Con la desaparición de la censura en 1977, el gobierno de UCD crea una etiqueta transicional hasta que el estado español normalice el cine X en 1983. El artículo sexto del Real Decreto 30171/1977, de 11 de noviembre, por el que se regulan “determinadas actividades cinematográficas” especifica que “cuando por su temática o contenido pudieran herir la sensibilidad del espectador medio, la administración podrá acordar que la película sea calificada con un anagrama especial y, con las advertencias oportunas para el Visado de Películas, expone qué cintas se destinarán en el futuro a las salas X:
Serán clasificadas para salas especiales las películas cuya temática sea, principal o exclusivamente, el sexo o la violencia. Se entenderá que una película tiene por objeto exclusivo el sexo cuando, con fines de especulación comercial, contenga escenas o secuencias que describan la realización de actos sexuales de manera directa y real a la vista del espectador sin suposición alguna. Se entenderá que una película tiene por objeto exclusivo la violencia cuando constituya una incitación a la misma.
Mientras tanto, el artículo 15 desciende hasta lo más menudo para estipular qué producciones quedan englobadas en la clasificación "S":
Cuando las películas clasificadas para mayores de dieciocho años pudieran herir la sensibilidad del espectador medio, la subcomisión de clasificación podrá proponer que la película sea clasificada con la letra “S” y que a continuación de la clasificación de la película por edad se inserte, entre paréntesis, la advertencia: “Esta película, por su contenido, puede herir la sensibilidad del espectador”. […] Las salas de exhibición que programen una película de este tipo habrán de colocar en lugar bien visible, junto a las taquillas en que vendan entradas para esa película, una placa distintivo, cuadrada, de 40 centímetros de lado, en la que sobre fondo rojo figurara, en blanco la letra “S”, que tendrá una altura mínima de 20 centímetros.
Claro, que nada de esto tenía que ver con el progresivo afianzamiento del sexo explícito en el cine comercial de buena parte de los países occidentales entre 1969 y 1975, año de su legalización en Francia.
Por la gatera de la S —de sensibilidad, no de sexo— se colaron en las pantallas películas como Salò o le 120 giornate di Sodoma (Saló o los 120 días de Sodoma, Pier Paolo Pasolini, 1975), Ai no Korîda (El imperio de los sentidos, Nagisa Oshima, 1976), o Mad Max (Mad Max, salvajes de autopista, George Miller, 1979). Aunque Jesús Franco había rodado antes en Alemania varios títulos que se estrenaron en España con la etiqueta S, la primera producción española en hacerlo fue Una loca extravagancia sexy (Paul Benson, 1978) [Magi Crussels: Directores de cine en Cataluña, de la A a la Z. Barcelona: Universitat de Barcelona, 2009, pág. 133.], antología de números eróticos rodados en 16mm en una sala de fiestas de Lloret de Mar para For Films, con secuencias de continuidad interpretadas por argentino Ángel Pavlovsky. [Ricard Reguant: “1977 Cine S 1ª parte”, en Ricard Reguant Blog, 30 de marzo de 2010.] Tras el seudónimo de Paul Benson se esconde el chileno Enrique Guevara, uno de los más activos directores de cine S con protagonismo de su hermana, Raquel Evans. En 1978 ven la luz docena y media de producciones españolas clasificadas S de todo pelaje: del melodrama erótico Jill (Enrique Guevara, 1978) a la satánica Escalofrío (Carlos Puerto, 1978), de la arty Bilbao (Bigas Luna, 1978) a la denuncia de Carne apaleada (Javier Aguirre, 1978), de la provocación militante de El sacerdote (Eloy de la Iglesia, 1978) a la explotación sádica de Los violadores del amanecer (Ignacio F. Iquino, 1978). Algunas de ellas figuran de modo autorreferencial en otros títulos del ciclo y así no es extraño encontrarse esta última citada en El periscopio (José Ramón Larraz, 1979)...
... o Die teuflischen Schwestern (Aberraciones sexuales de una rubia caliente, Jesús Franco, 1977) como fondo de los títulos de crédito de En busca del polvo perdido (Enrique Guevara, 1982).
