La producción de Este Films serviría para encuadrar Escala en Tenerife (1964) en el ciclo playero de la productora. Sin embargo, lo ajeno de la localización, el hecho de que actúe como jefe de producción Alberto Soifer, un argentino, viejo amigo de Klimovsky y el protagonismo del Dúo Dinámico, la alejan por completo del modelo. Por otra parte, cualquier cinta con ídolos pop juveniles tiende a etiquetarse como de lesteriana, en tanto que aquí estamos antes una explotación mimética del modelo seguido en Gran Bretaña para el lanzamiento cinematográfico de Cliff Richard. Ésta es la segunda película de la pareja tras Botón de ancla en color (Miguel Lluch, 1961), producción coyuntural de Iquino mientras la pareja estaba realizando el servicio militar.
El guión de José Gallardo, Luis Lucas Ojeda y Jesús María de Arozamena los presenta directamente como una pareja de cantantes de éxito en busca de descanso. Manolo y Ramón son asediados continuamente por las fans y siempre andan en busca de una chica guapa por cuyo amor competir. No es el caso de la excéntrica Lucilla Williams (la húngara Lilí Murati en su primera aparición en la pantalla después de veinte años aparatada de ella), empeñada en que actúen en Tenerife como sea. Como el transatlántico en el que viajan a Brasil tiene que hacer escala en la ciudad, contrata a una joven que los seduzca. Sin embargo, Maya (la vedette argentina Ethel Rojo) realiza la tarea de modo natural, con la consiguiente confusión, y Manolo ha sido tres veces novio de Amparo (Elena María Tejeiro), una prostituta que ahora vive en la isla. Durante un recorrido turístico, conocerán a otra dama no menos excéntrica, Pamela (Trini Alonso) y a su amante, Pantaleón (el caricato e imitador peruano Chicho Gordillo).
Los paisajes tinerfeños fotografiados en color por Foriscot, las inocentes intrigas románticas —con alguna incursión picaresca por cuenta del oficio de Pantaleón y Amparo, dedicados ambos a la prostitución descarada, con Lucilla actuando como celestina— y los temas musicales de la pareja se desarrollan sin demasiados altibajos, aunque seguro que supuso un razonable entretenimiento en ambas orillas del Atlántico. Eso sí, en las bases de datos no consta una participación argentina en la producción a todas luces evidente.
No debió ir mal la relación del Dúo Dinámico con Klimovsky, porque Benito Perojo vuelve a emparejarlos en Una chica para dos (1965). En esta ocasión, Manolo (Manuel de la Calva) es un estudiante aplicadísimo, timidísimo y con unas gafas de culo de vaso que espantan a cualquier chica. Ramón (Ramón de la Calva), su amigo del alma, es todo lo contrario: enemigo de los libros, apuesto y ligón empedernido con debilidad por las extranjeras. Por eso ha mandado a Manolo al aeropuerto de Barajas a recoger a Mary Fontana (Irán Eory), hija de unos amigos de sus padres que tienen un hotel en Estoril. Este enredo sirve tanto de planteamiento como de nudo a la película, ambientada en una universidad por completo ajena a cualquier tipo de conflictividad y en la que los estudiantes tampoco sienten la más mínima preocupación por sus estudios, pagados por padres o tíos sin problemas económicos. En resumen, Klimovsky sitúa todo el relato en un universo paralelo, como el de Margarita se llama mi amor (Ramón Fernández, 1961), sólo que un lustro más tarde y en el que las canciones de la tuna son sustituidas por las melodías pop del Dúo Dinámico.
La resolución tiene lugar en Ronda, donde están las raíces de Mary y donde Manolo y Ramón siguen peleando por su amor, y aquí, por cuenta de una cámara de Super-8 que la chica ha llevado consigo, es donde se producen algunos momentos si no afortunados, al menos, intencionados, en los que la voz en off de la madre de Mary contrasta con la situación actual vista a través del visor de la cámara de cine familiar. El amor romántico ya no es lo que era. Pero tampoco han cambiado tanto los tiempos: el trío musical que parecía iba a ser el clímax de la película se resuelve in extremis con la conformación de una pareja heterosexual y el tercero en funciones de convidado de piedra.
Miguel Ángel Plana Fernández ha visto en este esquema una reelaboración de las clásicas comedias de Bing Crosby y Bob Hope o Dean Martin y Jerry Lewis, "modelo éste al que se acerca más, si bien Manuel de la Calva no es tan botarate". [Leo, el rápido: Vida y obra de León Klimowsky. Valencia: The Force Book, 2021, pág. 134.]
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