En 1909 el tortosino Daniel Mangrané Escardó contrae matrimonio con Adela Mangrané Adell. Las notas de sociedad lo tildan entonces de “joven —tiene veintiséis años— comerciante en el ramo de aceites” y aseguran que la boda, que se celebra en el “cercano arrabal de Jesús” ha sido un acto sencillo, “sin ostentación alguna” al que sólo han concurrido los allegados. [“De Sociedad”, en Diario de Tortosa, 21 de enero de 1909, pág. 3.] Un año más tarde, nace su hijo: Daniel Mangrané Mangrané.
Mangrané Escardó se hace entonces cargo del negocio familiar, ya que su tío, Juan Mangrané Barberá, se dedica al comercio aceitero. Pronto diversificará sus actividades: en 1912 pide permiso al ayuntamiento, como gerente de Mangrané y Compañía para establecer una central eléctrica y realizar el tendido para proporcionar suministro a Tortosa y alrededores. El arrabal de Jesús es el primer barrio en introducir la mejora en el alumbrado, para lo que los Mangrané han contado con el apoyo de la Unión Republicana de Tortosa, partido por el que Daniel saldrá elegido concejal. [“Obras son amores”, en El Pueblo, 26 de junio de 1915, pág. 2.] Al parecer, la exportación a Francia durante la Gran Guerra produce a la empresa aceitera pingües beneficios [Joaquin Ferrrer: “El conflicto de la no exportación de aceites”, en La Tradición, 22 de junio de 1918, pág. 1.], lo que propicia la disolución de la sociedad tortosina y su traslado a Barcelona a finales de 1918. A partir de entonces, las Cámaras de Comercio, la actividad política y la reflexión y propaganda sobre el sector ocupan el tiempo que le dejan libre los negocios.
En 1929 Daniel Mangrané hijo, diplomado en laboratorios berlineses y director químico de Utrerana S.A. y de Oleivinícola del Centro de España, publica un grueso tomo dedicado a la Química analítica y fisiológica de los aceites y grasas vegetales y animales. Su padre le acompaña en esta actividad editorial con un librito dedicado a El problema nacional de los aceites de oliva y su solución en el que se postula que “el aceite de oliva es a España lo que el petróleo a Estados Unidos y el hierro a Inglaterra, esto es, el producto de máxima vitalidad, cuya hegemonía en el mercado mundial ejerce una nación”. [“Obra interesante”, en La Libertad, 6 de marzo de 1930, pág. 2.] Su hijo seguirá la senda investigadora con Físico-química de la fabricación, aplicaciones y análisis de los jabones y demás productos detersivos en 1934. Por estos trabajo recibirá el doctorado honoris causa por la Escuela de Ingenieros de Río de Janeiro.
Además de su implicación en la Comisión Mixta sobre el Aceite de Orujo y en la Asociación de Exportadores de Aceite Oliva, Daniel Mangrané Escardó concurre a las Elecciones Generales de 1933 en las listas de Esquerra Republicana de Catalunya y obtiene el acta de diputado por Tarragona. Su actividad en la oposición durante el denominado “bienio negro” de la CEDA es incesante, con especial participación en la comisión de Hacienda, donde se ocupa especialmente del problema del paro, la amortización de la deuda pública, la carencia de una legislación que fomente las exportaciones y, por supuesto, la producción de aceite. Entre sus propuestas, la creación de un impuesto a las grandes fortunas para llevar adelante políticas sociales en educación y sanidad. Todas estas iniciativas quedan reflejadas en una serie de publicaciones entre las que destaca La nueva función del capital: Programa económico-social, publicada en Barcelona en 1931. Por todo ello, el diario La Libertad lo saluda como “uno de los diputados auténticamente republicanos mejor preparados para una labor a fondo en los problemas difíciles de la economía social”. [“Tres notables opúsculos del diputado Daniel Mangrané”, en La Libertad, 28 de febrero de 1935, pág.3.]
