domingo, 13 de noviembre de 2022

coproducciones no regladas

 

Antes de que se firmaran los primeros acuerdos de coproducción con Italia y Francia, que permitieron a la España autárquica incorporarse a la cinematografía europea, hubo varias películas que optaron por esta modalidad, aunque habitualmente figuraban únicamente como producciones españolas de cara a la administración de acá.

Jack, el negro / Black Jack  (Julien Duvivier y José Antonio Nieves Conde, 1950) es una de las primeras coproducciones realizadas aún en plena autarquía económica en la España de 1949. La operación se concibe a tres bandas: por un lado los hermanos Salkind, con la marca de Alexander, Alsa Films; por otro lado una compañía española de nombre tan exótico como efímera trayectoria, Jungla Films, comandada por un profesional del doblaje; y, por último, Julien Duvivier, como director y productor “de facto”. Si a todo esto le añadimos que el domicilio social de Alsa Films estaba en Liechtenstein el lío financiero se presenta tan enrevesado como el argumento de la propia película. Fuera por éste o por otros motivos, el rodaje, que debería haber tenido lugar a lo largo de ocho semanas en el declinar del verano de 1949 se prolongó a lo largo de seis u ocho meses, según las versiones. George Sanders aseguraba en sus memorias que pensó que no se acabaría jamás y que seguirían, cual judíos errantes, navegando eternamente por la bahía de Palma en el Black Jack.Desgraciadamente, tanta dilación se trasluce en la desgana con que el protagonista arrostra su papel. El resto de reparto parece funcionar a piñón fijo, sin un objetivo demasiado claro o, en el mejor de los casos, haciendo de su capa un sayo, como Marcel Dalio o Agnes Moorhead, Si algo de wellesiano pudiera haber contagiado a la película la presencia de ésta, también voló por la borda, junto con la cocaína que Michael Alexander (Sanders) arroja al viento para merecer el amor de la refugiada Ingrid (Patricia Roc).

Salvo José Nieto, con un papel un poco más lucido, el resto de los intérpretes españoles —Rafael Bardem, José María Lado, Margarita Alexandre...— hacen poco más que figuraciones con frase. Un duelo entre redes, los bellos paisajes mallorquines y la música de Joseph Kosma no consiguen borrar lo anodino del argumento ni las absurdas incrustaciones de números musicales protagonizados por un grupo de Coros y Danzas o el inevitable tributo a la “españolada” con Lola Flores y Manolo Caracol.
El director adjunto español, José Antonio Nieves Conde, reniega de ella en cuanta entrevista le hacen. Se disculpa en que le interesaba ver metido en harina a Duvivier, en la buena amistad que hizo con George Sanders y en que apenas rodó personalmente unos planos de recurso. Corto consuelo.

Sumemos a la anterior  Aquel hombre de Tánger / That Man from Tangier (Robert Elwyn y Luis María Delgado, 1952) o Muchachas de Bagdad / Babes in Bagdad (Edgar G. Ulmer y Jerónimo Mihura, 1952), que obedecen a esta regla en la que la productora foránea, aunque dependa de capitales estadounidenses bloqueados en Europa, suele presentarse bajo pabellón británico o suizo. Tal es el caso también de Billete para Tánger / Tangier Assignment (1954), coproducida por Hesperia Films y Rock Pictures. Esta última es una empresa gibraltareña que produce en España pero sin participación financiera española Song of Toledo (Ted Leversuch, 1953). La voz en off está en inglés y los personajes españoles hablan en español (doblados en ambos casos). El cortometraje es un travelogue musical Toledo-París-Londres con la excusa del viaje a la capital británica de una chica toledana que deber recoger una herencia. Para las canciones de Antoñita Candela no se buscan excusas, lo mismo canta cuando se va que cuando vuelve, que se pone a soltar gorgoritos en el Talgo, con el beneplácito del resto de los viajeros, a lo que parece. Algunas escenas musicales fueron rodadas, según queda acreditado en la cabecera, en El Mesón de Fuencarral. 

El mismo equipo rodará unos meses después Billete para Tánger, en la que por exigencias del Sindicato Nacional del Espectáculo figura como codirector César Fernández Ardavín. La última actividad de Leversuch en suelo español habría sido su labor como argumentista y ayudante de producción en Pasaporte al infierno / Action Stations (Cecil H. Williamson y Ramón Quadreny, 1957). A principios de la década de los sesenta llega a Canadá donde se especializa en películas para adultos, desde falsos documentales rodados en colonias nudistas a French Without Dressing (1965), sobre una televisión que, gracias a la incorporación de la cuarta dimensión, permite asistir a los stripteases de varias señoritas francesas. A mediados de la década traslada sus actividades a Uruguay donde al parecer rueda con la colaboración de la emisora local TV Film Limitada Love with a Stranger (1966) y Today and Tomorrow (1969).

