domingo, 27 de enero de 2019

preludio ribatejano a ibérica films


La inquetud del portugués Arthur Duarte le lleva a trasladarse a Alemania a finales de los años veinte, donde trabaja como actor y entra en contacto con las innovaciones que trae a la industrai cinematográfica el sonido. La expatriación de un buen número de técnicos y artistas judíos tras la llegada de Hitler al poder en Alemania en 1933 supone una oportunidad para incorporarlos a industrias en mantillas, como la española o la portuguesa. Duarte pone en contacto a un grupo de ellos, exiliados en París, con Hamilcar da Costa, un industrial con negocios en Francia entre los que se encuentra la compra de cine francés, ruso y alemán. La incorporación de los germanos a la nueva productora, Bloco H. da Costa, aportará caché internacional a películas que han de explotar los encantos de la tierra. No es extraño, por tanto, que las tradiciones taurinas ribatejanas sirvan de soporte a Gado bravo (1934), la primera y a la postre última producción de largo metraje del grupo, a pesar de que las declaraciones de su titular auguraban otra cosa:
Una película portuguesa es aquélla que concebido por una mentalidad portuguesa, filmado en el mismo país, centrado en componentes de nuestra vida, sacado adelante exclusivamente con capital portugués, consigue la unidad indispensable para que el espectador reconozca en ella una obra nacional. El hecho de que hayamos incorporado al equipo técnico del Boloco H. da Costa elementos extranjeros no implica de ningún modo la desnacionalización de la obra producida. Estos técnicos eran inispensables, por la sencilla razón de que no existían en Portugal, e incrementada por el hecho de que los planes del Bloco H. da Costa no son una aventura ni una hazaña de aficionados. […] El cine portgués no puede limitarse a la fórmula local. Debe ser un cine nacional con expansión internacional. Hoy mñas que nunca, para asegurar su existencia, los productos de la industria cinematográfica nacional están obligados a cruzar fronteras. Y esto pasa hasta con el cine alemán, francés o estadounidense, cuyos mercados nacionales tienen una importancia incomparablemente superior al nuestro. [Hamilcar da Costa en declaraciones a la revista Cinéfilo, agosto de 1933.] Es un debate que se reproducirá en términos menos complacientes cuando los miembros del equipo se establezcan en España.
Es un debate que se reproducirá en términos menos complacientes cuando los miembros del equipo se establezcan en España. Aunque el protagonista masculino de Gado bravo sea el galán portugués Raul de Carvalho (el “cavaleiro” Manuel Garrido) y António Lopes Ribeiro, crítico apasionado y firme pilar del cine salazarista en lo por venir, asuma la condición de director local, la mayoría de los artífices de la cinta son alemanes y, todos ellos continuarán inmediatamente su carrera en Barcelona en el seno de Ibérica Films.

En Animatógrafo, la revista que dirige el propio Lopes Ribeiro se editorializa en la misma línea…
Los técnicos extranjeros que aseguran una base firme a la organización H. da Costa llegan dispuestos a enseñar a sus colaboradores portugueses los trucos del oficio. Enseñanza más eficaz de ls que se podría cosechar fuera, donde hay estudios montados, personal capacitado, ambiente propicio… donde, en fin, no falta nada. Aquí, donde falta todo, hay que crearlo todo en provecho propio. [Animatógrafo, núm. 7, 15 de mayo de 1933.]
El germano-polaco Max Nosseck es un intérprete que, con la irrupción del sonoro, se ha pasado tras las cámaras. Está casado con Olly Gebauer (la cantante rubia Nina), que ha sido Miss Viena en 1929 y ha participado en varias operetas cinematográficas, generalmente en papeles de amiga o rival de la estrella femenina principal, como Martha Eggerth o Magda Schneider. Fallecería en Austria en 1937, sin haber cumplido veintinueve años.

Hans May es un renombrado compositor nacido en Viena y afincado en Alemania desde antes del nacimiento del sonoro. Erich Philippi —nacido Lippschitz—, un escritor metido a guionista, cuyos primeros trabajos en el cine estarán protagonizados por estrellas del kabarett berlinés y vienés, entre ellos, Sig Arno (Jackson, en Gado bravo). Aunque es un dato que se suele pasar por alto, es también el responsable literario de dos películas de Ibérica Films en España —Una semana de felicidad (Max Nosseck, 1934) y Poderoso caballero (Max Nosseck, 1935)—, sólo que con el nombre de Enrique Filippi. Su hermano, Herbert Lippschitz, es un prolífico director artístico con más de una treintena de créditos entre 1929 y 1933. En Ibérica Films actuará también como jefe de producción, empresa a la que se incorporará como guionista y productor un tercer hermano, Arnold Philippi. En el reparto también figura Erich Thoren en un papel indeterminado.

