidades de lucimiento cómico. Powell -que hace un pequeño papel como secuaz del villano- se afana en encontrar soluciones visuales para un buen número de situaciones -el espejo en la secuencia inicial, la sutil sombra de la cadena del váter, la ensoñación que se derrite literalmente a la vista de la cruda realidad, los barrotes de la cama que anuncian el destino de Gentleman Charlie y su compinche...- y, como de costumbre, en estos relatos breves, acumula en la sección final todo el arsenal de recursos que iluminación, angulaciones de la cámara y montaje ponen a su disposición.

My Friend the King (1932)
[desaparecida]

His Lordship (1932)
Producción: Westminster Films.
Guión: Ralph Smart, de la novella The Right Honourable de Oliver Madox Hueffer.
Fotografía: Geoffrey Faithfull.
Intérpretes: Jerry Verno, Janet Megrew, Polly Ward, Ben Welden, Michael Hogan, V.C. Clinton-Baddeley.
Estreno: 5 de diciembre de 1932. 69 min.
Los camaradas Curzon y Howard (Michael Hogan y V.C. Clinton-Baddeley), dos revolucionarios de pega, hacen propaganda proletaria en el parque. Bert (Jerry Verno), convencido por su novia Leninia (Polly Ward), se alista en la Liga de la Libertad. El tono burlesco de esta escena no nos prepara para lo que está por venir: un musical en toda regla. O, en el peor de los casos, una sátira sobre la guerra de clases con canciones reminiscente en ocasiones de la Ópera de perra gorda de Brecht y Weill. Porque resulta que Bert acaba de heredar un título nobiliario y la actriz estadounidense Ilya Myona (Janet McGrew) está dispuesta a casarse con él a fin de emparentar con la aristocracia europea. La sátira alcanza así también a los métodos de promoción del cine americano. Las escenas de la vida conyugal orquestadas por el agente publicitario de la estrella (Ben Walden) resultan especialmente afortunadas desde el punto de vista cómico.
His Losrdship es la única producción de la Westminster Films creada por Michael Powell y Jerry Jackson. El pobre rendimiento económico de la película dio al traste con la aventura.
Powell ya había trabajado con Jerry Verno en su primera quota quickie, Two Crowded Hours (1931), y volvería a contar con él este mismo año en Hotel Splendide (1932), un thriller cómico del que se conservan materiales pero que no he podido ver. Andando el tiempo será el conserje del Covent Garden en The Red Shoes (Las zapatillas rojas, 1948).

Born Lucky (1933)
[desaparecida]

The Fire Raisers (1934)
Producción: Gaumont-British
Guión: Jerome Jackson, Michael Powell.
Fotografía: Leslie Rowson.
Intérpretes: Leslie Banks, Anne Grey, Carol Goodner, Frank Cellier, Francis L. Sullivan.
Estreno: 22 de enero de 1934. 74 min.
Después de una serie de películas modestísimas pero más que solventes a decir de la crítica, Michael Powell y su productor y ocasional coguionista, Jerome Jackson, firman un acuerdo con la Gaumont-British de Michael Balcon. Los presupuestos y plazos de rodaje siguen siendo de saldo, pero por primera vez Powell trabaja con una estrella como Leslie Banks. Éste interpreta a Jim Bronton, un agente de seguros especializado en casos de incendios provocados y en recuperar joyas robadas para las grandes compañías. Quiere la casualidad que un día se encuentre en las carreras con una antigua novia (Anne Grey), que resulta ser la hija del propietario de una gran compañía de seguros. Como quiera que Jim se ha aliado con una banda de forajidos para conseguir dinero rápido el matrimonio corre tanto peligro de naufragio como el Emerald, el barco que los malvados se disponen a volar.
Escenas dialogadas a la velocidad de Hawks -las de Jim con su secretaria (Carol Goddner) son modélicas- alternan con secuencias de montaje como las acciones de los bomberos durante los incendios y otras, con la banda de delincuentes, en la mejor tradición del folletín. En resumen, 74 minutos de acción a ritmo trepidante, con algunas deficiencias en las escenas con maquetas.