Fotografías de Juan Pacheco “Vandel” en el diario La Libertad (1935)
Sin embargo, preguntado en marzo de 1936 porque no se ha presentado a las elecciones de febrero, en las que Esquerra Republicana se ha integrado en el Frente Popular, responde que habría “tenido que dejar actividades nuevas en las que se emplean y emplearé más aún centenares de personas”. [“Manifestaciones de don Daniel Mangrané, ex diputado a Cortes”, en El Diluvio, 15 de marzo de 1936, pág. 6.] Y es que, además de su actividad parlamentaria y de dictar conferencias a tutiplén sobre todos estos temas, Mangrané e hijo han ampliado sus actividades al campo de la industria química y farmacéutica. Ítem más, en marzo de 1934 han entrado en el accionariado de S. Huguet - Selecciones Capitolio.
Saturnino Huguet había creado esta distribuidora cinematográfica en junio de 1921 y, según su currículum, habría dado el campanazo con el lanzamiento de The Four Horsemen of the Apocalypse (Los cuatro jinetes del Apocalipsis, Rex Ingram, 1921) a base de inserciones publicitarias en la prensa diaria, algo que, al parecer, suponía en 1922 una auténtica novedad en España. Huguet se convirtió así en uno de los principales empresarios del sector y Selecciones Capitolio en garantía de calidad. Sin embargo, la llegada del sonido le pilla un poco a contrapié, como al resto del aparato cinematográfico hispano. Durante el año crítico de 1930 sigue distribuyendo cintas silentes protagonizadas por Alice Terry, Anny Ondra y Lucienne Legrand. En cambio, amplía sus actividades a la representación de protectores sonoros Bauer: “Los mejores aparatos del mundo - Instalaciones sonoras para banda y disco”.
Volverá a la carga a principios de 1933 con el reportaje “explicado en español” Del káiser a Hitler (1933), una producción francesa de Éclair Journal. Hasta este momento, apenas podemos espigar de su catálogo un ramillete de producciones locales: Nobleza baturra (Juan Vila Vilamala, 1925), Boy (1925) y Malvaloca (1927), de Benito Perojo, o Las de Méndez (Fernando Delgado, 1927).
Con la distribución de La viuda quería emociones (Richard Harlan, 1933) y Sierra de Ronda (Florián Rey, 1934), Huguet retoma su relación con el cine español, que va a dar un vuelco radical cuando Daniel Mangrané Escardó decida dar un paso adelante y atender a la demanda de la cinematografía española, que lleva desde 1930 pidiendo a los capitalistas que se arriesguen. El éxito de público de la primera película de la denominada “Serie Oro Nacional”, Sor Angélica (Francisco Gargallo, 1934), va a convencer a Mangrané de que éste es el camino a seguir. “Producida con un coste aproximado de 180.000 pesetas, la película se convierte a su paso por las salas de reestreno en uno de los éxitos de taquilla más espectaculares del cine español”. [Juan B. Heinink y Alfonso C. Vallejo: Catálogo del cine español. Films de ficción 1931-1940, vol. F-3. Madrid: Cátedra / Filmoteca Española, 2009, pág. 278.]
No obstante, una revista satírica como El Be Negre, afín a Acción Catalana y enemiga, por tanto, de los republicanos de Esquerra, aprovecha para hurgar en la llaga de la procedencia del capital que sirve para su financiación. “Sor Angélica parece haber hecho tope en las 300.000 pesetas de gasto. El capitalista, señor Daniel Mangrané, cree que es más económico y más laico resolver el problema del paro forzoso”. [“El recader de Monjuïc”, en El Be Negre, núm. 160, 4 de julio de 1934, pág. 3.] La alusión tiene que ver con su labor como diputado en la comisión correspondiente del Parlamento, claro.
