domingo, 5 de marzo de 2023

supervillanos enmascarados

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Santo, el Enmascarado de Plata y Superargo ya han comparecido por aquí en su condición de superagentes enmascarados de la cinematografía española. Pero se nos habían quedado en el tintero Kriminal, Diabolik, Satanik y Mister X, héroes y heroínas de moral ambigua —o totalmente amorales—, anómalos por tanto en una España nacional-católica en la que ya se han colado el consumo y el pop.

La deuda del fumetto nero —las historietas italianas de criminales enmascarados— con Fantômas es indiscutible. Por eso la resurrección del personaje de Souvestre y Allain a principios de los sesenta en una serie de películas dirigidas por André Hunebelle y el éxito universal de la serie dedicada al agente 007 sirven de índice para comprender por donde iban los tiros de la ficción popular intermedial a mediados de los años sesenta. El primer fumetto nero es Diabolik, de Angela y Luciana Giussani, que conocerá una adaptación cinematográfica en 1968 de la mano de Mario Bava en el que sin duda es el mejor título del filón. Pero a rebufo de Diabolik los antihéroes enmascarados se multiplican: Kriminal, Sadik, Satanik...

Kriminal, de Max Bunker, es el primero en llegar a la pantalla en una típica coproducción en la que toman parte las compañías españolas Estela Films y Copercines. De ahí la presencia en el reparto de La máscara de Kriminal / Kriminal (Umberto Lenzi, 1966) —por partida doble, ya que encarna a dos gemelas— de la alemana, criada en Portugal y afincada en España, Helga Liné. También, el que la trama tenga lugar brevemente en Madrid, lo que da ocasión a mostrar una corrida de toros y el aeropuerto internacional de Barajas. O sea, la cara exportable del “Spain is different” del Ministerio de Información y Turismo de Manuel Fraga.

El argumento presenta a Kriminal (Glenn Sasxon) a punto de ser ajusticiado en la horca. Ha tenido la desfachatez de robar la joyas de la corona. El inspector Milton (Andrea Bosic) lleva a cabo una estratagema arriesgada: ayudarle a escapar para poder descubrir dónde ha escondido el botín. Por supuesto, Kriminal desaparece. Devuelve la corona porque es imposible colocarla en el mercado y porque tiene un golpe mucho más lucrativo a la vista. Se trata de los diamantes de la Tradex que dos agentes idénticas (Helga Liné) deben llevar a Estambul. Piedras preciosas, Techniscope, casinos, escenarios exóticos, yates, mujeres hermosas, policías ineptos... todo nos remite a otras producciones europeas contemporáneas y, por supuesto, a James Bond, cuya influencia es tanto más importante en la iconografía de la cinta de Lenzi que la historieta original.

Al año siguiente, Eduardo Manzanos emprende desde la cooperativa Copercines y esta vez sin la participación ya de Estela Films, la producción de una secuela con los mismos protagonistas: Los cuatro budas de Kriminal / Il marchio di Kriminal (Fernando Cerchio, 1967). Esta vez el enmascarado se gana la vida asustando a ancianitas hasta el infarto para luego cobrar un sustancioso seguro. Sin embargo, un accidente que provoca la rotura de una estatuilla de Buda le pone sobre la pista de unos cuadros de Goya y Rembrandt escondidos en un cementerio. Lo único que Kriminal tiene que hacer para apoderarse de ellos es reunir los otros tres budas en los que se encuentran escondidas las partes del mapa que le faltan. De casualidad en casualidad, quiere el destino que la segunda llegue a manos de la prometida del inspector Milton. Mientras éste deja plantada a su novia para comprobar en Estambul que su archienemigo sigue allí encarcelado, Kriminal viaja a España para hacerse con la estatuilla que está en posesión de una bailarina de flamenco, Mara Gitan (Helga Liné). Pero ella le toma la delantera y, jugando al ratón y el gato, llegan hasta Beirut.

La segunda parte continúa con el juego de puntuar las transiciones convirtiendo los fotogramas en viñetas, pero antes que estilo tebeístico, la película pertenece al género de ladrones de guante blanco. Lo más reseñable es la amoralidad de Kriminal, que lo mismo asesina a una ancianita que a su propia novia, aunque para compensar ella le ha preparado un té bien cargado de veneno.

