domingo, 4 de diciembre de 2016

panorama del cine criminal barcelonés (9)


Juan Fortuny realizó una obra cinematográfica breve, modesta y cofinanciada con Francia de una manera poco clara. Tanto es así, que en las bases de datos galas pueden aparecer como coproducciones en tanto que en la del Ministerio de Cultura no consta otra nacionalidad que la española. La inclusión en los repartos de intérpretes francófonos en papeles principales y los estrenos más o menos normalizados al otro lado de la frontera, permitían albergar algunas dudas despejadas por las ediciones francesas en formato de vídeo doméstico, donde figura como productor asociado Marius Lesoeur. En el caso de La melodía misteriosa / Ce soir les souris dansent (Juan Fortuny, 1956) los protagonistas son la cantante francesa Mick Micheyl y el actor suizo Howard Vernon.

El título español alude a un conocido concurso radiofónico que Bobby Deglané mantenía en su programa de Radio Madrid. A él acuden un inspector de policía español (Manuel Gas) y otro francés (Howard Vernon) para aclarar qué melodía era la que interpretaba un luthier cuando fue asesinado. Entre los sospechosos pronto se perfila el triángulo formado por la cantante Lydia Martha (Mick Micheyl), el violinista Florencio (Carlos Otero) y una joven y ambiciosa bailarina (Danny Carrel). Las investigaciones conducen a los inspectores a los estudios de radiofónicos en Madrid, a la Bodega Bohemia de Barcelona y a una sala de fiestas de la Costa Azul denominada El Loro Azul. El metraje transcurre así entre canciones, interrogatorios y una intriga muy poco consistente.

El vaciado genérico del resultado, igualmente distante del policial procedimental y del whodunit, hace que, a pesar de compartir reparto —Manuel Gas, Howard Vernon, Luis Induni...— con algunas cintas insertas en el ciclo criminal barcelonés, La melodía misteriosa caiga fuera del filón.

Ni noir, ni polar a la francesa, ni siquiera criminal barcelonés más allá de las localizaciones en el puerto de Barcelona. Delincuentes / Les délinquants (Juan Fortuny, 1957) es una novelita de quiosco en pantalla ancha, con alusiones al poder mixtificador del cine americano, abundantes dosis de moralina y un policía paternal que no deja de recordar a los delincuentes que “vivir dentro de la ley es estupendo”. La cinta arranca con una película dentro de la película en la que se juega con las expectativas del espectador al ensancharse la pantalla —el mismo artificio utilizado por Frank Tashlin en The Girl Can't Help It (1956)en el momento en que termina la supuesta visión de la industria estadounidense de los bajos fondos del Viejo Continente. Por desgracia, estos juegos metalingüísticos terminan en los mismos títulos de crédito. Fortuny y el operador Aurelio G. Larraya hacen buen uso ocasional de la pantalla ancha, aunque siempre sometidos a cierta rigidez compositiva, lo cual no consigue evitar la reiteración de encuadres propia de una realización modesta, circunscrita a un número muy limitado de decorados.

La presencia de intérpretes franceses al frente del reparto y el hecho de que el infatigable Marius Lesoeur figure como coguionista y productor asociado, parece indicar un adelanto de distribución allende los Pirineos. El cine de Fortuny era bastante apreciado y él presumía un tantín de esta apariencia internacional de sus películas que hacía que ya por entonces se las piropeara con la cantinela de que “no parecen españolas”. La diferencia de ocho minutos entre la película estrenada en España y la versión que se proyectó en cines populares de Francia y Bélgica invita también a sospechar que buena parte de las pintorescas actuaciones en el “Nido de Arte” se perdieran por el camino.

La comparecencia de Lesoeur en la producción y de Victor Merenda como codirector en la versión francesa de Les délinquants invitan a incluir aquí también No temas a la ley / Le cave est piégé (Victor Merenda, 1961), adaptación de una novela policial de Yvan Noé, quien también figuraba en la película de Fortuny como dialoguista. La ambientación barcelonesa es circunstancial, pero permea toda la trama. Jean Farrant (Frank Villard) un ex-jugador del Barcelona F.C. que ahora dirige una agencia de viajes atropella a una chica (María Mahor) cuando regresa a su casa después de dejar en la estación a su mujer (Marisa Prado). Micaela, la chica, le chantajea y él le entrega un cheque, pero a la mañana siguiente, aparece muerta. El cheque, el reloj que se dejó en su casa… todo le incrimina. El comisario Álvarez (Jean Degrave) lo busca. Su secretaria (Dany Carrel) le facilita la fuga. Farrant termina ocultándose en una pensión de mala muerte regentada por un tal Eugenio (Fernando Sancho) y acude al puerto donde le ha citado alguien que asegura saber quién es el asesino.