Los beneficios obtenidos por Sor Angélica, convencen a Huguet y a Mangrané a abordar un nuevo proyecto, El secreto de Ana María (1935) con los mismos ingredientes —emoción, maternidad, patetismo, orfandad, sacrificio...— y algunos nuevos —aventuras exóticas, números musicales...—, aunque ahora se encomienda la realización a Salvador de Alberich a partir de un guión original de Rafael López de Haro. Alberich es un veterano de las traducciones y multiversiones hollywoodenses, que lleva residiendo en Estados Unidos más de una década. En MGM ha escrito los diálogos y supervisado Estrellados (1930) y ¡De frente, marchen! (1930), las dos cintas realizadas por Richard Sedgwick que Buster Keaton rueda en castellano. En Estrellados y en La gran jornada (David Howard, 1930), versión hispana de The Big Trail (Raoul Walsh, 1931), interviene también como actor en pequeños papeles. No parece que su nombre tuviera demasiado peso en la promoción de El secreto de Ana María; al menos, no tanto como los decorados construidos en los nuevos estudios Trilla-La Riva, o la presencia al frente del reparto de Lina Yegros, el descubrimiento de Sor Angélica. Una espectacular gacetilla ilustrada a doble página en la revista Cinegramas remacha la conexión entre ambas películas:
Todo en esta cinta está dispuesto tan hábilmente, con tan certera graduación en los matices, que la huella que su proyección deja en el ánimo es profunda. Aquellos hombres y aquellas mujeres, su inquietud y su drama, su sueño y su amor, se graban hondamente en el espíritu, penetren en él con la emoción de lo verdadero, llenando de ternura el corazón. Es una fórmula de resultado infalible. Cread una fábula humana —con nervios y pasión de humanidad—, y habréis creado un éxito. [“El secreto de Ana María o la fórmula del éxito”, en Cinegramas, núm. 68, 29 de diciembre de 1935, pág. 29.]
Lope F. Martínez de Ribera, que se va a convertir en el azote de las producciones de Selecciones Capitolio desde la exigente Popular Film, sentencia que la cinta no está a la altura de la etiqueta “Oro Nacional”, a pesar de “los cuatro meses que duró la actuación de director e intérpretes para dar fin a tan laborioso parto que trajo consigo el gasto mayor hecho hasta la fecha por una editora cinematográfica nacional”. [Lope F. Martínez de Ribera: “Capitol: El secreto de Ana María”, en Popular Film, núm. 492, 23 de enero de 1936.]
La película no aguanta más que tres semanas en la sala de estreno en Barcelona. “¿Es fiel reflejo de su valor esta duración?”, se preguntan retóricamente en la revista Filmópolis. Y ellos mismos se contestan no menos retóricamente: “Lo único que sabemos es que el director Alberich ha firmado para empezar dos films más con Selecciones Capitolio”. [“Noticiario”, en Filmópolis, núm. 27, febrero de 1936, pág. 32.] Porque los Mangrané, padre e hijo, han decidido tomar el toro por los cuernos. Libre de obligaciones parlamentarias, que no éticas o patrióticas, Daniel Mangrané Escardó declara a los medios a propósito de su actividad cinematográfica:
El aspecto comercial tiene para mí importancia secundaria. España es un país ideal para el desarrollo de la industria cinematográfica porque tiene absolutamente todo lo deseable. Lo que yo me propongo con esta nueva producción es dar una nueva de que con los elementos que poseemos, podemos hacer ya películas no solamente apropiadas a las necesidades del mercado nacional, sino que debemos rebasar las fronteras de muchos países y obtener un éxito que confirme nuestras grandes posibilidades. [“Cinco minutos con D. Daniel Mangrané”, en El Mundo Deportivo, 22 de mayo de 1936.]
La implicación es total. El nuevo proyecto cuenta con guión y música de su inquieto vástago y la dirección, como ya queda dicho, se encomienda de nuevo a Alberich. Protagonizan El deber Félix de Pomés, Rosita de Cabo, Carmen Rodríguez, Isa España y José Baviera. La película se rueda en los estudios Orphea Film de Montjuich en el tiempo récord de veintidós días, a contar desde el 16 de abril, “sin haber tenido necesidad de emplear ni una sola hora extraordinaria, a pesar de tratarse de una película de largo metraje y lujosa presentación”, según puntualiza el empresario. [“Cinco minutos con D. Daniel Mangrané”, en El Mundo Deportivo, 22 de mayo de 1936.] O sea, que se ha acabado el despilfarro y, en lo económico, prima la rentabilidad. Pero el nuevo productor no se limita a establecer un optimista plan de producción. Pretende convencer al Ayuntamiento de Barcelona y a la Generalitat que asuman la titularidad de unos nuevos estudios cinematográficos en Montjuic —en el Palacio de las Misiones— apoyados por capital privado:
A mí modesto entender, con ello se conseguiría poner a disposición de los productores unos estudios con todas las perfecciones y a precios razonables, que permitirían una importante reducción en el coste de las películas. Otra de las ventajas de dichos estudios sería la de que difícilmente permanecerían inactivos, puesto que cuando la producción particular decreciera, el Ayuntamiento y la Generalidad podrían rodar en ellos películas instructivas, documentales, etcétera, a un coste poco elevado, con lo cual se podría intensificar notablemente la expansión cultural por todo el país. [“Una charla interesante”, en Films Selectos, núm. 300, 18 de julio de 1936.]
