domingo, 27 de septiembre de 2020

josé antonio de la loma (13)


En 1992, De la Loma, que ha utilizado La Pedrera como escenario en No temas a la ley y Jugando con la muerte, realiza un documental de una hora sobre Antoni Gaudí titulado Gaudí comentado por Gaudí (José Antonio de la Loma, 1992). Es un encargo de la Catalonia Film Commission a rebufo de los actos en torno a los Juegos Olímpicos que se celebran ese año en la Ciudad Condal. La crisis subsiguiente alcanza plenamente al veterano cineasta que debe descartar, al menos, dos proyectos anunciados: Lazarus, definido como “un western estilizado” y Antidotus, una cinta sobre la lucha contra el narcotráfico por la que Sigourney Weawer iba a cobrar cinco millones de dólares. [Ángeles Masó: “Andrew Stevens, de protegido de JR a policía con De la Loma”, en La Vanguardia, 1 de noviembre de 1990, pág. 32.]

De la Loma sólo vuelve tras la cámara para filmar con su hijo Tres días de libertad (José Antonio de la Loma y José Antonio de la Loma jr., 1995). Para ello se sirven de una nueva plataforma familiar, Stars Lighting, en la que figura como administradora única la hija de De la Loma que comparte las acciones de la empresa con su madre, Pilar Pérez Pueyo. [Esteve Riambau y Casimiro Torreiro: Productores en el cine español: Estado, dependencias y mercado. Madrid, Cátedra / Filmoteca Española, 2008, pág. 238.] En 1993 el Banco de Fomento ha solicitado el embargo de los bienes de Golden Sun y Decasa, otra empresa de material de rodaje que figura a nombre de Pilar Pérez Pueyo, por una deuda de dos millones de pesetas. [Boletín Oficial de la Comunidad de Madrid, 21 de diciembre de 1995.]

Parecía que el filón de Perros callejeros se hubiera agotado con la precuela Yo, El Vaquilla (José Antonio de la Loma, 1985). Sin embargo, la boda de Juan José Moreno Cuenca en 1994 y sus planes de reinsertarse, son el detonante para que de La Loma, que a la sazón ha entrado ya en la setentena, vuelva por sus fueros. Tres días de libertad es la crónica de las setenta y dos horas de permiso carcelario de las que disfruta Juan (Joan Bentallé), apodado "El Gato", y cuyos antecedentes biográficos son, como en el caso del Torete, los del propio Vaquilla. Para que no haya ninguna duda, la panorámica por los posters de pin-ups que adornan la celda del recluso, arranca con el cartel de Yo, El Vaquilla.

Conforme a su estrategia habitual de encajar la ficción en las coordenadas de lo verosímil, De la Loma hace que el subcomisario Laguna (Agustín Estadella), sea entrevistado por el periodista Luis del Olmo y exponga el punto de vista determinista, según el cual un delincuente encallecido, que ha pasado catorce años en prisión y ha protagonizado toda clase de fugas y motines, es incapaz de encontrar un sitio en la sociedad. Frente a esta opinión, la del inspector Martínez (José María Blanco), que defiende que no tiene delitos de sangre y que se le niegan beneficios penitenciarios cuando muchos etarras viven "como arzobispos". Sin embargo, su primera visita es para un abogado (Jordi Serrat), que quiere que cometa un atraco durante el permiso. Además, ha salido con Julia (María José Lavilla), la mujer que planea casarse con él, pero al llegar a casa de su madre (Carmen de Lirio), se siente inmediatamente atraído por Aurora (Tanya Celaya), la hija de un traficante gitano (Manuel Muntaner) establecido en Marsella. La película se va dilatando de este modo, siguiendo los meandros de las baladronadas, las intrigas y los dobles juegos, amagando con un paso de la frontera espectacular y postergando la única escena imprescindible, la de la persecución automovilística... que nunca se producirá. En su lugar, la cinta propone, como catarsis, una venganza y la impunidad del protagonista. La indigencia de las interpretaciones y la torpeza del doblaje contribuyen a que la serie se cierre, ahora sí, sin pena ni gloria.

José Antonio de la Loma jr. todavía prolongará su carrera como director con dos pornos de circunstancias —El placer de la venganza (1996) y Viciosas por vocación (1996)— que firma como J. A. Hill Jr. Aunque la productora es una incógnita Ave Fénix, los decorados quedan acreditados a Stars Lighting, la empresa familiar, y los planos de situación de la primera de ellas corresponden todos a edificios de Gaudí, a buen seguro en una fagocitación desembozada del audiovisual sobre el arquitecto.

Pero nada de esto tiene ya que ver con José Antonio de la Loma padre. Cuando fallece, en abril de 2004, Casimiro Torreiro subraya en su necrológica [El País, 8 de abril de 2004] el hecho de que el óbito se haya producido apenas cuatro meses después del de Juan José Moreno Cuenca “El Vaquilla”. Hay también una vindicación de su legado cuando lo califica como un “perfecto exponente de lo que fue el artesanado cinematográfico catalán entre los años cincuenta y el regreso de la democracia”, lo que puntualizan Freixas y Bassa apostillando que estaba “dotado de un astuto sentido de la oportunidad y de un cierto talento para pulsar asuntos incómodos” [Ramón Freixas y Joan Bassa: Diccionario personal y transferible de directores del cine español. Madrid, Ediciones Jaguar, 2006, pág. 277.]

Bien mirado y tal como estaba el patio, no es poca cosa.

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