domingo, 6 de octubre de 2019

lazaga 101 (18)


 Vamos con las escaramuzas de Lazaga en el universo pop...

El guión de Pedro Masó y Rafael J. Salvia sitúa La chica de los anuncios (1968) en tierra de nadie. Por una parte, parece querer documentar los obstáculos que se oponen al éxito de una mujer ambiciosa, dispuesta a triunfar en una sociedad abocada al consumo y a la supremacía de la imagen sobre cualquier valor algo menos superficial: en este aspecto, el modelo parece ser Darling (John Schlesinger, 1965). Por otra, las figuras de referencia resultan ser de un carpetovetónico que asusta; se lleva la palma -por muy cómica que se pretenda la escena- la rendición por cuenta de La Malagueña (Rafaela Aparicio) del "Banderita" de Las corsarias frente a las canciones retro-yeyés compuestas por Juan Carlos Calderón para Bea (Karina). Bea tiene por compañera en la pensión de La Malagueña a Yola (Sonia Bruno), protagonista absoluta del asunto, una chica provinciana y torpe, sin ningún talento ni el más mínimo instinto de supervivencia, sobre todo en el mundo de la publicidad, donde la denigran y luego -una vez logrado el éxito- la buscan Leo (Juan Luis Galiardo), el realizador de los spots más modernos; el gran empresario que nada quiere saber de una recién llegada (Rafael Navarro), y un realizador italiano (Sancho Gracia) al que han expulsado de Italia precisamente por el acoso sexual al que somete a las aspirantes a protagonizar sus "filmlets". Lazaga recicla así la situación que ya había protagonizado el mismo Sancho Gracia con Irán Eory en ¿Qué hacemos con los hijos? (1967). Y éste es otro punto en el que La chica de los anuncios pone por delante su españolismo. El realizador rijoso es italiano y los atracadores a los que Yola ayuda detener y que le proporcionan instantáneamente la popularidad que se había mostrado elusiva hasta ese momento, estadounidenses. En cambio, el grupo que acompaña a otro compañero de pensión que se dedica a tocar la trompeta y se hace llamar Luis Ámstrong (Juanjo Menéndez), son manchegos, vizcaínos y andaluces. Tales son las audacias satíricas de una cinta que termina con un final tan carca que produce sonrojo. Los tropiezos de Yola, sus torpezas, carecen de la más mínima eficacia humorística. Juanjo Menéndez y Valeriano Andrés componen personajes voluntariosamente cómicos. Karina -que ya había protagonizado el año anterior para Lazaga Los chicos del Preu (1967) y, como hija de familia bien, tenía un Simca 1000 que le había regalado “papurri por el ingreso en el Preu”, con la promesa de que si aprobaba el curso habría descapotable- habla con un registro vocal tomado de Gracita Morales. Lazaga aprovecha la realización de los spots para recrearse en un festival de zooms en cuyo ensamblaje manda la partitura de Antón García Abril. Nada ni nadie encuentran su sitio y el final cae como una losa. ¡Bam!

La producción pop de Masó no se decanta ni por el "lesterismo" de las cintas de Los Bravos, ni por la radicalidad de sus coetáneas Un, dos, tres... al escondite inglés (Iván Zulueta, 1969) y Topical Spanish (Ramón Masats, 1970). Se mantiene en esa tierra de nadie en la que se aprovechan las sinergias radiofónicas y discográficas para presentar en la pantalla cinematográfica voces populares, bien sean de grupos con cierto pedigrí, bien de locutores de las distintas emisoras. En este último apartado se lleva la palma José María Íñigo, no sólo por su ascendencia radiofónica en El Musiquero de Radio Madrid desde 1967, sino también por el pionerismo televisivo de Último Grito, en cuya realización colaboraban dos egresados de la Escuela Oficial de Cinematografía: Pedro Olea e Iván Zulueta.

Los grupos que llevan el peso musical de A 45 revoluciones por minuto (1969) son Los Ángeles -cuya supuesta lucha por triunfar sirve de espina dorsal argumental a la cinta- y Fórmula V, que se presenta como el grupo consagrado a cuyo éxito los demás aspiran. Pero los protagonistas son dos solistas: Juan Pardo e Ivana. El primero acaba de llegar de Galicia y busca un puesto como guitarra solista en Los Ángeles, aunque finalmente seguirá una carrera independiente como cantautor pop. El éxito inesperado de "La charanga" -un tema de seis minutos con aires folklóricos galaicos que vendió ciento cincuenta mil singles según se editó- propicia la lectura en clave de la historia del joven romántico e inseguro que no confía en sí mismo hasta que logra el amor de Ivana. Esta malagueña estaba entonces en lo más alto de su carrera, antes de abandonar el negocio de la música y dedicarse a otras actividades profesionales. En la película interpreta dos temas compuesto por Waldo de los Ríos, que es, además, el encargado de componer la banda sonora. Con tan escueto armazón, un productor de una casa discográfica al que todos asedian (Jesús Puente) y un nutrido elenco de veteranos en papeles episódicos, Lazaga realiza este drama sobre la soledad del éxito con final feliz.

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