domingo, 20 de febrero de 2022

blue cove, ciudad balnearia estadounidense imperial y falangista

Lisa Gaye, esta encantadora criatura de 22 años, viene a Madrid para intervenir en el rodaje de una nueva película de coproducción que se rodará en El Escorial, y en la que intervendrá como compañero de rodaje el actor español Fernando Rey. La elegancia de Lisa Gaye al descender del avión en Barajas era algo fuera de lo corriente y de lo que estamos acostumbrados a ver a la mayoría de las estrellas que proceden de los Estados Unidos, donde la moda femenina no se distingue precisamente per su buen gusto. La estrella lucía un elegante conjunto veraniego de blusa blanca y falda del mismo color con llamativos lunares azules que hacían juego con los del sombrero. Su equipaje era voluminoso: quince maletas y tres bolsos conteniendo treinta trajes, doce sombreros y diez pares de zapatos. [Jaime Peñafiel: “El más expresivo rostro femenino de América en Madrid”, en Diario de Burgos, 27 de julio de 1962.]

De este modo se inicia la crónica de Peñafiel sobre la llegada a Madrid de la actriz estadounidense para incorporarse al rodaje de La cara del terror (Isidoro Martínez Ferry, 1962), titulada por entonces Una cara alucinante. Nos interesa de su florida prosa el término “coproducción”, porque cuando la película llegue a las pantallas españolas pocos meses después quedará acreditada como una producción de Documento Films, la empresa del director, para la distribuidora Ízaro Films. La coproductora norteamericana no aparece por ninguna parte. Y sin embargo, la presencia de la actriz como cabeza de reparto y el “argumento y guión” del libretista televisivo Monroe Manning invitan a pensar en una producción estadounidense deslocalizada. Los exteriores se rodaron en Madrid y San Lorenzo del Escorial, en tanto que los interiores se filmaron en Sevilla Films con riguroso sonido directo -algo poco habitual por entonces- y con los tres protagonistas, al menos, recitando sus diálogos en inglés. [J.F.: “Descubierta en los estudios”, en Primer Plano, núm. 1140, 19 de agosto de 1962.]

La cinta fue distribuida en Estados Unidos por Futuramic Pictures con el título de Face of Terror. En esas copias no aparece acreditado como director Martínez Ferry, sino William Hole Jr., realizador de 77 Sunset Strip (1959-1963) y Hawaiian Eye (1959-1963), dos de las series en las que ha intervenido Lisa Gaye. Como productores figuran Jack Miles y su mujer, Helen Golino Miles, que acaban de producir otra película dirigida por Hole Jr.: The Devil’s Hand (1961). 

Fernando Rey aseguraba que el que había dirigido la película “era un americano para hacer el doble juego”. [Pascual Cebollada: Fernando Rey. Madrid: Centro de Investigaciones Literarias e Hispanoamericanas (CILEH), 1992, pág. 189.] Si éste fue William Hole Jr. o Edward Mann, al que se menciona en algunos reportajes [J.F., en Primer Plano, núm. 1140] como director de diálogos y que firmaría con Santos Alcocer la realización de El coleccionista de cadáveres (1970), es harina de otro costal.

En resumen, La cara del terror parece una producción análoga a Horas de pánico / Day of Fear (Donald Taylor 1957), otro largometraje protagonizado por Fernando Rey con esquema de producción televisiva foránea, aunque en esta ocasión constara efectivamente como coproducción y cuya localización explícita era España. Lo intrigante de La cara del terror es que no ocurre en ningún lugar. Las localizaciones y las referencias geográficas carecen de la más mínima coherencia.

Sobre su psicotrónico argumento y su condición de precursora (o no) del fantaterror ya se ha escrito [Sergi Grau: “La cara del terror”, en Rubén Higueras Flores (ed.): Cine fantástico y de terror español. De los orígenes a la edad de oro (1912-1983). Madrid: T&B Editores, 2014, págs. 68-69.], aunque no está de más que digamos que Lisa Gaye interpreta a una psicópata con el rostro desfigurado por un accidente que obliga a un médico (Fernando Rey) a practicarle un injerto de piel con un nuevo tejido de su invención que los académicos se niegan a avalar porque él pretende lucrarse con la patente. Como el tejido aún no ha sido probado en seres humanos, el científico no ha considerado algunas variables que limitan su efecto en el tiempo. Cuando la enferma se dé cuenta de lo que ocurre, accede a la propuesta de matrimonio de un rico playboy (Virgilio Teixeira) a fin de abandonar el país antes de que la policía dé con ella y la recluya de nuevo.

¿Qué país?, se pregunta uno. Porque en una pared de la comisaría hay un gran mapa de Estados Unidos y en la contigua, un plano de Madrid con el parque del Retiro bien visible. 

 

La protagonista pasa un par de veces ante un establecimiento de Touron, concesionario en el barrio de Salamanca de los automóviles Saab y de los motores náuticos Mercury, actividad esta última a la que Martínez Ferry se dedicó siempre profesionalmente.

¿Hace falta un cementerio para rodar una secuencia? El que más a mano cae es el de la Almudena.

Cuando busca trabajo, la chica muestra un papelito en el que dice llamarse Dora Black y haber nacido en Barcelona el 6 de marzo de 1935, la auténtica fecha de nacimiento de la actriz según las bases de datos. 

O sea, que acaba de cumplir veintisiete años, y no veintidós, como decía Jaime Peñafiel. En lo que sí que llevaba razón el periodista es en que parte del rodaje se desarrolla en El Escorial. 

 

Sin embargo, tanto en la versión en inglés como en la española se conserva la denominación imaginaria —y suponemos que exótica— de Blue Cove para la localidad balnearia donde ella encuentra trabajo. Los insertos del periódico estadounidense que la protagonista lee en un hotel de la capital así lo atestiguan. Aunque todos tienen nombres anglosajones, en el hotel Excelsior o Blue Cove Inn, según la versión, actúa la pareja de baile flamenco Mercedes y Albano. También un combo de música ligera formado por emigrantes en Bélgica y bautizado por este motivo nada menos que Los Bardos de España.


Apenas cruzada la frontera, que está a un paso de Blue Cove / El Escorial, la pareja contrae matrimonio. En la versión estadounidense se supone que los casa un sacerdote, pero en la española, al no cumplir con las amonestaciones y demás requisitos de la iglesia católica, los personajes dicen que tienen que buscar a un juez. Claro, que luego salen recién casados de un edificio a los lados de cuya puerta hay sendas cruces.

Para colmo, el Institute of Neuro-Science es la facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid, aunque un inserto añadido en la copia estadounidense indica que las instalaciones corresponden al Madrid Institute of Mental Health; para la época, algo así como el manicomio de Ciempozuelos. 



Desde luego, uno no dudaría en pedir el ingreso en tal institución si conduciendo su coche por una amplia avenida de la ciudad cualquiera de Estados Unidos, en la que los edificios están construidos con piedra berroqueña y la frontera de Francia cae a un tiro de piedra, se topase con el inmenso emblema del yugo y las flechas que cubre la fachada de la sede de la Secretaría General del Movimiento en la calle Alcalá.


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