El único alemán del equipo que terminará aficándose en España será Heinrich Gaertner, quien con el nombre de Enrique Guerner será uno de los más reputados directores de fotografía durante la posguerra. Eso no quita para que pase sus más y sus menos durante la Guerra Civil. Al producirse el golpe militar se encuentra en Córdoba rodando El genio alegre (Fernando Delgado, 1939) para Cifesa. Sin embargo, el cónsul alemán en Sevilla lo denuncia como indeseable “y presiona a las autoridades españolas a expulsarle de la nación”. Gaertner pasa una vez más a Portugal, aunque las contrapresiones de Cifesa surten efecto y termina incorporándose al Departamento Nacional de Cinematografía que los sublevados crean dentro del aparato de propaganda regido por Dionisio Ridruejo.

Así las cosas, los miembros portugueses del equipo se concentran en los apartados interpretativo —Raul de Carvalho, Mariana Alves, Alberto Reis, Armando Machado…—, literario —Correia da Silva firma los diálogos yAntónio Botto las letras de las canciones— o subalternos —José Nunes das Neves como segundo de Gaertner, Luís de Freitas Branco al lado de Hans May y el futuro actor luso-español António Vilar, dedicado por entonces a la ayudantía de dirección.

Arthur Duarte, que actúa como puente en todo este tipo de combinaciones internacionales, figura en los títulos de crédito en su doble condición de asistente general de producción y como intérprete, en el papel de Arthur, el amigo de Manuel. También Júlio Vicente Ribeiro, primer ayudante en Gado bravo, había realizado un periplo parecido, alternando labores de actor y técnico en Berlín.

Entre las contribuciones foráneas, figuran también varios nombres franceses en los créditos. El técnico de sonido Paul Boistelle, la orquesta de Charles Michel o la sombrerera Hortense Deligant cumplen en este apartado. Pero también Nita Brandao, que hace el papel de la mujer buena que ve cómo el protagonista se deja engatusar por la extranjera mañosa, es una joven nacida en Portugal pero criada en Brasil cuya experiencia cinematográfica ha quedado acuñada en dos versiones en portugués de tírtulos franceses realizadas en las afueras de París por la Paramount dentro de su programa de multiversiones para Europa y Latinoamérica: A minha noite de nupcias y A mulher que ri, dirigidas ambas por el austriaco Emerich W. Emo en 1931.

Tras el rodaje de exteriores en Ribatejo en el verano de 1933, los jefes de equipo se trasladan en otoño a los estudios de Neuilly para realizar los interiores, sobre todo los del cabaret donde actúa Nina. Para entonces, ya están apareciendo en las revistas españolas las primeras informaciones sobre el rodaje de Doña Francisquita, aunque entonces el realizador anunciado es Constantinn J. David, hijo de un judío alemán y una sefardí española.

Cuando Gado bravo se estrena en la lisboeta sala Tivoli, en agosto de 1934, la crítica de los principales diarios y revistas se muestra razonablemente benévola con el intento, en atención sobre todo al compañero de fatigas Lopes Ribeiro, al que se augura un futuro prometedor. Otros aspectos destacados son la fotografía, la música, algunas escenas cómicas y, sobre todo, el paisaje.

¿Y la película? Pues cuenta el tradicional triángulo de ambiente taurino entre el noble torero (Carvalho) —en este caso un “cavaleiro” ganadero, con mínimas incursiones en el ruedo—, la muchacha honesta y buena (Brandao) y la aventurera platino que le roba su amor (Gebauer). El contrapunto cómico recae, sobre todo, en Jackson (Arno), con varias pantomimas exentas —la borrachera, la rana que se le cuela en los pantalones— persecuciones por cuenta del celoso y fornido Joaquim (Machado), que cree que el enclenque extranjero anda detrás de su novia (Alves). Coplas populares, fados de desengaño amoroso y canciones de cabaret puntúan el relato; sendos espectáculos taurinos lo abren y lo cierran. Por medio, escenas cómicas y dramáticas, una sucinta intriga criminal traída un tanto por los pelos, y largos fragmentos documentales centrados en las labores del campo y la cría de reses bravas. O sea, el clásico enfrentamiento entre la ciudad corrupta y un campo idealizado que ya había servido como modelo de un cine esencialmente fascista a Alessandro Blasetti en la realización de Terra madre (Tierra madre, 1932).

El Bloco H. da Costa no produjo ninguna otra película de largo metraje. Sí varios cortometrajes que van de la propaganda salazarista a la sinfonía urbana: Acção colonizadora dos portugueses (António Antunes da Mata, 1932), realizado para la Agência Geral do Ultramar; De Lisboa a Luanda (António Antunes da Mata, 1932); A visita oficial ao Barreiro (Manuel Luís Vieira, 1933); Céu de outono (Manuel Luís Vieira, 1934), que retrata las caprichosas y cambiantes formas de las nubes sobre el Tajo y los tejados de la ciudad de Lisboa. Varios de ellos se pueden ver en la Cinemateca Digital de la Cinemateca Portuguesa-Museu do Cinema.

 

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