Red Ensign (1934)
Producción: Gaumont-British.
Guión: Jerome Jackson, Michael Powell.
Fotografía: Leslie Rowson.
Intérpretes: Leslie Banks (David Barr); Carol Goodner (June MacKinnon); Alfred Drayton (Manning); Frank Vosper (Lord Dean); Campbell Gullan (Hannay).
Estreno: 4 de junio de 1934. 69 min.
En 1934 la crisis económica golpea duramente a la industria británica. La comedia Sing As We Go! (Basil Dean, 1934) y el melodrama social Red Ensign (Michael Powell, 1934) son un canto a la perseverancia del pueblo británico para salir adelante. Lo relevante es que Michael Powell utiliza muchos elementos de la escuela documentalista para ponerlos patas arriba. Un par de escenas muestran el trabajo en los astilleros de Glasgow con el rigor formal y el espíritu reformista que anima los trabajos contemporáneos de John Grierson en la GPO. Sin embargo, para Michael Powell el núcleo no es el trabajo colectivo y anónimo, sino un visionario sin escrúpulos, capaz de pedir a los trabajadores que penquen de balde, de arrojar a un sindicalista al mar y de falsificar documentos y comprometer a la mujer que parece que ama con tal de conseguir un crédito bancario. Si los astilleros sobreviven a los malos tiempos es por obra y gracia del ingeniero naval David Barr (Leslie Banks), dispuesto a todo con tal de sacar adelante su nuevo y revolucionario diseño. Su empeño es –si hemos de creernos lo que dice- puramente patriótico; su fe en sí mismo, mesiánica; sus métodos, muy poco ortodoxos. Claro que enfrente tiene a un capitalista puro (Alfred Drayton), que tampoco se para en barras a la hora de hacerse con unas patentes que le reportarán pingües beneficios aunque tenga que deslocalizar el trabajo y llevar a la ruina a los trabajadores que han hecho florecer la industria. David Barr puede recurrir a la estafa, que Manning contraataca con el asesinato y el sabotaje.
En un encaje de bolillos para no dejar ningún elemento fuera del lienzo, el guión de Jerry Jackson y Michael Powell incorpora, aunque sea de manera impresionista, al resto de fuerzas en juego: el sindicalismo, la banca, los organismos oficiales y la prensa. Y todo esto en una película que dura… ¡67 minutos! No le faltaba ambición a Powell, no.
El resultado es una película tremendamente estimulante de cuya ambivalencia ideológica encontramos no pocos ecos en The Man in the White Suit (El hombre del traje blanco, Alexander Mackendrick, 1951), otra cinta sobre el valor del individuo frente a los colectivos afectados por su sueño particular. Que Michael Balcon sea el productor de ambas da que pensar, aunque, en Mackendrick, la moraleja es mucho más desoladora. Casi dos décadas y una guerra no pasan en balde.

Something Always Happens (1934)
Producción: Warner Bros - First National.
Guión: Brock Williams.
Fotografía: Basil Emmott.
Intérpretes: Ian Hunter, Nancy O'Neil, John Singer.
Estreno: 10 de diciembre de 1934. 69 min.

No han discurrido más de seis minutos de metraje cuando los destinos de Peter Middleton (Ian Hunter), arruinado por enésima vez tras una noche en una timba), y el pequeño Billy (John Singer), escapado del orfanato, se cruzan definitivamente. El prólogo nos ha mostrado sus vidas paralelas en exteriores naturales que aportan una inmediatez inopinada a una quotta quickie. Ésta es la primera de las seis que Powell rueda en los estudios Teddington para la filial británica de Warner Bros. – First National, dedicada a producir productos baratos en serie para poder cumplir con las cuotas y estrenar en Reino Unido las películas de la casa matriz. También es el primer guión que Brock Williams escribe para Powell, a quien también suministraría los argumentos para las desaparecidas The Girl in the Crowd (1935) y Someday (1935).
Una vez colocado Billy en una pensión, el argumento vira hacia la comedia romántica: Peter conoce a Cynthia (Nancy O'Neil), que se hace pasar por una desempleada, mientras él se finge un acaudalado hombre de negocios. El enredo ha surgido cuando él intenta hacerse con el automóvil de ella para venderlo y sacarse una comisión. Pero después de una comida que no puede pagar, el emprendedor Peter ya ha puesto en marcha una de sus geniales ideas para hacerse millonario: convertirá las gasolineras de los competidores del padre de Cynthia -sin saber que ella es ella y su padre, su padre- en restaurantes y salones de recreo, además de ofrecer el servicio tradicional. Ella será su secretaria y Billy obtendrá el puesto de botones y un flamante uniforme. Por supuesto, el amor triunfa al mismo tiempo que la iniciativa privada.
Es este juego el que acerca a Something Always Happens a la tradición de la screwball comedy estadounidense de la Depresión, con las quisicosas del ascenso social, un material con el que en Estados Unidos trabajan Paramount, RKO e, incluso,  M-G-M, pero bastante ajeno al universo de Warner Bros.

