domingo, 22 de agosto de 2021

el crimen de mazarrón

Imperio, 31 de enero de 1956, pág. 3.

El extraño viaje (Fernando Fernán-Gómez, 1964) se rodó en 1964 pero no se estrenó en Madrid hasta 1969 y en programa doble. Cuando por fin llegó a las pantallas, los críticos de Triunfo y Nuestro Cine hicieron una defensa numantina de este título anómalo, con un humor desaforado, muy propio de los dos guionistas metidos en el proyecto: el bohemio cartagenero Perico Beltrán y el muy interesante Manuel Ruiz-Castillo, frecuentador del Café Gijón y promotor de Tip y Coll en sus primeros tiempos como pareja humorística. 

La cosa había tenido su origen en la tertulia de la barra del Gijón, como tantas cosas por entonces en la vida de Fernán-Gómez. El extraño suceso de Mazarrón tenía en vilo a la opinión pública. Las primeras noticias llegan a la prensa el 17 de enero de 1956, cuando un pescador descubre los cadáveres de un hombre y una mujer en la playa murciana de Nares. Al día siguiente, la agencia Cifra, amplía la información reconstruyendo los pasos de los tres hermanos Pérez Gómez durante la última semana en Mazarrón, porque para añadir morbo al asunto, María Luisa y José —de 62 y 47 años respectivamente— han sido identificados como los fallecidos, pero Marina, de 52, se ha esfumado. En la playa había una botella de coñac y tres copas, dos de las cuales se sospecha que contuvieran además un producto tóxico. José llevaba el documento de identidad en el bolsillo, pero roto en pedacitos minúsculos. María Luisa iba vestida con un abrigo de pieles sobre una combinación o camisón, lo que excita el morbo popular porque los tres hermanos eran extremadamente religiosos y mantenían un celibato riguroso.

El semanario de sucesos El Caso les dedica las portadas de sus números 194 y 195. Los hermanos habían nacido en Haro, donde tenían un establecimiento hotelero. En 1950 se trasladaron a Madrid, donde regentaron una mantequería en la calle Narváez, pero el estado de salud del varón les decidió a regresar a La Rioja. Ahí intentan infructuosamente poner en marcha una fábrica de pasta. Sus pertenencias fueron enviadas a unos familiares burgaleses o alaveses antes de emprender el viaje a Murcia a pesar de que habían comunicado a estos que habían decidido marcharse al extranjero. El Instituto Nacional de Toxicología certifica que dos de las copas contenían ácido sálico, producto moderadamente tóxico utilizado en zapatería para eliminar manchas de tinte.

Tras barajarse las hipótesis más aventuradas —el asesinato, una operación de contrabando frustrada—, se conjetura que pueda tratarse de un pacto suicida y que la hermana mayor decidiera renunciar en el último momento y se haya escondido . [Agencia Cifra: “Se habla de un suicidio colectivo en la playa de Mazarrón”, en Imperio, 3 de febrero de 1956, pág. 9.] Pero como no se encuentra rastro de ella en ningún lugar, la policía descarta que haya sido asesinada por un cuarto implicado en la trama del que tampoco se ha encontrado rastro y concluye que Marina se ahogó. El caso se da por cerrado. Después de casi un mes de intensa actividad informativa y ante la esterilidad de la investigación policial, la prensa guarda un repentino silencio.

Berlanga se metió entonces a émulo de Sherlock Holmes y propuso como solución del enigma la idea del amante travestido de la desaparecida. Pedro Beltrán, cómplice literario de Fernán-Gómez en sus películas más personales, decidió llevar adelante la propuesta, pero su inveterada bohemia convenció a los productores de emparejarlo con Ruiz-Castillo para que el libreto se rematara en tiempo y forma. La colaboración terminó con la amistad entre ambos y Beltrán pulió la versión final con Fernán-Gómez, una vez descolgado Berlanga del proyecto. El resultado es una de las películas más señeras del cine español y, su origen, una nota al pie en la filmografía de Fernán-Gómez y Berlanga en este año, en el que se conmemoran sus respectivos centenarios.

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