El prestigioso director egipcio Youssef Chahine se exilia en 1965 en Líbano, de donde era originario su padre, y organiza con España la exótica coproducción hispano-libanesa Como un ídolo de arena / Rimal al-dhahabc / Sables d’or (1967). En lugar de tratar un tema social de interés para el mundo árabe, como había hecho en algunas de sus producciones de los años cincuenta, lo que le había permitido acceder al circuito europeo de festivales cinematográficos, se decanta por un melodrama taurino, que según el biógrafo del realizador es una versión apócrifa de Sangre y arena; pero no de la novela de Vicente Blasco Ibáñez, sino de la película de Rouben Mamoulian. [Ibrahum Fawal: Youssef Chahine. Londres: British Film Institute, 2001, pág. 44.] En cualquier caso, de acuerdo con los créditos hispanos el libreto fue obra exclusiva de José Luis Merino. Éste, que se se encargó de la producción por la parte española con la marca Petruka Films, aseguraba que él había propuesto como título Toros y beduinos. ¡Ahí es nada!
La película se rueda a finales de 1965 y principios de 1966 entre Casablanca, Beirut, Almería y Málaga. Las dos primeras ciudades se están convirtiendo en localizaciones habituales para las producciones españolas gracias a la participación en el filón de los superagentes con licencia para matar. En Marruecos se rueda Nuestro agente en Casablanca / Il nostro agente a Casablanca (Tulio Demicheli, 1966) y en Líbano Agente 3S3 Pasaporte para el infierno / Agente 3S3 Passaporto per l'inferno / Agent 3S3, passeport pour l’enfer (Sergio Sollima, 1965).
Al frente del reparto, Rubén Rojo, Elena María Tejeiro y Faten Hamama, que había rodado con Chahine la opera prima de éste: Baba Amin (1950).
Tarek (el francés Paul Borge) es un campesino que salva, en el mercado, a un muchacho de la embestida de un toro. Quiere la casualidad que estén allí en plan turista, Salvador (Rubén Rojo), un empresario taurino, Pilar (Elena María Tejeiro), una española amante de la juerga, y el matador Alfonso Torres (el diestro Antonio de Jesús). Visto su valor, Salvador decide lanzarlo como figura en los ruedos españoles. Tarek acepta a fin de conseguir el dinero que le permitirá pagar la dote por su novia, Zoubaida (Faten Hamama). Tras raptarla y hacerla suya, Tarek viaja a Málaga con sus nuevos amigos. Como en los melodramas de Douglas Sirk, en un mes se ha convertido en un profesional. A pesar de que Salvador lo ha contratado como diestro de la escuela tremendista, Tarek toma la alternativa de manos de Alfonso Torres con el nombre de “Morito” y se revela desde su primera corrida como un fino estilista. Zoubaida se presenta en España, provocando el repudio de su tribu y un enfrentamiento con Pilar, que se ha acostado con Tarek y lo considera cosa propia. Una tragedia en la plaza provoca el hundimiento de la joven promesa, víctima de su sentido de culpa. Para redimirse sólo podrá contar con la ayuda de Zoubaida y del viejo alcohólico Teo (Carlos Muñoz), que en estos momentos alcanza la estatura de personaje shakespearaiano.
Chahine traslada este carácter híbrido entre la película exótica, el melodrama taurino y la tragedia de ambición universal a la puesta en escena. Fragmenta el espacio, con reencuadres internos y recurre sistemáticamente a los primerísimos planos en escenas en las que se supone que debería de primar la acción. Secuencias estilizadas y alucinadas van de la mano con el reportaje de la corrida en la que han de insertarse narrativamente...
El resultado es una película que, a pesar de incorporar muchos de los tópicos taurinos, termina causando extrañeza en un espectador conocedor de dichos códigos. Quizá por ello, no se estrenó en España hasta ya entrada la década de los setenta distribuida por Consorcio Ibérico Cinematográfico (CIC) y no despertó ningún interés en la crítica. Podemos seguir su periplo por circuitos provinciales a partir de julio de 1971; en Pamplona se estrena en coincidencia con los Sanfermines. Pasarán dos años antes de que vuelva a proyectarse en Alicante, León, Zamora... El control de taquilla censó sesenta y siete mil espectadores. En Italia se distribuyó como una película cien por cien taurina, eliminando cualquier referencia a su origen libanés.
No encuentro datos sobre su recepción en el mundo árabe. Su valoración, en cambio, es de las más bajas de entre la filmografía de Chahine. Viola Shafik la califica de "vulgar historia de amor [...] carente de cualquier asomo de verosimilitud o credibilidad". [en Josef Gugler (ed.): Ten Arab filmmakers: Political dissent and social critique. Bloomington: Indiana University Press, 2015, pág. 103.]
El exilio de Chahine finaliza cuando el presidente Nasser le ordena regresar a Egipto para hacerse cargo de la primera coproducción egipcio-soviética: Al-nass wal Nil / Un jour, le Nil / Lyudi na Nile (1971). La cinta no gustó a ninguno de los dos gobiernos y el cineasta se vio obligado a rodar nuevas escenas y a remontarla, lo que retrasó considerablemente su estreno. Parece que el cine transnacional no era lo suyo.






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