Manchas de sangre en la luna / Come Die, My Love (Luis Marquina / Edward Dein, 1952) es otra producción de Hesperia que no figura en los catálogos de cine británico. La productora española había echado a andar de la mano de Luis Marquina, durante el largo hiato —dieciocho meses— en el que la producción de Amaya (1952) estuvo en el alero. Marquina aprovecha estos dieciocho meses para rodar para Hesperia Films —rama de producción de la distribuidora Mercurio Films— Quema el suelo (1952) y codirigir con Edward Dein la película que nos ocupa.

Edward Dein escribe con su mujer, Mildred Dein, el libreto de la cinta que supondrá su debut en la dirección. Tiene una larga experiencia como guionista en producciones de serie B de terror o intriga facturadas por estudios del Callejón de la Pobreza y por Universal Pictures. Localizaciones, técnicos e intérpretes son españoles y sólo es súbdita de su Graciosa Majestad, la actriz Honor Blackman, por lo que Julio Pérez Perucha aventura en su monografía sobre Marquina para el Festival de Valladolid (1983) que del Reino Unido llegaran en un paquete el guión y la actriz mediante un adelanto de distribución. El mismo autor asegura, sin hacer constar las fuentes documentales, que Marquina se hizo cargo del rodaje de la versión española, en tanto que Dein se habría encargado de la versión inglesa y, sobre todo, de las escenas de la un tanto inexpresiva Honor Blackman. La atribución de la elaboración del guión técnico al español vendría a redondear la autoría de éste, que se vería poco después en un fregado análogo con Don Siegel durante la producción en España de Aventura para dos / Spanish Affair (1957). Por último, Pérez Perucha, aventura la existencia de dos versiones distintas debido a la censura española, en tanto que propone que el título de la anglófona fuera The Eye —dato que tampoco hemos podido contrastar— y que hace suponer que la relación entre los personajes interpretados por Gerard Tichy y Honor Blackman fuera más explícita. Extraña, por el contrario, que las extensas apologías a propósito de la excelencia del matrimonio según el rito católico por parte del padre Carmelo (Francisco Viñals) y su relevancia en el camino de redención emprendido por la pareja protagonista sobrevivieran en la copia para el mercado anglosajón.

Hasta el momento en que el coche de Bill (Gerard Tichy) y Eva (Honor Blackman) se avería en un pueblecito del interior de la isla de Mallorca, el argumento ha seguido la senda del noir. Bill es un desheredado de la fortuna en Tánger, donde es testigo casual de un crimen cometido por Eva. O al menos, eso cree él cuando la chantajea y se lleva el dinero del muerto y un billete a Palma de Mallorca. Sólo entonces descubrimos que el auténtico asesino es Eddie (José Bódalo), un canalla que utiliza a Eva como gancho para sus golpes. Por un capricho de los guionistas, mientras él se queda en Tánger para deshacerse del cadáver, ella seguirá a Bill hasta la isla. Pero, cuando va a disparar contra él en las cuevas de Artà se da cuenta de que su amor no es fingido, sino verdadero. La llegada de Eddie da al traste con sus planes de comenzar una nueva vida. Bill y él pelean al borde de los acantilados y Eddie cae al vacío. La pareja huye. Pero una mujer encuentra al hombre herido y lo cuida. Una vez recuperado, el asesino persigue a la pareja, que, siguiendo los consejos del padre Carmelo, ha decidido contraer matrimonio y ha gastado el dinero en penicilina para salvar la vida de un niño enfermo. Ya sólo queda ver cómo se resuelve un final necesariamente trágico.

Las gacetillas españolas subrayaron la internacionalidad del reparto, el trabajo de fotografía de José F. Aguayo y la violencia de las escenas de acción: “El comportamiento brutal del personaje que interpreta el actor José Bódalo, y la violencia de su rival —personificado por Gerard Tichy— se desborda en esta escena, de varios minutos de duración y que culmina con el emocionante desprendimiento de uno de los contrincantes desde lo alto del acantilado”. [La Vanguardia Española, 5 de abril de 1952.]

En esta deriva del noir a la redención de carácter religioso estriba el carácter diferencial de una cinta que se circunscribía en principio al molde interrnacional del cine de serie B en localizaciones exóticas.

En 1965 Marquina asumirá el papel de director general de producción en 10:30 P.M. Summer (Jules Dassin, 1965). Se trata de una adaptación de una novela de Marguerite Duras rodada en localizaciones españolas y sobre la que especula Pérez Perucha que no lograra la autorización censorial y, por tanto, se terminara como una producción cien por cien foránea. De hecho, en España nunca llegó a estrenarse comercialmente. [Julio Pérez Perucha: El cinema de Luis Marquina. Valladolid: Semana Internacional de Cine, 1983, pág. 105.]

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