domingo, 4 de junio de 2017

jerónimo mihura (5)

Actualizado el 20/06/2020


Después de la realización de El camino de Babel el cine español entra en un periodo de crisis -¿ha habido alguno que no lo sea?- y Jerónimo se ve obligado a replantear su carrera. En este momento, la productora Magíster - Ediciones Cinematográficas Educativas le ofrece la ejecución de unos documentales de temática histórico-religiosa.

No es un cometido tan estrafalario como pueda parecerle al espectador actual: en los años del inicio de la Guerra Fría la Iglesia se plantea la producción de películas que luego encuentran un canal de distribución muy rentable en infinidad de salas parroquiales. En la encíclica Vigilanti cura, Pío XI ha exhortado a los prelados y a los empresarios católicos a no limitar su acción a la actividad de tutela y presión sobre los organismos censores que se lleva a cabo a través de la Oficina Católica Internacional del Cine (OCIC), fundada en 1928, y de las organizaciones nacionales de Acción Católica, sino a intervenir directamente en la producción:
Procuren, además, los obispos de todo el mundo hacer ver a los industriales del cinematógrafo que una fuerza tan potente y universal puede ser útilmente dirigida a un fin altísimo de mejora individual y social. ¿Por qué nos hemos de ocupar tan sólo de evitar el mal? Las películas no deben ser una simple diversión, ni ocupar tan solamente las horas frívolas y ociosas, sino que pueden y deben, con su magnífica fuerza, iluminar y encaminar a los espectadores al bien. [Pío XI: Vigilanti cura (Encíclica de S.S. Pío XI sobre el Cine. 29 de Junio de 1936). Santiago de Compostela, Ediciones Splendor, 1943, pág. 22.]
En Italia se han dado dos pasos importantes en este sentido: el estreno de Pastor Angelicus (Romolo Marcellini, 1942), largometraje documental sobre el papa Pío XII, y el rodaje de la película La porta del Cielo (La puerta del cielo, Vittorio De Sica, 1945), encargo de circunstancias que Zavattini y De Sica aprovechan para emplear a numerosos judíos hasta la retirada de los nazis de Roma, que se prevé cercana ya que la cinta se rueda bajo los bombardeos aliados.

Jerónimo emprende con ánimo la tarea: “Estoy aprovechando estas vacaciones forzosas, que se nos han concedido a algunos directores, para aprobar una asignatura que me había saltado a la torera cuando empecé a cursar mi carrera cinematográfica”, declara a Cámara. Andando los años, sería más explícito en cuanto al tipo de aprendizaje que supusieron esta docena de trabajos alimenticios:
Era la época del gasógeno y nos recorrimos toda España en un Hispano-Suiza que había sido de Alcalá Zamora, el presidente de la República recorrimos en ese automóvil de gasógeno todas las iglesias, ermitas y los conventos. Un trabajo terrible. Luego rodábamos láminas de libros con ayuda de una máquina de escribir grande. Fijábamos la cámara al carro, lo movíamos y de esta manera hacíamos los travellings. En fin, un trabajo de chinos, pero con el cual nos divertíamos muchísimo. [en declaraciones a Augusto Martínez Torres: Cineastas insólitos. Madrid, Nuer Ediciones, 2000, págs. 77-78.]
Cuando le entrevistan en Cámara lleva rodados tres: La Santa Misa (Jerónimo Mihura, 1945) ha obtenido el primer premio de documentales del SNE, y El Emperador del Mundo (Jerónimo Mihura, 1945), el quinto. Ambos han sido declarados de Interés Nacional, a pesar de que la realización de este último sea una mera sucesión de estampas encadenadas con alguna sobreimpresión del mar en el capítulo dedicado a la conquista de América y unos planos de la plaza de la Villa en Madrid, con la estatua de don Álvaro de Bazán. La omnipresencia de la locución, que no deja el mínimo resquicio a la interpretación de las imágenes por parte del espectador, insiste además en la "figura altanera" de los conquistadores extremeños y en la "extrema crueldad de los indios".

