domingo, 4 de julio de 2021

la superación de la españolada según bollo muro

El cordobés Joaquín Bollo Muro ingresa en el Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas en 1953, como Ramón Comas, con el que colaborará en los guiones de Historias de Madrid (Ramón Comas, 1957) y Nuevas amistades (Ramón Comas, 1963). Tras un periodo en Inglaterra, donde ejerce de ayudante de dirección y producción, regresa a España y rueda para Procensa, la productora en la que está asociado con Comas, dos películas —Gitana (1965) y De barro y oro (1966)— en las que se acerca al ámbito de la "españolada" intentando dotarla de una cierta autenticidad, aunque mediante estrategias divergentes. En ambas tienen papeles de peso Dolores Abril y Juanito Valderrama y las dos cuentan con la colaboración de prestigiosos novelistas en la confección del guión: Alfonso Grosso y Juan García Hortelano, respectivamente.

El argumento de Gitana parte de un romance de Rafael de León titulado "María Magdalena":"¡Ay, María Magdalena, / que a todos los besos le has dado, / rosa de carne morena!". Sin embargo, los datos que se sobreimpresionan sobre las primeras imágenes de Guadix, son demográficos y califican de "curiosas" a las cuevas en que vive "gran parte de la población". Inmediatamente después asistimos a la escenificación de un baile flamenco en la plaza, con lo que se hace explícito un dato omitido en las cartelas, que esa "gran parte de la población" es de etnia gitana. Entre ellos se encuentran los Romero y los Vargas, enemistados de antiguo. Pero esa noche, a la orilla del río, Malena Vargas (Dolores Abril) y José Romero (El Güito), rompen la tradición de odio. Además, un contrabandista con posibles, don Javier Molina (Juan Quintero Astigi), pretende a Malena y una vieja alcahueta y medio bruja intercede por él, que le va con el cuento a Pedro Vargas (Juan Quintero), el hermano de Malena. Pedro hiere a José y un sicario de Javier Molina, apodado “El Zurdo” liquida a Pedro, de modo que José es acusado de su muerte. Con él en la cárcel, el contrabandista cree tener el camino expedito hasta el corazón —o, al menos, el cuerpo— de Malena. En presidio, José comparte celda con Manuel (Juanito Valderrama) que está allí cargando con la condena por contrabando que debiera haber cumplido don Javier. Al salir, Manuel acude al tablao granadino donde ahora trabaja Malena y le cuenta lo que sucedió en realidad. Juntos, traman una venganza. Un fandango cierra la cinta a modo de moraleja: “Tú no dudes de mi querer / pa que luego a ti te pese / porque a veces una mujer / el cuerpo lo da mil veces / y el corazón, una vez”.

En tanto que Dolores Vargas, como tantas heroínas del cine folklórico, expresa sus sentimientos a través de las coplas de Rafael de León y Manuel L. Quiroga, lo insólito de la propuesta de Bollo Muro es que largos segmentos coreográficos tienen tanto o más peso que las canciones, convirtiendo Gitana en una consecuencia de Los tarantos (Francisco Rovira Beleta, 1963), pero también en antecedente de la trilogía ochentera de Carlos Saura y Antonio Gades. Hay en los números de baile de Gitana análoga estilización formal e intención de constituir un espectáculo de raíz netamente española. Copla y baile conjugan así dos universos divergentes en cuanto a ambición low y highbrow, que dicen los estudiosos sajones de fenómenos culturales.

Junto a García Hortelano concibe Bollo Muro la historia de De barro y oro: retrato de la corrupción un torerillo en busca del triunfo y en el que no hay una sola corrida, como no sea un montaje de archivo al son de una canción de Juanito Valderrama en el que aparecen en extraña mixtura Manolete y El Cordobés, dos modos absolutamente distintos de entender el toreo y cuyos únicos vínculos serían su enorme popularidad y el hecho de ser paisanos del director.