Por la fecha en la que se publica la entrevista, comprenderá el lector que el proyecto se suspendiera hasta una ocasión más propicia que nunca llegaría. Apenas finalizado el rodaje de El deber y una vez liberados los estudios tras el rodaje de Los héroes del barrio (Armando Vidal, 1936), la productora se embarca en un nuevo proyecto, esta vez con guión de Mangrané padre. Su título, acortado en la distribución: Nuevos ideales o don Antonio, el humano. Repiten director y equipo técnico-artístico. El primer golpe de claqueta se da el 13 de julio de 1936, el mismo día del asesinato en Madrid de José Calvo Sotelo. A pesar de que algunas unidades acuarteladas en Barcelona intentan tomar la ciudad el 19 de julio, la oposición armada al golpe militar por parte de la Guardia de Asalto, la Guardia Civil y, sobre todo, las milicias confederales tiene como resultado el fracaso de los sublevados. La actividad en Orphea Film debió retomarse de inmediato ya que, según información recogida por Heinink y Vallejo, Huguet y Mangrané ingresaron a finales de agosto quinientas pesetas en el Sindicato de Artistas Cinematográficos en agradecimiento por “por las facilidades en este sindicato para llevar a cabo la filmación de Nuevos ideales”. [Op. cit., pág. 220.]
El deber se estrena en Barcelona a principios de noviembre de 1936 y es muy mal recibida:
Teniendo dinero se triunfa en la política, en los salones y en la vida misma; pero con dinero no se puede hacer un serventesio, ni se pintan Las Meninas, ni se puede componer la Novena Sinfonía... Lo más que se consigue es algo parecido a El deber, comedieta insulsa y ñoña, sin un ápice de sentido común. Porque... ¡hay que ver, qué hombres y qué mujeres tan de cartón o de trapo! ¿Emoción humana?... Ni pensarlo. ¿Un solo concepto de arte?... ¡Qué esperanza! [Lope F. Martínez de Ribera: “En el Cataluña: El deber”, en Popular Film, núm. 532, 5 de noviembre de 1936.]
Tres semanas más tarde llega a la pantalla del mismo cine Nuevos ideales y el crítico de Popular Film saca de nuevo toda la artillería:
Nada más pretencioso, ni más falso que este mitin a que nos obliga a asistir el productor de esta película, con el solo objeto de colocarnos una serie de ideas de buen gobierno, que tienen la pretensión de ser la panacea que nos cure de todas las desdichas que afligen a nuestra pobre nación. ¡Pobre ciudadano! Es noble, sin duda alguna, su pretensión; pero llega a lo absurdo al querer, con vana palabrería, sembrar en el cerebro de los espectadores ideas y conceptos que les conviertan en seres paradisíacos.
Como entonces, volvemos a repetir ahora que es una pena que estos entes, sin escrúpulos artísticos, envuelvan en su fracaso a una serie de actores que no se lo merecen, y que hacen cuanto pueden por salvar el film. [Lope F. Martínez de Ribera: “Cataluña: Nuevos ideales”, en Popular Film, núm. 535, 26 de noviembre de 1936.]