Lo mismo ocurre con La Virgen, capitana de nuestra historia (Jerónimo Mihura, 1945). En esta ocasión se trata de soldar indisolublemente vocación mariana, espíritu imperial y gestas bélicas en un relato atemporal que obvia los tiempos muertos de la Historia. De nuevo el encadenado y las sobreimpresiones se convierten en la figura retórica esencial en la plasmación de este ideario y ello sucede desde el inicio, cuando la virgen aparece sobreimpresionada en las aguas plácidas de un río, que suponemos el Ebro, a tenor de la precisión inmediata de la locución que nos acompaña en un nuevo encadenado y mediante una panorámica, del agua que corre al santuario del Pilar, "primer templo mariano de la cristiandad". De tanto en tanto, la realización abandona la rutina de los fundidos encadenados entre estampas históricas -el Desembarco de Colón, de Diósocro Puebla, por ejemplo, que Orduña convertirá en tableau vivant en Alba de América (Juan de Orduña, 1951)- y templos para intentar un travelling en torno a La Rábida o una maqueta animada con la circunnavegación de la Tierra por la expedición de Magallanes y Elcano. Lo primero que habrían hecho los dieciocho supervivientes fue ir a postrarse ante la Virgen trianera de la Victoria, la patrona de su nave. "Por el favor de esta señora, España demostró que el mundo era redondo para la gloria de Dios". A partir de aquí, la narración apresura su paso. La inspiración de Bartolomé Murillo o Lope de Vega, son una sucesión de estampas enlazadas mediante cortinillas para terminar yuxtaponiendo la capitanía de la Pilarica contra el "odiado invasor" francés y, sin solución de continuidad las muy recientes imágenes rodadas in situ del alcázar de Toledo y el santuario de Santa María de la Cabeza.
Y sobre todo, ella iluminó el genio de nuestro Caudillo en la mañana difícil del 5 de agosto de 1936 [amanecer en el mar]. Sobre el estrecho intransitable por el acecho del enemigo [encadenado a una Virgen coronada], proyectó su sombra bienhechora la Virgen de África y con este amparo [arranca la Marcha Real], el Caudillo hizo pasar el convoy salvador [aviones en formación cruzan el cielo] en una hazaña sin precedentes [fragatas o cruceros en el mar], que fue la clave de nuestra victoria [encadenado de un retrato de Franco, continúa el himno]. Entonces [Franco sobre un mapa de España], como ayer, como mañana, [la Virgen sustituye a Franco sobre el mismo mapa], siempre estará con España para seguir cumpliendo su alto destino la más excelsa de las capitanas, porque además de su poder y fortaleza ante Dios, nos mira con ojos tiernos de madre [fundido en negro con las últimas notas del himno nacional].
Como queríamos demostrar, que decían los matemáticos clásicos.

El asunto se prolonga hasta dar lugar a una docena de documentales “de carácter pedagógico” que pretenden conformar una suerte de “catecismo audiovisual”. El ideólogo de la operación, Francisco Ortiz Muñoz, deja clara la posición de Magíster, que cuenta con todos los apoyos oficiales habidos y por haber:
Ya se ha reconocido el interés nacional de estas películas. Ahora debe concedérseles el apoyo oficial para que sean proyectadas en todos los centros de enseñanza; más aun, en las naves de trabajo de nuestras fábricas. La aplicación a la cinematografía de los principios pedagógicos modernos está aún por realizar en España, en la que salvo meritorios esfuerzos aislados, no ha penetrado todavía el cine en la escuela como elemento docente, ni, en general, se ha aplicado a la formación del pueblo más que desde un punto de vista recreativo y de esparcimiento cuando no devorador y corruptor. [Primer Plano, núm. 248, 15 de julio de 1945.]
Estos primeros títulos se sumaron las series dedicadas a “Los sacramentos”, “Las oraciones” y “Los mandamientos”, que Jerónimo Mihura rodó a lo largo de un año entre la primavera de 1945 y la de 1946. Todos cuentan con la fotografía del alemán afincado en España Hans Scheib y algunos van firmados por Sáenz de Heredia, pero él mismo se encarga de echarle toda la culpa a Jerónimo, que dice aprovechar el encargo para “trabajar todo lo que sea posible y entrenarme, o mejor, no perder el entrenamiento. Estar en forma. Nada de esperar a la película de los cuatro millones. El momento actual del cine español es una lección que tenemos que aprender todos”. [Cámara, núm. 69, 15 de noviembre de 1945.]

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