domingo, 12 de enero de 2020

el tatuado que nunca rezaba


La censura no actuaba siempre de modo coercitivo, sino que a través de la clasificación ejercía también un efecto disuasorio sobre los productores.

Por asunto y equipo Secuestro en la ciudad (Luis María Delgado, 1965) era una película que se movía en la órbita de la filmografía de Ladislao Vajda, aunque la dirige Delgado, su ayudante habitual, tras el paréntesis dedicado a las producciones de Samuel Bronston en España. Se rueda en régimen de cooperativa y en el seno de Halcón P.C., la plataforma que el productor Vicente Sempere y Vajda habían montado para controlar sus propios proyectos en el seno de los estudios Chamartín. El rodaje tiene lugar en el otoño de 1964 y las mezclas se realizan a principios de 1965, cuando Luis María Delgado está ya embarcado en el rodaje en Barcelona de La dama de Beirut (Vajda, 1965).

La película narra, eludiendo cualquier complicación psicologista, el secuestro de una niña de cuatro años (Mónica Sugrañes) por parte de un jugador en mala racha (Alberto de Mendoza). La brigada de investigación criminal se pone inmediatamente sobre la pista a pesar de que el padre de la niña (Alberto Dalbés) no está dispuesto a colaborar con la policía. La película que se proyecta en el cine Richmond, donde se va a realizar el pago del rescate es Mi tío Jacinto / Pepote (Vajda, 1956) otra película sobre las complicadas relaciones entre un niño y un adulto, como la casa abandonada remite a Marcelino pan y vino (Vajda, 1955) y la inocencia comprometida proviene de El cebo / Es Geschah am Hellichten Tag (Vajda, 1958).


La  cinta se presenta ante la junta de clasificación a finales de marzo de 1965 y obtiene una categoría en Segunda A, lo que conlleva una ayuda de apenas el 30% del coste estimado por la administración, que es de dos millones menos que el preuspuesto de casi siete presentado por la productora. La operación no resulta ruinosa porque la mayoría del equipo técnico ha capitalizado su salario, pero a pesar de ello constituye un sonoro batacazo para las aspiraciones de Halcón y Chamartín de retomar la producción tras el final de la aventura de Bronston. José Luis de Navasqüés presenta un recurso, como es su costumbre, solicitando que se revise la clasificación. Para apoyar la solicitud se realizan algunos cambios en el montaje, “dotando de mayor ritmo en la supresión y diferenciación de secuencias”. [Citado por Isabel Sempere: La producción Cinematográfica en España. Vicente Sempere (1935-1975). Valencia, Ediciones de la Filmoteca, 2009, pág. 304.] Entre estos cortes que pretendían agilizar la narración desapareció a buen seguro el papel de la madre de la niña interpretado por Julieta Serrano, personaje al que se alude en un par de ocasiones y que nunca aparece.

Más interés tiene la inserción de una nueva secuencia “en el rollo 8 con longitud de 90,5 m entre Ana y el raptor, encaminada a acentuar la intervención de la niña”. [ibídem.] A juzgar por su ubicación, se trataría de la escena en que él llega magullado a la casa y la niña le sopla en la herida de la espalda y le ayuda a ponerse un apósito, en tanto que él tapa con sendos trozos de esparadrapo el impúdico tatuaje que lleva en el antebrazo.

 

Ya antes había habido una escena entre ambos, muy “Sánchez Silva” en la que la niña le obliga a rezar el “cuatro esquinista tiene mi cama” y le pregunta si él no dice nunca sus oaraciones antes de acostarse. La afirmación por parte de Navasqüés de que también se han “revisado el montaje, introduciendo nuevas variaciones, en espacial al final” [ibídem.], probablemente se refiera a la voz en off de la niña sobre el rostro del secuestrador: “¿Tú no rezas nunca? ¿Por qué?”. Aunque haya resultado malherido durante el tiroteo con la guardia civil y el final haga concebir pocas esperanzas sobre su supervivencia, esta frase y la sonrisa que se dibuja en su rostro posibilitan la lectura del final en clave de redención. Seguramente cascará, pero su alma inmortal puede salvarse.

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