En paralelo, muchas de estas películas de la primera hornada clasificada S e incluso anteriores nutren una especie de mercado paralelo de cuasi-fotonovelas eróticas. El número 1 de Sexy Cine, lanzada en 1977, presenta la novelización ilustrada “sólo para adultos” de Y ahora, ¿qué, señor fiscal? (León Klimovsky, 1977) con el título inicialmente previsto que aludía al tema necrofílico de la cinta: Orgasmo sobre una muerta. El tercero es la ya citada Una loca extravagancia sexy.
También en 1977 llega a los quioscos Nuevo Film-Sex, editada por la empresa madrileña Permanencias y distribuida desde Barcelona por Edipress, S.A., una editorial especializada en fotonovelas. Por lo demás, el esquema parece similar a Cine Sexy: una continuidad narrativa, a ratos dialogada, del argumento de la película, ilustrada profusamente con fotofijas y algunas fotografías robadas durante el rodaje. Además, ficha técnica, algún reportaje ocasional sobre una película extranjera de éxito y página de humor firmada por Don Cástulo.
La doble página central era un póster de la protagonista. El primer número de Nuevo Film-Sex es un monográfico sobre El límite del amor (Rafael Romero Marchent, 1976) y, curiosamente, en la escena en la piscina en la que Didi Sherman y Víctor Valdverde aparecen desnudos a él le han pintado un slip con tinta negra. Aborto criminal (1973), Chicas de alquiler (1974), de Iquino, o Inquisición (1976) y El huerto del francés (1978), de Paul Naschy, entre otras anteriores a la clasificación S, aparecieron en esta colección. O sea, que la comercialización de este tipo de productos llegó antes a los quioscos que a las pantallas.
El andorrano Jordi Gigó es el guionista y director de La perversa caricia de Satán (1976), una producción con base en el principado para una marca radicada en Lérida llamada Andros Films, pero en la que no resulta difícil rastrear la participación de Eurociné, que distribuyó la película en Francia con el título de Le baiser du diable y varias escenas de desnudos que, inicialmente, no figuraban en la versión española. Tras su paso por los cines conforme a la censura imperante en 1975, para mayores de 18 años y con una calificación moral de la iglesia católica 3-R (mayores con reparos), a La perversa caricia de Satán se le restituye el metraje rodado para la exportación y accede al agonizante circuito S en el verano de 1984 en un programa triple denominado “Gran festival erótico” en el que comparte la pantalla del madrileño cine Postas con Ilsa, Harem Keeper of the Oil Sheiks (Ilsa, la hiena del harén, Don Edmonds, 1976) y La cameriera nera (La camarera negra, Mario Bianchi, 1976).
José Canet, el montador de Una loca extravagancia sexy, recuerda que “Gigó quería volver a dedicarse a la dirección. El hecho es que, para ello, necesitaba alguien que le reemplazase en For Films. Y ese alguien fui yo. Jordi pudo de esta forma dedicarse a preparar la producción de una primera película porno, titulada Trampa para una call girl”. [José Luis Salvador Estébanez: “Entrevista a Josep Canet”, en La Abadía de Berzano, 27 de mayo de 2013.]
En la Barcelona ácrata y contracultural del primer postfranquismo, For Films, la compañía para la que trabajan Gigó y Canet, comercializa porno en Super-8. Es complicado rastrear sus títulos originales, pero en el catálogo encontramos cintas de 60 y 120 metros, lo que equivaldría a unos diez o veinte minutos a 24fps. Algunas de estas películas se distribuyen en versión corta y larga, como Las sacerdotisas del amor o Hippies y colegialas, números de catálogo 26-26L y 28-28L, respectivamente. La pasión por el cine de Jordi Gigó le ha llevado hasta este microuniverso periférico y clandestino que trabaja, fundamentalmente, con material proveniente de Italia y distribuido por correo. ¿Por qué no aprovechar esta infraestructura para rodar una película propia, aunque sea con el seudónimo de Georges Lewis?