En La Vanguardia se fustiga tanto la trayectoria de Alberich en España —“sus tres films son otros tantos fracasos; en otros países, esto sería suficiente para que no volviera a dirigir más películas, pero en España, ¡dichosos los que fracasan!, para ellos será la fama y el dinero”—, como el libreto: “el autor, no contento con dejar en el Diario de Sesiones del Congreso la huella de sus ideas políticas y sociales, y considerando que eran dignas de pasar a la posteridad, aprovechó la ocasión (ya que era rico) de llevarlas a la pantalla”. [C. de la R: “La actualidad en nuestras pantallas: Nuevos ideales, film de producción nacional estrenado en Cataluña”, en La Vanguardia, 25 de noviembre de 1936, pág. 4.]
Reproducimos estos comentarios hechos a pie de pantalla porque las películas resultan hoy inaccesibles. En Barcelona se siguieron proyectando durante cinco o seis meses más después de su estreno. En octubre de 1938 Nuevos ideales se estrena en La Habana, donde Selecciones Capitolio tiene un prestigio bien asentado. Un mes más tarde llega a la pantalla del Rialto madrileño. La última sesión es a las ocho y media por los bombardeos y los apagones. Tras la victoria de los sublevados, las películas fueron presentadas a censura para poder ser exhibidas nuevamente. Tenemos constancia de pases de Nuevos ideales desde abril de 1939 en San Sebastián, Mallorca, Murcia, Palencia, Valladolid, Córdoba... Las reseñas, si las hay, son negativas. Sólo en Lugo un plumilla que se encargara de maquillar un poco la gacetilla de la distribuidora se atreve a decir que es “una producción magnífica en la que se expone la lucha constante de un hombre honrado en pro del bienestar de su pueblo” y que se trata de “una lección provechosa desde el punto de vista económico y social”. [“En el España”, en El Progreso, 16 de abril de 1940.] El índice Filmor de la Iglesia Católica la marca como película “grana”, esto es, “argumento crudo o fuerte, chistes y situaciones equívocas o moralidad dudosa”; El deber se queda en el admisible “rosa”, pero El secreto de Ana María resulta “no recomendable”, o sea, “de fondo o de forma inadmisible en absoluto”. [Filmor: Índice cinematográfico y teatral 1936-1942. Madrid: Talleres Gráficos Montaña, 1943.]
Si El deber relata los amores frustrados de dos jóvenes, abogado el uno, médico el otro, como consecuencia del control que su madre ejerce sobre ellos, Nuevos ideales inserta los elementos melodramáticos e , incluso, folletinescos en un andamiaje de película de tesis:
Un importante industrial que ocupa un escaño de la oposición, cuyos discursos en el parlamento denuncian la incapacidad de los gobernantes para combatir el desorden social, pone al frente de su fábrica a un joven ingeniero de humilde condición que sostiene relaciones amorosas con su hija. Ante la gravedad de la crisis política, el industrial es encargado de formar nuevo gobierno y propone un programa económico conducente a mejorar el nivel de vida de los ciudadanos. [Juan B. Heinink y Alfonso C. Vallejo: Catálogo del cine español. Films de ficción 1931-1940, vol. F-3. Madrid: Cátedra / Filmoteca Española, 2009, pág. 220.]
Más allá de las atractivas fotografías de Carlos Pérez de Rozas que se pueden ver en el Repositori Digital de Filmoteca de Catalunya [https://repositori.filmoteca.cat/] y de alguna sinopsis argumental, poco sabemos de ellas. Podemos deducir de ello que Nuevos ideales fue una película especialmente incómoda para todo el mundo. En plena batalla por la defensa de Madrid, este melodrama sobre un industrial al que se le pide que forme gobierno para combatir la crisis social se nos antoja de lo más inoportuno. Seis meses antes, cuando se concibió, podría haber agitado el debate ideológico; en noviembre de 1936, con el gobierno recién trasladado de Madrid a Valencia, la prioridad era que la capital resistiera y recabar ayuda internacional para ganar la guerra. Independientemente de la calidad de la cinta, las disquisiciones morales resultaban, como poco, superfluas. Y bien que lo sentimos porque Nuevos ideales es una de las escasísimas producciones abiertamente políticas rodadas antes del 18 de julio.