The Night of the Party (1934)
Producción: Gaumont-British.
Guión: Ralph Smart, de la comedia Murder Party de Roland Pertwee y John Hastings Turner.
Fotografía: Glen MacWilliams.
Intérpretes: Leslie Banks, Ian Hunter, Malcolm Keen, Jane Baxter, Ernest Thesiger, Viola Keats.
Estreno: 16 de julio de 1934. 61 min.
The Night of the Party es la primera película que Powell dirige para Gaumont-British. Al parecer, una vez montada, el metraje pareció escaso al estudio y hubo de rodar tres días más tras terminar la filmación de The Fire Raisers, que, de este modo, llegó antes a los cines.
Todos los invitados a la fiesta de la princesa Corsov (Muriel Aked) en casa de lord Studholme (Malcolm Keen) tienen motivos para odiarlo, incluida la homenajeada. Es ella quien propone un juego: sortear quién será el “asesino”, apagar las luces y, cuando se produzca el crimen, averiguar quién ha sido el culpable. El comisario John Holland (Leslie Banks) se encargará de la investigación. Pero cuando las luces se encienden, lord Studholme está muerto y, aunque en el primer momento todos creen que ha sido un suicidio, pronto queda claro que se trata de un asesinato en toda regla. La puesta en escena del juego le permite a Michael Powell jugar con los claroscuros y las siluetas, y el sonido en off. El resto, dominado por el diálogo y el desarrollo de la trama, apenas permite lucimiento. El resto de la película se desarrolla como un whodunit bastante previsible, apenas redimido por la excentricidad de los personajes. Powell tendrá mejores oportunidades en Gaumont-British.

Lazybones (1935) 
Producción: Real Art Production
Guión: Gerard Fairlie, de una comedia de Ernest Denny.
Fotografía: Ernest Palmer.
Intérpretes: Ian Hunter, Claire Luce, Bernard Nedell, Miles Malheson, Sara Allgood, Frank Morgan.
Estreno: 24 de junio de 1935. 62 min.
Guerra de sexos alimentada por una leve intriga policiaca. Sir Regginald (Ian Hunter), un aristócrata entregado a la molicie, deberá demostrar que por sus venas corre algo más que sangre azul para conquistar el amor de la cantinera Kathy (Claire Luce), quien, a su vez, no termina de renunciar a su antiguo afecto por Michael McCarthy (Bernard Nedell), un canalla redomado que ha robado unos importantes documentos del gobierno de la mansión de Reggie.
Si bien, la ambientación en la Inglaterra rural y el humor a cargo de un puñado de personajes tirando a excéntricos nos hace evocar futuros trabajos de Powell, todo está en esta aseada producción vacío de conflicto. La sátira de la ociosidad de las clases altas no llega nunca al aguijonazo y la intriga es propia de una novela de quiosco... o de una alta comedia del West End. Apenas nada.
Además, en esta ocasión Michael Powell se contagia de la indolencia de su protagonista a la hora de poner en práctica la inventiva visual y los alardes de montaje que hacen que estas películas modestas sobresalgan por encima de la media. Incluso en la composición de los planos, siempre correcta, se advierte cierta rigidez. Seguramente el material no le resultaba demasiado inspirador y el rodaje en dos semanas y en jornadas de noche no contribuyó a proporcionarle el deseado dinamismo.
Unas correctas interpretaciones y un poco de slapstick al tresbolillo a cargo de una pareja de oficiales del Foreign Office que son como Hernández y Fernández pero sin bigote es lo que queda a la larga de esta incursión de Powell en vedado ajeno.

The Girl in the Crowd (1935)
[desaparecida]

The Love Test (1935)
Producción: Fox-British Pictures.
Guión: Selwyn Jepson, de un argumento de Jack Celestin.
Fotografía: Arthur Crabtree.
Intérpretes: Judy Gunn, Louis Hayward, Dave Hutcheson, Googie Withers.
Estreno: 1 de julio de 1935. 63 min.
La tensión sexual -clave en toda la filmografía de Michael Powell- se modula aquí en un triángulo formado por la nueva jefa del departamento de investigación (Judy Gunn), cuya promoción es boicoteada por el envidioso Thompson (Dave Hutchenson). John (Louis Hayward) está enamorado de Mary, pero Thompson hará todo lo posible para utilizar la naciente relación en beneficio propio y provocar el despido de la nueva jefa. Una secretaria (Googie Withers), experta en artes amatorias y en mascar chicle gracias a las películas estadounidenses, servirá de cuarto vértice a este experimento amatorio.
The Love Test muestra a un Powell pletórico de forma. Partiendo de un guión ajeno que narra una historia de espionaje industrial en torno a la investigación sobre un plástico incombustible, factura una comedia screwball plena de inventiva visual y sugerentes hallazgos de planificación y montaje.
 