Aunque el rodaje debió de tener lugar en 1960 o 1961, la cinta no se estrena en París y Barcelona hasta la temporada estival de 1963 y en Madrid hasta 1966. El crítico de La Vanguardia Española se muestra clemente únicamente con la fotografía de Federico G. Larraya y los paisajes barceloneses:

El realizador, Víctor Meranda, rodea la película de tales virtuosismos formales que durante unos momentos llegamos a suponerle un afortunado discípulo de Hitchcock. Pronto, sin embargo, todo se descabala. Personajes y más personajes entran en una acción que se va complicando a cada instante. Y al final, tras haber asistido a una muerte violenta y a dos asesinatos, más otra muerte —la de la dame de nuit que no se ve—, todo queda en el aire.
Los "personajes y más personajes" son probablemente Bruno (Dario Moreno) y la cantante Fernande (Jacqueline Nero), protagonistas de una trama secundaria que entra demasiado tarde y parece ideada para sacar a un grupo de bailarinas ensayando e incluir el tema musical "J'ai peur d'aimer", con letra de Michel Rivgauche, cantante y letrista de Edith Piaf. En cuanto a los exteriores, incluyen la Plaza de Cataluña, el puerto, la azotea de La Pedrera y algún escenario menos evidente, como la fachada de la Bodega La Constancia -seguramente en el pasaje del mismo nombre- donde Farrant contrata a una prostituta para poder escapar de la policía y echar un sueñecito. En el capítulo de colaboraciones, el breve papel encomendado a Arturo Fernández y la figuración sin frase de nada menos que Broderick Crawford.

El sistema de dobles versiones o la acción de la censura marcan una diferencia de metraje de más de seis minutos entre No temas a la ley y Le cave est piégé. En la versión española se han cortado todos los planos en los que Micaela aparece en ropa interior y en la ducha mientras Farrant prepara unas copas e, incluso, el retrato de ella con el busto desnudo con el que arranca en la versión francesa la investigación de la policía. También la noche que pasa con la prostituta.En cualquier caso, el cambio más brutal es el que sitúa en la versión española el encuentro en el puerto con el asesino de Micaela inmediatamente después de la primera visita de Farrant a la agencia de viajes lo que altera de manera radical la estructura dramática de la cinta.

Siguiendo el camino de las adaptaciones radiofónicas, Juan Fortuny realiza dos películas con Ricardo Palmerola, el protagonista del serial radiofónico de Luis G. de Blain para Radio Barcelona, Taxi Key (1948-1962). La segunda de ellas Palmer ha muerto (1961), rodada al parecer en coproducción con Puerto Rico y con algunos exteriores nocturnos en San Juan, lo que, en principio, la excluye de nuestro ciclo. No así, Las aventuras de Taxi Key (1959), codirigida por Fortuny con Arturo Buendía y Alberto Gasset Nicolau. Se trata de tres episodios de media hora cuyo probable destino, tras su paso por los cines en formato largometraje, fuera la naciente televisión. La deslocalización de la acción y los nombres de los personajes obedecían al rígido sistema policial y judicial español, en el que no cabían estos ejercicios de mimetismo sajones -detectives aficionados, secretarias lanzadas, asesinatos sofisticados...- por mucho que al final el criminal siempre se llevara su merecido. La fórmula estaba archiprobada en la radio y, valiéndose de la popularidad de la voz de Palmerola, Miguel Mezquíriz, productor con múltiples conexiones en el continente americano, decidió financiar el proyecto, que se rueda en los estudios de Iquino y en los alrededores de la Ciudad Condal.

Fortuny dirige el episodio titulado La casa del lago, en la que la acción arranca cuando una mujer llama al abogado-detective para decirle que ha descubierto ahorcado en la leñera a un tal Alberto Arana. Taxi Key (Palmerola) acude inmediatamente a la casa en compañía de su secretaria Nora (Inés Alma). Una inspección de la leñera en la que ya no hay ningún cadáver, un viaje en coche con la mujer que ha denunciado la aparición del cuerpo y una pelea ante la caldera con el mayordomo sirven a Taxi Key para poner en claro el asunto, haciendo gala de unas dotes de observación y de unas facultades deductivas dignas de Sherlock Holmes. Un gancho del que ha desparecido el óxido, un martillo ensangrentado, unos zapatos arrojados a la caldera y la existencia de una alambrada de espino entre la propiedad y el estanque del que la casa toma el nombre son las pistas que conducen al asesino en una inesperada pirueta final. Como Taxi Key es abogado, además de detective, se ofrece como defensor del criminal, con el aval de que jamás ha perdido un caso.

La abundancia de diálogo y la escasez de acción y de localizaciones delatan el origen radiofónico del argumento y una realización solvente pero sin el más mínimo brillo por parte de Fortuny.

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