domingo, 18 de agosto de 2024

estudios de interpretación cinematográfica

Los inicios de la docencia cinematográfica en España se remontan a la década de los veinte del pasado siglo, cuando la Academia Cinematográfica de Madrid Film –ligada a los laboratorios de Enrique Blanco- ofrece a sus posibles alumnos “cursar la enseñanza cinematográfica”. Sin embargo, la enseñanza oficial no se implantará hasta bien entrada la posguerra. A pesar de ello, desde que en 1935, Luigi Chiarini impulsa la creación del Centro Sperimentale di Cinematografia en Roma, éste es el modelo para los teóricos españoles del asunto. De ahí que incluso la denominación de Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas (IIEC) -luego Escuela Oficial de Cinematografía (EOC)- sea deudora de la pionera escuela italiana.

Desde su creación en 1947, el IIEC cuenta con una rama de Interpretación. El examen de ingreso consiste en una prueba de cultura general, en la declamación de un texto del Siglo de Oro y en una improvisación. Los que superan estas pruebas pasan a las de fotogenia y fonogenia. Durante este primer curso el “elemento femenino” -según el léxico de la época- sólo puede acceder a esta especialidad y a la de Escenotecnia; es decir, Decoración. Todavía a principios de los sesenta se especifica que “la edad mínima de los aspirantes será la de 18 años cumplidos para los varones y de 16 años para las señoritas”.

El primer plan de estudios contemplaba, por ejemplo ,una asignatura de Modales cuyo desarrollo especifica: “Soltura y elegancia de movimientos. Refinamiento y educación del gusto personal. Armonía del gesto y modo de actuar en las distintas ocasiones y en los distintos actos sociales”. [50 años de la escuela de cine, Cuadernos de la Filmoteca, núm. 4. Madrid, Filmoteca Española, 1999.]

Fernando Fernández de Córdoba -que aportaba la experiencia de haber sido director y profesor en la Escuela de Arte Dramático- encabezaba el elenco profesoral en la primera época, con la colaboración de Adolfo Marsillach, Ana Mariscal y el dramaturgo y director del Teatro Nacional María Guerrero, Claudio de la Torre. El actor Luis Prendes, el mimo chileno Italo Ricardi y el biógrafo del doctor Marañón, Alfredo Juderías, fueron también titulares de esta especialidad. En la última etapa cabe destacar la labor de William Layton, que se había establecido en España en 1960 e impartía clases según el método de Stanislavski en su Laboratorio de Teatro.

Carlos Serrano de Osma fue uno de los promotores de la escuela. Ya en 1941 postulaba la creación de un Instituto Cinematográfico Español  para “crear un cine de recia envergadura nacional y conquistar con él los mercados hispánicos”. Entre los problemas a los que la Escuela debía dar solución estaba la ineptitud de los que sólo buscan en el cine “un medio fácil de ganarse la vida y que no sienten en modo alguno la gran ambición hispánica, ni siquiera una modesta angustia poética personal”. Logrado el objetivo, en una entrevista con Pascual Cebollada en la que hacía un somero repaso a su vida profesional concluía: “Los logros están ahí: Berlanga, Saura, Patino, Pilar Miró, Erice, Mario Camus, Gutiérrez Aragón; todo el mundo que está en televisión, en el cine publicitario, en cámaras, en producción. Sólo una especialidad no dio nunca los frutos apetecidos, la de interpretación, salvo excepciones; no se sabe bien porqué”. [Cine y Más, núm. 28-29, marzo-abril de 1983, reproducido por Julio Pérez Perucha (ed.): El cinema de Carlos Serrano de Osma. Valladolid, 28 Semana Internacional de Cine, 1983.] Y eso que durante casi treinta años de actividad se concedieron más de ochenta títulos en esta especialidad. En ella se curtieron actores que luego darían guerra como Juan Luis Galiardo, Charo López, Manuel de Blas, Manuel Galiana, Andrés Resino, Mario Pardo, Miriam de Maeztu, Antonio Costafreda, Emilio Fornet y Sergio Mendizábal. María Elena Flores y Emiliano Redondo, como compañeros de otras especialidades, terminan dedicándose a la docencia en el propio centro.

Otros -Marisa de Leza, Charo López, Victoria Vera o Paul Naschy- no llegan a titularse. Argumentan los profesores Arabnzubia y Castro de Paz que, en tanto que los compañeros de la especialidad de Dirección solían tener dificultades para incorporarse a la industria, las actrices y los actores lo hacían sin problemas y dejaban los estudios colgados. [Asier Aranzubia y José Luis Castro de Paz: Escuela de cineastas. Madrid: Cátedra, 2024.]



Aprovechando la fundación del IIEC se abre en Madrid –calle Mayor, 32- el Instituto Dolvis de Cinematografía. Su objetivo es preparar a los aspirantes al organismo oficial y recoger a todos aquellos que por falta de tiempo o carencias formativas no pueden acceder a él. Sólo tenemos referencias del inicio de su actividad durante el verano de 1951, pero significativamente hubo doscientas diez matrículas, de las que sólo se admitieron sesenta. El director pide a los futuros alumnos “vocación, cultura y unas mínimas aptitudes interpretativas y de fotogenia”.

Primer Plano, núm. 523, 22 de enero de 1950

El objetivo de la Escuela Técnica de Cinematografía del Liceo Científico parece ser bastante más amplio, ya que no se limita a la interpretación, sino que abarca "las distintas especialidades cinematográficas". Las prácticas se vinculan a la actividad de los estudios Augustus Films, propiedad de la familia Boué.

Primer Plano, núm. 773, 7 de agosto de 1955

En 1961 el realizador Julio Coll abre también una escuela de actores cinematográficos en Barcelona junto a Fernando Espona. Su modelo es el método Stanislavski en su versión neoyorkina Strasberg-Kazan. El programa flexible comprende memorización, interpretación, yoga y sicotecnia. Las cuatro horas diarias importan un total de trescientas pesetas mensuales. De entre los alumnos, destacaron Víctor Isarael y Silvia Tortosa. La carrera de Patricia Loran -la Cardinale española- se apagó rápidamente, pero cabe mencionar también a Gloria Osuna con una trayectoria que por fechas pasa del policiaco barcelonés de los primeros sesenta a la coproducción hispano-italiana en géneros como el wéstern mediterráneo o las películas de agentes secretos, para desembocar en la comedia racial a principios de los setenta.

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