The Phantom Light (1935)
Producción: Gainsborough Pictures.
Guión: Ralph Smart, del drama The Haunted Light de Evadne Price y Joan Roy Byford..
Fotografía: Roy Kellino.
Intérpretes: Binnie Hale, Gordon Harker, Donald Calthrop.
Estreno: 5 de agosto de 1935. 76 min.
Una película compacta y atmosférica sobre un faro en la costa galesa al que llegan un farero cockney, una muchacha pizpireta y un tipo sospechoso. La cosa es que en el faro hay fantasmas, el anterior responsable ha muerto y uno de sus ayudantes ha enloquecido. Los pasajes inspirados en el cine de la Universal alternan con la comedia dialectal y algunos fragmentos de belleza puramente industrial se yuxtaponen largas escenas de acción costera y nocturna... Como en un tebeo del agente X-9, en La isla negra de Tintín o en una novela de Bill Barnes.
 
The Price of a Song (La canción delatora, 1935)
[desaparecida]
  
Her Last Affaire (1935)
[desaparecida]
 
Someday (La canción delatora, 1935)
[desaparecida]
  
The Brown Wallet (1936)
[desaparecida]

Crown Vs. Stevens (1936)
Producción: Warner Bros. - First National.
Guión: Brock Williams, de la novela Third Time Unlucky de Laurence Meynell.
Fotografía: Basil Emmott.
Intérpretes: Beatrix Thomson, Patric Knowles, Glennis Lorimer.
Estreno: 3 de agosto de 1936. 66 min.
Patric Knowles resulta razonablemente ingenuo como testigo inocente del asesinato de un prestamista cometido por la pérfida señora Stevens (Beatrix Thomson), la mujer de su jefe. En esta ocasión la comedia recae en un par de personajes secundarios y Powell se zafa del thriller cómico que compone una parte importante de su filmografía en estos años.
Ésta es la última quota quickie que rueda en los estudios Teddington para la Warner Bros. británica. A lo mejor por eso produce cierta sensación de rutina. La fotografía resulta demasiado luminosa, el ambiente demasiado límpido. Todo hubiera debido ser un poco más turbio para que la flor venenosa que es la señora Stevens hubiera brotado con toda su fuerza.

The Man Behind the Mask (1936)
Producción: Joe Rock Productions.
Guión: Jack Bird, Syd Courtenay, de la novela The Case of the Golden Plate de Jacques Fitrelle.
Fotografía: Ernest Palmer.
Intérpretes: Hugh Williams, Jane Baxter, Ronald Ward, Barbara Everest, George Merrit, Henry Oscar.
Estreno: 24 de Agosto de 1936. 56 min.
De esta película sólo se conserva una reducción para el mercado estadounidense en la que, por cortar, se acorta hasta el título: Behind the Mask. En cualquier caso, la exposición no puede ser más expeditiva. En los primeros diez minutos asistimos a la preparación de un baile de disfraces en una residencia de la aristocracia rural británica, al robo del valioso escudo de Kahm, a las chanzas del detective encargado de custodiarlo y a la fuga de la atolondrada heredera de la familia (Jane Baxter), quien, sin saberlo, ayuda al ladrón en su huida. Su prometido (Hugh Williams) intentará rescatarla y, de paso, recuperar la pieza para esclarecer las sospechas que recaen sobre él. El criminal –lo conocemos desde el principio- es un astrónomo loco conocido como The Master (Maurice Schwartz). A pesar de la inanidad del argumento, Powell maneja con fluidez hasta cuatro líneas de acción confluyentes y procura proporcionar atractivo suplementario a todas las secuencias mediante una planificación siempre ocurrente, una iluminación expresionista y un montaje un punto más que dinámico cuando la situación lo permite.
Más que por sus propios méritos, The Man Behind the Mask es recordada por abrir la puerta a la colaboración con Joe Rock y propiciar el rodaje de la primera película personal de Powell: The Edge of the World.

The Edge of the World (1936)
Producción: Joe Rock Productions.
Guión: Michael Powell.

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