Manuel (Manuel San Francisco) llega a Madrid con el sueño de convertirse en matador. Es un sueño meramente pecuniario. No se menciona a su familia ni parece que haya dejado nada atrás, salvo la miseria y el hambre. Tampoco en la capital le espera mejor suerte. Apenas baja en el matadero del camión en el que ha viajado le confunden con un raterillo y están a punto de pegarle una paliza si no fuera porque el señor Juan (Juanito Valderrama) saca la cara por él. Es un antiguo cantaor arruinado por su afición a la botella, que viene de amenizar una juerga de señoritos a la que le ha llevado su amiga Lola (Dolores Abril), una artista de variedades liada con Antonio (Adriano Domínguez), cronista de las francachelas de la buena sociedad. Juan se lleva a Manuel a su pensión y se propone ayudarle desinteresadamente, consiguiendo que le contraten para torear en algún pueblo o en la ganadería de Carmela (Alejandra Nilo), quien lo provoca para luego dejarlo plantado. Mientras tanto, Manuel se ha ido con otro maletilla (Luis Ferrín) a divertir a unos extranjeros, pero cuando uno de ellos le ofrece dinero a su amigo por mantener una relación homosexual, éste se precipita al vacío. La situación es evidente, por mucho que los censores se empeñaran en que era necesario que desapareciera cualquier alusión a la condición de "invertido" del extranjero "en las páginas 28, 37 y 41". [expediente de censura en AGA.] Manuel huye. La policía le detiene para tomarle declaración y Juan consigue sacarle del calabozo mostrando el contrato que acaba de firmar con un empresario que le exige que toree en charlotadas para poder costearse el acceder a una novillada en condiciones. Manuel ha iniciado una relación con Lola y ella logra, a través de Antonio, que le vea torear un empresario importante (Félix Dafauce). La condición es que no pueden volver a verse. Lola regresará con Antonio y, para poder torear de verdad en la plaza de Tembleque, Manuel debe renunciar también a que Juan sea su apoderado. Ha utilizado a las dos personas que le han ofrecido algo desinteresadamente y para alcanzar su ambición tiene que dejarlas atrás. El ascenso social de Manuel supone su desvinculación del circuito de solidaridad entre desposeídos que ha sido su tabla de salvación al llegar a la ciudad. No obstante, el último plano de la película está dedicado a Juan, patéticamente solo en mitad de la plaza, el peón más débil en el juego y, por tanto, sacrificado sin contemplaciones.

Más que un torero, Manuel es un joven airado, como el Richard Burton de Look Back in Anger (Mirando hacia atrás con ira, Tony Richardson, 1959) o el Richard Harris de This Sporting Life (El ingenuo salvaje, Lindsay Anderson, 1963). Como este último, parece dotado de una inteligencia natural para sobrevivir y a la vez para hacerse daño a sí mismo y a los que le quieren. La fotografía de noches de bar y amaneceres lívidos de Juan Julio Baena contribuye a este vínculo con el Free Cinema. También la concepción materialista de las relaciones humanas, ajeno a los psicologismos de otra película sobre la trastienda de los toros con la que podría establecerse alguna relación: A las cinco de la tarde (Juan Antonio Bardem, 1960).

Tras su defección del rodaje de Chinos y minifaldas / Der Sarg bleibt heute zu (Ramón Comas, 1967), rodada finalmente por Comas, Bollo Muro demanda a la productora, alegando que se le adeuda casi la mitad de su salario como director de ambas películas. La Magistratura de Trabajo falla a favor de Bollo Muro. ["Realizador de cine que gana una reclamación laboral", en La Vanguardia Española, 8 de junio de 1968, pág. 57.] A principios de 1967, la entidad ha retirado sus poderes a Comas, que recuperará a Dolores Abril y Juanito Valderrama en una cinta mucho más convencional, El padre Coplillas (Ramón Comas, 1968). 

Bollo Muro abandona entonces el cine y se dedica a escribir y traducir. En 1973 es detenido junto a Simón Sánchez Montero por su vinculación con el Partido Comunista, al que la policía relaciona con el atentado de ETA contra Carrero Blanco. Por entonces Bollo Muro está dedicado a las traducciones para la editorial Ayuso, que forma parte del proyecto cultural y propagandístico del clandestino PCE. Sus dos largometrajes, ajenos tanto al Nuevo Cine Español como al género folklórico, han quedado como sendos títulos olvidados a pesar de su innegable interés.

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