La primera parte de Trampa para una call girl se editó en VHS con el título de Amores profundos. Este montaje tiene una duración de 51:29 y alterna performances sexuales con una trama argumental. Los títulos de crédito aparecen sobreimpresionados sobre el principio de un número en directo ejecutado por la pareja Brigitte & Gunther. Se supone que se trata de una actuación en directo, aunque espectadores y ejecutantes nunca compartan plano. De este modo, la cópula de la pareja, de unos ocho minutos de duración en pantalla, busca inscribirse en esa dinámica de registros de espectáculos que parecen conformar parte del catálogo de For Films. De hecho, la eyaculación visible en/sobre el cuerpo de la mujer, que constituye uno de los rasgos distintivos del hardcore, viene acompañada en la pista de sonido por unos aplausos de espectadores invisibles. De entre ellos, se ha individualizado a uno en un par de insertos en los que pronuncia frases chuscas —“¡Este tío va a sacar petróleo!”— que sirven de mínimo respiro humorístico a la monotonía del acto. La otra trama ha presentado a Mag Salgado (Myrna Vel), en el momento de ser agredida por Álex (Jorge Termes), el chulo que la explota. Se ha marchado de casa de su padre, Raúl Salgado (Carlos Lasarte), un hombre de negocios metido en política, y ha caído en manos de la red de prostitución. Cuando se encuentra con su padre, a la puerta de un restaurante, él le ofrece que vuelva a casa donde gozará de la misma libertad que tiene ahora, pero ella, como muchos personajes adolescentes de Iquino, replica que “a veces hubiera querido tener menos libertad”. Raúl acude a la agencia Glamour, que dirige Lorena (Lynn Endersson), y descubre en el álbum de chicas de compañía a su hija. Concierta con ella una cita en un hotel y tras los mutuos reproches ella le cuenta cómo conoció a Lorena, que la sedujo y la chantajeó.
Todo ello invita a pensar en que la distribución en Super-8 se hacía parcelada y que el montaje completo se realizó con vistas a su exhibición en salas cuyo funcionamiento en España no se regularizó hasta 1984. De este modo, Porno Girls, que había nacido para circular en el circuito clandestino del Super-8, termina formando parte del floreciente mercado del vídeo doméstico a principios de la década de los ochenta. Freixas y Bassa no dudan en calificar la película de Gigó, datada en 1977, como auténtica “precursora” del cine pornográfico en España. [Ramón Freixas y Joan Bassa: El sexo en el cine y el cine de sexo. Barcelona: Paidós, 2000, pág. 192.]
El mismo Bigas Luna se lanzará a esta aventura durante la preparación de Bilbao con Historias impúdicas, once cortometrajes autónomos, rodados en 16mm y comercializados en Super-8 a través de la marca Cine Promo. De hecho, La millonaria (1976) se incorpora al metraje de Bilbao porque el protagonista la proyecta en su apartamento. La llama “la película de la tía del secador”. Sin embargo, al no entrar en el hardcore estas películas pasan censura y todo:
Después de Tatuaje hice una serie de películas en Super-8, de estas pseudo-pornos. No lo eran en absoluto porque entonces no se podía ni enseñar el coño, en todo caso se les podría llamar “sexis”. Las distribuíamos por correo. Fue una experiencia cojonuda, muy divertida y además muy difícil. Teníamos que hacer películas que teóricamente hicieran trempar pero en las que no se podía ver nada. Aún guardo los papeles de censura; porque las mandábamos a censura para que las aprobaran. Ahora las veo como películas cómicas. [Bigas Luna, citado por Gonzalo M. Pavés: “Historias impúdicas: El programa erótico de Bigas Luna”, en Quintana, núm. 16, 2017, pág. 283.]
Así que mientras Cine Promo tiene un recorrido administrativo sin mayores contratiempos, la historia oficial de For Films es la de un largo proceso por delitos contra la salud pública, lo que nos permite intuir al menos la infraestructura que sustentaba la firma. La empresa comercializadora se llama oficialmente For Mail, tiene su domicilio social en Vía Agusta, 143, 8º izda. y su administrador es el italiano Vincenzo Garozzo Manca. La central de Cinematiraje Riera en Barcelona, también citada en los procesos, debía ser simplemente la responsable del revelado en 16mm y tiraje de copias en Super-8 por reducción de paso. Como titular de la productora Astrid Films figura Gigó, con domicilio es la calle Roger, 38. Sele Club S.A., sita en la calle Caballero, 79 - ático, se dedica a la distribución de lo que sea. Por ejemplo, en la revista Historia 16 [1980] ofrecen un mosquetón Mauser con su bayoneta, un casco de infantería “usado en la última guerra civil” y tres obuses de mortero. Por menos de once mil pesetas (más sesenta de gastos de envío) le empresa se compromete a enviar el lote a domicilio por correo.