Finalizada la contienda, la anónima crítica de un diario donostiarra atiende por igual a criterios estéticos e ideológicos:
Nuevos ideales, celuloide estrenado en el Príncipe, es un conjunto de disparates urdidos sin habilidad ninguna; y, lo que es más grave, manteniendo un fondo social “humanitario”, con el que encubría el enemigo, vencido en los campos de batalla, sus viejas predicaciones de halago y envidia.
Todo es falso. Se acumulan elementos de melodrama del peor estilo. La ciega que recobra la vista, el estudiante que vende los libros, la máquina de coser empeñada... Un folletín de porteras, con anuncio de rifa de vajilla en última hoja. Después, un político que se pasa la noche dando explicaciones. [...] Una familia inmoral; una rubia “mala”, que arrebata todos los billetes que puede al señor arruinado. Y al final, un usurero que se llama Isaac. [...] No cabe duda de que se trata de una buena película cómica, en su seriedad no lograda. [“Nuevos ideales en el Príncipe”, en La Voz de España, 27 de abril de 1939, pág. 6.]
En agosto de 1939 fallece en La Habana Saturnino Huguet, “cuando iba a regresar a España”. [“Sabemos que...”, en Baleares, 10 de agosto de 1939, pág. 3.] Salvador Alberich ha regresado a Estados Unidos, donde seguirá vinculado a la industria del doblaje en español. Es probable que Daniel Mangrané Escardó haya sufrido algún tipo de depuración, pero sus inversiones industriales se han multiplicado: las empresas Productos Pyre-Daniel Mangrané, S.A., Colonia Casanovas, Fernando Pallarés, S.A., se suman a S. Huguet-Selecciones Capitolio, , la Utrerana y la Oleivinícola del Centro de España.
En 1962, con motivo de la concesión a Daniel Mangrané Escardó de la Medalla de Plata al Mérito en el Trabajo, José Sagré se lanza a un panegírico en el que, entre sus actividades comerciales y labores sociales, destaca su recorrido en el campo de la producción cinematográfica:
Podríamos decir que al tiempo que un realista, perfecto conocedor del negocio, es también un idealista, un romántico, que ha sentido siempre la ilusión por la creación de una industria de producción española, empleando sus energías como productor legítimo, es decir, de muy distinto carácter de la generalidad de los productores del momento actual, aportando y, naturalmente, arriesgando el propio capital, en la convicción de que únicamente así es posible afrontar las propias responsabilidades. De haber cundido su ejemplo, jugando el capital privado en vez de hacerlo el que generosamente ha derramado el Estado, seguramente sería hoy muy distinta la situación del cine español. Por si fuera poco, llevado de la simpatía por toda iniciativa innovadora, y por cuanto podía significar un paso adelanté, el señor Mangrané dio estímulo y apoyo al color español —Cinefotocolor— que en aquella época de dificultades de diverso orden para la edición de films en color, había aparecido en el mercado, como arriesgada experiencia, realizando entonces los films Rumbo, Debla, la virgen gitana y otros que encontraron vastos mercados en la América española. [J. Sagre: Distinción merecida”, en El Mundo Deportivo, 9 de noviembre de 1962, pág. 8.]
En efecto, a finales de la década de los cuarenta los Mangrané no sólo han retomado la actividad como distribuidores, sino que se han embarcado también en varias producciones en el autóctono Cinefotocolor, en tanto que Mangrané hijo se pasaba a la realización con dos películas tan ambiciosas como insólitas —plenamente lograda Parsifal (Daniel Mangrané y Carlos Serrano de Osma, 1951), parcialmente fallida El duende de Jerez (Daniel Mangrané, 1953)— en el panorama del cine español de principios de la década los cincuenta. La última incursión en la producción de Selecciones Capitolio es la participación en Parque de Madrid (Enrique Cahen Salaberry, 1958), debido a su relación con el jefe de producción Jesús López Patiño, que pone en marcha el proyecto con su marca Brío P.C. Además, Mangrané hijo “intervino en la financiación de numerosas producciones barcelonesas realizadas durante los años 50 y 60”. [Esteve Riambau y Casimiro Torreiro: Productores en el cine español: Estado, dependencias y mercado. Madrid: Cátedra / Filmoteca Española, 2008, pág. 730.]
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