La buena marcha de El ojo del huracán / La volpe dalla coda di velluto (1971) en Italia favorece que la Orfeo P.C. de Forqué se integre en el circuito de las coproducciones. Casi de inmediato participa en Homicidio al límite de la ley / Un omicidio perfetto a termine di legge (Tonino Ricci, 1971), en cuyos títulos en España figura Rafael Azcona, aunque éste nunca la incluyera en su filmografía. Al contrario que el director de fotografía Cecilio Paniagua o la actriz Rosanna Yanni, el guionista logroñés fue incluido por Forqué entre las aportaciones para obtener el estatuto de coproducción. De nuevo Cecilio Paniagua es parte de la aportación de Orfeo P.C. a Ella... ellos... y la ley / Colpo grosso... grossissimo... anzi probabile (Tonino Ricci, 1972). Los intérpretes españoles son los forquianos José Luis López Vázquez y Juanjo Menéndez como integrantes de una banda de ladrones ineptos que pretenden obtener un botín de ochocientos millones liras del robo a la cámara acorazada de un banco. Los hijos del día y de la noche / La banda J. & S. Cronaca criminale del Far West (Sergio Corbucci, 1972) es un Bonnie & Clyde (Bonnie y Clyde, Arthur Penn, 1967) post-Trinidad, protagonizado por Tomás Milian y Susan George, a los que secundan Eduardo Fajardo y Rosanna Yanni. En estas tres coproducciones minoritarias de Orfeo P.C. figura Forqué como coguionista, aunque sólo fuera porque firmara la traducción de los diálogos en español.
A finales de la década de los cincuenta escribió junto a Rafael García Serrano y Jesús Franco dos cortometrajes con los que este último debutó como realizador. Son dos películas institucionales para el Sindicato Nacional del Olivo: El árbol de España (1957) y Oro español (1959). Tres lustros más tarde, Franco recupera la relación con Forqué cuando Orfeo P.C. se hace cargo de la parte española de Al otro lado del espejo / Le miroir obscène (Jesús Franco, 1973). La cinta se desarrolla mediante una serie de largas secuencias entre las que median grandes elipsis. La irrupción de cada nuevo escenario o personaje carece de explicación o antecedente, lo que provoca un importante bache narrativo en el arranque del segundo acto con la inclusión de dos piezas jazzísticas completas. Claro, que todo esto carece de importancia para Jesús Franco, más preocupado por lograr una atmósfera alucinatoria que refleje el estado mental de Ana (Emma Cohen) tras el suicidio de su padre (Howard Vernon) en vísperas de su boda en Madeira. El trompetista (Robert Woods) y el director teatral (Ramiro Oliveros) que la cortejan en Lisboa aparecerán muertos tal como ella lo ha soñado al otro lado del espejo, adonde ha sido convocada por su padre. Frente a estas imágenes macabras y un tanto bufas o de rutinarios planos de transición —el zoom a un barco en Funchal—, Franco se dedica a la creación de metáforas y metonimias visuales de gran potencia: un pez se transforma en un cuchillo; una mano en el agua que se tiñe de rojo; la protagonista vestida de novia en la escalinata de su casa... Por la válvula de escape del onirismo descubriremos el secreto de Ana —un tabú que no debe ser verbalizado— y cuyo carácter de pesadilla queda patentizado por la reinterpretación del tema musical Madeira Love, cuya letra —cantada por Ana en la cave jazzista Porão da Nau— resulta absolutamente explícita. Robert de Nesle, el coproductor francés, consideró que la película no contenía suficientes escenas de sexo para que la película funcionara en Francia y Franco realizó uno de sus habituales pastiches, alterando el argumento para incluir algunas escenas lésbicas entre Alice Arno y Lina Romay, que no aparece en la versión española. Hasta donde hemos podido averiguar, Al otro lado del espejo se estrenó al sur de los Pirineos en agosto de 1975 pero en una versión convenientemente aligerada a la que le faltaban más de diez minutos de metraje.
Sin participar en la producción, Forqué asume también la escritura de algunos guiones que dirigen otros. Además de los dos cortometrajes de Jesús Franco, en 1964, escribe con Vicente Coello y Jaime de Armiñán un artificioso thriller que le venden a Antonio Román: Un tiro por la espalda (1964). A partir de un arranque tópicamente hitchcockiano, la cinta construye esforzadamente una intriga que se desarrolla a golpe de guión antes que sobre la planificación y montaje de cada secuencia. Paula (Yvonne Bastien) aterriza en Río de Janeiro y se extraña de que su marido no haya ido a buscarla al aeropuerto, pero cuando se presenta en su apartamento el conserje le indica que murió hace dos meses. Lo raro no fue la causa de la muerte —un ataque al corazón—, sino que Jorge Durán jamás dijo a nadie que estuviera casado ni dejó ninguna dirección en España. Poco después, la mujer del apartamento vecino (Eulalia Tenorio), bailarina en un cabaret de moda, la amenaza con descubrir que su marido sigue vivo y que podría haber tenido alguna participación en el atraco a una joyería... El empeño de Paula en que nadie quiere creerla, las indirectas de la señora Miller (Perla Cristal) sobre la muerte de Durán, la bancarrota de la empresa... Todo viene dado por el diálogo, en tanto que los exteriores naturales funcionan casi únicamente como fondos turísticos, sin integrarse nunca en la acción, que se desarrolla en el decorado del apartamento la mayor parte del metraje. Sólo en el tramo en el que Rivas y Paula deciden viajar a Campo Belem, donde supuestamente murió Durán, la película gana en interés: el apunte de una ceremonia macumba, el asesinato del doctor Lourenço (Manuel Arbó), que había certificado la muerte de Durán, la investigación de la policía (Tomás Blanco) y la huida de la pareja, proporcionan algo más de dinamismo a la trama. El giro final no por imprevisible resulta menos convencional.
