domingo, 28 de febrero de 2021

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Aunque había aparecido en la pantalla en algún cometido breve antes de la Guerra Civil, la actriz Josita Hernán conoce un éxito inusitado con la adaptación realizada en 1939 por Gonzalo Delgrás del sainete de Pilar Millán-Astray La tonta del bote. Se establecen aquí ya todas las características que la convertirán en una de las grandes estrellas del cine de posguerra: el personaje de ingenua con recursos y de buen corazón, la voz atiplada y cantarina, el emparejamiento con Rafael Durán... Sus siguientes películas están dirigidas por Ramón Quadreny para Levante Films, una productora constituida por el propietario de una cadena alicantina de cines para el que Ramón Quadreny trabajó con asiduidad antes de sustituir a Ignacio F. Iquino en los planes de producción de Aureliano Campa para Cifesa. 

Ramón Quadreny ha sido actor de seriales mediada la segunda década del siglo en la empresa barcelonesa Studio Films, se ha interesado por el doblaje con la irrupción del sonoro y ha dirigido durante la Guerra Civil La silla vacía (1937), cuyo mensaje final es que la fuerza de los trabajadores está en los talleres y no en los cuarteles, cuestión está que a buen seguro sentó como un tiro a los representantes de la ortodoxia comunista para los que el principal objetivo era, a estas alturas, ganar la guerra a toda costa en los campos de batalla. Acaso por ello, Quadreny se inserta sin mayores sobresaltos en la dinámica cinematográfica de la inmediata posguerra.

En 1943 Josita Hernán y Quadreny desembarcan en Cifesa a través de la producción de Campa La chica del gato (Ramón Quadreny, 1943). El texto elegido como base es una comedia de Carlos Arniches que Catalina Bárcena había estrenado en el Teatro Eslava en 1921 y ya había conocido una adaptación cinematográfica previa en el periodo mudo. Sobresalen en ella –no podía ser de otro modo– la comicidad del diálogo y las buenas intenciones. Guadalupe (Josita Hernán) es una muchachita sin demasiadas luces acogida por unos hampones que explotan la credulidad de las damas caritativas y obligan a la chica a dedicarse a la mendicidad y al hurto. La jornada en que no contribuye a la economía familiar para la compra de vino recibe una tunda tremenda. Un buen día, desfallecida cual cerillerita de cuento de Andersen, entra en la casa de Nena (Pilar Guerrero) y sustrae un cuadro. Cuando es sorprendida por el mayordomo (Fernando Fernán-Gómez), Nena se apiada de ella y le ofrece una colocación en la casa. A cambio, Guadalupe pondrá en evidencia las aviesas intenciones de don Sigmundo (Juan Espantaleón), el prometido de Nena, y conseguirá que pueda casarse con el hombre al que ama. De paso, y a través del estómago, llegará al corazón del mayordomo.


En Una chica de opereta  (Ramón Quadreny, 1944), Roger Becarie (Luis Pérez de León) se aprovecha de la necesidad de uno de sus empleados, un anciano músico (Juan Moreno Rigo), para comprarle sus composiciones a bajo precio y que las firme su hijo Gustavo (Juan Álvarez Blanco), que se está abriendo camino como compositor. Silvia (Josita Hernán), la abnegada hija del compositor, tiene la ilusión de convertirse en una gran artista, una cantante de opereta, que consiga sacar a su familia de la miseria. Al final lo logrará, por supuesto, pero antes deberá hacerse pasar por una chica sin tractivo ninguno ni conocimientos de canto que trabaja como secretaria del cantante Armando d'Olvés (Luis Prendes), caprichoso y mujeriego. D'Olvés tiene un amigo millonario, Salvador (Fernando Fernán-Gómez), que descubre encantos escondidos tras la máscara que se ha impuesto Silvia. La rehabilitación de su padre como compositor y su triunfo como cantante, traerán aparejado el ansiado amor.

Junto con alguna comedia de Orduña, Una chica de opereta es el máximo ejemplo de un filón de la comedia de teléfonos blancos italiana que se denominó comedia a la húngara. Y no sólo porque los escenarios sean Budapest y el Danubio, sino por su tipo de humor, basado en el equívoco de identidades y en las relaciones amorosas a varias bandas. La presencia en el reparto de la franco-italiana Lily Vincenti, en un papel de coqueta con escotes vertiginosos, acentúa esta intención.

