sábado, 23 de julio de 2016

mingote en televisión

Publicado orginalmente en www.srfeliu.es el 22/06/2014

Este señor de negro se desarrolla a lo largo de trece episodios entre 1975 y 1976. Al no contar con la mediación del productor José Luis Dibildos y de los directores asignados a los proyectos en que Mingote ha intervenido hasta entonces como guionista, ésta es la obra más próxima a su humor que podamos ver. La auténtica plasmación audiovisual de su mundo resulta invisible, pues es una película perdida: un Super-8 rodado a lo largo de un tiempo indeterminado con la plana mayor del cine español e internacional de paso por España en la que intervinieron Tono, Luis G. Berlanga, Paco Rabal y un largo etcétera.
 
La vuelta al mundo en 80 espías estaba libre de toda servidumbre debido a su carácter amateur en formato subestándar y bebía directamente del manantial de aguas con alto contenido surreal de La Codorniz. En cambio, esta serie para la primera cadena de Televisión Española y la película Vota a Gundisalvo (Pedro Lazaga, 1978) resultan fiel reflejo del chiste diario que lleva publicando hace más de veinte años en ABC.
 
El personaje titular es don Sixto Zabaneta (José Luis López Vázquez), un hombre atrapado por la tradición familiar. Don Sixto guarda luto por su señora, fallecida hace cuatro años, regenta una platería familiar en la Plaza Mayor de Madrid, tiene una hermana un tanto atolondrada (Mary Carmen Prendes), una empleada mordaz (María Garralón), un sobrino disc jockey (Pep Munné) y una clienta lozana que le trae por la calle de la amargura (Florinda Chico). También tiene un cuadro del abuelo en el despacho, que va proponiendo ejemplos del comportamiento de sus antepasados ante las situaciones que afronta cada capítulo: las apariencias, el amor interracial, la burocracia, las relaciones prematrimoniales, el enfrentamiento generacional, la procacidad en los medios de comunicación, la emigración... Estas viñetas paródicas remiten a la Historia de la gente, que había supuesto un gran éxito editorial desde su lanzamiento por Taurus en 1955. Pero también ha habido tanteos propios, como Pierna creciente, falda menguante (Javier Aguirre, 1970), otro de sus guiones para Dibildos. Ya aquí aparece el episodio balompédico que también incluye en el capítulo titulado "Eternos rivales".
 
La ambientación -medieval o romántica en ocasiones- vuelve una y otra vez a esa belle époque tan querida por La Codorniz y que no es ajena a la admiración que Mingote siente por el grupo fundador de la revista.
Ellos eran un residuo de la belle époque, que ellos no habían conocido más que en sus postrimerías, en los locos años veinte, que es cuando ellos surgieron. Una injustísima ‘bella época’, que ellos todavía disfrutaron y que siguieron disfrutando durante toda su vida. A veces no tenían mucho dinero, pero se reían una barbaridad. Eran unos tipos tan listos que no tenían el menor interés en que se supiera lo listos que eran. Lo que querían era vivir bien.
En cambio, la puesta en forma recurre en estos bosquejos paródicos a una fórmula ya probada en televisión y premiada en festivales internacionales: la del decorado sintético. Mingote ya había probado esta línea con su participación en Historias de la frivolidad (Narciso Ibáñez Serrador, 1967). El episodio "Las tentadoras", con la participación de la propia Rocío Jurado que había protagonizado un escándalo por lo sucinto de su vestuario en un programa de TVE, satiriza una vez más la hipocresía de la clase media y pone al día el tema del especial de Chicho Ibáñez Serrador.
 
Otros intérpretes de renombre actúan como invitados: Luis Prendes,  Charo López, Alfredo Mayo o Charo Soriano son algunos de ellos. A su lado, la nueva generación, representada por Carmen Maura o María Luisa San José, y rostros familiares como el de Chus Lampreave. Especiamente afortunada es la intervención de Concha Velasco en la parodia romántica de "Encarnita", un cruce entre "Una de pandereta", guión de Tono para Tres eran tres (Eduardo G. Maroto, 1954) y Angelina o el honor de un brigadier, la comedia escrita por Jardiel en 1934.
 
En el cuarto capítulo aparecen como invitados todos los miembros del reparto de Crónicas de un pueblo (Antonio Mercero, 1971-74), la primera serie de Mercero para TVE. En este universo de referencias y autocitas, la alusión a La cabina (Antonio Mercero, 1972) resultaba impepinable, claro. Tiene lugar en el tercero.

El costumbrismo que se impone en la acción principal, con sus localizaciones naturales y exteriores en la Plaza Mayor, contrastan con esa suerte de enxiemplos moralizadores que suponen las viñetas históricas. Es aquí donde el humor de Mingote se libera de ataduras y donde López Vázquez da rienda suelta a toda su capacidad histriónica, a pesar de que el actor no se mostrara especialmente satisfecho con la necesidad perentoria de "disfrazarse" en todos los capítulos. Por contra, nos sentimos tentados de poner en la columna de Mercero el ternurismo con el que se resuelven los problemas y los subrayados dedicados al diálogo y la tolerancia.  Sin embargo, el director-realizador afirma contundente: “El autor de la serie era Antonio Mingote y yo era un mero ilustrador que intentaba reflejar lo mejor posible la visión crítica y a veces comprensiva de Antonio hacia sus personajes”.
Quede claro que los dos primeros capítulos -"El baile" y "Limpieza de sangre"- resultan especialmente flojos y que luego las piezas del puzzle empiezan a encajar con el tono general.
La moraleja del último capítulo dibuja a una generación atrapada entre la moral de los abuelos y el mundo de los nietos. Quizá por ello, este es el único episodio que no recurre a la inserción de la viñeta sobre el antepasado de los Zabaneta. Don Sixto se ve obligado a asumir su condición de "señor de negro" en una España en que Franco acaba de morir sin que la trascendencia del óbito se filtre en la ficción más allá del paso de la Guardia Mora por la Plaza Mayor, un detalle que resultará perfectamente anodino para cualquier espectador contemporáneo. El episodio más explícito acaso sea el protagonizado por Alfredo Mayo, que encarna en "Carola" a un exiliado republicano que regresa a España a morir después de treinta y seis años de ausencia. La serie refleja así su carácter de producto sandwich, ubicada en un momento histórico que no puede analizar por falta de perspectiva. A poco que nos pongamos, podemos leer también en ella la perplejidad del propio Mingote como degustador y cultivador del humor más avanzado de los años cuarenta y, al tiempo, viñetista de cabecera del diario monárquico en el que se gana el sustento.

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