El 21 de septiembre de 1978, el tribunal de Contrabando de Barcelona, los cita a todos ellos como presuntos inculpados en un expediente instruido por “aprehensión y descubrimiento de productos estimulantes”. El propio tribunal valora la mercancía en 395.760 pesetas, por lo que la presunta infracción sería de mayor cuantía. En el ínterin, For Films presenta en 1978 suspensión de pagos por deudas declaradas por valor de tres millones y medio de pesetas. [Feliciano Baratech: “Sismograma económico”, en La Vanguardia, 19 de noviembre de 1978, pág. 39.] El juicio queda fijado para el 12 de enero de 1980 a las diez de la mañana. [BOE, núm. 298, 13 de diciembre de 1979.] El fallo dicta el comiso de “cinco películas que se consideran no justificadas” —signifique esto lo que signifique en jerga jurisprudencial— por cuenta del responsable de Sele Club y la destrucción de “los géneros que le fueron aprehendidos relativos a estimulantes sexuales”. [BOE, núm. 79, 1 de abril de 1980.] La última mención a For Films tiene lugar en un edicto de 1984 del Juzgado de Primera Instancia de Barcelona por el que se embargan los bienes de la empresa, de la que ahora son titulares Mario del Conte Mazzini y Marianela Miceli. [La Vanguardia, 5 de abril de 1984, pág. 52.]
La carrera de Gigó ha tomado otro rumbo. Con El espectro de Justine (Jordi Gigó, 1987) se planteará la producción de cine de género con base en Andorra. La irrupción del vídeo doméstico en el mercado y la saturación del cine clasificado S han abocado a la subindustria alternativa del porno en Super-8 a la desaparición. Desde la Dirección General de Cinematografía, Pilar Miró pondrá fin a este periodo transitorio —abonado a las dobles versiones— con el Real Decreto del 27 de abril de 1983 sobre películas y salas X y de Arte y Ensayo. Pero no será hasta diciembre de 1984 que se estrene en Barcelona la primera película X de producción netamente hispana, a cargo de Fervi Films: Una rajita para dos (Lulú Laverne, 1982), seudónimo tras el que se esconde el inabarcable Jesús Franco, según unos [Carlos Aguilar: Jesús Franco. Madrid: Cátedra, 2011, pág. 269.], o su compañera Lina Romay, según otros. [Esteve Riambau y Casimiro Torreiro: Guionistas en el cine español: Quimeras, picarescas y pluriempleo. Madrid: Cátedra / Filmoteca Española, 1998, pág. 319.]
Qué interesante indocumentado y qué ganas de que alguien cartografíe esa protohistoria del cine porno en súper 8. Se hicieron muchas producciones? Me hace gracia la coincidencia de que el estreno de la primera peli X española en 1984 coincida con el rodaje de la primera película X hecha en vídeo, Orgía sádica. Este margen también debería ser explorado. http://vialofdelicatessens.blogspot.com/2015/09/proximamente.html?m=1
ResponderEliminarUn abrazo
Luis
No había visto lo de Vial of Delicatessen.
EliminarFor Films distribuía, al parecer, material procedente de Italia y a Jordi Gigó se le ocurrió que era la ocasión para rodar otro largometraje y financiarlo gracias a la distribución por partes en Super-8. Lo de Bigas Luna era otra cosa.
Reguant cuenta en su blog cuál fue su participación en las películas de Guevara y sus propias aprotaciines al ciclo. Supongo que algún especialista en el tema pueda saber algo más. A mí me interesaba, sobre todo, el modo en que producciones X clandestinas anteriores a la posibilidad de su distribución en salas terminaron llegando al circuito S, previo aligeramiento del metraje hard, y cómo editoras de fotonovelas -Edipress lo era- se reciclaron al mercado del erotismo aprovechando fotografías robadas en rodajes con desnudos incipientes o dobles versiones.
Gracias por el comentario, Sr. Feliú