Acercarse a Mi enemigo y yo (Ramón Quadreny, 1944) es entrar en el mundo almibarado de Luisa María Linares, precedente de Corín Tellado en la editorial Juventud de la inmediata posguerra. Sobre su obra pesa la contradicción de presentar a jovencitas razonablemente independientes cuyo único objetivo en la vida es... casarse. En manos de Ladislao Vajda, alguna de estas novelas puede presentar un punto de interés gracias al dinamismo de las resoluciones formales. Si la adaptación pasa por el filtro de Juan de Orduña podemos dar por seguro que el disparate hará acto de presencia. En cualquier caso, el material de partida resultaba idóneo para la línea de comedias menos onerosas planteada por Cifesa y subrogada al productor Aureliano Campa en los primeros años cuarenta. Desgraciadamente, Quadreny no hace mucho más que ceñirse al texto y resolver de manera económica la tarea que se le ha encomendado. La historia se centra en el enfrentamiento entre dos hermanas (Josita Hernán y Leonor Fábregas) por el amor de un escritor de novelas románticas (Luis Prendes). Todos ellos, junto a la amante del escritor (Lily Vincenti) y al amigo de las hermanas (un jovencísimo Fernando Fernán-Gómez), se reúnen en una localidad de montaña. El escenario elegido da ocasión a situar algunas escenas en exteriores nevados, lo que otorga a la cinta su casi único atractivo. Ni el enredo ni el pretendidamente chispeante diálogo consiguen remontar nunca el vuelo de la gracia.

A medio camino entre las comedias escolares que venían de Italia y las versiones de novelitas románticas que Campa produce en estos años, Ángela es así (Ramón Quadreny, 1945) constituye una auténtica adaptación de la comedia de Arniches y Abati que –como en el caso de La chica del gato– Gregorio Martínez Sierra había estrenado en el teatro Eslava en 1924. Gonzalo (Fernando Fernández de Córdoba) es un prestigioso abogado sometido a los caprichos de Mary (Gema del Río). Su vida de crápula se verá alterada con la llegada a su casa de Ángela María (Josita Hernán), su sobrina, que prende escapar durante las vacaciones del colegio extranjero en el que está interna. Josita Hernán despliega todo su repertorio de mohines de ingenua de manual, compensado por las interpretaciones aceleradas de Fernando Freyre de Andrade y Mary Santpere en los principales papeles cómicos. En resumen, una puesta al día superficial de la comedia –cabarets, música moderna...– que deja intacta su intención moralizante, tan propia del espíritu regenracionista de los años veinte como del nacional-catolicismo promovido por el Nuevo Estado.

Quadreny dota a la película de un dinamismo en el que le acompaña la partitura de Juan Durán Alemany, aunque en su propósito de emular las cintas americanas falla lamentablemente por el abuso de saltos de eje, que el modelo de representación institucional había consolidado como modelo de transparencia narrativa.

En 1944 Josita Hernán abandona a Aureliano Campa para rodar directamente para Cifesa Ella, él y sus millones (Juan de Orduña, 1944) y Un hombre de negocios (Luis Lucia, 1945). Campa y Quadreny recurren entonces al protagonismo masculino. Fernando Fernán-Gómez, que ha intervenido en papeles secundarios en varios títulos del ciclo, encabeza el reparto de Eres un caso (Ramón Quadreny, 1946), cinta olvidada y olvidable, según el actor:

Él (Campa), en vez de preparar una sola película, preparaba tres; hacía un bloque con las tres, se rodaban en cinco semanas; pero acababas el sábado una y empezabas el lunes la otra.  Este señor me contrató a mí para tres películas que duraron tres meses y pico, las tres dirigidas por el mismo director e interpretadas casi por el mismo equipo. [...] Quadreny, por ejemplo, parecía exclusivamente un artesano del cine, que no se creaba problemas y lo que iba era a acabar su plan de trabajo, y que confiaba en que la película fuera bien porque Josita Hernán tenía comercialidad en aquel momento. [Enrique Brasó: Conversaciones con Fernando Fernán-Gómez. Madrid: Espasa, 2002, pág. 28.]

Parece que la intriga sobre un caso de supuesto desdoblamiento de personalidad en clave bufa, elaborada por el propio Quadreny, parte de una comedia de Joaquín Vela y Enrique Martínez Sierra. [Carlos F. Heredero y Antonio Santamarina: Biblioteca del cine español. Madrid: Cátedra / Filmoteca Española, 2010, pág. 507.] Por lo demás, nada ganamos intentando desentrañar su intrincada trama a partir de una sinopsis. Cuando se estrena en Barcelona, en marzo de 1946, el recensionista de El Mundo Deportivo [24 de marzo de 1946, pág. 3.] asegura que no será "un hito en los anales de nuestro cine", pero que, "aparte de un diálogo en ocasiones un tanto excesivo", hace gala de suficientes elementos como para que "su proyección resulte amable y divertida". Menos benévolo se muestra el crítico de El Adelanto de Salamanca [30 de mayo de 1947, pág. 4.] quien argumenta que "divierte en algunos momentos, pero también hay otros en los que el absurdo es tan grande, que en vez de reírnos, nos hace poner muy serio y pensar cómo los actores son capaces de hacer tanta tontería".

La entrada de Cifesa en las listas negras estadounidenses por su colaboración con la cinematografía fascista y nazi provoca la ralentización de la actividad de Aurelaino Campa durante el segundo lustro de la década. La pobre calificación oficial de Verónica (Enrique Gómez, 1950), en la que Quadreny actúa como jefe de producción, sume en la ruina al productor, al que Iquino acogerá como apoderado en su propia marca: IFI Producción.

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