Míster X / Mister X (Piero Vivarelli, 1967) sirve de puente entre las dos entregas de Kriminal y la única de Satanik / Satanik (Piero Vivarelli, 1969), todas con la intervención de Eduardo Manzanos y su empresa Copercines en coproducción entre España e Italia. El único ejemplo del filón que se mantiene vigente al cabo de los años más allá de nostalgias pulp sigue siendo la ya mentada Diabolik (Diabolik, Mario Bava, 1968), sin participación hispana y con localizaciones en Capri, como Míster X.

La Trust Chemical que dirige George Lamar (Armando Calvo) no es más que una tapadera mediante la cual la mafia estadounidense introduce droga en Europa. La amante de Lamarro se ha vuelto ambiciosa y pretende casarse con él, así que éste decide eliminarla y marcarla con una equis en la frente, de modo que la policía atribuya el crimen al célebre Míster X (Norman Clark). Las maniobra da resultado y el inspector Roux (Franco Fantasia) recibe presiones tanto de sus superiores como de la opinión pública para que desenmascare cuanto antes al misterioso personaje, un maestro del disfraz cuyo verdadero rostro nadie conoce. Entretanto, Míster X, celoso de su reputación como ladrón de guante blanco, hará uso de todo su repertorio de caracterizaciones para desenmascarar a los verdaderos culpables y, de paso, desmantelar la red internacional de tráfico de estupefacientes. El fin del villano, eso sí, hace gala de un sadismo inusitado.

La filiación con el fumetto nero se da apenas en un par de secuencias en las que Míster X se enfunda en sus mallas negras ceñidas por una hebilla con la emblemática letra del enigma y cubierto con un antifaz. Por lo demás, el modelo formal es de nuevo la serie bondiana con bellas mujeres sin apenas otro papel que el decorativo en este ir y venir de planes criminales maestros y peleas a puñetazos. Helga Liné interpreta a la mujer del villano Lamar y Gaia Germani, que se prodigó casi en exclusiva en el filón eurospionistico, a la novia del enmascarado.

Como en otras ocasiones, la censura italiana terminó otorgando el nihil obstat para todos los públicos a costa de 22 metros de cortes en los rollos 4 y 5, en concreto, en las escenas de la tortura, del lanzallamas y del hombre atado a la lancha. [Cinecensura: http://cinecensura.com/wp-content/uploads/2017/02/Mister-X-Fascicolo.pdf.]

A lo largo del metraje de Satanik el inspector Trent (Julio Peña), de Scotland Yard, hace bien poco por ganarse el sueldo. Al final, cuando recibe un disparo durante un tiroteo en el lago Leman, tenemos de la impresión de que la corona británica lo ha enviado a Ginebra para algo porque lo que es en España no ha hecho más que fumar en pipa y charlar plácidamente con el comisario González (Armando Calvo) mientras la doctora Bannister (Magda Konopka), una bioquímica terriblemente desfigurada que se ha convertido de la noche a la mañana en asesina, va dejando un reguero de cadáveres por donde pasa sin que ninguno de los dos policías logre jamás echarle el guante. El asunto tiene truco. La doctora Bannister trabajaba en un proyecto de regeneración celular en el Instituto de Bioquímico de Madrid donde el profesor Greaves (Nerio Bernardi) investiga en una droga que podría ser el remedio a su problema. Sin embargo, los efectos secundarios que provoca no le deciden a probarla en seres humanos. A pesar de que en perros ha provocado altas dosis de agresividad, la doctora está empeñada en hacerse con la droga y cuando el doctor se niega no duda en asesinarlo. Las pastillas la convierten en una joven bellísima y consciente de su poder de seducción. A partir de este momento las utilizará para entrar en contacto con una banda de traficantes de diamantes que tienen su guarida en una sala de fiestas con espectáculo flamenco. Los miembros de la banda son traicionados por la mujer de uno de ellos, Stella Dexter (Mimma Ippoliti), a la que la doctora Bannister también asesina. Usurpando su identidad viaja a Suiza con el fin de apoderarse del botín. Pero allí la espera Dodo La Roche (Luigi Monti), el cuñado de la auténtica Stella. Policía y delincuentes traicionados se encontrarán en el club Chez Moi, a orillas del lago Leman, donde la doctora Bannister debuta como stripteuse. Pero las pastillas se están agotando y su efecto es cada vez más breve...

Desconocemos la historieta concreta de Bunker y Magnus en la que Eduardo Manzanos Brochero se inspiró para tramar el guión. Es posible que recurriera directamente a Robert Louis Stevenson o a cualquiera de sus relecturas pulp en lugar de basarse en los tebeos. Por su parte, Vivarelli resuelve sin demasiado rigor la papeleta, amparándose en la estética de los ya ajados pseudo-Bonds europeos.

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