En 1977 Orfeo P.C. se implicará en una coproducción histórica con Alemania y Austria: La última bandera / Die Standarte (Ottokar Runze, 1977). A pesar de que Verónica Forqué tiene un papel de cierto peso, su escaso atractivo nos ha hecho desistir de verla.
Poco después, a finales de la década de los setenta, Forqué aparece como guionista en los créditos de un puñado de coproducciones de Lotus Films —Una chica llamada Maryline / Le c... de Marilyne (Jean Luret, 1979), Paco el seguro / Paco l’infaillible (Didier Haudepin, 1979) y Buitres sobre la ciudad / Avvoltoi sulla città (Gianni Siragusa, 1980)—, la compañía que produce ¡Qué verde era mi duque! (1979) y El canto de la cigarra (1980).
Una chica llamada Maryline —“argumento y guión de José María Forqué y Jean Luret” en los títulos de las copias españolas— es un melodrama erótico softcore sobre las experiencias de una joven estudiante, la Maryline del título (Françoise Givernaud), que entabla una relación con Véronique (Verónica Miriel), una cantante a la que acompaña a Italia, donde se les presenta la oportunidad de abrirse a otras experiencias: Cuartetos, tríos y dúos heterosexuales y lésbicos proclaman la gloria y la miseria —la (a estas alturas del subgénero, inevitable) violación— de la liberación sexual.
En el polo opuesto, la coproducción hispano-ítalo-mexicana Buitres sobre la ciudad cuenta con unas mínimas secuencias de acción —un par de breves persecuciones automovilísticas, la explosión de sendos coches, unas pocas peleas a puñetazos...— y presenta, en cambio, una larga escena de violación de la novia del periodista Mark Spencieri (Maurizio Merli), la bióloga Isela (Lilli Carati). Éste es el modo en el que el pistolero de Trillat (Manolo Zarzo) advierte a Spencieri que deje de investigar el asesinato del magnate Niarchos y la desaparición de Marciano, un empresario cuya mujer (Nadiuska) le ha pagado una fuerte suma para decirle poco después que se olvide del asunto. Pero si Spencieri, asistido por Theo (Hugo Stiglitz), su fotógrafo, estaba interesado en esclarecer el asunto aún en contra de las órdenes de la policía española, ahora la cuestión se ha convertido en un asunto personal. Paco Rabal, Eduardo Fajardo o Mel Ferer, tienen dos o tres escenas para justificar su presencia en los títulos de crédito. Puede ser que el primero se aviniera a la colaboración porque su hermano Damián era también el representante de Nadiuska y Zarzo. A pesar del título italiano y de la participación de la productora de dicha nacionalidad Zeta Film, la cinta a lo que parece no llegó a estrenarse en Italia donde no queda constancia ni de su doblaje ni de su paso por la censura.
En las filmografías hispanas Forqué figura también como coautor de la adaptación de una novela de Jean-Pierre Thomacini en la coproducción de Un verano de infierno / Un été d’enfer (Michael Shock, 1984). La participación en la producción de Lotus Films hace pensar en una colaboración fantasma para conseguir el estatuto de coproducción, ya que en los títulos de la versión francesa, la original, Forqué no aparece por ninguna parte.
Hemos dejado para el final Paco el seguro porque es la única de las mencionadas en la que Forqué podría haberse sentido cómodo. Se trata de una cinta negrísima basada en una novela aún más negra de Andras Lazslo, el autor del relato que sirvió de base a Mi tío Jacinto (Ladislao Vajda, 1955). La necesidad de quedarse embarazadas de las jóvenes procedentes del pueblo que busquen colocarse en la capital como amas de cría da pie a una historia bastante sórdida, que, debido a los dilemas a los que se enfrenta el personaje central —el Landa de El crack (José Luis Garci, 1981) y Los santos inocentes (Mario Camus, 1984)—, deviene en tragedia grotesca. Es una pena que fotografía y dirección de arte no terminen de acompasarse a lo narrado y que Didier Haudepin carezca de la firmeza del aguafortista, necesaria para que se lograse un esperpento que uno se imagina perfectamente en manos de Azcona, Ferreri y Tognazi en la época de La donna scimmia (Se acabó el negocio, Marco Ferreri, 1963) en las de Forqué y Azcona de El monumento (1970).
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